Filosofía en español 
Filosofía en español


El alférez provisional como manera de ser de la juventud española

(Diario Arriba, de Madrid, 12 de diciembre de 1942.)


Si la Falange es una manera de ser, defendemos que antes de existir como Organización encuadraba hombres. Y después de existir como Organización encuadra espíritus, estilos y servicios que no tienen con ella, aparentemente, la menor relación de dependencia.

Todos aquellos guerreros solitarios que pasaron sus vidas en una constante batalla contra sus generaciones, llagadas de tópicos liberales, que sentían la emoción de lo heroico cuando todos se reían de los héroes; que se mostraban como católicos de acción cuando la ironía volteriana entronizaba los respetos humanos; que amaban a la Patria, porque no les gustaba, con una voluntad de perfección y sentían toda su rabia de españoles arderles en las venas en cada humillación cuando era de buen tono el ilustrado pacifismo cobarde; todos estos bravos remeros contra la corriente, que vivieron en una desesperada busca del arma, del puesto y de la orden para aniquilar al gran enemigo, y sólo alcanzaron a cumplir su propio servicio exactamente, militarmente, como buenos, eran falangistas, si es que la Falange es antes un Movimiento de espíritus que un fichero de nombres.

Y después, al margen de los servicios concretos, fuera de la organización externa, de la que humanamente no se puede prescindir para el combate, una manera de ser sigue tatuando nuestro signo indeleblemente en muchos espíritus y en muchos estilos de servir, independientemente de que los encuadre o no lo externo de nuestra disciplina.

Queremos hoy referirnos precisamente al perfil falangista de los Alféreces Provisionales de la guerra, porque se concreta en ellos una verdadera manera de ser de la juventud española combatiente, y no nos interesa solamente la demostración de la presencia de nuestra concepción en cada heroísmo, sino el ejemplo de estilización de nuestra manera, que en pocos servicios se muestra tan clara como en el suyo de las armas.

No se trata de buscar laureles, insistiendo con cicatera pequeñez de miras en que la gloria de esta o de aquella hazaña corresponde a la Falange como Partido –¡qué mal nos suena esta palabra!–, porque la ejecutaron nuestros hombres, sino demostrar lo dentro que están de la Falange como Movimiento, como idea, como concepción de la vida, quienes con un sentido místico y militar sirven el puesto que la Patria les marca.

Estamos de vuelta de ese prurito de discutir la propiedad de los heroísmos, precisamente porque tenemos la ambiciosa manera de entender la Falange como una idea que, más allá de su existencia física, vivió en la manera de ser de todos nuestros ascetas y de todos nuestros héroes. Es para nosotros, como Movimiento espiritual, tan vieja como la Patria. Porque hace siglos que San Ignacio, al perfilar su milicia de Dios, nos enseñó un estilo. Y hace siglos que nuestros conquistadores nos mostraron lo directo, ardiente y combativo al servicio del imperialismo español de las tierras y de las almas. Todas las glorias de la Patria, del espiritualismo español y del Ejército español, son glorias nuestras porque laten en la vieja vena ibérica misionera y combatiente que rige nuestra fe.

Nos sobran los cortos de vista que se pasan la vida hurgando en los detalles y en las pequeñeces. La Falange hay que entenderla abierta, mirarla en toda la amplitud de la idea, sentirla presente en todas las singladuras honrosas de la Patria.

Hemos querido hacer esta digresión –y no nos importa la anarquía del convencionalismo si sirve a la disciplina de una necesidad de pensamiento– para declarar en qué sentido entendemos la silueta guerrera del Oficial Provisional como una de las más puras manifestaciones de la manera de ser de la Falange.

Porque cuando la Patria nos pide el servicio de los puestos oscuros, la lucha de la paz, enredada de tentáculos de sombra; la comodidad física como trinchera de un frente difícil, se desdibujan con frecuencia –por apariencia o por caída real en la tentación– los perfiles de nuestro servicio. Pero cuando es la llamada heroica al sacrificio y a la muerte la que atendemos, cuando se recorta nuestra figura a la intemperie sobre un horizonte de fuego, el término medio, la incertidumbre sobre nuestra calidad, no pueden existir, porque la moneda de nuestra hora sólo tiene dos caras: la cobardía o el heroísmo. Es entonces donde mejor podemos hacer la disección no sólo de nuestra manera de ser, sino de nuestro estilo de servir. Por eso nos interesa estudiarlos en el espíritu de los Oficiales Provisionales de la guerra, ya que es en su manifestación castrense, en las virtudes militares, donde más marcadamente se perfilan.

El Oficial Provisional dejó su quehacer, su profesión, las ataduras de su vida, para entregarse en cuerpo y alma a la dura obligación de batirse. Primera lección. Sin reflexionar egoístamente, sin acampar en las fronteras del deber, sin medias tintas entre la comodidad y el sacrificio, sin discutir. No fue por una aventurera nostalgia de la vida de los campamentos, que no había gustado nunca; no fue por una honrosa ambición de distinguirse, que no iba a servirle después más que de gloria; fue a cumplir el servicio difícil de jugar la vida, por necesidad de la Patria, a la ruleta de un balazo contra el viento y la marea de su propio interés. Sirvió con el mejor estilo del servicio, el militar: obedecer, callar y combatir. Someterse a una disciplina íntegramente. Sin interpretarla en nuestro favor, sin puntos de vista personales. Una disciplina que se acepta y que se impone. De la que se es sujeto activo con el inferior y sujeto pasivo con el Jefe. Sirvió sin sentimentalismos. Sin hinchazones aparatosas. Con un culto decidido por la acción y por la eficacia. Sin palabrería. La palabra para el Alférez Provisional fue la palabra hecha acción: la orden.

Alegre y sencillo a la hora de morir.

Entendió la muerte a la manera española de nuestros viejos Tercios. Como la entiende el guerrero resuelto que no la teme, porque no se sorprende.

La vida y la muerte del Oficial Provisional –y ésta es la característica más acusada de la sincera manera heroica– fueron alegres, el reverso de la llorona concepción remarquiana y judía, triste y melodramática, a través de la cual acaso ellos mismos conocieron la guerra.

Esta fue, escuetamente, la manera de ser de nuestros Oficiales Provisionales, tan puramente falangista que quien mejor la imite en nuestra brega de la paz –servicio diferente de un mismo objetivo y orden de un mismo Jefe– será para la Patria Una, Grande y Libre, el mejor hombre.

¡Viva Franco! ¡Arriba España!

 
(Diario Arriba, de Madrid, 12 de diciembre de 1942.)