Filosofía en español 
Filosofía en español


Valeri Bosenko

Por qué las ciencias naturales que conocen las formas de movimiento no pueden arreglárselas sin la filosofía*

Ahora ya no se discute la cuestión de la necesidad para la ciencia natural de empuñar las armas de la filosofía y, correspondientemente, la cuestión de la así llamada unión de naturalistas y filósofos. El propio curso objetivo del conocimiento dicta la necesidad de esta unión. La cuestión consiste únicamente en la captación y toma de consciencia simultánea de esto por los representantes de las ciencias concretas. Y que deben hacerlo de forma obligatoria, nadie lo pone en duda, pues de otro modo es irrealizable el conocimiento subsiguiente.

Una de las causas por las que la ciencia natural contemporánea no puede concebir la necesidad, para el conocimiento científico natural, de la filosofía en general y de la dialéctica en particular, es que la propia naturaleza, la realidad en el nivel moderno de su investigación exterioriza su carácter dialéctico. La ciencia natural concreta no puede arreglárselas sin tomar consciencia de las leyes y categorías dialécticas, por ejemplo, la transición de calidad en cantidad, la unidad ylucha de contrarios, la casualidad y necesidad y otros elementos de la dialéctica, pues el propio proceso de la realidad que incumbe a la práctica científica moderna demuestra claramente, con cada paso más y más brillante, el carácter dialéctico de la realidad que solo pueden abarcar estas categorías más generales. A este respecto es posible decir que en determinada concepción la ciencia natural engendra literalmente la dialéctica materialista. E independientemente de que lo quieran o no los representantes de las ciencias naturales, cualesquiera que sean las posiciones en las que estén en las cuestiones parciales en su área de conocimiento, la dialéctica de la naturaleza existe y no es posible eludirla.

El propio objeto del conocimiento empuja a los investigadores hacia el carácter dialéctico, la toma de consciencia de su esencia.

Entonces, por ejemplo, el que una de las ciencias naturales concretas, la física, tropiece en nuestros días a cada paso con el requerimiento de la filosofía, condicionado en que la práctica industrial permitió a la física en su forma física de movimiento lidiar con el movimiento, las transformaciones de tal intensidad, que a través de la transformaciones mutuas de formas singulares se desnuda la comunidad1 de estas formas, la identidad de su distinción, identidad no solo en las fronteras de las formas físicas del movimiento dado, sino también allende sus límites.

Las transformaciones mutuas intensivas y de uso múltiple de las formas físicas inicia el descubrimiento de las regularidades de su comunidad, sobre la base de que toda diferencia interviene tan pronto las diferentes formas de lo uno y de lo mismo, ya antes de la exteriorización de las situaciones de movimiento cercanas al movimiento en general y, en correspondencia, las regularidades cercanas a las regularidades de la materia en general. Esta es justamente tal situación, cuando cada una de las formas es como si no consiguiesen llegar a ser ellas mismas, la metamorfosis instantánea en su otro (este, a su momento, en su otro, etc.), situación sobre la que solo se puede decir con certidumbre que esta es una contradicción, unidad de ser y no ser, unidad de continuidad y discontinuidad.

En ligazón con esto pueden surgir ante los físicos cuestiones que traspasan las fronteras de la forma de movimiento dada y, en correspondencia, de la competencia de la ciencia física e incluso mas allá de la frontera de la ciencia natural en su integridad. Por ejemplo, la cuestión acerca de la materia en general, y no simplemente acerca de esta o aquella forma de existencia de la materia, acerca de la esencia del movimiento en general, y no solo de las formas de movimiento físicas, acerca del espacio y el tiempo en general, acerca de las relaciones cualitativas y cuantitativas, acerca de la identidad y la diferencia, acerca de lo relativo y lo absoluto, etc. Naturalmente, que a todas estas cuestiones solo puede responder la filosofía, y todas ellas se resuelven en la esfera de la filosofía. Cada una de las ciencias concretas no puede pretender resolver preguntas tales como: ¿qué es la materia? ¿movimiento?, etc.

