Zeferino González (1831-1894)
Obras del Cardenal González
Filosofía elemental
Libro tercero: Ideología

Libro tercero
Ideología

Aquella parte de la filosofía que trata de la existencia, naturaleza y origen de las ideas, consideradas en general, es lo que aquí entendemos por Ideología. Esta noción o definición de la Ideología contiene y traza el camino que aquí nos proponemos seguir, tratando: 1º de la naturaleza y existencia de las ideas: 2º de los varios sistemas excogitados por los filósofos para explicar su origen: 3º del verdadero origen de las ideas. Tratamos estas cuestiones después de la Psicología, porque en realidad la Ideología puede considerarse como un complemento, corolario general y desarrollo de la Psicología, habida razón de las íntimas relaciones y enlace que existen entre los problemas ideológicos y los psicológicos. [386]

Capítulo primero
Naturaleza y existencia de las ideas

Artículo primero
Noción y clasificación de las ideas

Cualquiera que haya leído y meditado las múltiples y encontradas teorías de los filósofos sobre las ideas, habrá tenido ocasión de reconocer que una parte no escasa de la variedad y oposición de sistemas ideológicos, trae su origen de la falta de exactitud en fijar y determinar la significación y sentido de la palabra idea. Con el objeto de evitar esta confusión, y para que se pueda comprender nuestra teoría ideológica, comenzamos por fijar la significación de los términos, exponiendo a la vez la naturaleza y clasificación general de las ideas, doctrina que condensamos en las siguientes reflexiones, en gracia de la brevedad y claridad.

1ª Para algunos filósofos, la idea abarca lo mismo las representaciones de los sentidos, que las representaciones intelectuales: para otros, la idea se refiere únicamente a estas últimas. Entre los que circunscriben la idea al orden intelectual, algunos entienden por este nombre el objeto conocido; otros, una representación del objeto, distinta realmente del mismo. Para algunos la idea es distinta del acto del entendimiento, el cual se denomina idea, en cuanto dice orden al objeto conocido, y se llama intelección, en cuanto dice orden al entendimiento, que es su principio.

Nosotros aquí entendemos por ideas: 1º las que se refieren al conocimiento puramente intelectual con exclusión del sensible: 2º alguna cosa distinta del objeto conocido o que se trata de conocer; porque el mismo sentido común y la conciencia nos dicen, que una cosa es el objeto real propuesto fuera [387] de nosotros, y otra cosa el medio con que lo conocemos, y el concepto que nuestro entendimiento forma del mismo. Según la doctrina establecida en la Psicología, ya se sabe también que, en nuestra opinión, la idea no puede ni debe confundirse o identificarse con el acto intelectual, toda vez que éste es transeúnte, como lo es toda acción de la criatura, al paso que la idea intelectual permanece y se conserva habitualmente. Esta afirmación, además del testimonio de la experiencia interna, tiene en su apoyo la razón, no siendo posible explicar de una manera racional, en la hipótesis contraria, la diferencia entre el que posee una ciencia y el que la ignora completamente.

2ª Así, pues, por el nombre idea entendemos aquí la representación intelectual o inteligible del objeto, distinta de este, y distinta también del acto con que es percibido este objeto. Se dice representación intelectual o inteligible, no solo para excluir las ideas o representaciones sensibles, sino también

a) Para significar que esta representación es completamente inmaterial en sí misma, como lo es el entendimiento que por medio de ella obra y en quien existe.

b) Para indicar que representa el objeto como universal; porque la universalidad es uno de los caracteres fundamentales que separan y distinguen el orden intelectual del orden sensible.

3ª Esta representación o idea intelectual puede referirse al objeto de dos maneras o en dos momentos: 1º representando el objeto como cognoscible, o sea antes de ser conocido actualmente por el entendimiento: 2º representando el mismo objeto como conocido. La primera representación intelectual del objeto, es el efecto propio del entendimiento agente, el cual obrando sobre las representaciones sensibles, produce o da origen a la representación insensible y universal del objeto que la imaginación representaba bajo la forma sensible y singular; pues ya se ha visto que sin esta acción previa y transformativa de la actividad intelectual, la cual bajo este concepto recibe el nombre de entendimiento agente, no es posible explicar el tránsito del orden sensible y singular [388] al orden inteligible y universal. Esta representación es la que los Escolásticos apellidaban especie o idea impresa, species impressa.

A este primer momento representativo, sucede el segundo, es decir, el acto de entender, la intelección actual, la cual produce o determina en nuestro interior una representación del objeto ya conocido y como conocido, representación que no es otra cosa más que lo que ordinariamente llamamos concepto del objeto, idea de la cosa, palabra interna, como decían los Escolásticos, los cuales daban también a esta representación intelectual del objeto como conocido, el nombre de razón de la cosa, noción, concepción, noticia, palabra del entendimiento, término mental: ratio rei, notio, conceptio, notitia, conceptus, verbum mentis, terminus mentalis, y finalmente, para significar su diversidad y oposición relativa a la idea impresa, le daban el nombre de idea expresa, idea, species expressa.

