Filosofía en español 
Filosofía en español

Mortimer Jerome Adler  1902-2001

Mortimer Jerome Adler Ideólogo norteamericano que, tras la Segunda Guerra Mundial, impulsó una consolidación doctrinal del imperio norteamericano mediante la difusión de los clásicos de la filosofía y de la cultura desde una suerte de neoescolástica filotomista. Nacido en Nueva York el 28 de diciembre de 1902, murió en su casa de San Mateo, California, el 28 de junio de 2001. A los catorce años comienza a colaborar en el Sun de Nueva York, iniciando una carrera de periodista que compatibiliza con estudios nocturnos en la Universidad de Columbia. Al parecer la autobiografía de John Stuart Mill, en la que el filósofo inglés asegura que leía a Platón cuando sólo tenía cinco años, le incita al estudio de los clásicos y a interesarse por la filosofía. En Columbia recibe influjos del filósofo pragmatista John Dewey (1859-1952) y sobre todo del profesor de literatura y ensayista John Erskine (1879-1951) –quien ya desde 1920, con su mentor, Georg Edward Woodberry, venía organizando en Columbia unos cursos voluntarios sobre «grandes libros», y que se llevó consigo a Adler a la Universidad de Chicago, cuando se trasladó a esa ciudad–.

En 1927 publica su primera obra, Dialéctica, en la que glosa las grandes ideas filosóficas y religiosas que han conformado la civilización occidental. Comienza a trabajar como profesor de filosofía en la Universidad de Chicago, pero sus métodos, basados en la lectura, discusión y análisis de los clásicos, buscando una integración de la filosofía con las restantes disciplinas académicas, provocan conflicto con los hábitos de sus colegas de facultad, que se resuelve con el traslado de Adler en 1931 a la Facultad de Derecho, como profesor de filosofía del derecho. En 1936 publica La educación superior en América, en 1937 Lo que el hombre ha hecho del hombre y en 1940 Cómo leer un libro, obra que alcanza gran difusión, numerosas reediciones, y le hace ganar prestigio y popularidad.

Mortimer Jerome Adler En 1945, cuando el desenlace de la guerra mundial facilitaba la consolidación de los Estados Unidos de Norteamérica como el nuevo Imperio hegemónico occidental enfrentado al Imperio soviético, supo Adler advertir que era imprescindible reconstruir el sistema de ideas sobre el que fundamentar todo ese «Mundo Occidental» que ahora podían capitanear. Cincuenta años antes los franceses, en otro de esos intentos por saciar sus siempre frustradas querencias imperiales, habían encontrado en Andrés Lalande el apóstol de una voluntad asimilacionista, asentada en cierta «razón constituyente» unificadora, que esperaba alcanzar la globalización filosófica (de la lengua francesa) mediante esa reducción que es el Vocabulario técnico y crítico de la filosofía (pero que no sobrepasó más allá del entorno gremial filosófico francés, y su área de influencia). Y acababa de producirse el desenlace del ansia germana por reducir el mundo, la filosofía, e incluso la condición humana misma, al imperio de la lengua alemana: el activismo nazi y los campos de exterminio habían alcanzado su apoteosis, y el consiguiente aniquilamiento militar no era sino la prueba suprema de la cruda objetividad histórica. Mortimer Adler, que en 1944 había publicado Cómo pensar la guerra y la paz, dedica siete años a su ambicioso proyecto de sistematización globalizadora, desde la lengua inglesa, de los grandes Libros y las grandes Ideas de la tradición occidental.

El resultado del proyecto de Adler y sus colaboradores fue publicado en 1952 por la Enciclopedia Británica, bajo la supervisión de la Universidad de Chicago. [La Enciclopedia Británica, que comenzó a prepararse en Edimburgo en 1768 y conoció su primera edición en 1771, desde principios del siglo XX era ya una empresa norteamericana: la decimoprimera edición (1910-1911) se publicó todavía en colaboración con la Universidad de Oxford, pero cuando la decimocuarta edición (1929), incluso la empresa estaba ya asentada en Estados Unidos. La Universidad de Chicago fue fundada en 1891 por la Sociedad de Educación Baptista Americana, con el patrocinio económico del magnate petrolífero John D. Rockefeller: «mi mejor inversión», aseguró una vez consolidada.]

