Filosofía en español 
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Pedro Fedoséyev

Lenin: crítica del subjetivismo y el objetivismo

Los críticos burgueses del marxismo-leninismo y los revisionistas, incluso ahora, siguen frecuentemente inculpando a V. I. Lenin de subjetivismo, de subestimar los procesos objetivos del desarrollo social. Esta clase de intérpretes de la historia del marxismo contraponen Lenin a Marx, presentando las cosas de forma como si Marx hiciera hincapié en las bases materiales, objetivas, del proceso revolucionario. Lenin, según ellos, no tenía en cuenta estas bases y confiaba en los factores subjetivos de la historia.

Sin embargo, el análisis atento de las obras de Lenin y de toda su actividad prueba evidentemente que semejantes afirmaciones carecen de fundamento. En realidad, y esto trataré de demostrarlo más adelante, Lenin consideraba el subjetivismo (como asimismo el objetivismo extremo, lindante con el fatalismo) antípoda del marxismo, antípoda del enfoque científico de los problemas del desarrollo social y de la lucha revolucionaria. Ya a finales del siglo pasado en sus obras Quiénes son los “amigos del pueblo” y cómo luchan contra los socialdemócratas, El contenido económico del populismo y su critica en el libro del señor Struve, Para una caracterización del romanticismo económico, sobre la base del análisis crítico de la sociología subjetiva de los populistas, de las concepciones subjetivistas en economía política Lenin reveló la inconsistencia metodológica del subjetivismo, y de la proyectomanía social, con él ligada, de los ideólogos pequeñoburgueses.

Los trabajos de Lenin que hemos mencionado fueron escritos en condiciones de una tensa lucha política e ideológica. En ellos se decidían problemas tan agudos como el papel del proletariado en el movimiento revolucionario, la importancia de su alianza con el campesinado, el carácter de las relaciones económicas en la Rusia de entonces y las tareas del partido marxista, etc. Pero la solución de todos estos problemas estaba ligada en fin de cuentas con la forma en que el investigador entendía las leyes del desarrollo de la sociedad, el papel de los partidos, de las clases, de la personalidad y de las ideas en la historia. Si las leyes del desarrollo de la sociedad tienen carácter objetivo, entonces el hecho de que Rusia emprendiera la vía capitalista de desarrollo resulta un proceso irreversible y su sucesivo destino está ligado a la lucha de clases del proletariado. Si, por el contrario, el desarrollo histórico de la sociedad tiene por base la voluntad consciente de la personalidad, entonces las esperanzas de los populistas en que conseguirían desviar a Rusia del camino económico por el que ya marchaba, hubieran tenido posibilidades de éxito.

Los representantes del método subjetivo en sociología (N. Mijailovski y otros) trataron de demostrar el “carácter limitado’’ del marxismo aludiendo que éste, supuestamente, no tiene en cuenta el papel de la personalidad en la historia y sólo toma en consideración la “necesidad histórica’’, las “categorías económicas’’. Contrariamente a estas patrañas, Lenin declara en el espíritu de la doctrina de Marx: “...Toda la historia se compone precisamente de acciones de individuos que son indudablemente personalidades”1.

Lenin prestaba atención no sólo a la banalidad de los razonamientos de los populistas sobre las “personas vivientes” que, supuestamente, ignoran los marxistas, sino también al hecho de que los populistas, en realidad, repetían las debilidades y los errores de la filosofía del siglo XVIII, contraponiendo al medio social histórico el individuo con sus objetivos, sus ideas sobre lo que debe ser. El populista critica al marxismo desde las posiciones de la filosofía de ayer. Cuando él considera el medio y un cierto individuo abstracto, suprahistórico, en calidad de dos factores independientes del desarrollo histórico, con ello “borra sencillamente toda la evolución de la ciencia social, desde fines del siglo pasado, y vuelve a la ingenua especulación racionalista que ignora la existencia de relaciones sociales determinadas y su desarrollo. ¡De un solo plumazo borra todo lo valioso que obtuvo el pensamiento humano, al precio de búsquedas seculares, al esforzarse por comprender los fenómenos sociales!”2.

Lenin consideraba como un grandísimo logro de la ciencia social del siglo XIX (que pasó por alto la escuela subjetivista en sociología) la concepción materialista de la historia, argumentada en los trabajos de los fundadores del marxismo. Precisamente Marx consiguió superar esa contraposición del individuo al medio social en la que se enredaban los autores de las construcciones racionalistas del siglo XVIII. Destacando de todo el cúmulo de relaciones sociales las relaciones económicas como factor determinante del proceso histórico e independiente de la voluntad de los hombres, con ello Marx reveló la inconsistencia de los intentos de limitar las posibilidades del análisis rigurosamente científico de los fenómenos sociales. Precisamente al mostrar la circunstancia de que el desarrollo y los cambios de la realidad social representan en sí un proceso histórico-natural, con ello por primera vez la teoría social se situó sobre un fundamento científico.