4ª La idea impresa puede apellidarse principio formal de la intelección o acto del entendimiento: es principio, porque determina y mueve objetivamente al entendimiento para que ejercite su actividad sobre este objeto más bien que sobre aquél, es decir, sobre el objeto representado en la idea impresa: es principio formal, porque es como la forma que determina al entendimiento, el cual por sí mismo está indiferente para aplicarse al objeto A, o al objeto B, indiferencia que es removida por la idea impresa, que no es otra cosa que la representación intelectual de tal o tal objeto bajo la forma de universalidad. Por el contrario, la idea expresa se compara a la intelección como término; porque así como la palabra hombre es el término o producto del lenguaje oral, así el concepto o idea de hombre es el término o producto del acto con el cual el entendimiento percibe este objeto. Colígese de aquí, que el modo con que la idea expresa representa el objeto es más claro, más explícito y perfecto, que el modo con que el mismo objeto es representado por la idea impresa, por lo mismo que ésta representa el objeto como cognoscible, al paso que la expresa lo representa como conocido ya actualmente. [389]

5ª Cuando se dice que las ideas son adquiridas y producidas en nosotros por el entendimiento agente, se sobreentienden las ideas impresas, siendo, como es, incontestable que las expresas todas, sin excepción, son producidas por el entendimiento posible, puesto que acompañan inseparablemente el acto de entender como término del mismo. De aquí se infiere, que para los que no admiten la existencia de las ideas impresas, el problema relativo a las ideas innatas carece hasta de sentido; porque es a todas luces evidente e innegable para todo filósofo que no confunda e identifique la idea con el objeto, como Mallebranche, que las ideas expresas de los Escolásticos, las mismas que los modernos llaman simplemente ideas, son, o un efecto del acto intelectual, o el mismo acto intelectual, y que por consiguiente carece hasta de sentido el discutir si son innatas. Luego la cuestión de las ideas innatas sólo pude referirse a las ideas impresas, las cuales anteceden al acto con que se conoce el objeto. Luego es un contrasentido en buena filosofía proponer siquiera el problema de las ideas innatas, después de haber negado la realidad de las ideas impresas, y su distinción de las expresas.

Artículo II
Existencia de las ideas intelectuales

Expuesta la noción y diferencia general de las ideas intelectuales, es preciso establecer su realidad o existencia.

Tesis
Existen en nosotros ideas intelectuales, tanto impresas como expresas.

La primera parte o sea la existencia de las ideas impresas puede considerarse como probada de antemano por las razones aducidas para establecer la necesidad y existencia de las ideas o especies sensibles; porque, en realidad, las razones expuestas en la psicología empírica tienen igual fuerza respecto [390] de las ideas impresas, cuya necesidad y existencia es un corolario de lo que allí se dijo. Más todavía: las razones allí aducidas tienen mayor eficacia relativamente a las ideas impresas del entendimiento, por lo mismo que éste está más separado que los sentidos de los objetos materiales, los cuales llegan a la inteligencia pasando antes por la sensibilidad. Esto no obstante, puede probarse esto mismo con la siguiente

Razón. La percepción intelectual lleva consigo y exige la unión del objeto con la inteligencia, pues esta no puede percibir, ni obrar sobre un objeto, sino a condición de que este exista en la misma de una manera u otra: no siendo, pues, posible concebir ni explicar racionalmente esta unión del objeto con el entendimiento, sino por medio de la idea impresa, es preciso admitir su necesidad y existencia.

Para convencerse de la fuerza y legitimidad de este raciocinio, basta tener presente que esa unión objetiva del orden intelectual no puede verificarse: 1º por el mismo entendimiento, ya porque por sí mismo está indiferente para percibir este objeto o aquel, y por consiguiente su acción presupone algo que contenga la razón suficiente de su determinación objetiva; ya también porque su acción, siendo, como es, esencialmente inmanente, no se recibe ni pasa al objeto que existe fuera, sino al objeto existente dentro de la misma inteligencia: 2º ni por medio del mismo objeto, al menos cuando se trata de un objeto distinto realmente de nuestra alma; porque es claro que cuando percibo con el entendimiento un árbol o un animal, estos objetos no entran, ni están en mi inteligencia, según el modo de ser que tienen fuera de mí: 3º tampoco puede verificarse dicha unión por la presencia del objeto en las representaciones sensibles de la imaginación o de otros sentidos, y esto por dos razones principalmente:

1ª Porque el entendimiento, como facultad cognoscitiva de un orden superior y esencialmente diferente de la sensibilidad, exige también un modo de representación o de acción objetiva, esencialmente diferente y superior a la que corresponde al conocimiento o percepción de los sentidos.

2ª Porque los objetos externos solo se representan en la [391] sensibilidad bajo la forma de singularidad, pero al entendimiento se presentan bajo la forma de universalidad. Luego sólo por medio de las ideas impresas abstraídas de las representaciones sensibles mediante la acción del entendimiento agente, es posible explicar de una manera racional y filosófica la unión inteligible, ideal o intencional, como la llamaban los Escolásticos, del objeto con la facultad inteligente, unión que constituye una condición necesaria de toda percepción intelectual, al menos cuando se refiere a objetos distintos de la misma alma y de sus actos.

