Una poderosa fuerza secreta. La Institución Libre de Enseñanza Editorial Española. San Sebastián 1940

Prólogo

A la revolución roja, el socialismo le ha dado las masas y la Institución Libre de Enseñanza le ha dado los jefes. Gran verdad que estampó El Socialista, de Madrid, en los días jactanciosos del triunfo republicano de 1931, que la suscriben cuantos hombres capaces de sentido histórico y real han observado los acontecimientos de España, la confirman los hechos y la proclaman los mismos conspicuos institucionistas. Así la euforia del Poder desató la cauta lengua de Fernando de los Ríos para decir{1}:

«Las ilusiones de los discípulos de Giner de los Ríos se injertaron en la organización pedagógica española en el mayor silencio. La Escuela Superior del Magisterio, la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, la Escuela de Criminología y hasta la Residencia de Estudiantes han sido los gérmenes de la Nueva España; estos han sido los gérmenes que han posibilitado el advenimiento de un Régimen nuevo. La simiente está tirada silenciosamente en el surco. La República Española recoge los resultados de aquéllos.»

A confesión de parte...

Entre los hombres de la revolución roja ha figurado la plana mayor de la Institución Libre, desempeñando las más varias funciones y adoptando diversos matices, que aseguraran, en cualquier caso, el triunfo final de la secta. [8] Institucionistas son: Negrín, que por serlo logró su cátedra en la Facultad de Medicina de Madrid{2} y luego la Secretaría de la Junta de la Ciudad Universitaria; [9] Álvarez del Vayo y su cuñado Araquistain, director de la revista Leviatán, roja hasta el más repugnante materialismo animal, embajador de la República de 1931 y de la de 1938; Besteiro, de la Unión General de Trabajadores, Presidente de las Cortes Constituyentes, en las que tantas blasfemias y herejías pudieron decirse sin que la Presidencia interviniera, y, [10] en cambio, impidió a un diputado que aludiese a la Institución Libre y a sus fundadores{3}; Fernando de los Ríos, el artero ministro de las persecuciones de 1931 y el proteico embajador rojo de las compras de armas y la mendaz propaganda en los Estados Unidos desde 1936 a 1939; Jiménez Asúa, incorrecto catedrático, revoltoso permanente, agitador de estudiantes de cuya adulación tanto gustaba, cacique del Derecho Penal, fautor principalísimo de los sectarismos de la Constitución de 1931, vicepresidente de las Cortes del Frente Popular, aprovechado y trashumante embajador de la República roja; los Barnés, alternativamente ministros de la Izquierda Republicana; los Bolívar, dinastía de la Institución, dominadores de todo lo que fueran Ciencias Naturales, y uno de ellos, el hijo, pensionista de Rockefeller y después enconado subsecretario de Instrucción Pública; Roces, el comunista de los «Amigos de Rusia», gerifalte distinguido en Madrid durante los trágicos días del terror rojo; Castillejo{4}, organizador [11] y fuerza viva de los organismos institucionistas, refugiado en Inglaterra, desde donde fue campeón de todas las mediaciones, hombre sin demasiada popularidad, pero con sobrado poder; Giral, catedrático de Farmacia, siniestro ministro de Marina cuando las tripulaciones bolchevistas asesinaron a sus oficiales, jefe del Gobierno rojo que asistió a los crímenes de la turba frenética y armada en el verano de 1936; y tantos más, que el lector verá tomar su carne y cobrar su espíritu en las páginas de este libro, donde se moverán, actuarán concordes, vivirán a lo largo de la historia de sus obras, no en imaginario desfile de pretéritos espectros, sino con vida real de hombres contemporáneos, conocidos todos, vistos muchos de ellos, jugadores nefastos con la suerte de España, víctima de sus torcidas ideas y de sus despiertos apetitos.

