La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española Proyecto Filosofía en español
Inocencio María Riesco Le-Grand

Tratado de Embriología Sagrada
Parte Primera
/ Capítulo primero

§. III
La animación


No están conformes los médicos en señalar el momento de la animación, sobre lo cual siguen divididas las opiniones. Unos han enseñado que la animación del feto no se verifica hasta cuarenta días después de la concepción; otros han creído que las almas [39] existían antes de los cuerpos; otros, que el ovario de la primera mujer contenía huevos animados que encerraban en pequeño volumen a toda la raza humana. San Jerónimo hace mención de las cinco escuelas que disputaban en su tiempo: Primera la de Platón, Pitágoras, y Orígenes que afirmaban existían en el cielo, y que de allí descendían a los cuerpos; segunda la de los Estoicos, Maniqueos y Priscilianistas que aseguraban que las almas eran parte de la divina sustancia: tercera, la de algunos eclesiásticos que enseñaban, que las almas criadas por Dios desde el principio, las tenía depositadas como en un tesoro para designarlas después sus cuerpos: cuarta, la de los que afirman que Dios cría las almas y las une a los cuerpos según estos se van engendrando; y quinta la de Tertuliano, Apolinar, y la mayor parte de los occidentales de aquel tiempo, que creían en la propagación de las almas de padres a hijos por la generación.» Super animae, statu memini vestrae questiunculae, immo maximae ecclesiasticae quaestionis, utrum lapsa de caelo sit, ut Pytagoras philosophus, omnes Platonici, et Origenes putant? An, ex propia Dei sustantia, ut Stoici, Manichaeus et hispana Priscilliani haeresis suspicatur? An in thesauro habeantur Dei olim conditae, ut quidam Ecclesiastici stulta persuasione confidunt? an quotidie a Deo fiant et immitantur in corpora? an certe ex traduce ut Tertulianus, Apolinaris, et maxima pars occidentalium censent?

Se cree generalmente que Aristóteles fijó el tiempo de cuarenta días para la animación del feto masculino, [40] y el de noventa para los fetos femeninos; dándoles una vida vegetativa hasta ese tiempo; mas Aristóteles no se acordó de decir semejante cosa, y el texto ha sido mal interpretado y peor traducido del griego, porque lo que se deduce de él, según todos los helenistas es que la madre siente el movimiento del feto masculino a los cuarenta días, y el de las hembras a los noventa, sin que esto sea rechazar ni negar que puedan estar animados antes de ese tiempo. Esta doctrina de Aristóteles es contraria a la experiencia, pues se ven muchas mujeres que llegan a los tres y cuatro meses de embarazo y no sienten la criatura. En Agosto de este año abortó una mujer conocida nuestra, que se ocupaba en trabajos corporales y no había sentido la criatura, a pesar de llevar más de tres meses de gestación.

A pesar de lo dicho, la doctrina supuesta de Aristóteles ha tenido gran séquito, tanto en las cuestiones legales, como teológicas y médicas. San Basilio no admite distinción alguna entre el feto animado e inanimado, siendo de opinión, que el alma era creada en el momento mismo de su concepción. Zaquías se conforma con ella, y verdaderamente es la más piadosa y la que debe seguirse en Embriología Sagrada.

No vemos dificultad alguna fisiológica en admitir la creación simultanea del alma en el momento de la generación del cuerpo, y si no nos es lícito percibir la organización del homúnculo y su vitalidad en los primeros instantes de la concepción, no por eso es muy lógico negar su animación. Nada se opone a la filosofía, ni a las investigaciones de la medicina, que en el momento [41] de la concepción aquellas moléculas líquidas, destinadas a formar el nuevo ser, se agreguen de tal suerte, que formando un cuerpo gelatinoso sea al mismo tiempo un ser animado.

Los que opinan por la animación subsiguiente a la formación del cuerpo, prescindiendo de las pruebas que para ello tengan, que creo no las han patentizado hasta el presente; abren la puerta a grandes desaciertos, porque muchas madres y facultativos, persuadidos de estas doctrinas, no tienen inconveniente en procurar o favorecer el aborto en el primer mes del embarazo.

¡Quot faetus abortivos, dice Roncaglia, ex ignorantia obstreticum excipit latrina, quorum anima, si baptismate non fraudaretur, Deum in eternum videret, et corpus licet informe, esset decentius tumulandum! ¿Sed quibus potissimum sub gravi culpa competit tune expellere ignorantiam? ¿Nonne parochis?

