Filosofía en español 
Filosofía en español

Emeterio Valverde Téllez (1864-1948) · Crítica filosófica o Estudio bibliográfico y crítico de las obras de Filosofía escritas, traducidas o publicadas en México desde el siglo XVI hasta nuestros días (1904)


Capítulo XXIII

El Lic. D. Ramón Manterola

I
El Eclecticismo

LA palabra Eclecticismo es susceptible de dos sentidos: uno es, cuando significa el criterio o disposición subjetiva de amar y respetar la verdad donde quiera que se halle y de recibirla de donde quiera que venga, con tal que esté evidentemente demostrada o sea evidentemente creíble: otro es, cuando significa un organismo objetivo de verdades, o un sistema más o menos científico, en el cual se pretende reunir metódicamente todo lo que de verdad encierren las diversas escuelas filosóficas, conciliando en lo posible las diferentes opiniones y tendencias del espíritu humano. En ambos casos, si no se cuenta con talento profundo, con mirada amplia y sintética, con criterio imparcial y lógica escrupulosa, se corre inminente peligro de caer en graves errores: la razón individual, débil y falible, sin sentirlo se erige en juez, enamorándose de sus propias decisiones.

Por su parte, el Sr. Lic. D. Ramón Manterola, hace paladina profesión de ecléctico, y cree sinceramente haber acertado en hallar el término medio y justo entre las opiniones extremas de las escuelas metafísica y positivista. [410]

Antes de emitir nuestra personal opinión acerca de los escritos del Sr. Manterola, séanos permitido fijar una vez más las ideas que informan nuestro criterio filosófico. En Religión, somos católicos, apostólicos, romanos: en Filosofía, somos escolásticos, así por el ahínco que creemos debe ponerse en procurar que la razón en sus pesquisiciones ni de lejos se oponga a la fe, antes bien la prepare, ayude y defienda, sin salir por esto de sus naturales límites; como por lo riguroso del método que es el menos sujeto a errores. Por lo demás, dispuestos estamos a aceptar gustosos cuanto sea racionalmente demostrado en cualquier sistema; cuanto venga a ratificar o rectificar alguna vieja opinión; cuanto contribuya a enriquecer el caudal científico de nuestra escuela; en lo cual nos conformamos con el gran pensamiento del egregio Pontífice León XIII (d. f. r.).

El positivismo, en la parte que establece las leyes de la inducción, el valor del método analítico, la importancia de la observación y experiencia sensibles en las ciencias todas, sin excluir la misma Filosofía, es digno de ser aceptado; pero en la parte que niega sistemáticamente la legitimidad del método deductivo y sintético, el cual, apoyándose en la observación del efecto, deduce lo que debe ser la causa y su naturaleza; procede, por ejemplo, del acto a la potencia y al ser del alma inteligente, libre, espiritual, inmortal, capaz y digna de premios o castigos, &c., es decir, el positivismo, en cuanto que osado niega o medroso duda del orden metafísico y trascendental, merece la reprobación de todo hombre sensato.

Ciencia, propiamente dicha y en sentido lato, es el conocimiento de las cosas por rigurosa demostración, ora porque la verdad sea evidentemente probada, ora porque se la presente evidentemente creíble, como acontece en la Teología: de otro modo, ciencia es, el conocimiento de las cosas por sus causas, a saber, que se muestra con claridad el enlace del [411] fenómeno con sus causas, formal, material, eficiente, &c., que se ponen fuera de duda los hechos, relaciones y leyes de cualquier objeto. Mas en sentido estricto, es un organismo metódico de verdades llamadas a la unidad por el enlace lógico u ontológico que tengan entre sí, y con los primeros principios filosóficos que presidan tal o cual rama de los conocimientos humanos.

Se divide la ciencia en objetiva u ontológica y subjetiva o lógica: aquélla es el conjunto cognoscible de cosas reales y sus relaciones de causas y efectos: ésta, el conocimiento verdadero de tales objetos y relaciones.

Una demostración, con tal que sea escrupulosamente lógica, puede ser, según las circunstancias, analítica o sintética, a priori o a posteriori, inductiva o deductiva.

La Sagrada Teología, como tal, aunque es verdadera ciencia, forma distinta categoría; porque sus demostraciones se basan sobre principios revelados, se apoyan en la autoridad infalible de Dios que revela y de la Iglesia que propone en nombre de Dios.