Sería enojosa duplicidad acumular en este Prólogo, en resumen breve, forzosamente fragmentario, los nombres y los hechos de los miembros de la Institución Libre y sus afines, cada uno de los cuales irá [12] apareciendo de cuerpo entero y actividad operante a su debido tiempo y lugar. El catálogo de los institucionistas es la relación de cuantos han fomentado, desde posiciones más o menos intelectuales, la revolución que trajo la República de 1931, el fermento rojo creciente durante los años republicanos y el estallido «frentepopulista» de 1936, hasta las últimos extremos de la resistencia cruel e inútil de 1939; alentada y presidida por un institucionista conspicuo. Durante esos largos años de trágica tortura para España, la Institución Libre ha tenido desde verdugos{5} a penitentes; pero por sus ideas, su obra incubada de tiempos viejos, la unánime actitud de sus jefes y la de casi todos sus afiliados y afines, ella es la gran responsable de la revolución sin Dios y antiespañola que nos ha devastado.

Porque es preciso afirmar como verdad fundamental que el mayor de los males que cayeron sobre España en los últimos cincuenta años, por lo menos; el origen de todos los daños posteriores y, por lo tanto, el error padre de los demás errores, fue la República de 1931. Ante ella, desgraciadamente, los católicos y patriotas españoles se dividieron en los procedimientos. Los unos pensaron en conquistarla para transformarla. Los otros desearon derribarla para sustituirla. Pero todos permanecieron conformes en esta gran negación: la República de 1931, anticatólica y secesionista, no. En cambio, [13] la Institución Libre de Enseñanza y sus hombres fueron los azuzadores del período revolucionario de los últimos años de la Monarquía, cuyas más constantes y sonadas revueltas tuvieron por teatro las Universidades y por protagonistas a universitarios, con las huelgas endémicas de la FUE, presidida por un separatista catalán, hijuela creada, dirigida y protegida por catedráticos institucionistas, cuyas agitaciones condujeron hasta el cierre de la Universidad y a aquella ridícula ficción de «Universidad Libre», tan jaleada por su Prensa, que hizo creer, con derroche de fotografías e hiperbólicas informaciones, que las clases, durante la clausura de las aulas oficiales, se daban en casa de los profesores institucionistas y en centros intervenidos por la Institución. Los sucesos de San Carlos, con los cuales se solidarizó el Claustro de la Facultad de Medicina, compuesto por institucionistas y adictos, salvo dos o tres viriles, casi heroicas, excepciones{6}. Los que se pusieron al servicio de una República nonata y así la dieron vida; los que suscribieron el turbio y secreto «Pacto de San Sebastián», corvinos leguleyos de la partición siniestra del espíritu religioso y las tierras secularmente unidas de España, fueron en gran parte institucionistas. La Institución Libre dio su política sectaria, con varios ministros y gran número de subsecretarios y directores generales, embajadores y actuantes de diversa función, al Gobierno provisional de la República, como se las ha dado a todas las posteriores situaciones de izquierda, hasta los pseudo Gobiernos más manchados de sangre de la guerra roja. La Institución dotó a las izquierdas en las Cortes Constituyentes de sus principales figuras, desde la de su Presidente hasta las más sectarias y antiespañolas; desde [14] el ministro «erasmista» al Presidente de la Comisión del traicionero Estatuto Catalán.

La Institución Libre fue también desde los primeros meses republicanos, el símbolo y el último lazo de unión para todos los izquierdismos. Así cuando en las elecciones constituyentes quedó vacante un puesto de diputado por Madrid, todas las fuerzas católicas y españolas, las derechas, proclamaron como candidato común a José Antonio Primo de Rivera, que, frente a los mezquinos calumniadores de la obra ingente de su noble padre, se alzaba gallardo y bravo para reivindicarle. Pues las izquierdas sectarias y antiespañolas, agria y enconadamente divididas en varias candidaturas, atemorizadas por el probable triunfo de su joven adversario, retiraron todos sus candidatos y proclamaron uno solo, indiscutible superior de las más encontradas tendencias, que fue el presidente de la Institución Libre de Enseñanza, señor Bartolomé Cossío, a pesar de que su ancianidad enferma le impedía hasta la asistencia al Parlamento, ante el cual, naturalmente, ni compareció; pero en comisión solemne fueron a entregarle el acta lograda los más notables institucionistas, que eran también el Estado Mayor de la República.