Se trata de una colección de 54 volúmenes: Great Books of the Western World. Los volúmenes 4 a 54 ofrecen versiones en inglés de las 443 obras seleccionadas como grandes libros del mundo occidental, estando dedicados los volúmenes a los siguientes autores: 4: Homero; 5: Esquilo, Sófocles, Eurípides, Aristófanes; 6: Herodoto, Tucídides; 7: Platón; 8 y 9: Aristóteles; 10: Hipócrates, Galeno; 11: Euclides, Arquímedes, Apolonio, Nicómaco; 12: Lucrecio, Epicteto, Marco Aurelio; 13: Virgilio; 14: Plutarco; 15: Tácito; 16: Tolomeo, Copérnico, Kepler; 17: Plotino; 18: Agustín; 19 y 20: Tomás de Aquino; 21: Dante; 22: Chaucer; 23: Maquiavelo, Hobbes; 24: Rabelais; 25: Montaigne; 26 y 27: Shakespeare; 28: Gilbert, Galileo, Harvey; 29: Cervantes; 30: Francis Bacon; 31: Descartes, Espinosa; 32: Milton; 33: Pascal; 34: Newton, Huygens; 35: Locke, Berkeley, Hume; 36: Swift, Sterne; 37: Fielding; 38: Montesquieu, Rousseau; 39: Adam Smith; 40 y 41 Gibbon; 42: Kant; 43: Independencia americana, federalistas, J. S. Mill; 44: Boswell; 45: Lavoisier, Fourier, Faraday; 46: Hegel; 47: Goethe; 48: Melville; 49: Darwin; 50: Marx, Engels; 51: Tolstoy; 52: Dostoieski; 53: William James; y 54: Freud.

Pero esta colección no hubiera pasado de una antología de textos más o menos bien seleccionada de no haber sido por los tres primeros volúmenes, que ofrecen la clave sistemática buscada por Mortimer Adler. En el primero de ellos, The Great Conversation, se incluye la fundamentación teórica del proyecto y la pragmática relación de quienes, con sus aportaciones económicas, permitieron su culminación. La Gran Conversación es el rótulo que utiliza Adler para bautizar esa ideología armonista desde la que busca la reconstrucción sistemática del mundo de postguerra: «Estamos tan preocupados como cualquiera otro con el abismo en el que la civilización Occidental parece haberse zambullido. Creemos que las voces que pueden restaurar la cordura a Occidente son las de aquellas que han tomado parte en la Gran Conversación...»

Los tomos 2 y 3 contienen la obra sistemática propiamente dicha: Las grandes Ideas, un syntopicon de los grandes libros del mundo occidental (se trata de dos tomos de 1082 y 1346 páginas). Este syntopicon, entendido por Adler como un «instrumento para la educación liberal», y no sólo como un índice de los asuntos tratados en los «grandes libros», está compuesto por ciento dos capítulos, dedicados a otras tantas Ideas. Cada una de estas Ideas recibe un tratamiento similar: una introducción, el índice jerarquizado de asuntos, las citas a los lugares de los grandes libros donde se tratan esos asuntos, referencias cruzadas y lecturas adicionales.

Así, por ejemplo, la primera Idea analizada (según el orden alfabético del inglés) es «Angel». Se distinguen ocho epígrafes para tratar esa idea (que luego se subdividen a su vez): 1. Deidades inferiores o semi dioses en las religiones politeístas, 2. Consideración filosófica de las inteligencias puras, las sustancias espirituales y las personas sobrehumanas, 3. La concepción de los ángeles en la doctrina judeo cristiana, 4. Comparación de los ángeles con los hombres y con los espíritus incorpóreos: su relación con lo sagrado en los coros celestiales, 5. Distinción y comparación entre los ángeles buenos y los malos, 6. El papel de los ángeles en el gobierno del universo, 7. Dios y el Demonio, 8. Críticas y sátiras respecto a las creencias en ángeles y demonios. En este caso dieciocho páginas, la mitad de ellas de referencias bibliográficas sistemáticamente organizadas.

