Filosofía en español 
Filosofía en español


En Mieres

(Mieres, 18 de junio de 1944.)


Trabajadores, camaradas: Cuando un hombre trabaja duramente ocho horas diarias y tiene dificultades para comprar el pan, esté donde esté en el pensamiento, le suenan los discursos políticos a sarcasmo. Si hemos venido a Asturias en cumplimiento de nuestro deber, es para hablaros de español a español un lenguaje brutalmente positivo y sincero, y yo os exijo que atendáis aquí, quietos, clavados, con el pensamiento puesto en la ruda verdad de vuestros hogares, una palabra de hombre.

Desde la última vez que nos hemos visto, la cuenca minera ha sufrido una serie de oscilaciones en sus condiciones de vida, y creo que todos sabemos por qué los últimos meses son desfavorables. Racionamientos más cortos, jornadas más largas y, como compensación, mayores ingresos. Estos tres hechos, que definen fielmente la situación, son implacablemente exactos. Dejémonos de buscar justificaciones, de discurrir sobre unas causas que no entra en nuestras posibilidades modificar, y sobre esta desnuda verdad que cada uno toca con las manos vamos a sentar las bases de nuestra acción. Creo que he dicho de nuestra acción. Es decir, que presupongo vuestra voluntad de intervenir activamente para obtener modificaciones favorables en vuestros índices de vida. Hoy es un día que vamos a hablar muy claro. Aquí nadie os ha exigido todavía, como sistema de colaboración, que salgáis por ahí dentro de media hora dando gritos y agitando banderas. Pero cuando al margen de todas las políticas se requiere el concurso de un hombre libre para mejorar su situación, este hombre lo presta noblemente, porque una cosa es el apasionamiento por una idea y otra la tozuda obcecación de los tontos, que muchos listos pueden aprovechar en su contra. Andamos dándole, con una inocencia que puede costamos cara en el hoy y en el mañana, demasiadas vueltas al ayer. Ayer anduvimos a tiros por los montes mientras una partida de jugadores de ventaja esperaba, de uno y otro lado, desde la comodidad de sus poltronas, que defendiésemos su interés. Que si hicimos, que si estábamos, que si hemos sido; bueno, ¿y qué? Ahora la vida, que aprieta bárbaramente con su realidad hosca, día a día, minuto a minuto, nos fuerza a que hagamos, estemos y seamos de una determinada manera. Tanta historia y tanta beatería política, como les decía a vuestros compañeros del Sur, llega a dar a los hombres una esclava servidumbre de rebaño. Un hombre libre se clava en medio de la calle y elige por su cuenta y riesgo el rumbo que quiere seguir, la postura que le conviene adoptar. Y cuando unos españoles, no importa quiénes, no importa por qué, se empeñan en que cambie un cuarto sucio por una casa limpia, este hombre ayuda en lo posible el esfuerzo concreto que lo liberta de la miseria y de la dificultad. Repetimos que no venimos a hacer discursos teóricos, sino a remachar lisa y llanamente unas cuantas ideas prácticas a martillazo limpio.

Para lograr cada mejora social, por pequeña que sea, vosotros sabéis mejor que nadie que hace falta un esfuerzo, que es necesario vencer una dura línea de resistencia; lo que no creo que sepáis ninguno son las ventajas que reporta la pasividad, la indiferencia de aquellos que han de aprovecharla. Con hombres rebeldes, pero inteligentes, se pueden acometer en lo social objetivos magníficos, se puede transformar en pocos años el nivel de las vidas y hasta puede uno entenderse cara a cara sobre otras cuestiones; pero con grupos sin sentido común ni sentido de la eficacia no se va a ninguna parte.