Y meses más tarde entregarían al mismo señor Cossío, como homenaje a la Institución Libre que presidía, el título singular de «Ciudadano de Honor de la República», distinción única y suprema conferida por el Parlamento republicano a quien era cabeza visible de la Institución cuyos discípulos, «injertados en la organización pedagógica española en el mayor silencio, han sido los gérmenes que han posibilitado el advenimiento del régimen republicano».

* * *

Pero, ¿qué es la Institución Libre de Enseñanza?

Digámoslo con palabras masónicas: «Una sociedad [15] que conoce el mundo y que no es conocida por él, es un poder irresistible». En efecto: la Institución ha conocido muy bien la sociedad en que vivía, y ha sido muy poco conocida por ésta, acaso porque la Institución Libre, corporativamente como tal, apenas ha actuado. Los que actúan son sus hombres, a quienes coloca en los lugares más estratégicos de la vida pública y para los cuales crea organismos que están bajo su dominio y funcionan en su provecho.

Pero ahora vas a conocerla, lector, pues creemos que sobre ella no se ha escrito libro más documentado y completo que éste que tienes ante tus ojos, fruto de tan varias y valiosas colaboraciones como al leerlo verás. Te adelantaremos que la Institución Libre de Enseñanza no es cosa reciente, pues su principio se remonta hacia 1850, y su constitución jurídica y legal bajo ese título data de 1875. Porque la Institución es una entidad pública, con casa abierta hasta nuestros días; una casa modesta de dos pisos, situada en un céntrico y luminoso barrio madrileño, en la parte alta del paseo de Martínez Campos, que el Ayuntamiento republicano llamó en seguida «calle de Francisco Giner», precisamente porque en ella murió, en la casa citada, fundador de la Institución Libre de Enseñanza, Francisco Giner de los Ríos.

La Institución, en su aspecto público, que carece de importancia, fue un colegio privado en el cual se educaban muchachos con arreglo a métodos pedagógicos de origen extranjero. No pocos de esos educandos han ocupado cátedras oficiales y puestos públicos. Algunos llegaron a ser ministros.

Es su aspecto fundamental y reservado, la Institución fue desde sus principios una sociedad de catedráticos y otros elementos intelectuales y políticos, unidos en unas genéricas ideas comunes, un propósito de [16] hacerlas triunfar en España para dominarla y una acción disciplinada con mutuo eficacísimo apoyo.

Fundada por unos cuantos catedráticos separados de la Universidad a causa de sus actuaciones irreligiosas y antidinásticas por el primer Gobierno de Cánovas del Castillo, y repuestos en sus cátedras por el primer Gobierno liberal de Sagasta –¡trágico vaivén de la política española que hacía efímeras e ineficaces todas las medidas de defensa social contra la revolución!–, fue desde su nacimiento anticatólica y extranjeriza, como lo era la estirpe de sus fundadores, hermanos de secta filosófica, hijos del mismo padre filósofo Sanz del Río, introductor en España del krausismo heterodoxo y exótico.

Las ideas de la Institución, fueron laicas, anticatólicas en el orden religioso. En cuanto a la Patria, los institucionistas negaban la grandeza histórica de España. Los que nosotros llamamos –y lo son nuestros «siglos de oro» del pensamiento y el poderío de Imperio, ellos los creían siglos inquisitoriales, de ideas ahogadas por el humo de las hogueras, y de tiranía política. Triste fruto de tan negra época era nuestro atraso intelectual, que debía avergonzarnos ante el extranjero, históricamente herético y modernamente liberal.