Como puede entenderse la presencia de Aristóteles y de Santo Tomás de Aquino (que junto con Shakespeare y Gibbon son los únicos que merecen dos volúmenes en la colección de grandes libros) es muy abundante. Además de Cervantes, figuran los siguientes autores hispanos de los que se ofrecen citas precisas, como lecturas adicionales: Pedro Alfonso (1062-c1110), Pedro Hispano (c1210-1277), Raimundo Lulio (1235-1315), Gutierre Díaz de Gamez (c1379-c1450), Francisco de Vitoria (c1480-1546), San Ignacio de Loyola (1491-1556), Juan Luis Vives (1492-1540), Domingo de Soto (1494-1560), Santa Teresa de Jesús (1515-1582), Juan de Mariana (1536-1624), San Juan de la Cruz (1542-1591), Mateo Alemán (1547-c1614), Francisco Suárez (1548-1617), Tirso de Molina (c1570-1648), Juan de Santo Tomás (1589-1644), Pedro Calderón de la Barca (1600-1681), Baltasar Gracián (1601-1658), Jorge Santayana (1863-1952), Miguel de Unamuno (1864-1936), José Ortega y Gasset (1883-1955), Salvador de Madariaga (1886-1978) y Joaquín Xirau (1895-1946).

Los ciento dos capítulos dedicados a las grandes Ideas son los siguientes (el número corresponde al número de capítulo, según la ordenación alfabética de las ideas nombradas en lengua inglesa): 88 Alma, 50 Amor, 1 Angel, 2 Animal, 3 Aristocracia, 4 Arte, 5 Astronomía, 6 Belleza, 30 Bien y mal, 10 Cambio, 76 Cantidad, 74 Castigo, 8 Causa, 83 Ciencia, 11 Ciudadano, 43 Conocimiento, 12 Constitución, 14 Costumbre y convención, 75 Cualidad, 19 Deber, 15 Definición, 16 Democracia, 17 Deseo, 27 Destino, 18 Dialéctica, 29 Dios, 20 Educación, 21 Elemento, 22 Emoción, 87 Esclavitud, 89 Espacio, 90 Estado, 23 Eternidad, 24 Evolución, 25 Experiencia, 26 Familia, 33 Felicidad, 66 Filosofía, 67 Física, 28 Forma, 31 Gobierno, 98 Guerra y paz, 32 Hábito, 36 Hipótesis, 34 Historia, 51 Hombre, 35 Honor, 37 Idea, 39 Inducción, 40 Infinito, 38 Inmortalidad, 41 Juicio, 42 Justicia, 45 Lenguaje, 46 Ley, 47 Libertad, 49 Lógica, 52 Matemáticas, 53 Materia, 54 Mecánica, 55 Medicina, 56 Memoria e imaginación, 58 Mente, 57 Metafísica, 82 Mismo y otro, 59 Monarquía, 102 Mundo, 60 Naturaleza, 61 Necesidad y contingencia, 62 Oligarquía, 64 Opinión, 65 Oposición, 86 Pecado, 68 Placer y dolor, 69 Poesía, 9 Posibilidad, 70 Principio, 72 Profecía, 71 Progreso, 73 Prudencia, 77 Razonamiento, 78 Relación, 79 Religión, 81 Retórica, 80 Revolución, 99 Riqueza, 101 Sabiduría, 84 Sentido, 7 Ser, 85 Signo y símbolo, 91 Templanza, 92 Teología, 93 Tiempo, 95 Tiranía, 44 Trabajo, 96 Universal y particular, 63 Uno y múltiple, 13 Valor, 94 Verdad, 48 Vida y muerte, 97 Virtud y vicio, y 100 Voluntad.

Obsérvese que Ideas como las de Gracia o Cultura no han merecido entrada propia, aunque sí pueden encontrarse los lugares donde han sido mencionadas en un índice de términos que figura al final del syntopicon.

A la presentación de la gran obra fueron invitadas figuras relevantes, entre ellas el teólogo francés Jacques Maritain, quien, en las palabras que pronunció en el acto celebrado en abril de 1952, glosó la importancia de la obra y en particular del syntopicon y expresó el siguiente deseo: «El Syntopicon aparece como un punto de partida. Esperemos que el paso siguiente sea un resumen –que el Sr. Adler llama una Summa Dialectica– si no de principios y certezas teóricas aceptadas por el intelecto Occidental, sí al menos de las cuestiones cruciales ante las que nos enfrentamos y de las respuestas diferentes que se pueden ofrecer».

El éxito editorial de los Grandes Libros y de las Grandes Ideas ha sido muy grande durante la segunda mitad del siglo XX. En varias facultades humanísticas de universidades norteamericanas el Syntopicon sirve incluso como guía para organizar los estudios. La primera edición de los 54 volúmenes de 1952 fue objeto de numerosas reimpresiones (por ejemplo, disponemos de la vigésimo primera, publicada en 1977).