De varias maneras pueden ser clasificadas las ciencias, según sus diversos respectos. Siguiendo el orden ontológico o real, independiente del entendimiento; claro está que en el cuadro objetivo e infinito de las ciencias, primero es Dios que las criaturas, primero el espíritu que la materia, primero la naturaleza que las propiedades, primero la substancia que los accidentes, primero el hombre que los animales, estos que las plantas y que la materia inorgánica, &c., &c. Siguiendo el orden lógico de los conocimientos, ya se sabe que entonces de las criaturas ascendemos al Criador; de los accidentes pasamos a las propiedades, y de estas a la naturaleza y esencia; de los fenómenos deducimos las leyes, &c., &c. Siguiendo, en fin, un término medio, quizá pudiera idearse un sistema en que entraran en combinación las leyes del espíritu y las de la realidad objetiva; pero entonces [412] la concepción general y organizada de las ciencias, parece que estaría más sujeta al criterio individual del filósofo que la intentara.

II
Una clasificación de las ciencias

Nunca como ahora ha sido tan necesaria una buena clasificación de las ciencias: los conocimientos humanos han avanzado, y prosiguen su marcha triunfal con velocidad increíble; el afán de investigación y la muchedumbre de recursos científicos, han abierto nuevos e inexplorados senderos, cuya existencia ni se sospechaba siquiera; el espíritu de nuestra época en que cada uno con insaciable anhelo quiere verlo todo, saberlo todo, abarcarlo todo, ha impreso a la instrucción un carácter enciclopédico; pero, con dolor lo repetimos, la escuela actual no corresponde fielmente a tan generosas miras. Hagamos punto omiso de que siendo atea es esencialmente inmoral y antifilosófica; de que siendo sectaria es en resumen enemiga de la patria, y detengámonos en el aspecto exclusivamente científico. No ha llegado a sazón un adecuado plan de estudios, que llene todas las condiciones que se requieren para una cabal y eficaz educación; todavía se desprecian las antiguas humanidades, se acumulan maestros de las más heterogéneas ideas filosóficas; los alumnos pueden estudiar a su talante; más bien se les cerca de circunstancias que los distraigan y alejen de los libros y de las clases, dejándolos vagar por las calles de populosas ciudades; se da grande importancia a las clases orales, con detrimento de la labor individual que prepara y fecunda la misteriosa siembra de la enseñanza; no hay orden lógico en las materias; se malgasta el tiempo en repeticiones inútiles; ¡también lo perdemos nosotros en esta interminable enumeración! ¿Quién niega que estos males se remediarían, [413] al menos en parte, con una conveniente clasificación de las ciencias que se enseñara en cátedra especial?

Aplaudimos, pues, bajo este respecto los valiosos esfuerzos del Sr. Manterola, y en su oportunidad y conforme a nuestro criterio, haremos las advertencias que juzguemos necesarias.

El libro en cuestión lleva este frontispicio: Estudios científicos y filosóficos. | Ensayo sobre una clasificación de las ciencias, | por el Licenciado Ramón Manterola. | Introducción general. | México. Imprenta del Gobierno, en Palacio. Dirigida por Sabás A. y Munguía. 1884.

En la pág. 66 se hace referencia a unas «segunda y tercera parte de la presente obra»; el tomo, empero, no contiene más que el texto que corresponde a la portada transcrita, y una serie de notas en número de cuarenta y ocho. En el «Apéndice», el Autor dice lo siguiente: «Diversas circunstancias nos obligan a reducir, por ahora, la publicación de esta obra a solo el presente volumen, en el que están bosquejados los puntos principales que abraza nuestra doctrina filosófica, y se encuentra, aunque a grandes rasgos, explicado el plan de nuestra clasificación de la ciencia. El desarrollo del sistema, con respecto a cada una de estas, será objeto de otros dos volúmenes, que acaso daremos más tarde a la estampa, si podemos hacerlo y fuere conveniente.»{268}

El Sr. Manterola expresa claramente el fundamento de su plan cuando escribe que: «Un sistema de clasificación de los conocimientos, tiene que ser artificial, aunque lógico y en relación con las condiciones del espíritu que conoce, y debe tener por objeto fijar las relaciones que ligan entre sí las ciencias, y el lugar que a cada una corresponde en la Filosofía que las abraza todas.»{269}

Procura el Sr. Manterola tener en cuenta, 1º la [414] clasificación de las ciencias en abstractas, concretas y prácticas, «división, añade, eminentemente subjetiva, pues la abstracción y la aplicación no existen en las cosas mismas, sino en el ser que conoce y aplica»,{270} 2º. La división en «ciencias de relaciones, ciencias de fenómenos y ciencias de orígenes y causas.»{271} 3º. El grado de certidumbre: «Nuestro sistema corresponde, además, al orden de certidumbre de los conocimientos. Tenemos, ante todo, certeza en las leyes e instintos de nuestro espíritu, puesto que, sin ella, no habría ciencia posible. Las verdades psicológicas, sistematizadas o no, son el origen de todos los conocimientos y deben precederles en el orden lógico y de certidumbre. (Esto es cartesianismo puro). Vienen en seguida las matemáticas, cuyos principios deducimos conforme a las leyes del espíritu. Las ciencias fenomenales nos ofrecen un grado menor de certeza, porque en la observación ha sido preciso hacer uso de los sentidos, en cuyo testimonio tiene el espíritu menos confianza que en sí mismo. Las ciencias de orígenes o causas vienen después en cuanto a certidumbre, y por consiguiente deben participar de la falibilidad de ellas, a la que debe agregarse la que resulta de la complejidad del objeto, de la precipitación en los juicios y de las preocupaciones y sistemas».{272}