Estas dos negaciones, religiosa y española, se resumen en una sola: la incultura y el atraso de España provienen de su catolicidad. Y como consecuencia: es preciso independizar la cultura, de la religión (laicismo, sentido antirreligioso) y europeizarnos (sentido apátrida, desdén por lo español, derrotismo, exotismo).

Con estas ideas, su propósito fue conquistar para ellas la mentalidad de España, arrancarle el auténtico «pensamiento español» mediante el dominio de sus intelectuales. No hace falta catequizar al pueblo; basta convencer a sus directores. Logrado esto, la [17] corrupción de la masa es sólo cuestión de tiempo. Para envenenar a una ciudad se envenenan las aguas que bebe. Pero es procedimiento difícil y poco eficaz poner el tóxico en cada grifo doméstico. El agua se envenena en los manantiales, en la altura.

Para conseguir este fin se utilizó una táctica, que es lo más importante y conocido de la Institución, en la cual hay una parte plausible, que no es original, y otra sencillamente abominable. Formó y cultivó con esmero una minoría selecta, escogida entre jóvenes universitarios, a los que dio con lujo toda clase de medios formativos culturales y los insertó en el sistema nervioso central de la Nación, en el mismo cogollo intelectual del Estado. Este trabajo lo hizo una generación tras otra, con esfuerzo inteligente, tenaz y perseverante.

Todo lo demás en los procedimientos de la Institución es censurable. Fue extrayendo elementos de la Universidad española para llevarlos a realizar funciones oficiales propiamente universitarias a otros centros, creados en sus dominios, como la Junta de Ampliación de Estudios y múltiples anejos e hijuelas que en este libro con detalle se estudian, dotados con recursos muy superiores a los de la Universidad.

Y a la vez se iba apoderando de las Cátedras oficiales sin ahorrar los medios más caciquilmente incorrectos y arbitrarios. En todas sus acciones obsérvanse como abominables procedimientos, el espíritu de secta, que los agrupa en «fratría y monipodio», entidad de auxilios mutuos, hasta el compadrazgo, con favor injusto para los amigos, cuyas reputaciones crean e hinchan con pedantesco y empalagoso elogio. Por el contrario, sutil pero implacable persecución del enemigo o simplemente del independiente, del no sometido, en la cual la conjura, del silencio a sus méritos es arma consuetudinaria y eficacísima.

Organización de cacicatos por materias, colocando [18] al frente de cada rama un amo y señor, hombre de mérito unas veces y otras, las más, vulgar medianía especializada, sin cuyo consentimiento, logrado por adhesión admirativa servil, no se puede ser catedrático. Tales son Jiménez Asúa para el Derecho Penal, Moles para Ciencias Químicas, Bolívar y Rioja para Ciencias Naturales, Sánchez Albornoz para Historia, América de Castro para Literatura, etcétera, &c.

Desaprensiva explotación del Estado y del Presupuesto; desproporción enorme entre lo conseguido y lo gastado para lograrlo; diferencia grande e injustísima entre los medios puestos a disposición de los órganos institucionistas y los elementos de los centros cultura les de régimen común, muchos con más méritos y mayor fecundidad.

Desleal adaptación a todas las situaciones políticas. En cada partido un adicto. Para cada Gobierno, unos hombres. Frente a cada espejo, un rostro; a cada viento, un velamen; bajo cada credo, un fiel. Capacidad maravillosa de proteica adaptación, modelo de tortuosa deslealtad, con la que crece durante la Monarquía, logra predicamento bajo la Dictadura, progresa veloz en los últimos Gobiernos del Rey y triunfa, con la plenitud tantos años esperada, bajo la República, laica hasta la persecución en lo religioso y negadora de la grandeza española hasta el separatismo en lo patriótico.

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Atestado y plebiscito sobre la Institución Libre de Enseñanza es este libro.