Esta opinión que al principio fue muy impugnada, tiene hoy bastantes prosélitos. Rosiau la sigue en su medicina práctica, donde dice: de ninguna manera repugna admitir la animación inmediata de este nuevo cuerpo liquido gelatinoso. El abate Hervás, cuya opinión es muy respetada entre teólogos, y fisiólogos, se expresa de esta manera:» Algunos autores juzgaron que la animación del cuerpo no sucede hasta los cuarenta días de su formación o generación; porque solamente después de este tiempo, se puede distinguir su sexo. Mas esta opinión es ridícula; ya porque en algunos fetos no se ha distinguido el verdadero sexo después de [42] nacer y aun después de haber vivido muchos años; y ya porque no habiendo diferencia de sexos en las almas su creación e infusión en el cuerpo humano no depende del ser o no ser visible el sexo. En el derecho se castiga como infanticida al que procura el aborto que se cree tener, o cuenta cuarenta días desde su generación, y este castigo parece concordar con la opinión de dichos autores. Jerónimo Mercurial con la doctrina de Hipócrates, o según su interpretación, señala el séptimo día por época de la animación del feto. Tomás Fieno dice que esta sucede al tercer día. Por más que los microscopios aumenten los objetos, no alcanzarán jamas a darnos prueba práctica e indudable de verse el feto animado en el segundo o primer día de su generación; mas a mi parecer la razón enseña, que por engendrarse el feto para ser animado, no hay ninguna repugnancia física ni moral en suponer contemporáneos su generación y animación, o por mejor decir, la razón convence que siendo certísimo engendrarse el feto para ser animado, debe suceder la animación inmediatamente después de la generación. ¿Qué necesidad o impedimento físico o moral puede haber para que supuesta la generación de un cuerpo que debe naturalmente ser animado, no se críe luego el alma que le debe animar? La naturaleza de su parte no pone sino la generación de un cuerpo, la cual es momentánea, y hecha esta generación, se sigue después la nutrición del cuerpo engendrado. La naturaleza empieza luego a hacer la nutrición, y ciertamente esta no se logrará si el cuerpo no está animado. Por experiencia sabemos que el [43] feto se distingue formado a los siete días de su generación; a los quince se le distinguen la cabeza y las puntas de los oídos y ojos; a los veinte y uno se le ven los brazos y piernas. Si a los siete días el feto se distingue con nuestra débil vista, es de creer existía formado algunos días antes de poder verle en tal estado, y en este tiempo el feto no puede haber crecido sin estar animado pues que sería como un cuerpo orgánico muerto. La naturaleza en el hombre desde la concepción hasta su muerte ejercita dos actos solos, que son generación y nutrición de su cuerpo. La generación del feto es momentánea, y después de ella, pregunto yo, ¿la naturaleza nutre o no nutre el feto? Si le nutre, debe ser animado, pues la nutrición de un cuerpo orgánico y perfecto en su misma generación no se puede hacer si no tiene vida. Si la naturaleza no nutre el feto por algún tiempo hasta que tenga vida, o esté animado, será necesario decir que la misma naturaleza después de la generación deja de obrar, lo que es contra sus leyes. La naturaleza al engendrar el feto presenta una maquinita indivisible y perfecta. No engendra primeramente el corazón por ejemplo, o la cabeza, y después pasa a formar los demás miembros, como lo hace el estatuario con un pedazo de mármol o leño.

En un momento el feto existe compuesto de todos los miembros y órganos, que después se ven en su mayor grandeza. Hecha esta momentánea formación del feto, síguese su nutrición natural, la cual no es otra cosa que el empezar a desenvolverse o crecer cada miembro y órgano con el orden y proporción que les [44] convienen. En esta suposición la naturaleza, que desde la concepción del feto hasta su muerte obra necesariamente sin poder suspender su acción continua, exige por derecho natural la animación del feto engendrado para poder nutrirle como a cuerpo orgánico, viviente y racional, y Dios correspondiendo al derecho de la naturaleza, cría e infunde el alma en el indivisible cuerpo formado. Y este, como se probará en otro lugar, tratando de la resurrección de los hombres, es la substancia corporal e inmutable que persevera siempre en cada uno de ellos y que en el día del juicio universal volverá a unirse al alma que Dios le infundió en el momento de su generación.

Según estas razones fundadas en las leyes ciertas y constantes de la naturaleza; parece indubitable que el cuerpo está animado inmediatamente después de su momentánea formación, y que se debe desatender y despreciar como ridícula la opinión que pone la animación del feto a los siete, veinte, o cuarenta días después de su generación. Mucho más ridícula es la opinión que pone a los cuarenta días la animación de los varones y a los ochenta la de las hembras. En el alma no hay distinción de sexos, y si fuera posible esta distinción la hembra debía ser animada antes que el varón, pues la naturaleza perfecciona antes el cuerpo de las mujeres que el de los hombres. La pena conminada por Dios en el Éxodo, cap. 21, y 22. contra los que causan el aborto, no limitaba tiempo alguno; y así los derechos de religión y sociedad piden que sean castigados como infanticidas todos los que practican el [45] aborto, aunque el feto no cuente sino un día de generación o vida.»