Junto con estas surgen también las cuestiones que, a diferencia de los problemas filosóficos generales arriba citados, son los problemas de la comprensión dialéctica de las regularidades de tales o cuales formas de movimiento, la expresión de procesos dialécticos por su naturaleza, de las formas de movimiento concretas dadas de estas o aquellas esferas de la realidad en la dialéctica, los conceptos científicos (lógica) tomados del arsenal de la esfera de conocimiento dada y los fenómenos particulares que le corresponden a la esfera de la realidad en cuestión.

Tal género de generalizaciones teóricas, digamos, de carácter dialectal, son en sí además eso que habitualmente se denominan como cuestiones filosóficas de la física, cuestiones filosóficas de la biología, etc., en pocas palabras, las cuestiones filosóficas de las ciencias naturales. Que resuelven los propios naturalistas (y no los filósofos) con ayuda de la filosofía. Para esto los naturalistas empuñan (deben tomar obligatoriamente) las armas filosóficas, los principios materialistas dialécticos, dominar el pensamiento teórico dialéctico (creándolo cada quien por sí mismo), la lógica dialéctica, gnoseología, etc.

Además, cuando decimos que la física tiene menester de la dialéctica, tan pronto el objeto de su conocimiento llegó a ser la esfera del movimiento intensivo, entonces ello no consiste de modo alguno en esa concepción que investiga los fenómenos del micromundo, y, de ese modo, es como si tuviéramos que arreglárnoslas con la materia en general en el sentido sustancial (esto acaso sería incluso más que metafísico y primitivo). En realidad, la práctica industrial productiva en el proceso de transformación práctica de cosas aisladas, la forma de orden singular (a través de una serie de tales metamorfosis ininterrumpidas que devinieron posibles solo gracias a un nivel superior de desarrollo de la industria) desnuda, saca a la luz la comunidad como relación. Esto ya no es una simple cosa, sino eso que ya no se reduce a la propia singularidad de cosas iguales. Para la expresión del nivel de estas relaciones se requiere un nivel consonante de comunidad de relaciones de formas de pensamiento. Y estas ya son categorías (racionales) y sus relaciones que, es natural, residen en el campo de competencia de la filosofía. Por consiguiente, “el átomo –presentado anteriormente como límite en el que se detenía la divisibilidad– sólo es ahora una relación...”2. De allí el átomo, molécula o cualquiera de las así llamadas partículas “elementales” como “en tanto que parte más pequeña de la materia capaz de una existencia autónoma, es una categoría totalmente racional”3.

Sobra señalar que en tal situación de cosas la ciencia natural no puede arreglárselas sin operar los conceptos, categorías. La lógica de esta operación, como naturaleza de las categorías, es cosa de la filosofía.

No obstante, en cuanto el desnudamiento arriba citado se realizó en la esfera de la práctica, mediado por la actividad, la práctica subjetiva en el proceso que realiza la síntesis de cosas objetivas y pensamiento en cosas nuevas, que antes no existían4, entonces no es posible no tomar en cuenta tal aspecto subjetivamente práctico, no tomar en cuenta tal interacción de las aristas objetivas y subjetivas y el mecanismo de su interacción.

El naturalismo que se incorporó en la esfera teórica se encuentra a cada paso ante la necesidad de resolver esta cuestión. No es difícil notar que todo esto sale de las fronteras de las posibilidades de las ciencias concretas y transita a la esfera de la gnoseología, la ciencia sobre el conocimiento, es decir, una vez más: la filosofía.

Es más, si en la ciencia natural (en particular, en la época de la ciencia natural teórica) opera más el pensamiento (no empíricamente) e incluso los símbolos y modelos (sobre procesos físicos, biológicos y otros), entonces es comprensible que en tal situación surjan ininterrumpidamente ante ella las preguntas: ¿se corresponden estas formas del pensar a la situación real de las cosas? ¿Cuál es el nivel de esta conformidad? ¿Dónde termina lo objetivo y empieza la imagen subjetiva del mundo objetivo, esto es, qué resta en ellas de lo objetivo y qué de lo subjetivo? ¿Qué es producto de síntesis de lo uno y lo otro como resultado de la actividad práctica creadora? ¿Cuáles enmiendas es necesario introducir en esto por su carácter subjetivo y cómo hacerlo?