Procedamos ahora a copiar el cuadro sinóptico ideado por el Autor, así nuestros lectores juzgarán por sí mismos del mérito que le corresponda. Se publicó primero en la obra de que nos ocupamos, después en el periódico La Época, y, por fin, en otro libro del que pronto trataremos. [415]

Sinopsis del Ensayo sobre Clasificación de las Ciencias, por Ramón Manterola

Sujeto de la ciencia. – El espíritu.

Origen. Las leyes, facultades y tendencias del espíritu y las necesidades intelectuales, morales y materiales del individuo y de la especie.

Medios. Las facultades del alma, los sentidos y órganos corporales, la observación y experiencia, el lenguaje y el saber acumulado y transmitido por la tradición oral o escrita.

Ciencias abstractas.
Fundamento principal. – El entendimiento y la razón.

Ciencias de relaciones.

Psicología y sus derivaciones (relaciones del sujeto a los objetos y de estos entre sí).
Matemáticas (relaciones de número, forma y magnitud).
Mecánica racional (relaciones de movimiento).

Ciencias fenomenales.

Física mecánica y molecular (hechos o leyes generales sobre las fuerzas).
Química general (hechos generales sobre la materia y sus combinaciones).
Histología general (hechos generales sobre los tejidos orgánicos).
Biología general (leyes generales sobre la vida).

Ciencias de orígenes y causas.

Atomogenia (origen y naturaleza de la materia).
Morfogenia (ídem ídem de la forma).
Dinamigenia (ídem ídem de la fuerza).
Biogenia (ídem ídem de la vida).
Logogenia (ídem ídem del lenguaje). [416]
Ideogenia (ídem ídem de las ideas).
Gnosigenia (ídem ídem del conocimiento).
Psicogenia (ídem ídem del espíritu).
Cosmogenia (origen y teoría general del universo).

Ciencias concretas
Fundamento principal. – El sentimiento y la imaginación.

Ciencias de relaciones.

Aplicaciones abstracta y concreta de la Psicología.
Teoría para la resolución de problemas matemáticos y de mecánica racional.
Geometría descriptiva (teoría de las construcciones).

Ciencias fenomenales.

Mecánica y Física descriptivas. – Química descriptiva.
Astronomía. – Meteorología. – Mineralogía. – Paleontología. – Geognosia.
Botánica. – Zoología. – Anatomía comparada. – Antropología física.
Estadística. – Patología veterinaria y humana. – Ethología zoológica.
Antropología social. – Cronología.
Ciencias arqueológicas. – Bibliografía.
Historia. – Etnografía. – Gnosilogía.

Ciencias de orígenes y causas.

Geogenia (origen de la tierra).
Astrogenia (ídem de los astros).
Fitogenia (ídem de las plantas).
Zoogenia (ídem de los animales).
Antropogenia (ídem del hombre).
Patogenia (ídem de las enfermedades).
Filosofía de la historia (origen de los sucesos según sus antecedentes históricos). [417]
Ethogenia (origen del carácter individual).
Sociogenia (ídem de los fenómenos sociales).

Ciencias prácticas.
Fundamento principal. – La voluntad y la libertad.

Ciencias de relaciones.

Aplicaciones abstracta, concreta y práctica de la Psicología.
Matemáticas y Mecánica aplicadas a las demás ciencias para fines prácticos.
Cálculo de las probabilidades.

Ciencias fenomenales.

Artes mecánicas. – Artes liberales (comprendiendo la escritura, dibujo, pintura, escultura, &c., la música, la literatura con todos sus ramos, retórica, arte métrica, poética, oratoria, &c.). – Mecánica, física y química industriales y agrícolas. – Artes industriales. – Agrimensura. – Topografía. – Geodesia. – Agricultura (comprendiendo los grandes y pequeños cultivos, jardinería, horticultura, &c.). – Zootecnia. – Minería (comprendiendo la metalurgia y la docimasia). – Arquitectura civil, naval y militar. – Ingeniería civil, en lo relativo a construcción de puentes, caminos, &c. – Geografía. – Comercio. – Navegación. – Ciencias militares. – Cirugía. – Farmacia.