Atestado de todas las ideas concebidas, los propósitos formados y los hechos perpetrados por la Institución en su larga vida, contra lo religioso y lo tradicional español; pieza básica en el proceso histórico de la [19] revolución roja española, documento necesario para investigar sus causas, historia indispensable para quien quiera conocer a fondo la de España en los últimos años del siglo XIX y los primeros cuarenta años del siglo XX. Un joven catedrático de la Falange escribió hace poco: «Hace falta una historia documentada y completa de la Institución Libre de Enseñanza{7}. Pues creemos que ésta lo es, desde sus antecedentes más remotos hasta hechos distanciados pocos meses del día en que vivimos. La documentación acompaña siempre a los relatos; mucho de cuanto este libro contiene estaba, no sólo inédito, sino que era desconocido.

También es el libro presente un plebiscito contra la Institución, pues cuantas plumas han colaborado para escribirlo firman sus votos y los razonan. Todos son personalidades conocidas en sus respectivos campos de actividad, trabajando en los cuales han conocido de cerca las ideas y actividades de la funesta Institución Libre.

* * *

Lo publicamos pensando en nuestro Dios y nuestra España, a los que va ofrecido y dedicado, para su mejor servicio y su mayor gloria.

Además lo creemos extraordinariamente oportuno, necesario en estos momentos, cuando la joven España renaciente se apresta a consolidar en la paz sus nuevos ideales, libre de todas las infecciones enemigas que antes torcieron su destino, tanto que para enderezarlo han sido precisos golpes de espada y explosiones de cañonazos. Para liberarse de un enemigo es necesario conocerle bien. Y la Institución es temible por su [20] morbosidad dulzona, suave y correcta, sus secretos poderes, su adaptabilidad rápida y multiforme.

Por señalar lo oportuno de la publicación de este libro no se nos tilde de vanidosos, como si ensalzáramos una cosa propia. No; la Confederación Católica Nacional de Padres de Familia proclama la paternidad de la iniciativa a favor de un grupo de universitarios y publicistas, que celosos de que la educación nacional se inspire en las rectas normas que deben caracterizarla en la nueva España, se había propuesto mostrar las lacras de la ideología y de la táctica de la Institución Libre, para evitarnos la desdicha de volver a ser víctimas de ella. Brindaron la publicidad al benemérito diario católico El Noticiero, de Zaragoza, quien insertó una serie de meritísimos artículos sobre distintos aspectos y campos de dominio de la Institución Libre de Enseñanza; artículos que, coleccionados, forman el núcleo originario y una gran parte de este volumen. Quede aquí constancia de nuestra gratitud por la autorización y facilidades que nos ha dado para la reproducción El Noticiero, de Zaragoza, antiguo diario, honra de la pléyade de periódicos católicos y españoles de siempre, de larga e inmaculada historia, sin zigzagueos ni mutaciones, siempre leales servidores de la Iglesia de Dios y de los ideales de España, bajo todos los climas políticos, sin que nunca luciese para ellos el sol caliente de la protección favorita; en vanguardia y arma al brazo lo mismo en los tiempos durante los que una autoridad fuerte, garantizando el orden público, invitaba al descanso alegre y confiado, como cuando pseudos gobiernos inicuos suspendían su publicación y las turbas desmandadas amenazaban las vidas de los periodistas y las casas de los periódicos con el asalto y el incendio, tantas veces consumado... [21]

* * *

Nadie pensará que este libro es «gran lanzada a moro muerto». Sería demasiado desprevenido e ingenuo. ¡Ojalá muestra lanzada fuera a un cadáver! Gustosos sacrificaríamos nuestra gallardía a la tranquila seguridad de que el «institucionismo» había muerto y era irresucitable. El morboso espíritu de la Institución Libre penetra por vías desconocidas, es inobservable e inaprehensible, como un ultravirus, que sólo se diagnostica cuando ya ha producido sus patológicos efectos. Razón tiene el Decano de la Facultad de Filosofía y Letras de Zaragoza cuando, más adelante, escribe que «conviene situar estas páginas en su doble finalidad de prevención seria para el futuro y de caballeroso alegato contra personas que viven y que pueden responder a las públicas y concretas inculpaciones que se les dirigen... Porque bien pudiera suceder que cuando las armas victoriosas de nuestro Ejército y Milicias hayan devuelto a España su glorioso pasado, intentara este viejo y frondoso árbol de la Institución, que hoy parece abatido por las circunstancias, retoñar de algún modo, con todas o con algunas de sus ramas, al calor de la España generosa y olvidadiza».