La cuestión se complica aún más porque la ciencia natural contemporánea opera con conceptos abstractos, símbolos, aparatos matemáticos y demás, muy lejana de las cosas percibidas de modo sensible, y por eso es como si entrase en contradicción con las representaciones sobre las que esta abstracción se construye. Pero esto aún no es todo. En este caso, el pensamiento del científico (incluso teórico) infaliblemente va hacia, tiende a la expresión figurada en la esfera de la representación de estos resultados, ya obtenidos por él por una senda puramente teórica. En este caso surge una contradicción más, ahora ya entre la abstracción del pensar y la nueva representación con cuya ayuda el naturalista intenta establecer el vínculo entre la esfera del pensamiento “puro” y la naturaleza. En general es imposible resolver una cadena tan peculiar de contradicciones sin el conocimiento del proceso dialéctico del conocimiento.

El que todos estos problemas se dan penosamente al naturalismo es claro de-por las interminables discusiones alrededor de los temas de la interrelación del objeto y el instrumento, o por la así llamada inagotabilidad del electrón y otros. No es secreto que ciertos científicos se afanan por penetrar en la naturaleza por sí mismos, apartando del todo la materialidad del pensamiento, absolutizándolo. Al considerar que en esto consiste la lealtad consecuente al materialismo, ellos proclaman que todo, salvo las representaciones, es objetivo y ellos mismos se enredan. Otros, a la inversa, no ven la ligazón de las representaciones, y aún más del pensamiento teórico, con lo objetivo en su contenido y se satisfacen con conclusiones idealistas, instituyendo límites absolutos entre las cosas de por sí y las representaciones.

En esto es verdaderamente penoso orientarse, y sin la dialéctica es simplemente imposible, como ello sucede así, que algo existe objetivamente y, al mismo tiempo, no existe como cierta cosa sobre la que sea posible indicar algún modo sensible como algo que existe sensiblemente, y en esta concepción surge como cierto algo, como unidad de ser y no ser.

Tomemos, por ejemplo, el espacio y el tiempo que existen objetivamente y se expresan en su conjunto, digamos, en metros y horas, pero tampoco se reducen a estas, de ese modo, no existen como tal y no se perciben como tal en algún modo sensible. Es sabido que la filosofía del materialismo dialéctico en ciertas cuestiones no se orienta sin el conocimiento de la unidad dialéctica del ser y no ser y la gnoseología. ¿Y acaso los naturalistas no sabían esto desde siempre, cuando operan con las representaciones de tiempo y espacio contemporáneas a ellos, y lo hacen con más frecuencia cuando ninguna es un modo empírico, esto es, obtienen representaciones, unificadas íntegramente de facto en un conjunto de metros y horas, operan literalmente “a mano”, sensiblemente?

Las ciencias concretas y, en primer lugar, la mecánica y la física, lidiaron en su primera época con determinadas alteraciones espacio-temporales en forma de cierta totalidad de metros y horas o centímetros y segundos, etc., en cada caso concreto. Todo esto se correspondió por entero a esa etapa inicial del conocimiento científico con aristas de singularidad, que Engels denominó período de recolección de hechos. Al poco tiempo, con el descubrimiento de las grandes comunidades, ya no fue posible arreglárselas sin lidiar con el espacio y el tiempo de la comunidad más grande. Y esto ya esta fuera de las posibilidades del conocimiento empírico. Esto solo puede abarcarlo la abstracción. Tal tiempo (como también el espacio) en general, el tiempo (y el espacio) como tal, en nuestras representaciones se manifiesta a partir del tiempo y el espacio aislados (es decir, de la totalidad citada), que es propio de cada sistema aislado finito, forma de movimiento con intensidad concreta, etc. De estas formas de relaciones espacio-temporales aisladas se desprende algo general y, como lo singular a través de lo particular y lo general, eleva a nuestro pensamiento hacia la comunidad más grande con el aspecto de pensamiento sobre el espacio y el tiempo como tales.