La verdadera diferencia entre un populista y un marxista consiste, según Lenin, no en que uno estudia a las “personas vivientes” y el otro considera poco importante este estudio, sino en la diferencia entre los enfoques científico y no científico del estudio de la sociedad, incluyendo los actos y el proceder de los individuos reales que integran la sociedad. La posibilidad de reducir en fin de cuentas los motivos del comportamiento de los individuos a relaciones económicas independientes de su voluntad permitió por primera vez describir y explicar estos motivos. El investigador marxista posee el criterio seguro de por qué él trata con las ideas y sentimientos reales de la persona viviente. “Pero usted –escribió Lenin dirigiéndose a los populistas–, aunque habla de “personas vivientes’’, en realidad toma como punto de partida no a “personas vivientes”, con las “ideas y los sentimientos” que crean sus condiciones de vida, el sistema dado de relaciones de producción, sino muñecos cuya cabeza rellena con sus propios 'sentimientos e ideas'”3.

Aquí llegamos a uno de los aspectos más interesantes, a nuestro parecer, del análisis leninista de la sociología objetiva.

Lenin empieza a examinar esta teoría por la cuestión referente a la medida en que satisface las exigencias planteadas ante la cognición científica. Precisamente este enfoque le lleva a la conclusión de que la sociología subjetiva no puede ser otra cosa que la forma ideológica de expresión de las “ideas y los sentimientos” de sus autores, que a su vez son representantes de un grupo social totalmente definido. Dicho con otras palabras, el problema del valor científico de la teoría se transforma inevitablemente, en virtud de su propia lógica, en el problema de la esencia social, clasista de la teoría.

Esta lógica del pensamiento leninista nos parece de suma importancia, ya que los críticos burgueses del leninismo repiten machaconamente que Lenin, supuestamente, “imponía” a la teoría social el problema del partidismo, que Lenin “exigía” de la ciencia social, neutral por su esencia teórico-cognoscitiva, que adoptara una determinada postura clasista. Sin embargo, es todo lo contrario. Lenin llegó a la conclusión de que la teoría social tenía una función ideológica a través, en particular, del análisis de su esencia cognoscitiva.

En efecto, veamos cómo analiza en su libro Quiénes son los “amigos del pueblo”..., las posiciones metodológicas de Mijailovski.

Mijailovski culpa a Marx de no dar una definición tipo “¿qué es en general la sociedad?”, “¿qué es en general el progreso?”, etc. No encontrando en los trabajos de Marx lo que estaba acostumbrado a ver en las obras de cualquiera de los sociólogos burgueses de su tiempo, Mijailovski termina diciendo que la concepción materialista de la historia, elaborada por Marx, sencillamente no existe.

Lenin hace constar ante todo la falta de correspondencia del propio planteamiento del problema por Mijailovski con los criterios de la investigación científica. Los conceptos científicos de sociedad, progreso, etc. pueden ser resultado y no premisa de la investigación. La ciencia sólo tiene un medio para llegar al concepto de “sociedad” –dice Lenin–, y es mediante el análisis y la generalización de los hechos empíricos, que constituyen el contenido de los estados sociales históricos reales, destacando de estos hechos sus características más esenciales, estableciendo su repetición en los diversos estados sociales. Por el contrario, lo que exige de la sociología Mijailovski “es el síntoma más evidente de la metafísica por la que comenzaba toda ciencia: cuando no se sabía iniciar el estudio de los hechos, se inventaban a priori teorías generales que siempre eran estériles”4.

Al mismo tiempo Lenin atrae la atención del lector sobre la circunstancia de que las teorías sociales de su época estaban integradas en sus nueve décimas partes por esta clase de razonamientos especulativos. Como es natural, esto no se podía explicar solamente por errores individuales de los investigadores. Si estos procedimientos, que no hacen avanzar lo más mínimo la comprensión por el hombre de las relaciones sociales, a pesar de todo siguen siendo utilizados una y otra vez por los científicos, por consiguiente, desempeñan una función social distinta a la función del conocimiento científico. Lenin define esta función diciendo que esos procedimientos “...en lugar de contribuir al estudio y explicación del problema, sólo conducen a suplantar el concepto de la sociedad por las ideas burguesas de un mercader inglés o por los ideales socialistas-filisteos de un demócrata ruso, y nada más”5. Así, pues, el examen del problema del valor científico de la teoría social nos lleva al problema del carácter clasista y partidista de esta teoría.

Pero, con esto pierde todo fundamento la acusación que se hace al marxismo-leninismo de que plantea de una manera “artificial”, “ilegal” la cuestión referente a la naturaleza clasista de los conocimientos sociales. La teoría marxista-leninista no hace más que registrar el estado real de la ciencia social en la sociedad clasista, el cumplimiento real por aquélla de la función cognoscitiva junto con la ideológica.