Ciencias de orígenes y causas.

Medicina veterinaria (comprendiendo la terapéutica, materia médica, higiene, &c.).
Medicina práctica humana (comprendiendo los mismos ramos que la anterior).
Economía política (ciencia de la riqueza pública).
Política (ciencia general del gobierno).
Administración (organización de los negocios públicos). [418]
Jurisprudencia (derecho positivo de las naciones en todos sus ramos).
Teleología (teoría de las causas finales). Teognosia (conocimiento de Dios).
Filosofía (ciencia teórico-práctica de los seres, las leyes y las causas).

Ciencias de progreso indefinido.

Psicología (estudio progresivo sobre las facultades y leyes del espíritu).
Lógica pura (aplicación psicológica para la investigación de la verdad).
Lenguaje. – Gramática general. – Filología comparada.
Estética (aplicación de las leyes del espíritu en relación con el sentimiento).
Teoría de las bellas artes (aplicación de la Estética a las artes).
Metodología o Lógica aplicada (comprendiendo la Crítica general).
Moral (aplicación de las leyes del espíritu en relación con la voluntad).
Ethología humana. – Pedagogía (carácter y educación individual).
Sociología. – Legislación (carácter y educación de los pueblos).
Teleología o conocimiento de las causas finales.
Teognosia o conocimiento progresivo de Dios.
Filosofía o ciencia general de los seres, leyes y causas.

Resumen. – Filosofía en su más lata significación, comprendiendo la Ontología general y abarcando el origen, carácter y destino de los seres. Su resultado práctico sería la ciencia, hoy ideal, que condujera al hombre y a la humanidad a contribuir a la armonía del Universo. Esta ciencia podría llamarse «Armobionomía.» [419]

Término final de la ciencia. – Dios por sus obras. México, Marzo de 1884.

III
Algunas observaciones

En la pág. 16 dice el Sr. Manterola: «Así también creemos salvar la objeción, hasta cierto punto justa, que hace el positivismo a la metafísica de que pretende constituir ciencias por adivinación y elaborar teorías sin el apoyo de los hechos.»

Como quiera que aquí se justifica el cargo del positivismo, protestamos en nombre de la metafísica escolástica. La metafísica, genuinamente escolástica, es racional y científica, descansa directa o indirecta, mediata o inmediatamente en los hechos, induce o deduce con rigurosa sujeción a las eternas leyes del raciocinio. En una ciencia tan vasta y profunda hay puntos más o menos obscuros en cuya explicación entra la hipótesis, se forman y batallan las opiniones, y se organizan las escuelas. ¿Qué ciencia humana, sin excluir las matemáticas, puede gloriarse de haberse visto libre de hipótesis? No hay que confundir la metafísica con las extravagancias de algunos individuos de tal o cual época, eso no es equitativo, como no lo fuera confundir la filosofía positiva con los delirios y charlatanismo de miopes empíricos: la ciencia observa y analiza con recto criterio los hechos, inquiere las relaciones, y formula las leyes, hasta constituir un organismo perfecto. Al padre de la metafísica, al gran Estagirita, se debe el innegable como científico proloquio; nihil est in intellectu non prius non fuerit in sensu: nada hay en el entendimiento que, por lo menos bajo algún respecto, no haya estado primero en el sentido.

«La consecuencia, se lee en otro lugar, de las exageraciones que nacen de esos diversos puntos de partida, son, el [420] materialismo y el ateísmo por un lado, y por el otro la más abstrusa y enmarañada metafísica, cuando no la teología aún más enmarañada de la Edad Media.»{273} Es evidente que aquí hace de nuevo alusión a la metafísica y Teología Escolásticas y, por tanto, a la ciencia cristiana de la Edad Media. Todos los historiadores imparciales del progreso humano, acordes están en reconocer que la Escolástica, como todas las grandes y decisivas concepciones de la inteligencia, ha pasado por su infancia, su desarrollo, su edad de oro; que por desgracia tuvo una época de decadencia; pero que vuelve a levantarse radiante de juventud al mediar el último siglo, y sigue majestuosa el luminoso camino que le trazara el inmortal León XIII. ¿Quién osará negar que la Escolástica ha tenido verdaderos genios, sin contar los talentos de segundo y tercer orden que han seguido a los primeros, no de otro modo que los satélites a los planetas y estos al sol? Pero, ¡llamar abstrusa y enmarañada a la metafísica y aún más enmarañada a la Teología!; ¡desdeñarlas como a cualquiera excentricidad del espíritu humano!; ¡nivelarlas con el grosero materialismo y ateísmo!, francamente es otra injusticia que no cuadra al entusiasta filósofo, que aspira a unir los extremos creando una nueva escuela ecléctica, ni al erudito escritor que cierra su libro con un apéndice de los Nombres de los escritores, sabios y filósofos mencionados en este volumen acotándolos todos desde la A hasta la Y, comenzando con Abendroth y terminando con Young, como acordándose del discreto consejo del amigo de Cervantes.