El espacio y el tiempo existen como algo absoluto, expresables y asequibles a nuestro conocimiento solo a través del tiempo y el espacio relativamente concreto aislado, con arreglo a como el movimiento absoluto, imperecedero e infinito se expresa y conoce solo por medio de las formas de movimiento finitas aisladas y relativas, pero no existen en algún modo sensible, sino que son abstracciones que se corresponden a la situación real de las cosas y son contradicciones entre lo infinito y lo finito, lo absoluto y lo relativo, etc., como contradicción entre la totalidad de metros y horas concretos de un lado y el tiempo y el espacio, del otro, donde los últimos no existen de otra forma y no se descubren a sí mismos sino por medio de esas formas concretas, pero tampoco se reducen a ellas, realizan su existencia a través de ellas e intervienen, al mismo tiempo, como algo más que su simple totalidad.

Sin el dominio de la dialéctica, todo esto es, para los naturalistas, difícil de comprender y, es más, de tener en cuenta. La contradictoriedad, el trasvase de antinomias, carencia de límites bien marcados, la interpenetración es inaccesible al pensamiento corriente, elemental, no especialmente dialéctico: o dadle el tiempo en general en aspecto sensible, o el tiempo es una forma a priori de la razón.

Evidentemente, que sin el conocimiento del “mecanismo” de movimiento de lo individual en lo particular y lo general, es decir, sin la comprensión de como se cristaliza en la realidad este ascenso en el pensamiento, no es posible arreglárselas ulteriormente en las ciencias naturales, pues estas últimas no pueden arreglárselas sin la generalización, sin la elevación de lo individual a lo general5 y su realización ya en lo particular; con el aspecto de preservación de las formas de expresión de las formas particulares de movimiento. Y aunque las ciencias naturales se ven forzadas a hacer esto a cada paso, el “mecanismo” de todo este principio queda más allá de sus posibilidades particulares. La ciencias naturales deben obtener esto (el principio) de la filosofía.

En el proceso del conocimiento siempre lidiamos en primer lugar con las formas singulares finitas, las cosas. Y debemos limitarnos al conocimiento empírico con sus observaciones contemplativas, para un registro ulterior de estas singularidades no da más (casi exactamente igual a como esto obra en los animales superiores), pues ningún conocimiento empírico puede dar la ley (científico natural) como ley de la forma dada de movimiento (en su conjunto) con aspecto de particularidades deformadas y casualidades. El conocimiento realmente acabado es el conocimiento que es llevado hasta el conocimiento de las leyes. La ley es así, una vez más, la forma de la comunidad que se desnuda en el proceso de transformación mutua de las formas concretas. Por eso la senda al conocimiento de las leyes es la senda a la comunidad. No podemos avanzar por ella de otro modo sino es con ayuda del pensamiento teórico, pues solo “.... en elevarse, en el pensamiento, de lo singular a lo especial y de lo especial a lo universal...”6.

Es del todo comprensible que esto no se puede hacer sin la filosofía, sin la dialéctica del pensamiento, sin la lógica dialéctica. Se añade a ello que la comunidad en el caso dado interviene como forma de conclusión interna y forma de expresión de la necesidad. Así, esta última es inasequible a la observación empírica que lo más que puede hacer es darnos las alteraciones de la percepción que se realizan una tras otra, pero ello no nos señala la necesidad de la ligazón.

La comunidad que abre el nivel contemporáneo de producción y ciencia (incluso antes de la comunidad más elevada) desnuda mucho más y compele a lidiar con su asunto, es justamente la necesidad, cuya asimilación nos e da en virtud de métodos empíricos. La necesidad es asequible en la lógica dialéctica. Y esto es así porque esta última es la autoconsciencia del contenido de la necesidad. En ella la necesidad encuentra su desarrollo más elevado, gracias al cual puede intervenir el método teórico, instrumento del conocimiento.

