Filosofía en español 
Filosofía en español


En Bouzas (Vigo)

(Bouzas –Vigo–, 5 de diciembre de 1943.)


Trabajadores; camaradas: Después de extender los beneficios del Subsidio Familiar a los trabajadores del campo, se ha logrado que participen también de este avance los trabajadores del mar. Este es uno de los primeros repartos a los beneficiarios marineros.

Como siempre, no hemos hecho sino cumplir órdenes y la importancia grande o pequeña de esta realidad no pueden modificarla las palabras. Básteos saber que se estudia el aumento de la protección y que sólo el día que se lleve a efecto os volveremos lacónicamente a subrayar la novedad. Y de esto, nada más.

Precisamente, camaradas, porque vuestras vidas, endurecidas por el choque constante con la fría realidad del mar, os educan en el desprecio de las bambollas, es más fácil que nos entendáis.

Ninguno de vosotros presuma que puede venir aquí un falangista de servicio para hablaros de la belleza de vuestras rías, de las virtudes de vuestra región, del arriesgado batallar vivido a bordo de vuestras traineras. Se os supone el suficiente sentido práctico para que no os embobe la literatura aun en el caso de que no estimásemos innoble el intentarlo.

Aquí estamos para cubrir dos objetivos esenciales: el primero, inspeccionar por nosotros mismos vuestras condiciones de trabajo, recoger vuestras reivindicaciones más urgentes y estudiar con nuestros técnicos sobre el terreno las fórmulas posibles de servirlas. Labor esencial, porque debéis suponer la imperfección con que se ven desde lejos, oscurecidas entre tantos problemas diferentes, los verdaderos perfiles de una situación. Para esto no es un buen sistema salir solos a una tribuna y hablar, sino entrar con vosotros en una Delegación Sindical y oír.

Directamente a mis compañeros de trabajo y a mí habréis de exponer con absoluta sinceridad todos los extremos que os interesan y responder a las preguntas que se os hagan. A las Delegaciones Sindicales compete la organización de este servicio.

Con ello llevaréis a cabo por vosotros mismos una labor de colaboración que os sitúe en el terreno, estrictamente social, como agentes activos de vuestra defensa que viene a ser un sector importante de nuestra lucha. El estudio de vuestros problemas, facilitado con vuestra propia información y ayuda, fortalece la eficacia, urgencia y exactitud de nuestras futuras realizaciones y desde este punto de vista es muy reducida la trascendencia de los discursos. El segundo objetivo es diferente, porque aparte de esta labor esencial, debemos dedicar unos minutos a buscar en vosotros, españoles, comprensión para nuestra fe falangista. No andamos en esto con subterfugios, no aprovechamos ventajas para atracciones indirectas. Llamamos a nuestras filas claramente a los que deben venir y, cara a cara, gritamos nuestra intención. En este intento, como de costumbre, no vamos a enmascarar ninguna verdad ni vamos a mordemos la lengua para silenciar el entero sentido revolucionario que servimos. Ese prurito de revocar fachadas ocultando la penuria de los interiores es un frenaje más a la urgencia de nuestro triunfo, un desalentador darse por vencidos en la realidad entregándonos a las victorias fingidas. Cuando por el contrario no se oculta lo adverso, tiene uno derecho a exigir que se reconozca lo favorable; fuerza moral para hacerse escuchar y hacerse creer de los espíritus honrados. Porque hay aquí en la Patria de hoy, a pesar de todo, hechos que palpamos que pueden exponerse como índices ventajosos sin recurrir a los artificios. Sobre ellos conviene hablar con la misma crudeza y sinceridad.

Nadie parece darse cuenta de las dificultades, ni nadie se para un momento a pensar que, como decía hace unos minutos el Comisario del Instituto Social de la Marina, si nuestra Patria puede vivir la incomodidad, la mayoría de los pueblos del mundo están viviendo la tragedia. Vosotros y vuestros hijos os repartís el pan de la pobreza, pero podéis comerlo sin sobresaltos; y a muchas familias europeas no les dejan las lágrimas aprovechar las raciones que la desgracia hace sobrar cada día, raciones bastante más mezquinas que las nuestras. Faltan algunas cosas, escasean otras y hay demasiados que parecen considerar, precisamente ahora, obligatorio el milagro. Escasea, por ejemplo, el «gas-oil» para vuestras motoras, pero no sabéis vosotros el trabajo, las cavilaciones y hasta los malabarismos que han tenido que hacer últimamente en el juego de las importaciones los mandos del Estado para lograr el mínimum que habéis podido utilizar.