Pero en la versión de 1986 se introdujo una modificación importante en el Syntopicon (apreciable ya en una significativa disminución del número de páginas que forman los dos tomos, que perdieron más de setecientas páginas sin que se modificase ni el formato de la caja ni el tamaño de la letra: antes tenían los dos tomos del syntopicon 1082 y 1346 páginas, desde 1986 pasaron a tener 750 y 932 páginas). ¿Qué pudo haber sucedido? Pues que, mientras que las citas del Syntopicon ofrecían antes las referencias íntegras (incluso de forma canónica, lo que permitía manejar cualquier otra edición de esos textos), además de las páginas correspondientes a GBWW; a partir de 1986 el Syntopicon sólo ofrece ya las páginas correspondientes a la propia obra (perdiendo así buena parte del valor bibliográfico que tenían esos dos tomos por sí mismos) y elimina algunas referencias. Veamos un ejemplo de esta decadencia que advertimos:

Syntopicon desde 1952 hasta 1985
Angel. 2b. Nuestro conocimiento de seres inmateriales
17 PLOTINO: Eneada tercera, TR VIII, CH 8-10 132d-136a
18 AGUSTIN: Confesiones, BK XII, par 2-9 99c-101c
19 AQUINO: Summa Theologica, PART I, Q 50, A 2, ANS 270a-272a; Q 84, A 7, REP 3 449b-450b; Q 88, AA 1-2 469a-472c; Q 94, A 2 503a-504a; Q III, A I, REP 3 568c-569b; PART I-II, Q 3, A 6, ANS 627b-628a; A 7 628a-d
20 AQUINO: Summa Theologica, PART III SUPPL, Q 92, A I, ANS and REP 9 1025c-1032b
30 BACON: Advancement of Learning, 41d-42a
31 DESCARTES: Objeciones y Respuestas, 122c
35 LOCKE: Entendimiento humano, BK II, CH XV, SECT II 165a-b; CH XXIII, SECT 5 205a-b; SECT 13 207d-208b; SECT 15-37 208c-214b; BK III, CH VI, SECT 11-12 271b-272b; CH XI, SECT 23 305a-b; BK IV, CH III, SECT 17 317c; SECT 27 321d-322a; CH VI, SECT 14, 336a-b; CH XI, SECT 12 357c-d; CH XVI, SECT 12 370b-371a
35 BERKELEY: Conocimiento humano, SECT 27 418a-b; SECT 81 428c-d; SECT 89 430b-c; SECT 135-145 440a-442a
 
Syntopicon «degenerado» desde 1986
Angel. 2b. Nuestro conocimiento de seres inmateriales
17 PLOTINO, 132-136
19 AQUINO, 270-272, 449-450, 469-472, 503-504
30 BACON, 41-42
31 DESCARTES, 122
35 LOCKE, 205, 207-21, 271-272, 317, 321-322, 357, 370-371
35 BERKELEY, 418, 428, 430, 440-442

Como complemento a estas obras, entre 1961 y 1998 se publican los anuarios titulados The Great Ideas Today, editados por Robert Maynard Hutchins (Presidente, Centro para el Estudio de las Instituciones democráticas y Editor en jefe de Great Books of the Western World) y por Mortimer Jerome Adler (Director, Instituto para la Investigación Filosófica y Editor en jefe de The Great Ideas: A Syntopicon of GBWW). Estos anuarios tienen el mismo formato que la obra de la que son complemento y están divididos en cuatro partes: la primera ofrece un symposium sobre algún asunto actual, con cuatro o cinco colaboraciones a cargo de personalidades diversas; en la segunda se ofrece un balance anual del desarrollo de las artes y las ciencias; la tercera se titula estatus contemporáneo de una gran idea; y la cuarta añadidos a la biblioteca de grandes libros. Así, por ejemplo, The Great Ideas Today 1968 ofrece, entre otros contenidos, un symposium sobre «Ideas y Política», con textos del senador Eugene J. McCarthy, Theodore C. Sorensen, Richard H. Rovere y Arthur Schlesinger Jr.; y un análisis y bibliografía de la Idea de Igualdad (que no figura entre las 102 tratadas en el syntopicon); y en The Great Ideas Today 1969 se dedica el symposium a «La Universidad hoy», con textos de Clark Kerr, Edward H. Levi, Noam Chomsky, John R. Seeley y el propio Mortimer J. Adler; en la parte dedicada a las Ideas escribe Etienne Gilson, «La Idea de Dios y los problemas del Ateísmo»; y entre los textos se incluye el Proslogion de San Anselmo, y una selección de materiales sobre la idea de universidad en el siglo XIX, con escritos de Guillermo de Humboldt, el cardenal Newman y John Stuart Mill.