La profundísima ciencia en que se estudian y resuelven los más arduos y trascendentales problemas acerca de Dios, del hombre y del mundo; la ciencia, casi divina en que trabajaron varones tan esclarecidos como San Anselmo, Hugo de San Víctor y Pedro Lombardo, San Alberto Magno, San Buenaventura, Santo Tomás de Aquino, el Eximio Suárez [421] y otros ciento, no es una exageración despreciable, y sí lo es tenerla en tan poca estima.

En la página 63 ha escrito: «La Astronomía en sus progresos, aniquilando los móviles y esferas de Ptolomeo, y llenando de mundos reales o en vía de formación el espacio infinito, no ha dejado ya lugar para el Empíreo, y ha influido en que se modifique nuestra concepción de un Dios colocado en un sitio especial, destruyendo a la vez las nociones de un Cielo y un Infierno, tales como se concebían en la Edad Media.»

Prescindiendo de ese espacio infinito en que ya ya no hay lugar para el Empíreo y de lo que en ese párrafo pueda haber de volteriano, parécenos que la mejor manera de vindicar la doctrina católica, será sencillamente exponerla con claridad. Desde luego conviene distinguir entre la Teología, la Filosofía y las hipótesis; pues la primera se funda en la revelación divina e infalible; la segunda se apoya en la recta razón; mas las hipótesis descansan en supuestos más o menos ingeniosos y probables, que bien pueden modificarse y aun venir por tierra sin perjuicio de la verdad.

Nos enseña la fe que nuestra ánima es inmaterial, espiritual e inmortal; que el hombre ha sido elevado a un orden sobrenatural; que perdimos la gracia original y que hemos sido redimidos por Jesucristo; que hemos sido llamados y suficientemente provistos de medios para conocer, amar y servir a Dios en la presente vida, como preparación para obtener en otra mejor el último fin, que consiste en ver, amar y poseer a Dios por toda la eternidad. Es de fe, que el hombre es moralmente responsable de sus acciones; porque es inteligente y libre, y sabe o debe saber el bien que ha de practicar y el mal que ha de evitar, quedando, en consecuencia, sujeto a eterno premio en el empíreo o a castigo sin fin en el infierno. Es de fe que Dios Nuestro Señor existe; que tiene en sí todas las perfecciones posibles e imaginables; [422] que está en todos los lugares, en todas y en cada una de las cosas por esencia, presencia y potencia; pero, que en un lugar, que es el cielo, se manifiesta más particularmente. Séanos lícito valernos de un ejemplo: los principales filósofos asienten de consuno, en que el alma está toda en todo el cuerpo y toda en cada una de sus partes; dícese, sin embargo, que está en el cerebro, y es que allí se manifiesta de modo especial. Por último, es de fe que hay cielo para los buenos e infierno para los que mueren en pecado mortal. ¿Cuál es precisamente el lugar de uno y otro? No lo sabemos con absoluta certidumbre.

La Filosofía, guiada por la luz natural de la razón, demuestra a su vez la inmaterialidad, espiritualidad e inmortalidad del alma; la presencia de un trastorno gravísimo en la naturaleza del hombre; la necesidad de un auxilio superior para la práctica del bien; la responsabilidad moral en los actos humanos; la imprescindible necesidad de una conveniente sanción de la ley en la vida, y aún más allá de la tumba; la existencia e infinitos atributos y perfecciones de la Primera Causa &c.

Queda sin resolverse por la Filosofía el problema del lugar, naturaleza y circunstancias relativas a la remuneración y castigo. Por tanto, si la Astronomía pretende responder con el telescopio laborat ignorantia elenchi como dijera la abstrusa y enmarañada metafísica de la Edad Media. Cabe perfectamente la verdad de fe en ese espacio infinito poblado de mundos incógnitos a la Astronomía. ¿Cómo un filósofo puede negar sin datos? A ninguna verdad se opone la Religión.