De la imposibilidad de que las ciencias naturales se las arreglen sin la filosofía nos da testimonio también semejante problema. La ciencia natural que tiene que ver con la relación de fenómenos descrita al inicio del artículo, cae en una situación tal en la que ningún aparato o cualesquiera de los métodos empíricos no puede ayudar de modo inmediato. Por ejemplo, a ese mismo átomo jamás se lo vio, ni se le percibió empíricamente, es más, este último aparece en escena como una relación en medidas de líneas cruzadas. Y al mismo tiempo, el científico opera con representaciones y conceptos sobre tal género de realidad física y obtiene el resultado. “Y, en este punto, no había más remedio que recurrir al pensamiento: el átomo, la molécula, etc., no los revela el microscopio, sino solamente el pensamiento”7, recalcó F. Engels. Como es bien sabido, F. Engels se refirió de modo aprobatorio a los puntos de vista de Hegel sobre la molécula como determinaciones del “pensamiento”, “... con respecto a los cuales el pensamiento tiene que pronunciar la palabra decisiva”8. Al átomo real lo sustituye de facto la representación aproximada, creada en la cabeza, el peculiar modelo cognoscitivo que se corresponde a la genuina situación de las cosas (si este lo comprueba la práctica), pero no garantiza en las representaciones un cuadro absolutamente exacto e idéntico al átomo real; cuadros que nosotros llamamos átomos, etc. Este modelo no solo que no garantiza, sino que no requiere en lo absoluto una copia exacta. Algunos cuadros fijados en la concepción sensible-contemplativa, en representaciones, conceptos, no pueden ser por principio un “retrato” exacto9. Con todas las formas físicas de este género con toda su existencia objetivamente real nos es menester lidiar, de tal forma, en primer lugar, como con categorías racionales. Y vadear esto, salir allende las fronteras de tal necesidad no puede hacerlo ni un solo naturalista, como si este no se hubiese representado eso que tiene que ver no con las representaciones (por ejemplo, sobre la partícula física π-mesón), sino inmediatamente con eso que es de hecho el contenido de esta representación, más exactamente, lo que se corresponde a la situación real de las cosas y la representación confirmada por la práctica, pero representación pese a todo y por eso no idéntica (de ninguna manera, no absolutamente idéntica) con eso que refleja. Pensar de otro modo es desear nuevamente sentir la partícula como tal. Es más, si tal naturalista insistiera en la existencia objetiva de esta categoría, entonces no saldría de la tergiversación, y como no es de sorprender, sino justamente desde las tergiversaciones idealistas, aunque al hacer esto sea en provecho de la concepción materialista (en su representación).

Buscar, por ejemplo, el hiperón (o alguna otra partícula similar) como tal es tan ingenuo como buscar √ -1 en la realidad. Dónde termina entonces la materialidad objetiva y empieza la idealidad, en qué son semejantes y en qué son distintos, cuáles son su correlaciones y cuáles son sus correspondencias, cómo a través de lo distinto realiza su identidad y así sucesivamente; justamente estas cuestiones son las que no puede resolver la ciencia natural concreta. Esto solo lo puede hacer la gnoseología, la filosofía.

Con frecuencia los naturalistas son materialistas espontáneos, pero al mismo tiempo son metafísicos, no deseando apartarse de la materia, ellos mismos no advierten que a través de la absolutización de la materialidad y la falta de respeto hacia la razón caen en el idealismo e incluso son víctimas del más reaccionario idealismo, semejante al espiritualismo. No en balde, K. Marx, recalcando que todo extremo es su propia contrario, dice que “... el materialismo abstracto es el espiritualismo abstracto de la materia”10.

La filosofía se venga por haber sido irrespetada. Y vemos a cada paso, como incluso los más inveterados físicosempíricos que no hablarían con palabras, hoy no pueden arreglárselas sin la filosofía, pues no pueden arreglárselas sin el pensamiento teórico (que, señalamos, se encuentra en el área de competencia de la filosofía). Allí, donde el objeto del conocimiento, en palabras de Engels, viene a ser el propio concepto, allí está la filosofía.

“Los físicos verdaderos, puros –como notó con justeza Hegel– solo son de hecho animales...”11. Y en realidad, no son dables los físicos puros que tienen que ver solo con las cosas, con la naturaleza, sin las formas pensantes, las representaciones sobre estas y, de tal modo, sin la mediación del pensar.12

Ignorar la filosofía en nuestra época es igual que ignorar el pensamiento, y de este no pueden librarse los naturalistas, sin cesar de ser naturalistas.

Solo el conocimiento consciente del “mecanismo” de la metamorfosis contradictoria de la realidad material en su contrario es la idealidad, y con esto “regresa” (en el proceso de la actividad humana, la práctica, en la concepción dialéctica de esta última) en la materialidad, y al tomar en cuenta todas estas relaciones permite reflejar con fidelidad la situación genuina de las cosas y utilizar, de ese modo, lo que toma consciencia de sí en la teoría del conocimiento de la dialéctica como método del conocimiento. Vendrá el tiempo, cuando en el proceso del conocimiento se requiera descubrir no solo la esencia del movimiento, sino también tomar en cuenta el “mecanismo” de descubrimiento de su esencia. Y esto, por su orden, es posible mediante la toma de consciencia de lo qué es esta esencia en general y cuál es su naturaleza gnoseológica.