En 1990 aparece una segunda edición actualizada de GBWW, en 60 volúmenes (en la que el syntopicon ocupa los dos primeros volúmenes, pues La gran conversación, antiguo primer tomo, se ve reducida a un opúsculo publicado aparte). El éxito de esta nueva edición sigue siendo grande: en 1996 se puso a la venta su sexta reimpresión. Los 60 volúmenes suman 37.000 páginas y contienen 517 obras íntegras. En sus anuncios aseguran que «150 universitarios han trabajado elaborando el Syntopicon durante 10 años».

La obra fue también dirigida por Mortimer Adler, y en su consejo editorial figuraba por ejemplo el economista John Kenneth Galbraith. En esta segunda edición fueron retiradas cuatro obras presentes en la primera: el tratado de las Cónicas de Apolonio, la Teoría analítica del calor de Fourier, Tom Jones de Fielding y Tristram Shandy de Sterne. Entre los autores anteriores al siglo XX se incrementó notablemente la presencia de franceses: Moliere, Racine, Voltaire, Diderot, Balzac y Tocqueville. No deja de ser curioso que se dedicase ahora todo un tomo a Calvino, y que se diese entrada a Erasmo. Se incorporan también Austen, Eliot, Dickens, Twain, Ibsen, Kierkegaard, Nietzsche, y todos los autores correspondientes a los nuevos tomos, del 55 al 60. Así quedó la nueva selección: 3: Homero; 4: Esquilo, Sófocles, Eurípides, Aristófanes; 5: Herodoto, Tucídides; 6: Platón; 7 y 8: Aristóteles; 9: Hipócrates, Galeno; 10: Euclides, Arquímedes, Nicómaco; 11: Lucrecio, Epicteto, Marco Aurelio, Plotino; 12: Virgilio; 13: Plutarco; 14: Tácito; 15: Tolomeo, Copérnico, Kepler; 16: Agustín; 17 y 18: Tomás de Aquino; 19: Dante, Chaucer; 20. Calvino, 21: Maquiavelo, Hobbes; 22: Rabelais; 23: Erasmo, Montaigne; 24 y 25: Shakespeare; 26: Gilbert, Galileo, Harvey; 27: Cervantes; 28: Bacon, Descartes, Espinosa; 29: Milton; 30: Pascal; 31: Moliere, Racine. 32: Newton, Huygens; 33: Locke, Berkeley, Hume; 34: Swift, Voltaire, Diderot; 35: Montesquieu, Rousseau; 36: Adam Smith; 37 y 38 Gibbon; 39: Kant; 40: J. S. Mill; 41: Boswell; 42: Lavoisier, Faraday; 43: Hegel, Kierkegaard, Nietzsche; 44. Tocqueville; 45: Goethe, Balzac; 46. Austen, George Eliot, 47. Dickens, 48: Melville, Twain; 49: Darwin; 50: Marx, Engels; 51: Tolstoy; 52: Dostoieski, Ibsen; 53: William James; 54: Freud; 55. William James, Bergson, Dewey, Whitehead, Russell, Heidegger, Wittgenstein, Barth; 56: Poincare, Planck, Whitehead, Einstein, Eddington, Bohr, Hardy, Heisenberg, Schrodinger, Dobzhansky, Waddington; 57: Veblen, Tawney, Keynes; 58: Frazer, Weber, Huizinga, Levi-Strauss; 59: Henry James, Shaw, Conrad, Chejov, Pirandello, Proust, Cather, Mann, Joyce; y 60: Woolf, Kafka, Lawrence, T.S. Eliot, O'Neill, Fitzgerald, Faulkner, Brecht, Hemingway, Orwell, Beckett.

