En la Cooperativa Nacional del Arroz
(Valencia, 12 de noviembre de 1945.)
Agradezco vuestra presencia y saludo que, en representación vuestra, me dedica el Jefe de la Cooperativa Nacional del Arroz. Este pequeño acto, como modestamente ha calificado vuestro Jefe a esta reunión, debe ser entendido por vosotros como un símbolo de nuestra lucha, como una manifestación de la serena actitud española ante el mundo.
En la angustia de nuestra vida difícil, abandonados a nuestros propios medios, marchamos impasibles por el camino de la Patria mejor. Y cuando todos los pueblos del mundo dirigían sus esfuerzos a la destrucción, era nuestra tarea edificar, y cuando miles de hogares desaparecieron bajo los zarpazos del odio, Dios nos permitió a nosotros elevarlos nuevos bajo el signo de la hermandad y el sacrificio. España ha elegido su senda y ha descubierto horizontes de prosperidad, sabiendo permanecer unida en la fe, en la acción y en el pensamiento, consciente de que ha de ser nuestro esfuerzo español el único que ha de decidir el signo, séanos favorable o adverso, de nuestro porvenir. En un torbellino de inquietud, de nervosismo y de preocupaciones, algunas gentes han perdido la serenidad y viven en un desequilibrio que no les permite darse cuenta de que su pensamiento lo deben fijar en el lugar de la tierra más importante para ellos, su propia Patria.
Es posible que para mucha gente, esta pequeña reunión no tenga ninguna importancia; y, sin embargo, no deja de tenerla a pesar de su sencillez al habernos reunido aquí unas cuantas docenas de españoles. Y mañana, el hombre de la calle puede leer la información de que en cualquier parte del mundo la situación es angustiosa, y, sin embargo, aquí en Valencia se han reunido, en la Cooperativa Nacional del Arroz, unos cuantos camaradas para reafirmar su decisión inquebrantable de luchar por el bienestar de los necesitados, y es muy posible que su pensamiento ande muy cerca de estos dos gritos: ¡Viva Franco! ¡Arriba España!