Filosofía en español 
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Internacional de los Trabajadores de la Enseñanza

Pedagogía Proletaria. Jornadas Pedagógicas de Leipzig 1928

Prólogo


Esta publicación, que ofrecemos hoy a la curiosidad de un gran círculo de lectores, está integrada fundamentalmente por las tesis que se leyeron o se pronunciaron en las Jornadas pedagógicas que celebró la Internacional de las Trabajadores de la Enseñanza en Leipzig en el mes de abril de 1928. Esta Conferencia de Leipzig debía exteriorizar los rasgos esenciales de la pedagogía proletaria –ése fue el propósito de los organizadores– tal y como se ha desarrollado y se desarrolla actualmente, en la teoría y en la práctica, en varios países capitalistas y en el Estado proletario, y proporcionar indicaciones prácticas a la Internacional de los Trabajadores de la Enseñanza para sus trabajos pedagógicos venideros.

El programa de la Conferencia se trazó en forma que pudiesen plantearse los problemas más importantes de la pedagogía del proletariado. Por eso se escogieron temas amplios, de carácter general: “Fin de la educación”, “Escuela y Sociedad”, “Programas y Métodos”, “Disciplina escolar”, “Situación material, moral y jurídica del niño proletario en los diversos países”, &c. Como informantes se invitó a pedagogos de varios países: Alemania, Bélgica, España, Francia, Grecia, Japón, Rusia, Inglaterra &c.

Desgraciadamente, la delegación rusa no pudo asistir; el gobierno alemán sólo permitió la entrada en Alemania a uno de los delegados, A. P. Pinkievitch. Y aun este mismo obtuvo la autorización tan a última hora, que sólo pudo incorporarse a la Conferencia cuando se estaba celebrando ya la tercera jornada. Los informes del resto de la delegación rusa tuvieron que ser leídos sin que sus autores pudiesen defenderlos y ampliarlos. Esta circunstancia indudablemente debilitó la intensidad de los trabajos de Leipzig.

Estamos seguros de que la presencia de sus autores hubiese dado lugar a toda una serie de animados e interesantes debates. A nadie se le puede ocultar la verdadera importancia de los informes de los rusos. Rusia es el único país que está construyendo su pedagogía de acuerdo con los intereses del proletariado. No hay en el mundo país burgués alguno donde el proletariado tenga posibilidad de realizar su sistema pedagógico. No es, pues, de extrañar que los delegados de la Conferencia y los que en ella participaron, que fueron varios centenares, quisieran informarse ante todo de lo que en materia de enseñanza se había realizado ya en la nación que ha inscrito en su bandera la creación de la nueva pedagogía del trabajo.

La Conferencia ha sido igualmente útil desde otro punto de vista más general. Por mucho que se diga, no se dirá nunca lo bastante que en Leipzig, por primera vez en la historia de la pedagogía internacional, se han leído una serie de informes en los que los problemas de educación y de instrucción se examinaban desde el punto de vista de los intereses del proletariado, informes que provocaron discusiones animadísimas.

Hay que hacer constar que en el transcurso de la conferencia se manifestaron diversos matices dentro del pensamiento pedagógico proletario. Es que las ideas pedagógicas son esencialmente el producto de realidades sociales y políticas; dado el estado actual del movimiento proletario, de las organizaciones sindicales y políticas de la clase obrera, con sus actitudes y sus métodos distintos en orden a los problemas que plantea la situación social, es inevitable que esas diferencias de concepción se traduzcan igualmente en las cuestiones pedagógicas, sobre todo al tratar de las obligaciones inmediatas de los educadores socialistas.

La I.T.E. no se ha decidido por ninguna de esas concepciones. No tenía por qué decidirse en Leipzig. Las Jornadas pedagógicas de Leipzig sólo tenían carácter informativo. Es decir, que ninguna de las declaraciones hechas, ninguna de las actividades preconizadas por los congresistas puede considerarse como doctrina de la I.T.E. Nuestra organización examinará en el orden que determinen sus órganos responsables la mayoría de las cuestiones planteadas, especialmente las que fueron motivo de controversia.

El lector encontrará en este volumen la casi totalidad de los informes leídos o pronunciadas en la Conferencia. En cambio, no podemos reproducir las discusiones de todos sus debates. Por eso no estará de más que tratemos de exponer en este prólogo brevemente la marcha de la Conferencia y que caractericemos los puntos más importantes de las discusiones suscitadas por los informes.

La Conferencia se inauguró con un gran mitin público, en el Ayuntamiento de Leipzig. Este mitin fue una verdadera manifestación unificadora, unión de proletarios por encima de sus divergencias de opinión, y unión de pedagogos y de todos los camaradas interesados en los problemas educativos. Hablaron los representantes de los grupos y de la Secciones nacionales de la I.T.E., –excepto Rusia–, del Magisterio de Leipzig, de los partidos socialdemócrata y comunista, de los sindicatos profesionales, de diversos grupos proletarios, de los ayuntamientos alemanes, &c., y los representantes del Comité Ejecutivo de la I.T.E.