Naturalmente que todas estas consideraciones no podemos hacerlas ya en Asturias para la muchedumbre minera, sino para pequeños grupos que no es fácil saber si sirven intereses de dentro o consignas de afuera. Fijaos bien en esto. Cuando se ataque o se sabotee la obra social en que trabajamos –para la que es verdad, desagrade a quien desagrade, que vosotros habéis tenido comprensión–, pensad que puede obrarse por cuenta de quienes no fueron capaces de llevarla a cabo, pero pensad también, y acaso acertéis muchas veces, que puede obrarse por cuenta de aquellos a costa de cuyos bolsillos se hace. De lo que podéis estar seguros es de que no se habla nunca en nombre del verdadero interés del trabajador. Porque ¿a quién beneficia, por ejemplo, que estas 5.000 viviendas aprobadas recientemente para la cuenca minera no se construyan? Suponemos que no llegará el escarnio hasta el extremo de que quienes viven muy bien fuera de la Patria se encuentren con derecho a prohibir a los que dejaron embarrancados aquí todo legítimo movimiento de defensa para aliviar la angustia de su vida. Sabemos, y esto ya lo decimos con seguridad, que los empresarios mineros no sólo no entorpecen, sino que coadyuvan en una obra de saneamiento que sirve su propio interés, mejorando indirectamente la calidad física y moral de sus hombres. Pero 5.000 viviendas en la cuenca minera de Asturias constituyen un derroche estéril para esas zonas de españoles inútiles sentados eternamente al resol de sus doblones, con la nostalgia egoísta de unos tiempos que no pueden volver, en los que los verdaderos mantenedores de su comodidad se desgarraban unos a otros en sangrientos pleitos sociales, ardían las calles a tiros, mientras ellos veraneaban en las playas de moda, evadidos a las inquietudes de España. Significan una peligrosa orientación que va transformando la fisonomía social de la Patria en un sentido de justicia cuyas futuras manifestaciones pueden dar al traste, por fin, con todas esas tranquilidades que se escondieron antes detrás de cruces santas y de banderas gloriosas, y que no tenemos perdón de Dios si ahora toleramos que se parapeten tras de un millón de muertos. Estos elementos y sus cabezas de turco políticas son los verdaderamente interesados en vuestra apatía, en vuestra insolidaridad en la obra social, y no vaya a ser que con tanta posturita interesante estemos haciendo el juego al enemigo con la inocencia de una partida de párvulos. Y estamos ya cansados de repetir que debéis entender como enemigo a todo aquel que no quiere compensar en la Patria con sus limitaciones de lo superfino vuestros mínimos de lo necesario, que no es precisamente el capitán de empresa, porque es justo que pague en mayor proporción un alza de ingresos del picador que arranca el carbón con sus brazos, no el ingeniero que ayuda con su inteligencia, ni el industrial que aporta su dirección y su concurso económico, sino el parásito privilegiado que lo quema para que sus gatos de lujo se calienten en la chimenea del salón. Aquí están las arcas que deben pagar, y vosotros, con vuestro inconsciente enfrentamiento mutuo, no haríais sino tirar piedras al tejado de vuestro común interés. Y no os parezcan demasiado duras las palabras. Vosotros y nosotros debemos entendernos sin demasiadas etiquetas, y cuando honradamente se grita una verdad, se tiene derecho a prescindir de toda esa vaselina política que disimula el pensamiento.

Establecida escuetamente la cuestión, era preciso exponeros claramente la necesidad de que la acción futura que ha de intentar modificarla encuentre en vosotros, como hasta el presente, colaboradores silenciosos, disciplinados y sinceros. Y es la hora de concretar. La ofensiva inmediata se cifra en cinco puntos: Economatos, Cajas de Jubilaciones y Subsidios, Seguro de Enfermedad, Viviendas y libertad controlada para el cambio de Empresa del trabajador.