Debe subrayarse que Lenin criticaba las teorías populistas no ya porque, en tanto que ideología, reflejan los intereses y anhelos de determinados grupos sociales. Lenin criticaba la sociología populista por el hecho de que encella las funciones ideológica y cognoscitiva habían entrado en contradicción y el método científico de análisis había sido suplantado por construcciones subjetivistas. Dicho con otras palabras, la contraposición del marxismo y las teorías subjetivistas de los populistas no es, según Lenin, una contraposición de la ciencia y la ideología, sino la contraposición de la ideología científica y la ideología no científica.

El sentido de la crítica leninista de la concepción populista no se reduce en modo alguno, a nuestro parecer, al desenmascaramiento de una escuela sociológica concreta. Esta crítica considera la escuela dada como una de las posibles manifestaciones de subjetivismo en la ciencia, y en este sentido tiene un significado más amplio. “La raíz del subjetivismo en sociología”, señalaba Lenin, consiste en la incapacidad o la falta de deseo de distinguir “en la complicada red de fenómenos sociales, los fenómenos importantes de los que no lo eran”, y de encontrar un criterio objetivo para esta diferenciación6.

El subjetivismo como método teórico está presente allí donde se niega la existencia de la verdad objetiva, de los criterios objetivos del conocimiento social, donde las búsquedas de la verdad científica son suplantadas por las especulaciones y la sofistería, por el relativismo histórico y sociológico. Sin embargo, el peligro de subjetivismo no sólo existe allí donde adquiere forma de un sistema acabado de principios. La sustitución de lo importante por lo insignificante, la mezcla de lo esencial y lo fútil, la absolutización de una u otra tesis teórica pueden hacer que cualquier investigador cometa errores de plano subjetivista en cada etapa de su penetración en la esencia de los fenómenos sociales, es decir, el subjetivismo no siempre, ni mucho menos, existe en forma de evidente divorcio con lo científico. El utopismo, el “romanticismo”, siendo causas características y, al mismo tiempo, resultados de las desviaciones subjetivistas del modo científico de investigación, con frecuencia declaran literalmente su correspondencia con los logros del pensamiento científico, prefieren presentarse en forma de verdades científicamente fundamentadas, no están en contra de apoyarse en unos u otros elementos del análisis científico.

Precisamente a esta circunstancia Lenin prestó una atención especial, particularmente en su crítica de las concepciones románticas en el dominio de las doctrinas económica7. La teoría subjetivista puede registrar los mismos fenómenos, los mismos procesos de la vida económica de la sociedad que se describen en el marco de la teoría científica. Por ejemplo, se pueden constatar, escribió Lenin, fenómenos objetivos de la economía de la sociedad capitalista tales como la existencia de crisis, la búsqueda de mercado exterior, el aumento de la producción cuando se reduce el consumo, los monopolios, la influencia perniciosa de la industriamaquinizada sobre el trabajador, etc., y además sin rebasar los límites de la teoría económica subjetivista. Pero con esto, ante la crítica científica del subjetivismo surgen dos problemas: en primer lugar, dónde, a qué nivel de las investigaciones y en virtud de qué causas el romántico empieza a apartarse de las exigencias del método científico y, en segundo lugar, qué actitud deberá mantener la teoría científica (marxista) hacia las investigaciones en ciencias sociales concretas que realizan científicos que no están en las posiciones de la filosofía marxista.

En lo que respecta a la respuesta a la primera pregunta, Lenin muestra que el romántico empieza a apartarse de las exigencias del método científico allí donde el análisis del estado económico real de la sociedad presupone la valoración de este estado desde el punto de vista de las perspectivas de la lucha de las fuerzas y corrientes sociales, desde el punto de vista de la lucha de clases, pero donde esta valoración y la posición ideológica del investigador entran en contradicción con su honradez científica. El romántico es romántico precisamente porque trata de compaginar el análisis científico con la defensa de los intereses de las fuerzas e instituciones sociales próximas a él, pero condenadas a la derrota en la batalla histórica.

En el trabajo Para una caracterización del romanticismo económico, Lenin reprochaba a Sismondi que en lugar del análisis de las relaciones económicas y las contradicciones propias del capitalismo él situaba la utopía pequeñoburguesa, consideraba el capitalismo no desde las posiciones de la ciencia, sino desde las posiciones de la moral pequeñoburguesa, limitándose a una crítica sentimental del régimen capitalista.

En cuanto a la respuesta a la segunda pregunta, la encontramos formulada en trabajos posteriores, en los que Lenin estableció la diferencia entre las investigaciones especiales de las ciencias sociales y las conclusiones que manifestaban la posición partidista del científico. La tarea del marxista, subrayaba Lenin, consiste en asimilar y elaborar los resultados concretos obtenidos en el marco de estas investigaciones y saber eliminar su línea reaccionaria. Sin embargo, el ejemplo clásico de la puesta en práctica e esta posición lo dio ya en el período de lucha contra as teorías económicas de los populistas en la obra El desarrollo de capitalismo en Rusia. Esto es un modelo de cómo se puede utilizar el material científico obtenido en el marco de las investigaciones no marxistas, para crear un cuadro verdaderamente científico del desarrollo de la sociedad.