La clarividencia del Caudillo, los méritos de la sangre derramada por tantos mártires y héroes y el apretado haz de los españoles católicos, serán el valladar impenetrable al espíritu irreligioso y apátrida de los institucionistas.

Pero las armas para esta lucha han de ser sobre todo espirituales. No basta la labor negativa; es necesario sustituir ideas y organismos. Por eso, el final de este libro, su colofón, es un esbozo de labores organizadoras positivas.

En cuanto a las ideas, el horror al vacío es tan incontenible en el mundo físico como en el mundo moral. No basta eliminar una ideología, ni se la puede considerar fenecida hasta que otra no haya ocupado su [22] puesto con plenitud. En todo el libro están desparramadas ideas que han de sustituir a las institucionistas; ellas son el alma de la obra entera y el aliento de sus palabras.

Mas no invirtamos los términos y troquemos las jerarquías. Las ideas institucionistas, forjadas ayer, sin historia digna ni añosa nobleza, no merecen el honor de ser «sustituidas» por las ideas eternas católicas y las gloriosamente multiseculares que vivificaron el Imperio español. Se trata sólo de desintoxicar mentes extraviadas, de restaurar en las inteligencias el numen de la España grande, temporalmente arrojado de sus reinos por el institucionismo usurpador e intruso. Y las ideas imperiales vuelven a la Patria coma un emperador retorna a sus dominios: entre armas presentadas, brillantes bayonetas buidas, himnos marciales de triunfo y aclamaciones multitudinarias del pueblo.

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{1} Discurso en Zaragoza. Texto taquigráfico de Heraldo de Aragón de 9 de febrero de 1932.

{2} Un caso arquetípico de este modo de proceder en el reclutamiento del profesorado, es el del doctor Negrín, personaje desconocido en nuestro país hasta que la Guerra Europea lo arrojó sobre las costas peninsulares, para fatalidad de nuestros intereses. De origen canario, el doctor Negrín no era, según creo, alumno distinguido de ninguna Universidad española. Expatriado de sus Islas, según él contaba, en muy joven edad, fue a Alemania a estudiar Medicina. Parece ser que asistía como extranjero a un laboratorio de Fisiología. Aventurero por naturaleza, con pinta e indumentaria de bohemio, descreído por completo, feroz anarquista, si bien disimulándolo con cara de bondad y dulzura, y relacionado por lazos de familia con Rusia, aunque no hubiese jamás probado sus dotes de médico ni de fisiólogo, bastaban las anteriores cualidades para que cayese de pie en el recinto de la Junta para Ampliación de Estudios. Él me dijo que su propósito, cuando vino a España, fue adquirir los medios económicos indispensables para trasladarse a Norteamérica, «patria de todos los que zozobran»; pero aquí encontró, al conocerse su modo de pensar, por parte de la Institución, el apoyo y los alientos convenientes para permanecer en Madrid, en donde la irreparable pérdida de aquel gran maestro de Fisiología que se llamó Gómez Ocaña, ocurrida en el verano de 1919 de un modo inesperado, dejó vacante su cátedra, traspasada, ¡oh veleidades aciagas de la fortuna!, desde las limpias manos y el exquisito cerebro del ilustre profesor fallecido, a las sucias del aventurero Negrín, quien en aquel momento realizaba ya el primero de los «saqueos» formidables, más tarde prodigados por él mismo, así como por sus amigos y compinches los rusos de fuera y dentro de España. [9]

