Filosofía en español 
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Edgar Romero

Discusión sobre los fines, el hombre nuevo
y la renuncia a la idea de una clase universal
(consideraciones sobre lo afirmado por Gustavo Bueno en Tema 1, 2.4, 4.2)

Santa Clara, 2 de marzo de 1995
C05-FIN1.02

 
1. Comentarios y reflexiones acerca de la cuestión de los fines del Proyecto Revolucionario cubano y el hombre nuevo.

Desde nuestro punto de vista el condicionamiento por los fines del proyecto está vinculado a la relación emic-etic, que tal y como la plantea Bueno es trascendente para la clasificación de sociedades políticas o proyectos políticos (véase Gustavo Bueno, «Principios de una teoría filosófico política materialista», pp. 15-16). Así entendemos que los fines están expresando la intención del proyecto, lo cual es sumamente importante pues se trata de que los fines en el caso de nuestro proyecto concreto sean orientadores, guías del mismo. Otra cosa, como también destaca Bueno, es que la intencionalidad declarada y normada, pueda garantizar que esa intención sea cumplida siempre.

Por otra parte el concepto de fin, lo asociamos también al igual que Bueno no a una abstracción futurista, sino a un proceso de continua síntesis y reflexión acerca de las necesidades reales de los grupos humanos que se transforman en intereses y posteriormente en valores, que constituyen las características y cualidades del nuevo hombre y la nueva sociedad. Este proceso de construcción de los fines y a partir de las necesidades de la nación y nacionalidad cubana, la intentamos explicar en el tema del «condicionamiento genético del proyecto social cubano». De aquí que al situar al «hombre nuevo» como fin del proyecto no lo concebimos como un hombre futuro, inalcanzable, o absurdo como plantean los críticos de la revolución cubana, o como el «hombre total» utópico del que habla Bueno (véase G. Bueno, «Estado e Historia. Sobre el artículo de Francis Fukuyama», El Basilisco, 2ª época, nº 11, 1992) sino como fin y medio o «mecanismo intercalado» (véase Gustavo Bueno, «Ensayo de una teoría antropológica de las ceremonias», El Basilisco, primera época, nº 16, pp 15-16) que lleva a efecto la influencia de la sociedad anterior sobre la posterior, aún cuando en ocasiones, el resultado de este efecto se manifieste como rechazo a la experiencia precedente. Por lo que las cualidades de ese hombre nuevo (hombre patriota, digno, con sentido de la justicia, solidario, desenvuelto e independiente) constituyen la síntesis de lo me jor de las cualidades de la mezcla de pueblos que dieron origen a lo cubano y son las cualidades que queremos preservar, mantener y generalizar a nivel de la sociedad. O sea, estamos hablando de un hombre que de alguna manera y en cierta cantidad existe y existió y que se personaliza indistintamente en próceres y líderes del proceso, (como puede ser Martí o Maceo, Ché o Camilo Cienfuegos) o en personalidades destacadas del pueblo cubano (como pueden ser Javier Sotomayor o Silvio Rodríguez).

De tal forma el problema del hombre nuevo está planteado en términos del presente y a partir del referente pasado de nuestra historia, nuestra cultura y nuestras tradiciones.

 
2. Reflexiones sobre la «renuncia a la idea de una clase universal con significado político efectivo» (a partir de Gustavo Bueno, Primer ensayo sobre las categorias de las “Ciencias Políticas”, pp 102-116).

Aceptando que la «prueba de la práctica» sostiene a esta idea, la salida ante esta situación que brinda Bueno es la que nos condujo a las valoraciones siguientes:

Como soy de los que, estando de acuerdo con la necesidad del conocimiento político, también considero lo propio acerca de una praxis política, comienzo el análisis de la cuestión por la parte que no queda clara en la exposición de Bueno. Nos referimos al hecho de que si la forma normativa de la universalidad está contenida en el propio enfrentamiento dialéctico de los autologismos, es decir en los dialogismos y la contradicción dialéctica de los dialogismos supone una igualdad racional, que en una perspectiva materialista, subordina dicha igualdad a la posesión por parte de los sujetos respectivos, de instrumentos, bienes y cultura que los permitan medirse y ser escuchados por otros, lo cual presupone de algún modo el socialismo, al parecer a finales de siglo nos encontramos prácticamente sin alternativas de transformación política universal, pues estas condiciones socialistas son escasas y precarias luego del derrumbe del sistema socialista mundial.

Sin embargo, si hacemos un análisis de los planteamientos clásicos del marxismo al respecto, encontramos un planteo lógico adecuado, tal y como también admite Bueno y la explicación de una «confusión» que quizás desarmó la práctica socialista desde sus orígenes.

Marx y Engels estudiaron la Historia Universal (su proceso revolucionario) para poder entender, explicar e interactuar en el proceso revolucionario de su época (lo mismo hizo posteriormente Lenin) en este sentido ellos plantean que la historia de la humanidad no ha sido más que la historia de la lucha de clases (Manifiesto del Partido Comunista) y enfocan al movimiento comunista (transformación revolucionaria, proceso revolucionario de anulación y superación del orden de cosas existente en la sociedad capitalista) como un movimiento (proceso) mundial (Ideología Alemana).

