Filosofía en español 
Filosofía en español

Carlos Pereyra  1871-1942

«Don Carlos Pereyra nació en Saltillo (Méjico) en 1871, perteneciente a una familia acomodada que le proporcionó esmerada educación. Hasta los cuarenta años de su edad permaneció en su país natal, donde llegó a ocupar altos cargos culturales y políticos. Perteneció primeramente a la Magistratura y ejerció la abogacía; dejó este rumbo, llamado por su vocación de escritor y profesor, para ocupar una cátedra en la Escuela Nacional Preparatoria, y luego enseñó Historia Patria y Sociología en la Escuela de Derecho de la Universidad de Méjico; a esta etapa corresponden sus primeras obras, que pronto le dieron un lugar distinguido entre los escritores mejicanos. Tras ser diputado, pasó a la Secretaría de la Embajada de Washington, ascendiendo rápidamente a Encargado de Negocios en Cuba y Ministro Plenipotenciario en Bélgica y Holanda, mereciendo simultáneamente la elevada distinción de ser designado miembro del Tribunal Internacional de Arbitraje de La Haya en 1913. El porvenir que se le ofrecía en la carrera diplomática y en la política era totalmente halagüeño e ilimitado, dada la altura a que en tales actividades había llegado en muy poco tiempo. Sin embargo, el Sr. Pereyra se sintió completamente incompatible con la revolución mejicana y dimitió, por consiguiente, sus cargos diplomáticos y rompió en absoluto toda relación con sucesivos gobiernos mejicanos.
Tras una breve estancia en Suiza, vino a establecerse en España, en 1916, que se convirtió en su nueva Patria, a la que ya no abandonaría; la elegancia de su espíritu se revela, una vez más, en el hecho de que habiéndose entregado con todas sus fuerzas a la defensa de la obra en España y a su reivindicación contra añejas calumnias, modestamente quiso considerarse como huésped y no solicitó la nacionalidad española. Y fue un español benemérito, que sin desmayos dedicó todo su inmenso talento y su vastísimo saber a la empresa de revisar la historia de la obra de España en América, a condenar juicios injustos y a poner de relieve la hondura de la labor civilizadora de nuestra Patria. Incansablemente publicó docenas de libros, exaltadores del pasado de España, obras que marcan jalones en la historiografía americana, henchidas de amor a España, como son: La obra de España en América, La conquista de las rutas oceánicas, La huella de los conquistadores, Historia de la América Española, Breve Historia de América, Hernán Cortés y la epopeya del Anauac, Francisco Pizarro, El Mito de Monroe, encendida defensa de la Hispanidad, y otras muchas, además de millares de artículos sobre temas semejantes en la prensa de muchos países americanos, en los medios españoles más capacitados por afinidad de ideas y de cultura, y sobre todo, en los países hispano-americanos su prestigió creció grandemente y su nombre como historiador le coloca entre los más ilustres cultivadores de esta ciencia en todas las naciones americanas.
El Estado Nacional empezó a expresarle el agradecimiento de España, dándole un cargo en el Instituto «Gonzalo Fernández de Oviedo». Allí siguió desarrollando con mayores medios su labor de siempre, concentrada, por lo pronto, en cálidos y vibrantes artículos en defensa de la Hispanidad, publicados en la Revista de Indias, órgano de dicho Instituto. Por desgracia, apenas dos años pudo consagrarse a esta tarea; repentinamente fue atacado por la enfermedad que le condujo al sepulcro en 29 de junio de 1942. Aún quedaba su último rasgo, pues, interpretando su voluntad, su viuda ha cedido su valiosísima biblioteca al referido Instituto para que sirva a los estudiosos de Historia de América, prolongando así su magisterio y su afán de contribuir a la grandeza española.» (Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Memoria de la Secretaría General. Año 1942, Madrid 1943, págs. 61-62, Necrologías.)

R