De ese modo, conocer cómo se cristaliza en la realidad el movimiento de los fenómenos de la realidad en la esencia, es decir la dialéctica del movimiento de la realidad, no es posible sin conocer, sin tomar en cuenta el movimiento, la metamorfosis del movimiento de las cosas en movimiento de las formas del pensar. Y la cosa no consiste tanto en distinguir el movimiento, verlo, cuanto en expresarlo en conceptos, en la lógica de los conceptos.

Pero los naturalistas para obtener resultados justos deben tener la dialéctica como armamento, no solo como dialéctica de los conceptos, como lógica, sino también como teoría del conocimiento (y todo eso en esa concepción que existe como una sola dialéctica sin “tres palabras”13). “... porque en la consciencia siempre hay un toque de universalidad y verdad”14. En el movimiento hacia la verdad en tal nivel de comunidad, con base en que, en nuestro tiempo, debe hacer esto el naturalismo, interviene sobre el nivel teórico de su desarrollo, ello no es posible de hacer con justeza sin el conocimiento del “mecanismo” de la dialéctica del movimiento. Sin el conocimiento de la dialéctica de la interrelación de lo absoluto y lo relativo en el movimiento hacia la verdad, y también sin la ligazón dialéctica de la verdad absoluta y la verdad relativa el activista científico contemporáneo no puede apoderarse de la verdad. La fluctuación del pensar, el rechazo de la realidad objetiva, la duda en el carácter objetivo de las representaciones científico-naturales hará partícipe a tal naturalista.

El carácter relativo más necesario de los procesos de la naturaleza, relatividad que infaliblemente se descubre y tiene una importancia cada vez mayor (en particular, en medida de la infinita revolución en la ciencia), de no empuñar las armas de la dialéctica amenaza a los naturalistas junto con esto el relativismo (en la peor acepción de esta palabra) y la tergiversación de la realidad según el tipo del idealismo físico.

Aún el propio hecho del conocimiento es la extirpación del objeto de los lazos generales de todo con todo. Este mismo es un empobrecimiento de ello en sus representaciones, conceptos. No es posible sin extirpación, sin esto y de tal forma sin limitación, sin absolutización no es posible el conocimiento. Pero uno –el empírico– extirpa y examina lo extirpado como igual a sí mismo, y el otro –el dialéctico– también extirpa, pero hace enmiendas a la extirpación, considera la máxima cantidad posible de vínculos y relaciones que se quedaron sin ser abarcados en el proceso de extirpación. Restaurarlos y penetrar en la esencia solo es posible con ayuda del pensamiento teórico abstracto y bajo el conocimiento de la teoría del “mecanismo” cognoscitivo de extirpación y compenetración en la esencia, en consecuencia, no sin la filosofía del materialismo dialéctico.




{*} Traducción directa del ruso por Víctor Antonio Carrión para la Colección Textos Libres, ER Edithor, Quito 2018, Ecuador.

{1} En el original “общности” (obshchnosti) que significa literalmente “comunidad”, debe tomarse en cuenta que en el idioma ruso la palabra “общий” (obshchij) denota los significados de “común” y “general”, por lo que obshchnosti tiene un sentido semántico de “comunidad”, “lo común”, “lo general”; Bosenko en sus escritos suele apelar a este doble contenido de la palabra obshchnosti. (N. del trad.)

{2} Marx, Karl & Engels, Friedrich: F. Engels a K. Marx del 16 de junio de 1867 en “Cartas sobre las ciencias de la naturaleza y las matemáticas”, Editorial Anagrama, Barcelona, p. 57.

{3} Marx, Karl & Engels, Friedrich: Op. cit.

{4} Todos conocen que en la ciencia natural contemporánea, incluida la física, el conocimiento no se construye ni de lejos sobre la simple observación contemplativa y, de ese modo, sobre el descubrimiento de los fenómenos de la naturaleza, sino sobre la producción de fenómenos que en tal aspecto pueden y no existen. (Por algo la ciencia pretende ser fuerza productiva inmediata).