Por ello analizan a la revolución comunista, como proceso mundial, como revolución universal (F. Engels, Principios del Comunismo).

Para ambos pensadores, la organización capitalista de la sociedad después de significar un jalón revolucionario y descomunal en el desarrollo de la tecnología y la producción, se convertiría en traba de éste, generaría un estancamiento histórico y propiciaría así las tensiones que traerían, necesariamente la revolución social. En su pronóstico sería el proletariado (motivado por su situación objetiva) en los países capitalistas de avanzada, el llamado a realizar la revolución, lo cual se concebía en términos de triunfo universal.

Sin embargo la concepción teórica esbozada anteriormente, no se materializó en la práctica. El socialismo no fue el resultado deun parto natural salido de la propia lógica del agotamiento del capitalismo más desarrollado, sino un parto necesario pero prematuro (y en ocasiones forzado) en el contexto del capitalismo periférico y deformado.

Es el modelo teórico leninista el que se lleva a la práctica a principios de siglo, debido a diversas circunstancias históricas.

Es necesario aquí analizar el hecho de la contradicción (aparente) entre la posición de Lenin y la de Marx. Lenin esboza su criterio respecto a la posibilidad de que el socialismo triunfase, primero en un grupo de países y luego en otros o incluso en un solo país capitaslista («La consigna de los E.U. de Europa»), pero nunca se opuso a la concepción o modelo marxista, su análisis más bien fue, un complemento al análisis de Marx en condiciones históricas nuevas y partiendo de la contradicción principal del momento que le tocó vivir. Nos referimos a la contradicción «centros-periferias» o «países ricos-países pobres» o como prefiera designársele, ya que en las condiciones de la era imperialista, el centro capitalista desarrollado, pudo sortear sus dificultades de acumulación y con ellas las tensiones sociales, a partir de su propia restructuración en varias ocasiones y de la explotación de los países periféricos. La necesidad de cambio por tanto, no vino dada porque el sistema capitalista como tal agotara sus posibilidades de desarrollo, sino porque el peculiar sistema de capitalismo periférico en el que estaban inmersos la gran totalidad de países del mundo impedía un desarrollo capitalista similar al Europeo Occidental o Norteamericano del siglo XIX, y porque la política imperialista hacia ellos les negaba la mínima independencia para explorar un camino de reformas con qué paliar la situación.

Las dudas que respecto al hecho de que Rusia se encontraba en esta situación nos la aclara el propio Lenin en su polémica con Sujanov cuando plantea: «¿Pero no podía un pueblo que se encontró con una situación revolucionaria como la que se formó durante la primera guerra imperialista, no podía bajo la influencia de su situación desesperada, lanzarse a una lucha que le brindara por lo menos algunas perspectivas de conquistar para sí condiciones no del todo habituales para el ulterior incremento de la civilización?» (V.I. Lenin, Nuestra Revolución, O.E., t. 3, p. 787). Lenin hace énfasis en la peculiaridad rusa sin negar la teoría marxista su intención primordial no es el socialismo propiamente dicho sino que su modelo «coyuntural» muestra la «posibilidad de pasar de una manera diferente que en todos los demás países del occidente de Europa a la creación de las premisas fundamentales de la civilización» (ob.cit., p. 788).

Este modelo tenía su condicionamiento objetivo en el elevado porcentaje de analfabetismo de Rusia (68,1%), en el escaso número de su proletariado, en el hecho de que el partido bolchevique contaba apenas con 240 000 miembros en Octubre del 17, &c. (véase V.F. Titov, «Acerca de la cuestión del desarrollo de la concepción marxista leninista del socialismo», Rev. Comunismo Científico, nº 10 de 1989, en ruso el original). En estas circunstancias, lo que aparecía claramente obstaculizando el desarrollo económico no era el carácter privado de los medios locales de producción, sino el conjunto de estructuras deformadas por su sometimiento a una hegemonía y control extranjeros, esta es la contradicción de carácter inmediato (o principal) que entendió, planteó y pensó resolver Lenin. No obstante él mismo planteó, adelantó, el carácter fundamental (mediato) de la contradicción Socialismo vs. Capitalismo, por depender de una alternativa racional al capitalismo, en última instancia la solución de la contradicción principal (véase V.I. Lenin, Con motivo del IV Aniversario de la Revolución de Octubre, O.E., t. 3, pp. 658-662). Su dialéctica es precisa, ambas contradicciones se entrecruzan, pero tienen lugar en esa época transitoria que todavía no es socialista pero que dejó de ser el capitalismo clásico. La Revolución en su modelo coyuntural es un proceso enmarcado en una época matizada por diversas contradicciones como propiamente aclara en varias de sus obras en donde plantea que el proceso de la Revolución Socialista no debe considerarse un acto único sino toda una época de violentas conmociones políticas y económicas de luchas de clases enconada al extremo, de guerra civiles, de revoluciones y contrarrevoluciones y enfatiza en que la revolución socialista no puede ser otra cosa que una explosión de la lucha de masas de todos y cada uno de los oprimidos y los descontentos; es inconcebible sin insurrecciones de las naciones pequeñas en las colonias y en Europa, sin explosiones revolucionarias de una parte de la pequeña burguesia con todos sus prejuicios. Por eso la victoria del socialismo no podrá depurarse en el acto ni mucho menos de las escorias pequeño-burguesas (véase La consigna..., Ob.cit. y V.I. Lenin, Balance de la discusión sobre la autodeterminación, O.C. t. 30, pp. 54-55).