Por lo que hace a la segunda parte de la tesis, no necesita de pruebas; pues no siendo otra cosa las ideas expresas, más que el término de la acción intelectual, o lo que los filósofos apellidan verbum mentis, la concepción de la cosa, negar su existencia, sería lo mismo que negar la realidad de los actos intelectuales. Así es que la existencia de las ideas expresas puede decirse una verdad de sentido común entre los filósofos, y lo que es más, una verdad de sentido íntimo, porque todos experimentamos que al conocer o percibir con el entendimiento alguna cosa, hablamos interiormente y formamos conceptos o nociones que representan el objeto en cuanto conocido, y según la parte mayor o menor que de él conocemos.

Corolarios

1º Infiérese de lo dicho que es inadmisible la doctrina de Platón y de algunos ontologistas que confunden e identifican las ideas con los objetos. La idea, lejos de constituir el objeto conocido por el entendimiento, es más bien el medio de que éste se sirve, ya para conocer el objeto (idea impresa), ya para expresar y representar en el entendimiento el objeto conocido y como conocido (idea expresa); y esto de una manera habitual y permanente, sin lo cual no se explica ni concibe fácilmente la adquisición, progreso y conservación o permanencia de la ciencia en el individuo.

2º Tanto la impresa como la expresa, son esencial y necesariamente objetivas, porque una y otra tienen por oficio, si es lícito hablar así, representar el objeto, establecer la [392] unión objetiva, poner en relación la inteligencia con su objeto, sin más diferencia sino que la primera realiza esto en orden al objeto como cognoscible, y la segunda al mismo objeto como conocido intelectualmente. Por esto enseña con razón santo Tomás, que las ideas no son id quod cognoscitur; sino que son id quo aliquid cognoscitur; palabras y doctrina con las cuales se cierra la puerta al ontologismo y también al idealismo.

Objeciones

Obj. 1ª Lo que sólo tiene existencia en nuestro entendimiento es un ente de razón; es así que las ideas intelectuales, tanto impresas como expresas, sólo existen en nuestro entendimiento: luego no se puede decir que existen realmente dichas ideas.

Resp. Las ideas, tanto impresas como expresas, son accidentes o modificaciones reales del alma, que existen por consiguiente realmente en el entendimiento, accidentes y modificaciones que no pueden ni deben confundirse con lo que los filósofos llaman entes de razón, porque no tienen más existencia ni realidad que la que les da la concepción misma del entendimiento, como sucede cuando concebimos un centauro, o el concepto de animal como género y superior al concepto de hombre, &c.

Empero las ideas no consisten en la sola percepción o en el modo de concebir de nuestro entendimiento, sino que son entidades verdaderas, aunque accidentales, como es también una entidad o realidad verdadera, aunque accidental, el acto mismo del entendimiento.

Si se quiere responder en términos escolásticos, se puede distinguir la mayor; lo que solo tiene existencia objetiva o intencional en nuestro entendimiento, es ente de razón, conc. si además de la objetiva tiene existencia real, neg.

Obj. 2ª Para que la idea impresa pudiera determinar al entendimiento a percibir el objeto A o B, sería necesario que el entendimiento conociera o percibiera la misma idea impresa, lo cual se opone a la experiencia que nos enseña que [393] la actividad intelectual se aplica y dirige al objeto mismo antes que a su idea: luego son inútiles e inadmisibles las ideas impresas.

Resp. La idea impresa, por su misma naturaleza y hasta por las condiciones de su origen, toda vez que es abstraída de las representaciones imaginarias, es representativa del objeto, y consiguientemente es medio (id quo cognoscitur) para conocer el objeto, y no el objeto conocido directamente. Así, pues, como primero conocemos el objeto, que el acto mismo intelectual, no obstante que este es medio necesario para el conocimiento del objeto, lo mismo se debe decir de las ideas impresas. El acto directo se refiere, tiende y se aplica al objeto: la idea, lo mismo que el acto intelectual, sólo es conocida por reflexión, o por medio del acto reflejo, que presupone el directo. En otros términos: la idea impresa, como idea es el mismo objeto constituido en el orden inteligible, y bajo este punto de vista el primer término del acto intelectual: la idea impresa, en cuanto cosa o accidente real, no es el mismo objeto representado, y es término del acto reflejo o secundario del entendimiento.

Para ver el árbol A no necesito ver primero la especie o representación del mismo en la retina, ni tampoco necesito ver o percibir primero la visión misma; y, sin embargo, aquélla y ésta son medio para la percepción sensible o visible del árbol: la cosa que (id quod) veo o percibo con la vista es el árbol A: la especie visual y la visión son aquello con que (id quo) veo el árbol. [394]

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Zeferino González Filosofía elemental (2ª ed.)
Madrid 1876, tomo 1, páginas 385-393