Hasta aquí el abate Hervás, cuya opinión, repetimos, es de gran peso entre teólogos y naturalistas.

Con este motivo dice el padre Arbiol lo siguiente: «Aun antes de estar animado el feto, esto es, antes de infundirse el alma racional en el cuerpo de la criatura, es pecado gravísimo el procurar el aborto y hacer remedios para que no se continúe el preñado por ningún motivo, porque así está declarado en las proposiciones condenadas del Santo Padre Inocencio undécimo.

»Este pecado horroroso de procurar el aborto de las criaturas, si se sigue el efecto tiene la notable circunstancia de incurrir en excomunión mayor ipsofacto y en ella están comprendidos todos los que concurren al aborto y los que le aconsejan, según se advierte comúnmente en todas las Sumas morales.»

»Aquellas mujeres temerarias que con manifiesto y conocido peligro del aborto, hacen algunos movimientos violentos y excesos notables, pecan mortalmente por el grande peligro en que voluntariamente se ponen de ser homicidas de sus hijos, y privarlos eternamente de la gloria si no llegan a recibir el agua del Santo Bautismo.»

En confirmación de nuestra opinión, nótese el siguiente pasaje del erudito Padre Rodríguez, en su Nuevo aspecto de Teología médico-moral. Tan lejos estuvieron, dice, los Padres, y filósofos antiguos de la audacia de señalar término fijo a la animación del [46] hombre, que antes bien juiciosamente lo tuvieron por imposible. Ya en el Eclesiastés se coloca en el mismo grado de dificultad saber fijamente el punto de animarse el feto, y saber las obras de Dios; con el modo que tuvo para fabricarlas (11..15.) San Jerónimo sobre el mismo lugar y otros Expositores sienten lo mismo; y San Agustín se explicó más claramente en dos lugares. En el primero dice: Scrupulosissime quidem inter doctissimos quoeri potest, ac disputari, quod utrum ab homine inveneri possit ignoro, quando incipiat homo in utero vivere (Enchir. cap. 85.) En el segundo hace este paralelo: infantiam suam quisque non recolit, et putas hominem, nisi Deo donante, posse cognoscere, unde in matris utero vivere caeperit?»

¿Pero cómo podía dejar de ser así faltando entonces el camino anatómico, y de las observaciones continuas sobre ello, aun para discurrir con más verisimilitud en la materia? Todo lo que la continua observación de infinitos facultativos, que trabajan de cien años a esta parte, ha podido adelantar sobre esto, es que tiene vida, y alma, a pocos días después de concebido; porque infinitas observaciones en varias provincias, en todos estados, y circunstancias, les ha enseñado, que en abortos de aquellos pocos días, y en disecciones de preñadas, hay en el feto la organización de partes principales, y aun menos principales, suficiente para estar animado; y que así mismo se notaba el movimiento en ellas, indicativo de tener vida. Con todo eso, no se atrevieron, ni pudieron determinar el perentorio punto de animarse; porque para esto no puede [47] haber observación fiel, y constante, ni saberse, si Dios no lo revela, como dijo San Agustín.

Quizás por esto mismo, y por ver la animación a pocos días, sin poder fijar el punto de ella recurrieron muchos con Pablo Zaquías, y después otros modernos a conjeturarla desde el principio: esto es, dar por una acción misma la concepción propiamente tal, y la animación, para que por este medio, que no carece de razones fuertes, se introdujese el horror debido al aborto, y no se expusiesen tantas almas a perderse por falta de Bautismo, sin embargo, esta rígida opinión puede no ser cierta; pero es ciertísimo, que pasados pocos días, ya está animado, y que debe bautizarle. He insinuado todo esto para que vean los doctos, qué fuerza fundamental en una materia puramente Médico-Quirúrgica-Anatómica, puede tener el dicho de Aristóteles, que ni fue médico, ni cirujano, ni anatómico, aun cuando hubiese fijado claramente, lo que no hizo la animación del feto a los cuarenta, y noventa días.

Añádese a todo, que la diferencia enorme de tanto tiempo para la animación entre másculo, y la hembra carece hoy de todo fundamento. Las observaciones contestes prueban lo contrario. La misma perfección, o imperfección de partes, estructura, y organización se halla en el feto másculo que en la hembra de un mismo tiempo, demostrada en abortos, y disecciones. En los abortos gemelos, que fueron de los dos sexos, se observó lo mismo, lo mismo en los partos, la igualdad uniforme se vio en todos: luego debieron animarse a un mismo tiempo. El tiempo natural de nacer es igual a [48] todos: igualmente perfectos nacen a los nueve meses los hombres, y las hembras. Lo cual no podría suceder si la perfección orgánica, y su animación tuviesen la diferencia de dos meses lo menos; porque deberían nacer todas las hembras a los once, o doce meses, como que tardaron dos meses más que los hombres en organizarse. Finalmente, esta variedad disforme se reputa por fábula entre los modernos físicos, y Médicos, y aun entre Teólogos, y Canonistas peripatéticos como Diana, se cree por extravagante: del mismo sentir son Cangiamila, y el Padre Deodato de Cúneo.