En esta segunda edición de 1990, aunque el syntopicon fue retocado, mantuvo sus dos tomos y los ciento dos capítulos dedicados a las mismas grandes Ideas. Al aparecer esta segunda edición le reprocharon no haber incluido autores negros en su antología: contestó Adler, en Los Angeles Times, asegurando que, si no lo había hecho, era porque «no habían escrito ningún buen libro».

Sin embargo en septiembre de 1997 Mortimer Adler se lamentaba, en un correo difundido por una lista de discusión vía internet, de haberse olvidado de incluir el Corán entre las obras de referencia a las que se remite desde las entradas del syntopicon, donde el Antiguo y el Nuevo Testamento están bien presentes. ¡Lástima que, por un par de meses, no pudiera llegar a conocer esa gran conversación que se inició en su ciudad natal, el once de septiembre de 2001!

Mortimer Adler, a lo largo de su larga vida y de su abundante producción escrita, ha influido en no pocas iniciativas «filosóficas» desarrolladas en los Estados Unidos de Norteamérica, cuando no ha sido él mismo su promotor: la Fundación de los Grandes Libros desde los cuarenta (que impulsó junto con Robert Maynard Hutchins), el Instituto Aspen desde los cincuenta, el Instituto de Investigaciones Filosóficas, el programa Paideia que impulsó en los ochenta, la Academia Angelicum, el Centro para el Estudio de las Grandes Ideas (que fundó junto con Max Weismann) en los noventa, su presencia en programas de televisión, la Academia Radical, &c.

Las posiciones que animan a quienes se mueven en el entorno ideológico de Mortimer Adler pueden leerse en el manifiesto de la Academia Radical, una de las instituciones por él inspiradas (y que se presenta como continuadora de un realismo filosófico donde las personalidades de referencia son Aristóteles, Santo Tomás, el propio Mortimer Adler, Jacques Maritain y John Wild; y donde dicen seguir la tradición liberal clásica de John Locke y de Thomas Jefferson). Vertimos a la lengua la parte en la que definen las falsas filosofías a las que se oponen:

Doctrinas a las que nos oponemos

«La Academia Radical, en tanto es un foro abierto a la discusión y da la bienvenida a todos para debatir las cuestiones, se opone intelectualmente, sin embargo, a los siguientes dogmas filosóficos, tal como se aplican normalmente en el contexto de nuestras experiencias comunes objetivas. Es opinión de la Academia que cada uno de estos dogmas, cuando se aplica a los asuntos humanos corrientes, contribuye a su manera al incremento de las tonterías filosóficas:

Escepticismo universal (la doctrina de que nada existe en absoluto o de que el conocimiento es imposible. No hay, por lo tanto, nada verdadero o falso, acertado o erróneo); Idealismo metafísico (la doctrina de que nada existe excepto ideas o pensamientos; la realidad material es una ilusión. La mente es la única cosa existente); Materialismo metafísico (la doctrina de que nada existe excepto la materia en movimiento, la realidad material. La mente no es más que una entidad material); Cientificismo (la doctrina de que nada existe salvo lo que puede ser medido con los instrumentos de ciencia. Realidad = el universo material); Politicismo (la doctrina de que todos los problemas humanos son políticos por naturaleza y que su solución debe ser política. Las elecciones públicas determinan la verdad y la moralidad); Determinismo (la doctrina de que los seres humanos no poseen libre albedrío; todo comportamiento está determinado. No hay ninguna responsabilidad «personal» en las conductas); Subjetivismo epistemológico (la doctrina según la cual la verdad objetiva es imposible; la verdad es completamente relativa); Relativismo moral (la doctrina que sostiene que los principios morales objetivos no existen; pues los principios morales son siempre relativos. Nada es básicamente moral o inmoral); Colectivismo social (la doctrina por la que los individuos humanos viven sólo en función del Estado o de la sociedad, de donde provienen todos sus derechos); Positivismo legal (la doctrina que sostiene que todos los derechos humanos están garantizados y puede ser ejercitados por el Estado o la sociedad; no hay derechos naturales).

Cada una de las susodichas doctrinas es falsa y, por lo tanto, no tienen sentido. Pero cada uno de los dogmas antedichos es en cierta medida un dogma de control en el mundo de hoy, incluso en los Estados Unidos de Norteamérica. Si se pregunta por qué nuestras sociedades y nuestras culturas se encuentran hoy en tal situación de caos, se debe precisamente al grado de influencia que cada uno o varios de los mencionados dogmas dominantes están ejerciendo en el pensamiento y en las formulaciones políticas seguidas.»