En la Introducción, en las notas del Ensayo y en las discusiones que el Señor Manterola sostuvo en el Liceo Hidalgo, año 1885, si bien admite la verdad absoluta objetivamente considerada; repite en todos los tonos, que la verdad subjetiva es relativa, variable, temporal y contingente, sin [423] excluir las ideas morales y ni siquiera el conocimiento de Dios. Semejante relatividad es el fundamento de su eclecticismo filosófico, y no vacila en aceptar hasta las últimas consecuencias del enunciado principio; pues llega a conceder que todo conocimiento es relativamente verdadero; que la divergencia de opiniones nace sólo de los diferentes puntos de vista, y de la diversa aplicación de las leyes psicológicas.{274}

Como es natural, le pasa lo que a todo el que sigue un falso sistema, que no siendo posible sustraerse del todo al sentido común y a la lógica natural del discurso, cae sin sentirlo en alguna contradicción; porque, supuesta la famosa relatividad, sería indiscutible que metafísicos y positivistas tuvieran razón, y que las recriminaciones enderezadas contra ambos partidos, serían inconducentes.

¿Qué diremos del principio de la relatividad de los conocimientos? A nuestro juicio es inadmisible en la amplitud que le atribuye el Señor Manterola. El hombre podrá existir o no existir, no cabe duda; si existe, podrá pensar o no pensar, lo concedemos; pero si piensa cuerdamente, se verá precisado a conocer o suponer los primeros principios del conocimiento, y las verdades fundamentales de las ciencias a que correspondan las ideas; eso es hipotéticamente necesario, absoluto, inmutable y hasta eterno, si se quiere. Todas las demás verdades no son, en el orden lógico, sino deducciones más o menos remotas, legítimas o ilegítimas, no hay medio; en el orden ontológico, o son o no son conformes con la realidad, tampoco hay medio.

En moral existen también principios eternos e inmutables; hay leyes que mandan o prohíben respectivamente cosas buenas o malas por esencia, lo cual jamás podrá ser arbitrario; el juicio que se oponga a esas verdades, por fuerza será erróneo. Hay, empero, otras acciones indiferentes por [424] su naturaleza, que en tanto son buenas, en cuanto se mandan, o malas en cuanto que se prohíben; esto dependerá de la mayor o menor prudencia de los legisladores y de otras circunstancias.

Los ejemplos de la moral sagrada o evangélica aducidos por el Sr. Manterola, para corroborar su aserto relativo a la mutabilidad de las verdades, carecen de valor; porque se trata de preceptos ceremoniales, o que versaban sobre puntos indiferentes, o en que, atendiendo a la dureza del corazón humano, cabía una dispensa provisional y transitoria, para evitar mayores males. Por otra parte la humanidad yacía degradada, y a Dios en su infinita misericordia plugo renovarla y regenerarla por Jesucristo, en quien tenemos la plenitud de la luz y de la gracia; porque es Dios con nosotros, Nobiscum Deus.

La verdad, pues, en cada cosa, o en cada aspecto de la cosa, es concreta, es una, es inmutable; hasta lo mismo relativo incluye algo de absoluto; hay o no hay lógica en el conocimiento; hay o no hay conformidad del conocimiento con la realidad.

Profundizando un poco se ve que la relatividad tan radical de que nos hablan el Sr. Manterola y algunos positivistas, en resumen, echa por tierra toda ciencia digna de este nombre, despójala de todo carácter de certidumbre y firmeza, y sumerge a la razón en el más rudo escepticismo.

En la pág. 102 estampa el Sr. Manterola conceptos que no comprendemos cómo hayan brotado de su pluma; porque no pueden ser sino de quien ignora o desconoce con monstruosa ingratitud el profundo sentido de la ley evangélica; la prudente sabiduría que presidiera a la regeneración del mundo, así como la noble, generosa, sublime, constante y eficaz labor de la Iglesia Católica para suavizar primero, limar después, y romper al cabo las ominosas cadenas de la esclavitud. Ni aun el cristianismo, dice, abolió la esclavitud, [425] si bien daba consejos de moderación a los amos respecto a los esclavos.

Filosóficas y bellas por demás, son las inmortales páginas que el simpático genio de Balmes consagra, a reclamar esta legítima y esplendorosa gloria como exclusivamente de la Iglesia Católica. «¿Quién ha abolido, exclama, entre los pueblos cristianos la esclavitud? ¿fue el cristianismo?, ¿y fue el solo, con sus ideas grandiosas sobre la dignidad del hombre, con sus máximas y espíritu de fraternidad y caridad, y además con su conducta prudente suave y benéfica? me lisonjeo de poder manifestar, que sí.» Y este grande hombre emprende su demostración, inspirado por la historia y por la filosofía de la historia; raciocina con firmeza sobre tan interesante materia, desarrollándola en cuatro capítulos, del XV al XIX del Protestantismo comparado con el Catolicismo, y, cosa notable, Guizot, el profundo publicista, el erudito y elocuente profesor de historia, el famoso autor de la Historia general de la Civilización en Europa, no tuvo qué replicar.