El Secretario general de I.T.E., Vernochet, no pudo hacer uso de la palabra porque el Gobierno alemán había autorizado su entrada en Alemania a condición de que no interviniese en ningún acto público. Los delegados de la Sección francesa no pudieron asistir porque el gobierno francés les negó el pasaporte. Lo mismo hizo el gobierno polaco con un delegado fraternal de una de las organizaciones obreras de Polonia. El mitin terminó con una protesta contra el gobierno alemán por no permitir la entrada en Alemania de los delegados rusos, y a los acordes y cantos de la Internacional.

Al día siguiente comenzaron los trabajos de la Conferencia, principiando por los informes que tratan de la “Situación del niño proletario”. Se leyó, además, el trabajo de M. S. Epstein acerca de “La situación social y jurídica del niño proletario en Rusia y en los Estados capitalistas”. El lector encontrará en esta publicación todos los informes leídos. En ellos no solamente existe una documentación abundante, sino que se llega a fuertes conclusiones de principios. El leit motiv de todos los informes, aunque en el de Doering pueda aparecer menos claramente subrayado, consiste en afirmar que el régimen capitalista no garantiza los intereses del niño proletario, quien no podrá desarrollarse normalmente sino después de que los trabajadores hayan conquistado el Poder y hayan establecido un régimen nuevo más equitativo, es decir, un régimen socialista o comunista.

En la discusión intervinieron bastantes camaradas que completaron y confirmaron las conclusiones de los informes. Moore aportó datos interesantes acerca de la situación del niño proletario en Inglaterra. Koenekam, que afirmó haber estudiado en estos últimos años las condiciones en que vive el niño proletario español, pronunció un caluroso discurso advirtiendo que venía a esta Conferencia lleno de indignación contra la burguesía. Según su opinión, lo esencial es suprimir el Estado burgués mediante la lucha de clases. La pedagogía proletaria es impotente mientras reine y gobierne la burguesía.

Peters señaló las reformas que en favor del mejoramiento de la situación de la infancia proletaria se han conquistado en los países capitalistas gracias a la acción de las organizaciones obreras.

Auslaender subrayó particularmente la necesidad de tener muy en cuenta el factor social cuando se estudie la psicología del niño proletario.

En su conjunto, los debates acerca de la situación material y jurídica del niño proletario han expresado la más completa unanimidad de la Conferencia en orden a las cuestiones fundamentales.

Fueron todavía más importantes, desde el punto de vista de los principios, los informes consagrados a definir los fines de la educación. El problema de los fines es el problema fundamental de toda pedagogía. Si el pedagogo no comienza planteándose claramente los objetivos que se propone alcanzar, no hará labor consciente alguna. Sin una previa determinación de los fines no puede construirse ningún sistema pedagógico. Eso es lo que explica, dicho sea de pasada, que hasta el momento actual la pedagogía burguesa no haya podido construir un sistema de educación armónico y sin contradicciones. La burguesía no puede confesar los fines que persigue objetivamente; los disimula parapetándose tras una vaga noción de un ideal “humano”, y fracasa cuando de esos fines difusos y nebulosos trata de deducir un sistema pedagógico.

La pedagogía proletaria, distintamente de lo que hace la vieja pedagogía, no oculta sus fines; al contrario, los proclama desde el primer momento. Eso la permite construir armoniosamente y con rigurosidad científica una pedagogía que sea verdaderamente una disciplina normativa. Indudablemente, la pedagogía normativa necesita apoyarse sobre una base: el estudio de los hechos. La pedagogía descriptiva de que hablaba hace quince años Aloys Fischer y que recientemente ha tratado de desarrollar Lochner, es indiscutiblemente útil en cuanto nos proporciona materiales para edificar científicamente la pedagogía. Pero esta pedagogía descriptiva no se basta a sí misma ya que la cuestión fundamental para todo pedagogo, más que saber cómo se instruye y educa actualmente, estriba en aprender a enseñar y educar. Lo esencial es saber lo que se quiere hacer. Eso es lo que determina toda pedagogía.

Los informes acerca de este tema han demostrado la situación extraña y compleja de la pedagogía burguesa; al mismo tiempo han evidenciado las grandes ventajas que ofrece la pedagogía proletaria en cuanto a posibilidad de construir un sistema pedagógico científico.

El punto de vista soviético en materia de pedagogía general –Fines de la escuela, Fines de la educación, Escuela y Estado, Escuela y Sociedad, &c.– es de sobra conocido. La pedagogía soviética sirve en estas cuestiones los intereses del proletariado revolucionario que lucha contra los explotadores en todos los países del mundo y construye el nuevo régimen socialista.

Para el desarrollo integral de esta pedagogía proletaria hace falta una base sólida que no será posible más que en un país donde el poder está en manos del proletariado. Esta pedagogía proletaria presentará necesariamente en los países capitalistas otras formas concretas de realización.