Ningún respeto, absoluta falta de consideración merece el último –¡qué sarcasmo!– ministro de Hacienda de los rojos españoles. Un tribunal formado para darle el puesto, entre otros, por Recaséns, Hernando y Márquez, consagró el atropello de votarle y adjudicar la plaza a quien, en los ejercicios, pública y notoriamente, demostró que no conocía los «centros del lenguaje» ni las «defensas del ojo contra la luz». Fue, ante personas competentes, verdaderamente escandalosa la consagración de un hombre que acreditaba tal ignorancia. Mas, de lo que se trataba en aquella ocasión no era de conquistar un verdadero fisiólogo para la cátedra madrileña, sino de adquirir un eficaz revolucionario para los planes fraguados por la secta. Así, el flamante profesor Negrín empezó sus explicaciones en el aula con tantas deficiencias, que el fracaso, no obstante los prejuicios inoculados en la juventud, fue tan rotundo, que la mayoría de los días encomendaba la lección a uno de sus auxiliares, y era público y notorio que, en algunas ocasiones, los escolares se habían levantado para corregir al profesor los errores de las fórmulas químicas que escribía en la pizarra, copiadas de un apunte que llevaba, sin el cual no se hubiese atrevido a desarrollarlas. Este es el avispado sujeto introducido en la primera Universidad española por la Institución amarga; buscador de subvenciones no soñadas por los demás profesores para sus respectivas cátedras, pobre ayer, boyante hoy, y [10] siempre intrigante para todo lo que pudiera reportarle beneficio práctico: secretaría en la Facultad, en la Ciudad Universitaria; diputado a Cortes introducido en la Comisión de Hacienda, íntimo amigo de Indalecio Prieto, e instrumento apropiado para efectuar, de acuerdo con el último Gobierno rojo, compuesto de asesinos y ladrones, el máximo robo del oro de España encerrado en su Banco nacional.

(Del libro del catedrático don Enrique Suñer Los intelectuales y la tragedia española).

{3} Amicus Plato, sed magis amica veritas. Lo escrito es la justa verdad; mas para Besteiro, anciano y caído, sólo tenemos viril compasión cristiana y la esperanza de que, en su vía dolorosa, encuentre a Dios.

{4} Todavía en fecha reciente, The Times, de Londres [11] (11 de febrero de 1939), publicaba de su «corresponsal en España» una breve crónica, histórica y crítica, de los acontecimientos políticos que han ido arrastrando a nuestra Patria, en los últimos veinticinco años, a la revolución roja y a la guerra de liberación. El periodista, acertado en general, yerra gravemente al hablar de la Institución Libre de Enseñanza, sin duda influido por ella. Pero en el fondo es muy significativo lo que dice del Sr. Castillejo. Traducimos: «Los intelectuales de España conocen la historia de don Francisco Giner y de su Institución Libre de Enseñanza, así como la autónoma Junta para Ampliación de Estudios y sus ramificaciones... Autores intolerantes de la derecha han llamado al Secretario de la junta el rey sin corona de España, con otros quizás menos justificados epítetos.»

{5} «Bochornosa resulta, ante tan espantoso cuadro, la conducta y complicidad de algunos elementos de cultura, que no sólo contribuyeron con su propaganda anterior y actuación subsiguiente a estos resultados, sino que les han prestado alientos en muchos casos y los han presenciado en todos cobardemente, sin protesta alguna.»

De la Primera relación provisional de crímenes rojos, hecha por el Servicio de Información de la Auditoría del Ejército de Ocupación.

{6} La más destacada de ellas fue el Dr. Suñer, hoy Presidente del Tribunal de Responsabilidades Políticas.

{7} J. López Ibor, Discurso a los universitarios españoles, Cultura española, 1938.

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  Una poderosa fuerza secreta
San Sebastián 1940, páginas 7-22