De buen grado quisiéramos ver terminada la obra del señor Lic. Manterola; porque en ella de seguro desenvolverá ampliamente su plan de clasificación y no dudamos de que influirá en el progreso y aprendizaje de las ciencias. Pero la satisfacción de tal deseo, por desgracia tardará todavía; porque el estimable escritor ecléctico ha tenido sus motivos, para reducirse a publicar sólo una parte del Ensayo, a saber, la Introducción general que conocemos. En las numerosas y extensas notas que ocupan 265 páginas de letra pequeña, y que se refieren a 62 de texto, incluyendo el prólogo, expone algunas de sus opiniones personales; aunque, como es natural, se echa de menos la unidad de sistema; eso sí, abundan las citas de autores, cuyos nombres forman una enorme lista que puso en el apéndice.

En el mismo apéndice, se determina a dejar satisfecha la curiosidad de aquellos que deseen, «conocer las conclusiones [426] generales a que ha llegado en el desarrollo de la obra, acerca de las cuestiones que pudieran llamarse capitales; esto es, las que especialmente deben ser objeto de la Cosmogenia y la Psicogenia, resumen, por decirlo así, de todas las demás ciencias abstractas de causas, que hemos enumerado en nuestra Sinopsis.»{275} La solución del problema del universo, descansa, desde luego, en un falso supuesto contrario a la fe y a la sana Filosofía; que la materia es eterna e increada; error tanto menos perdonable, cuanto que pretende deducirlo de donde lógicamente no puede nacer: «Demostrada, dice, por la ciencia la indestructibilidad de la materia, y siendo por otra parte ley psicológica, que la observación confirma, la uniformidad en el orden de la naturaleza, llega el espíritu a la conclusión de que la materia es eterna e increada.»{276} «Dos principios, pues, coexisten desde la eternidad en el espacio infinito: inmaterial el uno, material el otro. –El principio inmaterial, esencialmente activo y perfecto, es Dios: el principio material, inerte por su naturaleza, es lo que los físicos suelen llamar éter o materia cósmica–. Ambos son eternos y necesarios, es decir, que en ningún momento de la duración, se puede concebir que exista el uno sin el otro; ni puede comprenderse que hayan tenido principio, ni podría asignárseles fin.»{277}

Es una verdad católica teológica y aún filosóficamente evidenciada por todos nuestros Padres, Doctores y escolásticos, aunque se les desdeñe llamándolos enmarañados, que la materia no es ni pudo ser por sí misma, sino que fue criada por Dios en el principio de los tiempos. ¿Cómo se efectuó después la formación de los mundos, cómo la organización maravillosa de la materia para recibir el principio activo de la vida, &c.? Ahí es donde la Filosofía cristiana trabaja por [427] aliar el respetable, sencillo y sublime relato del Hexámeron con la verdadera, pero con la verdadera ciencia.

También acerca del espíritu profesa el Señor Manterola ideas no cristianas: cree que las almas son «una emanación, un pensamiento de la Divinidad»: que «los animales poseen un alma, si bien inferior en las facultades actuales, a la de la especie humana considerada en general»; «que el espíritu es, idéntico en todos los hombres y aun en los animales en cuanto a su naturaleza y sus facultades, sentir, pensar y querer, pero muy diverso en cuanto al grado de desenvolvimiento de estas facultades»; «que la existencia del hombre ha sido precedida de otra, u otras más imperfectas, y que, tras de cada una de ellas, deben venir indefinidamente otras nuevas, creciendo en perfección moral e intelectual»: que, en fin, «la escala del perfeccionamiento es infinita, porque su ideal es el mismo Dios; la esencia de la perfección; pero el espíritu tiene delante de sí, un tiempo infinito y un espacio sin límites, poblado también de infinitos mundos.»{278}

Sabido es que la Filosofía católica, la enmarañada aquella, demuestra científicamente que el origen del alma humana es por rigurosa creación, pues Dios la educe de la nada en la formación de cada uno de los hombres: es cierto también, que el anima de los brutos es insubsistente por sí misma, y que por esencia se distingue del alma racional, libre, espiritual y subsistente, y que no han existido, ni existen transmigraciones en sentido espiritista: en fin, que, aunque la escala del perfeccionamiento es infinita, no es infinitamente realizable en el hombre, por lo limitado de su capacidad y potencia. ¿Por qué el alma empieza a ser sólo por creación? Porque sus lindes e imperfecciones denuncian que no es a se, al paso que su simplicidad y espiritualidad prueban que no debe su origen a materia preexistente, ni a eficiencia [428] paterna, sino a la acción creadora de Dios. Quien desee ver desarrolladas estas razones, lea cualquiera obra escolástica de Filosofía.