Un jalón muy importante en la historia de la crítica leninista del subjetivismo fue el libro Materialismo y empiriocriticismo. Una de las tareas más complejas que se le plantearon a Lenin al escribir esta obra fue la argumentación filosófica de la existencia de la verdad objetiva en momentos cuando bajo la influencia del impetuoso progreso de los conocimientos científicos, de revisión de las representaciones científicas que parecían inmutables, de eliminación de las viejas teorías y su sustitución por otras nuevas, se hicieron sumamente modernos los intentos de interpretar la verdad en el espíritu del relativismo y el convencionalismo, es decir, desde las posiciones subjetivo-idealistas.

A este género de tendencias se oponía precisamente la doctrina leninista sobre la dialéctica del conocimiento, sobre la correlación de la verdad absoluta y relativa. “Desde el punto de vista del materialismo moderno, es decir, del marxismo –escribió Lenin–, son históricamente condicionales los límites de la aproximación de nuestros conocimientos a la verdad objetiva, absoluta, pero lo incondicional es la existencia de esta verdad, lo incondicional es que nos aproximamos a ella... Dirán ustedes: esta distinción entre la verdad absoluta y la verdad relativa es imprecisa. Y yo les contestaré: justamente es lo bastante 'imprecisa' para impedir que la ciencia se convierta en un dogma en el mal sentido de esta palabra, en una cosa muerta, estancada, osificada; pero, al mismo tiempo, es lo bastante 'precisa' para deslindar los campos del modo más resuelto e irrevocable entre nosotros y el fideísmo, el agnosticismo... Es el límite entre el materialismo dialéctico y el relativismo”8.

Reconociendo el carácter relativo de nuestros conocimientos, Lenin se pronunciaba contra el dogmatismo, contra la osificación del pensamiento, por el desarrollo creador de la teoría. Al mismo tiempo, afirmando la objetividad del conocimiento humano, mostrando la dialéctica de la transformación de la verdad relativa en absoluta, Lenin presentó batalla al relativismo, el cual niega la autenticidad de las tesis fundamentales de la ciencia, incluida la teoría revolucionaria.

Por lo común, los subjetivistas tratan de presentarse como enemigos de los dogmas. Sin embargo, ellos entienden el dogma como un simple sinónimo de todo cuanto ha cristalizado, ha obtenido el reconocimiento general en la ciencia y en la convivencia humana. Como resultado, la lucha contra el dogmatismo se convierte para ellos en la negación nihilista de todos los valores del pasado, en una búsqueda de la novedad en aras de la misma.

Por el contrario, para Lenin el dogmatismo fue siempre la cara opuesta del subjetivismo, la tergiversación, la desviación de la verdad objetiva. Por eso, subrayaba, que ‘‘no puede haber dogmatismo allí donde el criterio supremo y único de la doctrina es su conformidad con el proceso real del desarrollo económico-social”9. Precisamente este criterio lo mantuvo Lenin a lo largo de toda su actividad, tanto en la esfera de la teoría como para determinar la política práctica.

Criticando el subjetivismo y el relativismo, revelando la dialéctica de la verdad absoluta y relativa en el proceso de cognición, la dialéctica de la sustitución de lo viejo por lo nuevo en la ciencia, el arte y la conciencia moral, Lenin subrayaba el papel de la práctica como base del conocimiento y criterio objetivo de la verdad.

Contrariamente al pragmatismo, que considera como criterio de la verdad la utilidad y el provecho. Lenin demostraba que la verdad objetiva no depende de los fines y propósitos del hombre. Los propios conocimientos pueden ser útiles precisamente porque contienen la verdad objetiva. Lenin formuló con la máxima precisión las tesis de principio de la teoría materialista del conocimiento con respecto a esta cuestión: ‘‘El conocimiento puede ser biológicamente útil, útil en la práctica del hombre, en la conservación de la vida, en la conservación de la especie, únicamente cuando refleja la verdad objetiva, independiente del hombre”10.

Precisamente por esto los marxistas someten la realidad a un riguroso análisis científico, revelan sin temor la verdad objetiva por muy grata o amarga que ésta sea de por sí.

Lenin refutaba de manera convincente la concepción de la verdad como un instrumento accesorio de la actividad cognoscitiva. “Considerar que la verdad es un instrumento de conocimiento –escribió– significa, en efecto, pasarse al agnosticismo, es decir, abandonar el materialismo”11.