[de la presentación que ofrece por internet The Radical Academy, “el centro de la filosofía aplicada”.]

Mortimer Adler, que se autodefinió durante décadas como «pagano», decidió, ya octogenario, abrazar el cristianismo. Y confundido por la secta de los episcopalianos, en la que militaba su esposa, recibió el bautismo el 21 de abril de 1984 de manos de un clérigo sucesor de aquellos emigrantes anglicanos secesionistas. Pero, quince años después, una vez fallecida su esposa Carolina en 1998, el escolástico neotomista que fue Adler toda su vida, cerca ya de los cien años, alcanzó a entender la indudable superioridad que representa el Obispo de Roma sobre el Arzobispo de Canterbury, y sin duda influido por el alegato profilosófico que supuso la encíclica Fides et Ratio, abrazó al año siguiente el catolicismo, en diciembre de 1999, con gran alborozo de la ortodoxia católica toda:

El impacto de una conversión en el ocaso de una vida

«Mortimer J. Adler se ha convertido en uno de los filósofos más conocidos del siglo XX por su difusión de la filosofía clásica y su contribución al resurgimiento de los estudios sobre Santo Tomás de Aquino, pese a que siempre se confesó no creyente. Al cumplir 97 años de edad, Adler ya no es noticia por sus debates filosóficos sino por haberse convertido al catolicismo, fe que siempre estuvo «rondando» desde una perspectiva intelectual y que ahora abraza como el fundamento de toda su existencia.

Camino al bautismo. El Obispo Emérito de San José, en el estado norteamericano de California, Mons. Pierre Dumaine, confirmó las declaraciones de una fuente cercana al filósofo sobre la conversión de Adler y señaló que el prestigioso filósofo fue bautizado y confirmado en diciembre pasado. Para los observadores, el célebre pensador ateo mantuvo su conversión en silencio por ese celo que siempre mantuvo hacia su privacidad y su frágil salud; pero a pocos cogió de sorpresa por sus varios años «de diálogo con la fe católica». «Hemos estado esperando a Mortimer por cien años», señaló el profesor de filosofía de Notre Dame, Ralph McInerny. «No es el camino a Damasco, pero parece, en retrospectiva, tener una cierta inevitabilidad acerca de aquello. Fueron todos aquellos años esperando en vilo».

La ruta del Neotomismo. Deal Hudson, un polemista católico amigo de Adler, dijo que su primera reacción luego de escuchar de la conversión del filósofo fue exclamar: «¡Qué alivio!». «No hay duda de que Mortimer ha hecho por la tradición intelectual católica más que muchos en los Estados Unidos en este siglo», dijo Hudson. «Como amigo personal de (Jacques) Maritain y (Etienne) Gilson, lo único apropiado es que Mortimer una sus manos a las de estos grandes neotomistas de su propia generación como católico», señaló. Hudson, un converso del protestantismo, dijo que las obras de Adler sobre la naturaleza humana, la libertad y Aristóteles, fueron instrumentos de su propia conversión a la fe católica hace muchos años. Adler es quizás más conocido por su «bestseller» de 1940 How to Read a Book –Cómo leer un libro– y Aristotle for Everybody –Aristóteles para todos– de 1978. McInerny alguna vez se refirió a este último como «el pecado original» de Adler porque llevó a muchos a pensar que era un simple divulgador, más que un intelectual serio. Adler se hizo ampliamente conocido por sus múltiples apariciones en el programa dominical matutino Firing Line (Línea de Fuego). Fue allí donde Adler presentó a muchísimos americanos al entonces poco conocido Santo Tomás de Aquino, dejando a la audiencia sorprendida por su conocimiento del gran santo y pensador católico y perpleja por su falta de fe personal.

