φñZeferino GonzálezHistoria de la Filosofía (1886)

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§ 11. Escuela media

Mientras que la escuela alejandrina y la africana iniciaban y desarrollaban la dirección opuesta que habían adoptado, aparecieron en el seno del Cristianismo otros escritores, de los cuales puede decirse que participaban de las dos direcciones contrarias, sin seguir ninguna de ellas. San Justino, Atenágoras y San Teófilo son los principales representantes de esta dirección intermedia, puesto que, sin rechazar en absoluto la Filosofía pagana y hasta reconociendo en términos más o menos explícitos su utilidad relativa, no le concedían la importancia teórica y práctica, ni hacían de ella el uso y las aplicaciones que hemos observado en la escuela alejandrina.

A) Así vemos a San Justino afirmar, por un lado, que, después de haber recorrido todas las escuelas y examinado todos los sistemas de los filósofos, no encontró la verdad en ninguno de ellos, y sí solamente en los Profetas y los Apóstoles, mientras que por otro lado reconoce que la Filosofía es una cosa grande y [46] hasta que nos conduce a Dios (est enim revera maxima possessio Philosophia; ad Deum quippe nos perducit). Pero ni éste ni otros pasajes análogos le impiden afirmar pocas líneas después, y en otros lugares, que la verdadera Filosofía es la doctrina de los Profetas y de Cristo, puesto que la Filosofía humana no contiene más que vanidad y error.

Nació este escritor cristiano en Palestina, a principios del siglo II, y fue martirizado hacia el año 169 en defensa de la fe de Jesucristo. Escribió varias obras, siendo las más notables sus dos Apologías en defensa de los cristianos, y el Diálogo con Trifón. En ellas profesa y defiende las cuatro verdades fundamentales que, según dejamos indicado, constituyen el fondo y el substratum general de la Filosofía cristiana, exceptuando la cuestión de la inmortalidad, en orden a la cual no se expresa con mucha precisión y exactitud, diciendo, entre otras cosas, que no conviene llamar inmortal al alma de los hombres, puesto que tampoco se la puede llamar no producida: Nec immortalem eam, dicere oportet; nam si immortalis sit, nimirum ingenita quoqne erit.{1}

En el orden teológico y moral, Justino parece profesar algunas ideas más o menos erróneas e inexactas, como la hipótesis milenaria, y algunas otras por el [47] estilo, pero que no son de nuestra incumbencia como historiadores de la Filosofía.

B) Atenágoras, casi contemporáneo de San Justino, siguió la misma dirección que éste con respecto a las relaciones entre el Cristianismo y la Filosofía pagana. Fue natural de Atenas; y habiéndose convertido a la religión de Jesucristo, presentó una apología en favor de los cristianos, Legatio pro christianis, al Emperador Marco Aurelio por los años de 176-77. En ella, y en su tratado Sobre la resurrección de los muertos, enseña y prueba las verdades fundamentales filosófico-cristianas. En sus escritos se echa de ver el conocimiento que poseía de los diferentes sistemas de la Filosofía griega, y también sus aficiones platónicas, conocimiento y aficiones que no le impidieron mirar con prevención y manifestar repulsión y hostilidad relativas contra la Filosofía pagana. El título mismo de su apología, dirigida a los Emperadores, a los armenios y sármatas, pero ante todo y principalmente a los filósofos (et quod maximum est, Philosophis), indica que consideraba a éstos como enemigos y contrarios a la doctrina del Cristianismo.

C) San Teófilo de Antioquía, contemporáneo de los dos filósofos anteriores, siguió también análoga dirección; pues al mismo tiempo que utilizaba algunas sentencias de los filósofos antiguos, y principalmente ciertas ideas de Platón, escribía que la doctrina de los poetas y filósofos paganos era necia y absurda, no habiendo hecho otra cosa más que adulterar y echar en el olvido la verdad contenida en los libros de Moisés y de los Profetas.

Según San Teófilo, Dios es inefable, porque no hay [48] nombre alguno capaz de expresar su esencia, y sus atributos son superiores a las concepciones y representaciones humanas, sobre todo si se trata de hombres terrenos y carnales. Así es que cuando el paganismo decía a San Teófilo, por boca de Autólico, muéstrame tu Dios, el filósofo cristiano le respondía: muéstrame tu hombre, es decir, muéstrame que estás exento de pecado, pues sólo lo que es puro puede ver a Dios.

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{1} Es muy probable, sin embargo, a juzgar por otros pasajes, que la mente de San Justino fue negar al alma la inmortalidad absoluta, o que lleva consigo la imposibilidad absoluta de no ser, la cual es propia y exclusiva de Dios, en cuyo sentido escribe el mismo: «Solus autem ingenitus et incorruptibilis est Deus, et propterea Deus est; omnia vero reliqua genita, sunt et corruptibilia.» Dialog. cum Tryph., pag. 223.