Creo que estamos absolutamente de acuerdo en que el problema vital para vosotros no es el aumento de salarios ni la reducción de la jornada, sino la regularidad en la distribución de los racionamientos. Todas las elevaciones directas de jornal, todas las mejoras indirectas que representan en vuestra economía un ahorro, se inmovilizan por una disminución en los cupos de los Economatos que os fuerzan a buscar en mercados elevadísimos artículos de primera necesidad. También aquí tenemos que pensar y actuar prácticamente, efectivamente. Porque vosotros comprenderéis que éste es un tema extremadamente fácil para la pasión y el latiguillo. Porque resulta que las oscilaciones de la vida nacional pesan en lo desfavorable esencialmente sobre los débiles, y la escasez de determinados artículos, dentro de la organización social y económica imperfecta en que nos es preciso movernos, para unos españoles puede ser el hambre, mientras que para otros no pasa de ser la incomodidad. Ya pueden los Mandos de la Nación intentar las más habilidosas fórmulas, porque con el volumen de elementos sometidos a su control no es posible, en momentos determinados de dificultad, enviar íntegros los cupos a Asturias o a Huelva o a Jaén, cuando en Asturias, en Huelva y en Jaén hay zonas insolidarias en la privación. Pero, camaradas, con estas y otras parecidas consideraciones no adelantamos nada. Porque esto sucedió ayer, sucede hoy y sucederá mañana, mientras no se lleve a efecto de arriba abajo, en la economía y en la organización social, una transformación definitiva que iguale a los hombres en la disciplina de la Patria. Y los que hemos visto de cerca la asombrosa labor de los encargados de repartir el pan en la Nación, por un sentimiento instintivo de justicia nos sublevamos contra todas esas zonas privilegiadas, interesadas destructoras de su servicio, que ante cualquier medida encaminada a aumentar el acervo nacional no saben sino repetir la vieja cantilena de la libertad y de la dignidad y del respeto a las individualidades humanas. Como si esa libertad que propugnan no fuese el injusto autoritarismo de los fuertes; como si no se hiciese aquí, en la mina, esclavitud para millares de hombres que también son libres, que también son dignos, que también son hermanos. Aunque tampoco nos vamos a morder la lengua para decir que cuantos no luchen activamente en nuestras filas para ayudar al Caudillo en tan necesaria transformación no tienen demasiado derecho a quejarse del estado de cosas presente.

Pero actuemos sobre la realidad: la dotación de los Economatos intenta elevarse y el control de distribución está a vuestro alcance, estableciendo a través del Sindicato representaciones obreras que modifiquen con arreglo a vuestras necesidades las formas de reparto y velen por la exactitud en la asignación de los artículos. Ropas y calzados es otro objetivo que dentro de este sector Economatos entendemos de urgencia perseguir.

El segundo punto está determinado por la Caja de Jubilaciones y Subsidios. Se trata, como sabéis, de una institución de previsión que representa para muchos hombres la garantía de un mejor mañana, y estudiada la organización de su mecanismo financiero y administrativo, debe comenzar próximamente su funcionamiento. Cuantos defectos pudieseis observar en los primeros momentos, cuantas iniciativas entendieseis eficaces para aumentar el rendimiento de sus servicios, es vuestro deber exponerlas por la vía sindical reglamentaria.

Estimo necesario hacer unas consideraciones especiales sobre el tercer punto, que es el Seguro de Enfermedad. Si todos los avances de la justicia atraen sobre sí campañas desesperadas de la contrarrevolución, con frecuencia tan maliciosamente dirigidas como inútilmente secundadas, que el Seguro de Enfermedad haya de sufrir duras ofensivas de sabotaje y de descrédito sería una de las infinitas cosas que ni deben asombrarnos ni pueden encontrarnos desprevenidos. El Seguro de Enfermedad, aparte de todas sus ventajas materiales, destruye la irritante injusticia que empuja al trabajador enfermo a la cola de los mendigos, a la limosna del hospital. Este hecho puede ser menos frecuente aquí, en Vizcaya, en Cataluña, en los grandes centros industriales donde el desarrollo de Instituciones privadas de protección lo disminuye, pero este hecho es una cruda verdad para la mayoría de los trabajadores de España, para el campesino de la meseta, para el marinero levantino, para el cargador de los muelles del Sur. Y yo quiero preguntar aquí francamente si la solidaridad de los trabajadores de España es una mentira o es una verdad, si es una paparrucha trasnochada que no se siente o responde a una hermandad profunda de quienes se entienden en la Patria como compañeros de armas en el esfuerzo. El Seguro de Enfermedad, arrancado entre mil dificultades que obligan a iniciar por etapas su funcionamiento, se basa antes que nada en la necesidad de servir esta solidaridad; porque el Seguro de Enfermedad podría haberse hecho menos gravoso y mucho más amplio en la prestación económica si nos hubiéramos limitado a establecerlo en zonas industriales populosas, sobre todo en aquellas de elevado nivel sanitario en las que el riesgo del Seguro decrece enormemente. Se hubieran logrado así primas mínimas, beneficios máximos, y hubiésemos evitado la necesidad de la puesta en marcha por etapas, con un Seguro fácil de galería y de aplauso para lo que pudiera llamarse las regiones aristócratas del trabajo, y hubieran seguido bajo la amenaza de la miseria y la amargura grandes mayorías obreras nacionales. Y esto hubiera sido una cobardía y esto hubiera sido una indignidad, porque hubiera sido buscar la simpatía de los grupos industriales que más se ven y que más influyen en la opinión a costa de una verdadera injusticia social. Hubiera significado que nosotros, que luchamos por derribar el privilegio, en el terreno en que nuestras manos construyen las Instituciones nuevas, respetábamos y ratificábamos las diferencias y las castas. Y esto no puede hacerlo, sin traicionar su fe, ningún revolucionario español.