IV
Noticia de otros escritos del Señor Manterola

Hay en nuestra modesta colección de obras filosóficas mexicanas un ejemplar de una especie de Miscelánea intitulada: La Escuela Ecléctica ante el Positivismo y la Metafísica. | Teorías y doctrinas filosóficas del Lic. Ramón Manterola. | México. Imprenta del Gobierno Federal, en el Ex-Arzobispado. (Avenida Oriente 2, núm. 726). | 1898.

Hemos dicho Miscelánea; porque el libro se compone de lo siguiente: 1º. Prólogo, firmado por J. Bertmann. 2º. Bibliografía Nacional. – Estudios científicos y filosóficos; es un artículo de La Época (t. I n. 274), en el cual, después de un breve elogio al Señor Manterola, se da publicidad a una carta del Señor Licenciado D. Manuel José Othón, en que pone por las nubes al autor del Ensayo, y promete hacer un juicio crítico sobre la obra. 3º. Ocho artículos del mismo Señor Othón. 4º. Crónica sucinta de Las discusiones habidas en el «Liceo Hidalgo» en 1885 con motivo de las opiniones filosóficas sostenidas por R. Manterola. Presidió las discusiones el conocido literato y libre pensador D. Ignacio Manuel Altamirano; sostuvieron la polémica en pro del naciente eclecticismo, el Sr. Manterola y el Licenciado Zambrana; militaron en favor de la metafísica el Licenciado Don José María Vigil, y en defensa del positivismo el Doctor D. Porfirio Parra: excusado es decir que de tal discusión brotó tanta luz, que cada uno se quedó con su propia opinión y fama. Parece que no escasearon los falsos supuestos y garbosos sofismas. Los artículos están calzados con la [429] firma del prologuista. 5º. Un animado diálogo en el que son interlocutores, un ecléctico, un metafísico y un positivista, El Eclecticismo entre el positivismo y la metafísica; naturalmente, aquí no sucede lo que en las discusiones del «Liceo Hidalgo», aquí los adversarios quedan convencidos y de acuerdo con el ecléctico: termina así: Tacubaya, 1º de Enero de 1890. | El Taquígrafo R. Manterola. 6º. La moral y la civilización. Bosquejo de una Filosofía de la Historia, por Ramón Manterola. Diversos períodos de evolución social y en cada uno de ellos su infancia, adolescencia, juventud y virilidad, forman la trama de dicha Filosofía. 7º. De la educación en sus relaciones con la moral y la riqueza pública. Ensayo social por Ramón Manterola. 8º. Reimpresión de varias notas y del Apéndice del Ensayo. 9º. Algunas consideraciones sobre Biogenia.

Han visto además la pública luz otros varios escritos del Señor Manterola: de un anuncio tomamos los siguientes títulos de sus libros.

  1. Primer ciclo para la enseñanza de la Geometría, Geografía, Historia Patria, &c. Obra premiada en París con medalla de plata.
  2. Primeras nociones de Lenguaje gramatical.
  3. Historia de la Pedagogía según Daguet.
  4. Diálogos socráticos de Vessiot, sobre Moral.
  5. Apuntes tomados en la clase de Gramática General que daba el Sr. D. Ramón I. Alcaraz en la Escuela Secundaria de Niñas, (hoy Escuela Normal).
  6. Los Amigos Peligrosos, comedia. – Mundos imaginarios y mundos reales, juguete cómico. – Isabel Lopouloff, drama. – El precio de un secreto, drama.
  7. Refundición de la Gramática Latina de Hidalgo, sistema Ollendorff.
  8. Boletín Bibliográfico y Escolar, 6 tomos.
  9. Miscelánea Literaria Hispano-americana. [430]
  10. Alguna vez hablaron los periódicos acerca de un: Estudio sobre la longevidad en los sabios.

No hemos visto estos trabajos, por tanto, no podemos saber si todos se deben al Señor Manterola, o es solamente el editor de algunos de ellos.

De las demás opiniones del principal representante del eclecticismo filosófico en México, nos ocuparemos cuando se publique la obra en que se desarrolle el sistema en toda su amplitud.

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{268} Ensayo sobre una clasificación de las ciencias, pág. 335.

{269} Ibidem, pág. 29.

{270} Ensayo..., pág. 19.

{271} Ibidem, pág. 19.

{272} Ibidem, pág. 24.

{273} Ensayo sobre una clasificación de las ciencias, pág. 35.

{274} Ensayo sobre una clasificación de las ciencias, pág. 349.

{275} Ensayo sobre una clasificación de las ciencias, págs. 335 y 336.

{276} Ibídem, pág. 337.

{277} Ibídem, pág. 338.

{278} Ensayo... Al Lector, págs. 335 y siguientes.