En los trabajos relacionados con la crítica del trotskismo, de los “comunistas de izquierda” y de la “enfermedad infantil” en el comunismo, Lenin reveló el peligro del enfoque subjetivista, voluntarista de la solución de los problemas de la transformación socialista de la sociedad, de los problemas del movimiento comunista mundial. Lenin criticaba acerbadamente a aquellos que menospreciaban las leyes objetivas del desarrollo social, que subestimaban la base material de los procesos históricos, las relaciones económicas como las que, en fin de cuentas, determinan el comportamiento de las clases, de los partidos políticos y su lucha.

Al criticar el subjetivismo, desde los primeros anos de su actividad teórica y política Lenin prestó gran atención a otra posición metodológica de partida de ]os enemigos de la teoría y la práctica del marxismo revolucionario: el objetivismo burgués.

En relación con esto tiene especial importancia el trabajo leninista El contenido económico del populismo y su crítica en el libro del señor Struve. A finales del siglo XIX, en el llamado marxismo legal y, respectivamente, en el bernsteinianismo en Occidente, tuvieron una amplia difusión las tergiversaciones fatalistas del socialismo científico. Para estas orientaciones era característica la renuncia al análisis clasista de los fenómenos, la interpretación objetivista de los procesos sociales. En el análisis crítico del libro de Struve, Lenin va quitándole al objetivismo burgués de manera consecuente, capa por capa, la envoltura de “imparcialidad científica” y pone al desnudo su esencia clasista. Muestra cómo tras la exposición, en apariencia puramente abstracta y académica de la teoría marxista en las obras de los marxistas legales, en realidad se ocultaba el intento de adaptar la doctrina de Marx a los intereses de la clase gobernante.

Al principio las divergencias entre el objetivismo y la teoría marxista aparecen ante el observador –escribió Lenin– como puramente “cuantitativas”, por así decirlo. El objetivista “solamente” describe en forma incompleta el proceso histórico, limitándose a las tesis más generales de la teoría, sin aplicarlas de una manera consecuente. Sin embargo Lenin, al analizar las construcciones teóricas del “marxismo legal”, formula la pregunta: ¿qué aspectos, elementos y características del proceso histórico no son tenidos en cuenta por el objetivista? Y entonces se descubre que tras esta imprecisión e insuficiencia “cuantitativa” se oculta un sistema de puntos de vista distinto en principio del marxismo. A esta posición del objetivismo, apologética por su actitud hacia el régimen existente, Lenin contrapone el principio del partidismo proletario, que obliga al marxista a que al valorar los acontecimientos acepte directa y abiertamente el punto de vista de la clase cuya lucha conduce en fin de cuentas a la demolición del sistema capitalista.

Si hablamos del aspecto metodológico de la cuestión, al objetivismo, que se limita a señalar la necesidad objetiva de lo existente, le falta siempre dialéctica. Para el objetivista es característico el hecho de que, de una manera unilateral y metafísica, acentúa la atención sobre la inevitabilidad histórica del régimen social ya existente, de que menosprecia su carácter contradictorio interno, el cual, en fin de cuentas, deberá conducir de manera igualmente inevitable al surgimiento de una nueva calidad social.

La concepción objetivista de las leyes del desarrollo social se convierte en fatalismo, en cifrar esperanzas en el automatismo del proceso histórico, en la veneración de la espontaneidad. La negación o la comprensión estrecha de la lucha de clases, de su importancia para el progreso social hacen que se rebaje el papel del factor subjetivo en el proceso de transformación revolucionaria de la sociedad.

Los economistas, los mencheviques, los líderes oportunistas de la II Internacional aplicaron esta línea objetivista en la teoría y en la práctica. Se manifestó concretamente en la idea del embotamiento de la lucha clasista, en la prédica de la paz entre las clases, en los intentos de encuadrar el movimiento obrero en el marco de la lucha económica, en el social-reformismo, en la negación de la significación del partido como vanguardia del proletariado, en el menosprecio de la teoría revolucionaria. En el libro ¿Qué hacer? y en los trabajos posteriores consagrados a la crítica de los mencheviques y los oportunistas europeoccidentales, Lenin desenmascaró consecuentemente la comprensión fatalista del proceso histórico como la ideología de la adaptación a las relaciones burguesas existentes, como la ideología de la renuncia a los métodos revolucionarios de lucha. Contrapuso a las teorías oportunistas el análisis de la dialéctica de lo subjetivo y lo objetivo en el proceso de desarrollo social, la doctrina sobre la importancia del elemento consciente para la reorganización revolucionaria de la sociedad.