Y yo os garantizo que si estuvierais en las interioridades de muchos problemas de distribución calificaríais muchas realidades, despreciadas por la boba ignorancia de los trabajadores de café, de verdaderamente asombrosas. Son momentos de apuro, de riesgo, que es preciso serenamente afrontar con la esperanza de un mañana mejor.

Hemos dicho muchas veces que nosotros fuimos a la guerra y volveríamos a ir cuantas veces fuera necesario para instaurar en España la concepción nueva de un régimen más justo, no para defender un orden amenazado por la rebeldía proletaria. En la hora de la victoria es muy difícil que hayáis podido separar con exactitud, cegados por el apasionamiento de la anteguerra, los diametrales caminos que se pretendieron y se pretenden seguir. Afortunadamente, el General Franco sigue el verdadero y una generación que combatió a sus órdenes le sigue. Esto nos interesa que entendáis; estos campos queremos que deslindéis. Todas las mejoras parciales que dentro de la organización actual pueden lograrse, obedecen a la misma tendencia, pero no constituyen muchas veces elementos de la transformación necesaria.

El mundo evoluciona hacia nortes nuevos que cada nación ha de seguir por su exclusivo camino. No habrá paz social ni unidad verdadera si no se modifica en la entraña un régimen viejo que hace dolorosas las vidas. Toda esa caterva de cegaratos, incapaces de ver la diafanidad de esta luz, de esta verdad, empeñados en hacer de guías marchando de espalda, están infaliblemente condenados a tropezar y a caer, a que los arrastre y los pisotee esa gran corriente de justicia como a todos sus predecesores en épocas análogas de la Historia. Oponer a esta ola la pequeñez de las nostalgias viejas es inútil, porque cuando existe una verdad que se palpa, cuando a un mundo se le hiere en la sensibilidad de amargura de las muchedumbres, no existe fuerza capaz de detener el ideal que le mueve.

Ahora bien, la rebeldía tiene explicación cuando todos los horizontes se cierran, cuando se nos maniata con la brutalidad de una cadena, cuando no queda ninguna esperanza de libertad; pero cuando tenemos un camino, aunque sea difícil, para salir, la pretendida rebeldía pasiva del apartamiento es una forma de boicotear esa libertad.

La Falange nacida como gama española de esa armonía nueva, es el camino que nos puede llevar al final, a una hermandad española entre las clases y los hombres por el sindicalismo nacional. En el combate que hace diez años mantiene hay bajas morales, como ha habido bajas físicas, que es necesario cubrir con rapidez. Aspiramos a que muchos claros de nuestras filas se cubran con capacidades revolucionarias del pueblo, a que sigan alistándose con nosotros individualidades nuevas, útiles en esta etapa de la lucha. Una gran transfusión de sangre popular puede robustecer increíblemente la fortaleza de nuestra unidad y nos interesa encuadrar al hombre más eficaz de cada instante. Debéis entender la Falange como un movimiento vuestro y preocuparos de que no se os vaya a falsificar.

Tenéis una Patria de la que debéis estar orgullosos y una idea cuya victoria es esencial para vuestras vidas. ¡Allá cada cual con su responsabilidad española!

Sobre los pensamientos de todos los que duden quede, sin embargo, grabada esta interrogación. Aunque no sea más que como uno de tantos increíbles caprichos del destino, ¿puede existir una minoría española que intenta, de verdad, llevar a cabo una transformación revolucionaria en su Patria? Si así fuera, ¿sería la mejor actitud para un trabajador marinero la de ayudar al triunfo de su idea o la de contemplar despreciativamente su combate?

No creo que ninguno de vosotros que dedique cinco minutos a meditar esta cuestión se atreva a entenderlos como perdidos.

¡Viva Franco! ¡Arriba España!

 
(Bouzas –Vigo–, 5 de diciembre de 1943.)