Estos mismos con apoyo de otros Doctores, desprecian también el entusiasmo del Estagirita de la sucesión de las tres almas. Va Zaquías, y otros grandes médicos legales tuvieron esta opinión por absurda. No así, como ya dijimos arriba, para el derecho, y leyes especialmente reales. Para este fuero hay otras circunstancias que atender a más de la certísima animación. Al que efectuó aborto de feto inanimado se le castiga con pena adbitraria, multa pecuniaria grande, destierro, &c. Pero el que lo efectuó ya animado, se sujetó a pena de la vida. Por esta razón, siempre deberá tener distinto semblante entre los jurisconsultos el término seguro de la animación, que entre los Teólogos, aunque en todos tiempos de animado, o inanimado, como dice Francisco Low, gran médico jurisconsulto, es pecado grave: Sume aversundam, et detestandam esse, et debere esse, sive animatus, sive inanimatus sit faetus, eo quod hoc ipsum nemo ad unguem, seu evidenler scire possit nec valeat. [49]

Hemos querido robustecer nuestra opinión con autoridades respetables porque partiendo de este principio resolveremos después las importantes cuestiones que vamos a presentar. También porque vemos a algunos médicos despreciar los primeros síntomas de preñez, y propinar medicamentos que pueden promover el aborto y esto aun cuando no sea general, es demasiado frecuente.

Moreau en su Tratado práctico de partos dice lo siguiente. Una joven había tenido sus reglas en el mes de junio de 1819, se casó en el mismo día de su cesación, doce días después en un baile que la dio uno de sus parientes fue acometida repentinamente de un flujo de sangre por la vulva. Aunque este accidente no presentaba gravedad, la madre de esta señorita hizo llamar a Evrat. Este cirujano, después de haber dirigido algunas preguntas a la joven, hizo que la trajeran la ropa blanca de que se había servido. Evrat recogió en medio de los coágulos y nos trajo, un huevecillo que no pudimos compararle mejor por la forma y el volumen, que a un pequeño grano de uva albina madura; este huevecillo era liso al exterior, cuya disposición no es ordinaria, porque en esta época el corion está por lo regular cubierto de tomento. Por esto creímos que esta producción había sido quitada por el roce que había experimentado el cuerpo a través de los órganos de la generación. Por lo demás, el huevecillo era trasparente en todos sus puntos, a excepción del centro en que existía una mancha opaca, cenicienta y comparable con la semilla que se advierte a través de la película [50] de un grano de uva bien maduro. Le llevamos a casa de Desormeaux para examinarle juntamente con él. No habiéndonos permitido circunstancias particulares hacer su examen en el mismo instante, el huevecillo fue puesto en alcohol; ¡pero cuando quisimos estudiarle, estaba deprimido, arrugado y destruido! Aunque este echo no tenga ningún valor científico, nos parece de una naturaleza apropiado, para poder establecer que el germen es por lo menos visible en esta época. Posteriormente Velpeau, más feliz que nosotros, ha descrito y echo gravar un huevecillo de doce días de concepción.

Se puede decir que el embrión desde el momento de 1a impregnación del germen, hasta el vigésimo quinto día de la vida intrauterina, no es más que una masa mucosa, de consistencia blanda, y en la cual es imposible distinguir a simple vista las diferentes partes que le componen. Apenas toma una consistencia más firme hasta el día trigésimo, en cuya época puede seguirse su desarrollo y ver, por decirlo así, desenvolverse sucesivamente los diferentes órganos.

Tan pronto como se empieza a ver el embrión humano se presenta como el de la mayor parte de los animales vertebrados, encorvado sobre sí mismo, formando un semicírculo, o los tres cuartos de un círculo, y ofreciendo la apariencia de un gusano pequeño o de una culebra pequeña. Su volumen es casi igual al de la vesícula umbilical, a la que está pegado.»

Reasumiremos en pocas palabras; la animación, dará siempre motivos a nuevas observaciones y experimentos [51] entre los naturalistas; mas el Teólogo, el médico, y el legista deben fijar tiempo y formar opinión, y ninguna más piadosa en teología, más moral en medicina, y más justa en jurisprudencia, que la simultanea animación y concepción. Siendo el alma creada para dar vida acción, y vegetación al cuerpo, en ninguna época es más necesaria que en los primeros instantes de la concepción, para que este cuerpo, tenga la acción necesaria según las leyes que le han sido impuestas por la naturaleza. [52]


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Inocencio María Riesco Le-Grand, Tratado de Embriología Sagrada (1848)
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