Lenin se manifestaba en contra de esa interpretación vulgareconómica de la doctrina marxista de la sociedad contra la que lucharon enérgicamente Marx y Engels en los últimos años de su vida, pero que, no obstante, se extendió ampliamente entre los teóricos de la II Internacional. Reduciendo todo el contenido de la vida social a los procesos económicos, estos “interpretadores” del marxismo negaban la relativa independencia del desarrollo de las esferas extraeconómicas de la sociedad. Naturalmente, con semejante enfoque se negaba toda significación del elemento consciente para preparar y llevar a cabo la transición revolucionaria del capitalismo al socialismo. Esta transición se consideraba como una simple evolución “objetiva” de las relaciones económicas. En la obra ¿Qué hacer? Lenin subrayaba que la explicación vulgareconómica del proceso histórico no tiene nada de común con la teoría marxista y sólo sirve de base para la capitulación ante la clase capitalista. Opuestamente a esta posición capitulante, Lenin argumentó la importancia del aumento de la conciencia de la clase obrera para el despliegue de la lucha de clases contra la burguesía.

* * *

En la herencia teórica leninista ocupa un lugar muy importante, como se sabe, la doctrina sobre la revolución socialista. La referencia a este aspecto de la herencia leninista en el plano del problema que examinamos es particularmente instructiva para nosotros, ya que, de un lado, permite comprender la importancia de la utilización consciente y consecuente de la metodología científica para la teoría social, desde el punto de vista de la profundidad de penetración en la esencia de los procesos sociales. De otro lado, precisamente en el ejemplo de la teoría de la revolución socialista elaborada por Lenin, vemos claramente que cada nuevo paso en el conocimiento científico de la sociedad es inconcebible sin una actitud crítica hacia las concepciones subjetivistas y objetivistas, al margen de la lucha, en el curso de la cual se ponen de manifiesto inevitablemente nuevos problemas, nuevos aspectos en el enfoque del estudio de los procesos sociales.

El hecho de que la teoría científica de la revolución socialista fue creada por el gran dialéctico de la contemporaneidad no es para ella una circunstancia externa. Esta teoría no podía surgir en el marco de las representaciones metafísicas de la leyes del desarrollo social.

Al mismo tiempo, la dialéctica no representa para Lenin un conjunto de métodos formales de descripción, un cierto esquema dado de antemano e impuesto al objeto. Para Lenin el enfoque dialéctico de la realidad es, ante todo, la exigencia de “sumergirse” en el material económico, político, etc. concreto, es decir, en la propia dialéctica objetiva de la realidad. Y sólo a medida que el pensamiento investigador asimila realmente este material, la sociedad se abre ante él con su complejidad y carácter contradictorio reales.

Precisamente esta comprensión del método dialéctico predeterminó la fuerza de previsión, la vitalidad y la eficiencia práctica de la doctrina leninista sobre la revolución socialista.

Al elaborar la teoría de la revolución socialista, al esclarecer las perspectivas del proceso revolucionario mundial, Lenin, fiel a los principios de la concepción materialista del mundo, abordó con audacia la investigación de los procesos reales de la vida y, ante todo, de las relaciones económicas de la nueva época mundial que comenzó en el límite de los siglos XIX-XX, descubrió la esencia económica del imperialismo, la desigualdad del desarrollo económico y político, la influencia del capital monopolista en la distribución de las fuerzas clasistas, en el desarrollo político e ideológico de la sociedad. Como es sabido, los resultados de estas investigaciones fueron expuestos por Lenin en El imperialismo, fase superior del capitalismo y en otras obras suyas.

Lenin previó que con el triunfo del socialismo en uno o varios países se produciría la división del mundo en dos campos y la lucha entre estos campos determinaría el sucesivo contenido de la historia mundial. Ya antes de la Revolución de Octubre, en los años de la Primera Guerra Mundial, dijo que el triunfo del socialismo en uno o varios países no sólo habrá de provocar rozamientos, sino incluso la tendencia directa de la burguesía de los demás países a aplastar al proletariado triunfante del Estado socialista”12. Advirtió que el mundo socialista tendría que hacer frente al mundo capitalista, pero que el triunfo de la clase obrera, de todos los trabajadores, el triunfo de las ideas del socialismo era inevitable.

El desarrollo contemporáneo confirma evidentemente este análisis leninista. El capitalismo monopolista de Estado socializa gigantescamente la producción en los países capitalistas desarrollados. El proceso de socialización tiene lugar también a escala internacional, surgen monopolios internacionales que sirven a varios países. Como resultado de esto se agudiza en extremo la principal contradicción del capitalismo: la contradicción entre el carácter social de la producción y el modo privado de apropiación, se hace más imperioso el que los medios de producción pasen a ser propiedad .social bajo la presión de la poderosa e incesante lucha de clases. Por efecto de las circunstancias, en una serie de países se intensifica la regulación por el Estado de la producción y la distribución. Pero, de hecho, esto significa la protección estatal de los crecientes beneficios de los capitalistas, la forma planificadamente organizada de explotación del trabajo.

En la situación de competición económica con el socialismo y de revolución científico-técnica ha aumentado en una serie de países capitalistas la eficacia de la producción. Pero, la desigualdad del desarrollo económico y político, propia del capitalismo, se hace cada vez más profunda. Al mismo tiempo que en algunos países altamente desarrollados se incrementa la economía (pero de un modo desigual incluso en este grupo de Estados) en la mayor parte del mundo capitalista continúa el atraso económico, la indigencia y la miseria.