El «Fisgón tomista». Fue justamente la contribución de Adler en el resurgimiento de los estudios sobre Santo Tomás de Aquino en los Estados Unidos durante los años 30 y 40 –pese a ser no creyente– lo que le valió el sobrenombre jocoso de «Fisgón tomista». Durante este período de su vida, Adler fue un frecuente expositor de las reuniones anuales de la Asociación Católica Americana de Filosofía y de universidades como la Casa Dominica de Estudios en Washington D.C., la Universidad de San Juan en Collegeville, Minn., y la Universidad de Notre Dame. Adler reconocería después que el estudio de Santo Tomás de Aquino durante toda su vida había preparado el camino para su posterior conversión. En su autobiografía de 1991, A Second Look in the Rearview Mirror –Una segunda mirada por el espejo retrovisor– Adler escribió que fue su «continuo esfuerzo, desde 1943 hasta 1978, por mejorar los argumentos filosóficos sobre la existencia de Dios», el que formó el «preámbulo» de su conversión en 1984 al cristianismo como episcopaliano, la religión de su esposa, Caroline. Pero fue el acercamiento filosófico de toda su vida a la fe católica lo que lo impulsó a explicar, en su memoria Philosopher at Large de 1977, por qué nunca se había convertido al catolicismo. En ese libro, recordó que colegas no católicos empezaron a cuestionarse acerca de su inclinación hacia Roma desde 1938. Según Adler, empezaron a circular rumores sobre él y Robert Hutchins, entonces presidente de la Universidad de Chicago, sobre su supuesto bautizo en secreto. Dijeron «que habíamos sido vistos de rodillas ante la baranda del altar de la Iglesia Católica cerca del campus universitario, y cosas así», señaló. De acuerdo a Adler, no era sólo su afecto hacia Tomás de Aquino el que impulsó estos rumores, sino la conversión de muchos de sus estudiantes a la fe católica. Adler escribió que no era más responsable por los estudiantes que estudiando filosofía se convertían en católicos que por los que estudiando a Marx se convertían en marxistas. A los colegas católicos que se preguntaban por qué no se convertía, Adler explicaba que su estado de mente era comparable a lo que Santo Tomás llamaba «fe muerta».

El encuentro. Volviendo a la misma pregunta 14 años después en A Second Look in the Rearview Mirror, Adler escribió: «Había momentos, a finales de la década del 30 y a lo largo de la del 40 que me enfrenté a la pregunta de por qué no me había convertido en católico. Mientras reviso las respuestas que entonces me di a mí mismo, pienso que las razones que me daba eran superficiales. Ellas ocultaban mi aversión a volverme religioso». En la autobiografía de Thomas Merton, La Montaña de los Siete Círculos, de 1942, Adler aparece mencionado como uno de los «neotomistas» que habían tomado «por asalto» el alma mater de Merton, la Universidad de Columbia, al final de la década del 20. Un joven Adler y sus colegas son recordados por Merton por su devoción a los clásicos, sus intensas discusiones filosóficas sobre Dios en una época de creciente escepticismo. En efecto, Adler, que abandonó la secundaria y había tenido que esperar hasta 1983 para recibir su título de bachiller de Columbia, empezó a desafiar la práctica y los niveles educacionales desde muy pronto. Por invitación de Hutchins, Adler dejó Columbia por un puesto de enseñanza en la Universidad de Chicago, en 1930, a la edad de 27 años. Enseñó ahí hasta 1945, cuando tomó un descanso de siete años para editar la serie Great Books of the Western World –Grandes Libros de Occidente–. Fue también en Chicago donde Adler empezó su trabajo como co-editor de la Enciclopedia Británica. En 1952, dejó la Universidad de Chicago y se fue a San Francisco, donde fundó el Instituto para la Investigación Filosófica, al que permanece asociado. Desde sus primeros días como agitador en la Universidad de Columbia, hasta su decisión en 1977 de intentar una reforma para la educación estadounidense, primaria y secundaria, con su Proyecto «Paideia», para escuelas de tugurios urbanos, Adler ha sido un gestor de la reforma educacional. Ha cooperado en la fundación del programa original «grandes libros» –organizado en torno a la lectura y discusión abierta de obras fundamentales– en la Universidad de San Juan, en 1937; esto ayudó a inspirar programas similares en otras universidades, incluyendo la Universidad Católica de Santo Tomás de Aquino, en Santa Clara, California, y la Universidad de Santa María, en Morago, California, en 1950. Pero la larga búsqueda de la verdad de Adler, dice McInerny, no fue un obstáculo para sus posibilidades. «Es una de las cosas más cercanas a la vida espiritual: el intelecto», señala. Por su parte Max Weismann, co-fundador con Adler del Instituto Grandes Ideas de Chicago, va más allá y afirma: «Adler fue siempre un católico en el corazón, que finalmente se decidió por lo evidente.»

[Noticia difundida por ACI, Agencia Católica de Informaciones en América Latina, Lima, Perú.]

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