Quiero haceros resaltar en el Seguro este sentido de solidaridad, subrayaros que si hay zonas españolas donde podría llegarse a pagar el salario total al trabajador enfermo, en la gran mayoría no sería posible siquiera la prestación sanitaria. Y estas diferencias hay que compensarlas, camaradas, y el sacrificio que pueda representar para algunos debe entenderse como un deber de humanidad hacia el compañero que ha encontrado en él su salvación. Lo contrario es incurrir en el mismo egoísmo, en la misma injusta mezquindad que encontramos en los otros, y quisiera estar seguro que mis palabras se comprendieran en todas las tierras de la Patria como se comprenden aquí.

Los otros dos extremos de nuestra acción son la solución del problema de las viviendas y la autorización para los cambios de Empresa razonados del trabajador. Respecto al primero, ya se ha dicho oficialmente la cifra aprobada hasta el presente con la que se inicia en la cuenca la mejora del hogar, entendiendo que es orden expresa del Caudillo también llevar a cabo en este sector tan importante una verdadera transformación.

Con el último punto se intenta suprimir un grave inconveniente, que merma el rendimiento de los hombres y los somete a esfuerzos evitables. Hay muchos casos en que el trabajador, viviendo en las cercanías de una explotación, ha de recorrer, sin embargo, largas jornadas porque no está autorizado, por exigencias del régimen especial vigente, para cambiar de Empresa. El Gobierno ha estudiado la fórmula de ir facilitando el acercamiento de los trabajadores a los centros de producción sin privar de los elementos necesarios a las explotaciones alejadas, autorizando traslados y permutas que eviten estas incomodidades presentes. Y vosotros sabéis la importancia que esta medida tiene para muchos de vuestros compañeros que empiezan sus jornadas de trabajo muchas veces fatigados de largas caminatas.

Estos cinco extremos constituyen el cuadro de actividades sociales para los meses que vienen, prescindiendo de la marcha general del avance. No debéis entenderlos como promesa, sino como indicadores de la dirección más inmediata que enfila nuestro esfuerzo. Dentro de un plazo determinado de tiempo pasaremos otra vez juntos revista, y podremos afirmar con seguridad en cuáles hemos sido derrotados y en cuáles hemos salido victoriosos. La forma de colaboración en esta lucha ya ha sido expuesta más de una vez. Utilizad el Sindicato para vuestra propia defensa, para exponer los defectos que la ley o su cumplimiento presenten en cada caso, para proponer fórmulas nuevas. Acudid a la Delegación de Trabajo para que sea defendido vuestro derecho. Uno y otro Organismo funcionan en íntima conexión. En las Comarcales Sindicales de Sama y Mieres se mantendrán permanentemente destacados camaradas de la Inspección de Trabajo que simplifiquen la labor central y hagan más rápida y más segura la corrección de las imperfecciones posibles. Y no les deis más vueltas a las cosas, porque en este presente que vivimos no cabe otra forma más positiva y más favorable de actuación.