Lenin desarrolló y defendió la teoría de la revolución socialista en lucha contra los numerosos enemigos del marxismo: mencheviques y eseristas, contra los trotskistas y los ‘‘comunistas de izquierda”, contra los líderes de la II Internacional y toda clase de anarquistas.

La crítica leninista de todas estas tergiversaciones y desviaciones del marxismo, basadas en las variantes objetivistas o bien subjetivistas de la metodología de la filosofía burguesa, tiene, en mi opinión, una importancia de principio también para nuestro tiempo, puesto que hasta hoy día están en circulación concepciones análogas, por ejemplo, a la teoría populista-eserista, la cual rechazaba el papel dirigente de la clase obrera en la revolución, contraponía el campo a la ciudad, las masas campesinas a la clase obrera.

En diversas combinaciones y variaciones existen puntos de vista que recuerdan mucho la concepción menchevique-trotskista de la revolución, la cual menospreciaba el papel revolucionario del campesinado, negaba la capacidad del proletariado de llevar tras de sí a las masas populares no proletarias.

No han desaparecido ni mucho menos las teorías anarquistas de la revolución como explosión espontánea, como rebelión. Estas teorías impugnan la necesidad del espíritu de organización proletario y la dirección estatal de la sociedad por parte de la clase obrera, etc.

La comprensión dialéctica de las contradicciones y las vías para su solución nos llevan directamente a uno de los principios metodológicos más importantes en los que se asienta la concepción leninista del proceso histórico, en general, y de la época de las revoluciones socialistas, en particular, a saber, a la tesis acerca de que la necesidad histórica no es algo fatalmente inevitable, sino que se manifiesta en cada momento histórico en la lucha entre las distintas tendencias en forma de posibilidad lógica de desarrollarse por este camino “históricamente necesario’’, pero en cada momento concreto de la historia, sobre todo en los momentos cruciales, no queda excluida la posibilidad de otro desarrollo. Cómo se realiza la necesidad histórica, cómo transcurre el desarrollo de la sociedad depende en grado considerable del factor subjetivo, de la confrontación de las clases, grupos, partidos y personalidades. Por eso, Lenin concedía siempre una importancia enorme no sólo a la argumentación científica de la política del partido en cada etapa concreta, a la acertada elección de los objetivos políticos y los medios para alcanzarlos, sino también a la realización consciente de esta política por las masas trabajadoras y, sobre todo, por todas las organizaciones, por todos los miembros del partido.

Esta cuestión la planteó Lenin de la manera más tajante al analizar las perspectivas de la edificación del socialismo en nuestro país. Caracterizando el peligro del elemento pequeñoburgués después del triunfo de la Revolución de Octubre, Lenin dijo: “...O bien sometemos a la pequeña burguesía a nuestro control y registro (y podemos hacerlo si organizamos a los pobres, o sea, a la mayoría de la población, a los semiproletarios, en torno de la vanguardia proletaria políticamente consciente), o será inevitable que ellos derroten nuestro poder obrero, tal como hundieron la revolución los Napoleón y los Cavaignac, que surgen justamente en este terreno de pequeños propietarios”13. Es evidente que esta concepción de la inevitabilidad histórica en cada momento histórico concreto no tiene nada de común con la concepción fatalista de las leyes del desarrollo histórico.

Lenin concretó su posición sobre esta cuestión en la obra Nuestra revolución. En ella él partía de la diferenciación de la línea general de la historia mundial (la cual registra el orden de aparición de las “principales premisas de la civilización” en el marco de toda la humanidad) y la posibilidad de distintas formas de “paso a la creación de las principales premisas de la civilización” en cada pueblo. El orden de sucesión es históricamente inevitable sólo en el marco de la historia universal. El socialismo no podía surgir, por ejemplo, antes de que la humanidad en su conjunto pasara por la fase del capitalismo y no alcanzara el nivel de civilización correspondiente a esta fase. Sin embargo, en el marco de la historia de los pueblos el orden de sucesión y la forma de surgimiento de las principales premisas del socialismo pueden ser distintos. “Dicen ustedes que para construir el socialismo hace falta civilización –respondió Lenin a los teóricos de la II Internacional–. Muy bien. Pero entonces ¿por qué no podíamos crear primero tales prerrequisitos de civilización en nuestro país, como la expulsión de los terratenientes y los capitalistas rusos, y después iniciar el movimiento hacia el socialismo? ¿En qué libros han leído que es inadmisible o imposible semejantes variaciones del habitual orden de sucesión histórica de los acontecimientos?”14.