El análisis es claro, dialéctico y sin embargo el afán independentista de los pueblos periféricos y la inflexibilidad de los centros de poder imperialistas hicieron que en la medida en que era más dificil generar cambios dentro del régimen capitalista, la opción de romper con el Sistema Capitalista Mundial bajo una concepción socialista se tornó atractiva para los pueblos más atrasados. Nacionalismo y Socialismo se fundían en la medida en que éste último, era la única posibilidad de hacer al primero viable. Esta fue la forma socialista conocida de Octubre a nuestros días, forzado en su nacimiento en muchas ocasiones y que no podía subvertir con potencia las relaciones capitalistas engrasadas durante siglos, así la inmediatez de una contradicción Centros vs. Periferia, se tomó por otra, o sea Capitalismo vs. Socialismo y se trató de resolver en la misma forma inmediata que lo pedía la primera, la realidad que tuvo que enfrentar «El Socialismo» en su nacimiento marcó así de modo definitivo su praxis, generando reajustes dramáticos al proyecto teórico que no por inevitables dejaron de traumatizar el curso de su desarrollo. Quienes apremiados por las tareas de supervivencias, la consolidación del poder y la industrialización acelerada perdieron de vista que se precisaba lograr el objetivo del modelo leninista bajo formas socialistas de organización social corrían el riesgo de que su intención de construir el socialismo deviniese (como ocurrió) una transición del capitalismo periférico al capitalismo periférico bajo formas más o menos socialistas, este camino lo legó Stalin con su modelo de «Socialismo de Estado» el cual hizo perderse a los «Estados Socialistas» en el laberinto de la transición sin llegar a entroncar con formas socialistas más acabadas.

La historia del socialismo mundial está indisolublemente ligada a este contexto a partir del cual hay que examinar sus resultados.

A nuestro juicio el derrumbe del Sistema Socialista Mundial no indica la bancarrota del socialismo como sistema social alternativo al capitalismo y mucho menos como teoría revolucionaria lo que indica es la bancarrota del modelo stalinista y la necesidad de elaboraciones teóricas que partiendo de una perspectiva materialista y dialéctica sean capaces de dar una orientación política práctica a las fuerzas de izquierda que existen a nivel mundial, en este sentido no se puede dejar de tener en cuenta la concepción sobre la que concibió su modelo de dessarrollo socialista Lenin. Aunque criticado fuertemente por el Eurocomunismo, el leninismo parece ser una experiencia teórica y práctica no estudiada y explotada suficientemente por las fuerzas revolucionarias ya que su planteamiento de enfocar la Revolución Socialista como proceso mundial es la pista para la solución que a nuestro juicio puede llenar el espacio que percibimos vacio en la propuesta de Bueno a la que hacemos referencia inicialmente. Se trataría por tanto de la reelaboración teoríaacerca de las formas de acceso y tránsito al poder por parte de los desposeidos en condiciones de dominio totalizador del imperialismo y dicha reelaboración tendrá necesariamente que tener en cuenta en primer término al Tercer Mundo, pues ahí donde está el polo débil de la contradicción inmediata que se debe resolver en nuestro tiempo, o sea la renuncia a la idea de una clase universal con significado político efectivo, la entendemos si se trata de la clase original a la que se refirió Marx en el siglo pasado, pero no hay dudas de la universalidad en las condiciones de nuevos tipos de asalariados en el mundo y sobre todo de la universalidad de estas condiciones en los polos contrapuestos de este mundo y en primer lugar en el «tercer mundo» que es donde estos nuevos asalariados son más explotados y donde expresan actitudes más revolucionarias. Se trata por tanto de impedir nuevamente (a través del desarrollo de una teoría política actualizada) que se confunde el orden en que deben comenzar a solucionarse las contradiciones de nuestra época, para evitar que las fuerzas revolucionarias asuman tareas irrealizables, otra cosa ya sería que no hay que descuidar para nada la teoría clásica acerca del enfrentamiento Trabajo-Capital en los países capitalistas desarrollados, ni las variantes de la misma, pues a fin de cuentas no pretendemos negar la justeza y la lógica de los planteamientos marxistas clásicos, sino encontrar las vias para su realización adecuada en las condiciones históricas en que nos encontramos.