Al principio hemos aludido a un hecho que influye notablemente en el estado de cosas presente de Asturias. El aumento de jornada provisional. Entendemos no sólo como una falta de nobleza, sino como una falta de habilidad, soslayar cautamente las cuestiones que pueden aparecer como espinosas, y tampoco aquí vamos a andarnos con demasiados circunloquios para exponer nuestro pensamiento. El aumento de la producción de carbón era una necesidad vital para España. Los técnicos establecieron que la prolongación de la jornada de trabajo era una de las medidas más eficaces para la elevación de los índices de extracción, y la realidad, que habla secamente con cifras, les ha dado plenamente la razón. Con los que intenten interpretar la jornada extraordinaria como un trágala caprichoso, como una imposición sin más móvil que el hacer sentir a un hombre como una cadena la autoridad, nosotros no tenemos nada que discutir. De compañeros o de enemigos, preferimos a quienes juegan cartas buenas o malas, pero boca arriba, con ese mínimo de buena fe que debe existir entre hombres. Y aquí ya vienen dos maneras distintas de discurrir. Porque como hay muchos que comprendiendo la necesidad de su esfuerzo, atisbando que sus favorables consecuencias han de recaer –por un mejoramiento general de la situación española– sobre sí mismos y sobre los suyos, pensando la ventaja económica inmediata que les reporta el régimen de excepción, lo aceptan con resignación serena, puede haber alguno que cerrado a la banda de su tozuda rebeldía sólo considera salvaguardada su dignidad y cobrado su servicio con el dinero de las horas extraordinarias. Pero en cualquiera de los casos jamás puede entender en el fondo de su pensamiento nadie que, apretada su Patria por la necesidad, el aumento temporal de jornada, al que se han extraído todas las ventajas económicas posibles, que ha sido reducido en la primera ocasión favorable por el mando específico, constituye un retroceso en el camino de las reivindicaciones sociales. Esta es la verdad; vuestra actitud ha sabido responder a ella contra todas las calumniosas imputaciones que interesadamente puedan haberse puesto en circulación. De este otro tipo de habilidades también es necesario decir cuatro palabras. Se han querido hacer correr versiones alarmistas según las cuales la orden de prolongar la jornada fue desobedecida. Se ha querido utilizar como arma política el viejo sistema de presentar falsos ambientes de indisciplina y de rebeldía para forzar la represalia, para dificultar quizá la obtención de ventajas que compensaran el esfuerzo exigido. Esta calaña de maniobras son de las que no estamos dispuestos a silenciar. La Orden de trabajar horas extraordinarias fue obedecida en las cuencas de Asturias sin objeciones, esperas ni titubeos, con disciplina militar. Y entendemos por Orden la cursada exclusivamente a través de la Delegación de Trabajo, único Organismo facultado para establecer esta medida laboral. Si asociaciones diferentes se permitieron dar órdenes por su cuenta, la indisciplina es suya, porque aquí ya no estamos en la Patria unos de pie y otros de rodillas; aquí no puede haber más que españoles exactamente iguales, disciplinados, sometidos ante la ley.

Quede bien sentado que Asturias es una de las zonas obreras más disciplinadas de España y que toda esa leyenda de sabotajes, rebeldías y disconformidades que quiere tejerse por quienes no ven con buenos ojos la colaboración que presta en la obra social del presente, es un arma innoble contra cuya utilización advertimos.

Y ya hemos hablado bastante, camaradas. Los avances obtenidos no son grandes para quienes adivinamos una Patria nueva en la que las banderas rojas y negras de la justicia y de la libertad presidan las fábricas y los talleres, las minas y los campos, izadas en el corazón de los hombres. El pensamiento revolucionario del Caudillo, que ordena y dirige el combate, está más cerca de vosotros que de tantos seudopatriotas cuya egoísta actitud os empujó un día a la desesperación y a la muerte.

Nosotros presentimos que él ha de ganar la segunda victoria de un amanecer alegre en el que de una vez acaben de entenderse los hombres de buena voluntad y haya sólo una palabra de paz en los pensamientos y en los labios. Ese día habréis de comprender, por fin, que contra todas las apariencias, contra todas las falsificaciones, cuando miles de hombres duermen por ella debajo de una Cruz, una Revolución siempre es verdad.

¡Viva Franco! ¡Arriba España!

 
(Mieres, 18 de junio de 1944.)