Si el camarada Hierl, saliéndose amplia y afortunadamente del tema de su informe –Escuela y Religión–, se apoyó en sus discurso, rigurosamente dialéctico, en el materialismo histórico, para llegar a conclusiones que adquirían forma de imperativos pedagógicos, Redgrove trató de formular los objetivos pedagógicos, con independencia de las relaciones sociales, de las relaciones de clases, de las relaciones de clase que existen en la Sociedad humana. Señala un principio bastante vago como fin de la educación: la felicidad del hombre; y sostiene que el fin de la educación y de la instrucción consisten en descubrir las fuentes de placer para el educando.

El pedagogo socialdemócrata Bernfeld expuso un tercer punto de vista. Sus apreciaciones acerca de la escuela burguesa quiso tratarlas en un análisis marxista de las relaciones sociales. Al hablar de la disciplina escolar, de las casas y de las comunidades escolares y de la autonomía escolar, afirmó principios de interés general. Su informe es, en realidad, un resumen del libro que acaba de publicar con este título: Die Schulgemeinde und ihre Funktion im Klassenkampf.

En el libro de Bernfeld, como en sus intervenciones, lo más interesante está en su parte crítica. La crítica que hace de las escuelas nuevas y de la situación actual de la escuela alemana sobre todo, son muy interesantes. Bernfeld no idealiza ni mucho menos las escuelas nuevas, que tan populares son en occidente. Denuncia, en fin, la composición burguesa de sus clases y la finalidad burguesa que se advierte en las mejores escuelas de Europa y América. Con sobrada razón indica que, en las escuelas burguesas, la misma autonomía escolar sirve para reforzar el régimen en que vivimos.

La Conferencia de Leipzig concedió menos atención a los informes dedicados a “Organización escolar” y a los “Programas y métodos”. Quizá porque estas cuestiones se discutieron a última hora, y precisamente cuando la mayoría de los delegados fueron absorbidos por el debate acerca de la disciplina, que ya se había planteado el día anterior con motivo de la discusión de los fines de la educación y que estaba estrechamente unido, en términos generales, con las cuestiones de principios.

De todos modos, es evidente que existían ciertas divergencias entre los puntos de vista de Pinkievitch, Hommes, Chatzky, de un lado, y Llopis y Roessger del otro. Llopis no tiene nada que objetar en cuanto a los planes y a los programas soviéticos; al contrario, los encuentra satisfactorios en la mayoría de los casos, por ejemplo, en lo que se refiere a la enseñanza por complejos. Pero considera un error el hacer vivir a los niños la experiencia de los adultos. Quizá no haya en todo ello sino un malentendu puramente verbal, aunque esta tesis de Llopis pudiera interpretarse como una objeción al contacto de los niños con la vida contemporánea, contacto que estimamos indispensable para la verdadera educación social y que, precisamente la escuela soviética, procura realizar por todos los medios.

Así lo estimaba igualmente nuestro Secretario pedagógico cuando caracterizaba en los siguientes términos la tendencia teórica más general del movimiento pedagógico socialista, tal y como se manifestó en las Jornadas pedagógicas: “Considerando la situación de la infancia proletaria, ésta debe adquirir conciencia de su medio y reaccionar sobre sí misma.”

Si empleamos una fórmula tan amplia –demasiado amplia, dirán algunos camaradas– es que las posibilidades de un mínimum de aplicación pueden encontrarse en todos los países, en todos los regímenes, en todas las escuelas, en todas las colectividades de niños proletarios. Si es cierto que la verdadera solución del problema pedagógico ha de realizarse en función del advenimiento del socialismo, eso no quiere decir en modo alguno que los pedagogos socialistas no tienen nada que hacer en régimen capitalista. Unos cuantos camaradas llevaron a la tribuna de las Jornadas pedagógicas sugestiones de orden práctico, sobre todo, y para no citar más, los informantes Freinet y Bernfted. Otros congresistas demostraron que los adolescentes, lo mismo en la escuela que en las agrupaciones extraescolares, son capaces de desarrollar por sí mismos un verdadero movimiento socialista que plantea serios problemas a los educadores. La educación de los padres exige igualmente de parte de los trabajadores de la enseñanza, una gran atención.

Como ya lo hemos dicho, las divergencias entre los pedagogos socialistas se refieren a las formas y a los métodos de estos trabajos. La I.T.E. tiene obligación de examinarlos dentro de un espíritu dialéctico. Por eso, el Congreso que se celebró inmediatamente después de las Jornadas pedagógicas, –Jornadas informativas–, encargó a la comisión pedagógica de la I.T.E. que estudiara el siguiente tema: “Influencia del medio social sobre la escuela y recíprocamente”.

La Conferencia, ilustrada por una rica exposición, ha demostrado que, cuando se está animado de sinceros deseos de servir a la causa de establecer el frente único para estudiar los problemas que plantea la educación y la instrucción del proletariado, pueden obtenerse grandes resultados. Esperamos confiadamente que una nueva Conferencia deberá continuar los trabajos de Leipzig en condiciones materiales más favorables.

Nuestros esfuerzos conjugados conseguirán crear el armonioso y majestuoso edificio de la pedagogía proletaria marxista.

El Secretariado general.

[Pedagogía Proletaria, París 1930, páginas 5-10.]