{5} Tómese en cuenta que “общий ” (obshchij) significa “general” y “común”. (N. del trad.)

{6} Engels, Federico: Dialéctica de la naturaleza, Editorial Grijalbo, CDMX, 1961, pp. 198-199, traducción de Wenceslao Roces.

{7} Engels, Federico: Dialéctica de la naturaleza, op. cit., p. 172.

{8} Engels, Federico: Dialéctica de la naturaleza, op. cit., p. 174.

{9} La representación ordinaria carente de sentido dialéctico desde la posición del materialismo ingenuo, como sí el naturalista lidiase inmediatamente con procesos naturales, el desarrollo real y algo semejante, aunque parece externamente materialista, en esencia simplemente obstaculiza el conocimiento de las cosas reales, los procesos del desarrollo verdadero, pues, al abolir la cuestión sobre el nivel de correspondencia entre las expresiones del pensamiento, conceptos y procesos reales, no obstante, tiene que ver de hecho con las representaciones, ella absolutiza lo último, limitando la esfera del concepto, así tampoco llega a eso que es su sentido objetivo, a la realidad. Al crear la ilusión de la plena correspondencia en cada caso concreto entre las cosas y las representaciones, entre el reflejo y la situación real de las cosas. No por azar V.I. Lenin exige con tanta perseverancia, en la obra Materialismo y empiriocriticismo, no suponer semejante identificación. Esta última, por una conocida ley dialéctica, conduce forzosamente al resultado contrario, a saber: a la negación del materialismo. Y en verdad, es justamente la absolutización (como si fuese en beneficio del materialismo) de la correspondencia de consciencia y ser la que lleva a la negación del propio materialismo.

{10} Marx, Karl: Crítica de la filosofía del Derecho de Hegel, Biblioteca Nuevo, Madrid, 2010, p. 170 [traducción de José María Ripalda].

{11} Hegel, Georg Wilhelm Friedrich: “Enzyklopädie der philosophischen Wissenschaften im Grundrisse 1830” en Werke 8, Suhrkamp Verlag, Francfort, 1970, p. 207.

{12} La comparación hegeliana con los animales no es casual. El pensamiento elemental, no dialéctico, en el hombre es semejante al animal y tiene un fundamento común con él (incluso en el caso fisiológico en forma del primer sistema de señales). A los animales no les es inherente la práctica subjetiva, en ellos no hay relación, ellos no toman consciencia de sí, su instinto. El perro, por ejemplo no sabe que es un perro. Los animales no abstraen de las cosas lo general y no crean conceptos abstractos. En ellos no existe la contemplación vivaz que contiene en sí la condición para la creación de la abstracción. La lógica elemental del hombre merced a la actividad contiene en el momento de la contemplación justamente tal condición. Pero el carácter contemplativo, que se consolidó como modo de pensamiento, y se basó en el reflejo inmediatamente sensible, no puede ir más allá del descubrimiento de los vínculos externos y no permite penetrar en la esencia interna de las cosas y relaciones, en la necesidad. Esto solo lo puede hacer el modo de pensar teórico dialéctico para el que la contemplación interviene solo como momento en el proceso cognoscitivo, sí y esto ya como contemplación viva, activa, subjetivopráctica.

{13} Valeri Bosenko hace referencia a la tesis de Lenin: “Si Marx no nos dejó una 'Lógica' (con mayúscula), dejó en cambio la lógica de El capital, y en este problema debería ser utilizada a fondo. En El capital, Marx aplicó a una sola ciencia la lógica, la dialéctica y la teoría del conocimiento del materialismo [no hacen falta 3 palabras: es una y la misma cosa], que tomó lo que había de valioso en Hegel y lo desarrolló” (Lenin, Vladimir: “Cuadernos Filosóficos” en Obras Completas, t. 42, Ediciones de Cultura Popular, Akal Editor, CDMX, 1”, 1974, p. 309). (N. del ed.)

{14} Lenin, Vladimir: “Cuadernos Filosóficos” en Obras Completas, t. 42, Ediciones de Cultura Popular, Akal Editor, CDMX, 1”, 1974, p. 245.


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