Caracterizando el dogmatismo y la pedantería de los teóricos de la II Internacional que no habían comprendido lo decisivo en el marxismo, es decir la dialéctica, Lenin escribió: “Les es por completo ajena la idea de que dentro de las leyes generales del desarrollo de la historia mundial no quedan en manera alguna excluidos, sino por el contrario, presupuestos, ciertos períodos peculiares de desarrollo, tanto en lo que hace a la forma como al orden de sucesión de ese desarrollo”15.

Se puede decir que el artículo Nuestra revolución hace una especie de balance de la crítica leninista del fatalismo. Al mismo tiempo es un modelo de aplicación del método dialéctico a la solución de uno de los problemas más esenciales de la teoría de la revolución socialista.

La crítica de los diversos tipos de tergiversación y desviación del método marxista de conocimiento y de transformación de la vida social figura en muchos trabajos de Lenin, escritos incluso después del triunfo de la Revolución de Octubre y consagrados a la elaboración de los planes de edificación del socialismo en nuestro país, a la definición de las leyes fundamentales de la transformación socialista de la sociedad y también a la solución de tareas económicas, políticas y culturales concretas planteadas en aquellos años ante la Rusia de los Soviets.

En aquella situación histórica concreta figuraba en primer plano la necesidad de la lucha consecuente y tenaz contra las manifestaciones de subjetivismo y de voluntarismo. El aumento del peligro de tergiversaciones subjetivistas y voluntaristas de la teoría y la práctica marxistas no era, naturalmente, casual. De un lado, la revolución puso en movimiento a masas enormes de la población pequeñoburguesa. Viéndose incorporadas al proceso impetuoso de transformaciones revolucionarias no podían, como es natural, dejar de ejercer una influencia inversa sobre la psicología y el estado de ánimo de algunas capas del proletariado, no podían dejar de contribuir al aumento de las tendencias anarquistas. De otro lado, la falta de experiencia y de conocimientos de dirección llevaba a veces al joven personal dirigente soviético al empleo de métodos de administración burocráticos y a soluciones voluntariosas. Por último, no hay que olvidar que los grandes éxitos obtenidos en los primeros años de la revolución socialista a veces embotaron a algunos de sus participantes el sentido de las posibilidades reales, crearon la ilusión de que se podían resolver todos los problemas de la construcción económica sólo con el entusiasmo.

Es evidente que en estas condiciones la lucha contra las tendencias subjetivistas y voluntaristas no podía limitarse solamente a la crítica teórica, necesariamente se extendía también al plano del trabajo de organización. Es de todos conocida la lucha intransigente que Lenin, en calidad de jefe del Gobierno soviético, mantuvo contra toda manifestación de relajamiento pequeñoburgués, indisciplina, irresponsabilidad y negligencia. Al mismo tiempo Lenin enseñaba al joven personal dirigente a abordar la solución de cada cuestión de la edificación socialista desde posiciones científicamente fundamentadas, teniendo en cuenta la experiencia ya acumulada, con conocimiento de las leyes objetivas del desarrollo de la sociedad. “...Deben estudiar primero nuestra propia experiencia –escribió Lenin refiriéndose al primer plan a largo plazo de desarrollo de la economía nacional, al plan GOELRO–, y sólo después del estudio detallado de los factores podrán sugerir correcciones y mejoras”16. Lenin prevenía contrala subestimación de las dificultades de la construcción económica y cultural, contra la anticipación, la adopción de decisiones precipitadas de toda clase.

Es conocido cómo Lenin criticaba despiadadamente los proyectos igualitaristas de los trotskistas. Exigía la conjugación dialéctica del entusiasmo revolucionario de las masas con el cálculo económico, los estímulos morales del trabajo con los materiales, los intereses sociales con el interés personal de los trabajadores.

Poniendo en guardia contra las tergiversaciones subjetivistas, voluntaristas de la práctica de la edificación socialista, Lenin se pronunciaba también de manera no menos categórica en contra de cifrar las esperanzas en el desarrollo espontáneo, en contra de toda subestimación del factor subjetivo en el proceso de formación del nuevo régimen social, en contra del menosprecio de la importancia del entusiasmo laboral de las masas, del papel dirigente del partido. Mostrando el parentesco interno del subjetivismo y el objetivismo, Lenin afirmaba que no se puede luchar sólo contra una de estas orientaciones. Semejante lucha unilateral conduce inevitablemente a que aumente el peligro opuesto: los fallos y errores subjetivistas se convierten con gran rapidez en errores en el plano objetivista y viceversa.

La práctica de la edificación socialista en la URSS ha destruido las ideas subjetivistas-utópicas sobre el salto espontáneo al comunismo sin crear la correspondiente base material y sin tener en cuenta las posibilidades reales, sólo con las consignas archirrevolucionarias y las prédicas morales. La vida ha disipado también las esperanzas fatalistas en el establecimiento automático de las relaciones sociales socialistas y de la nueva conciencia, considerándola supuestamente como una simple función del crecimiento de las fuerzas productivas. Se ha confirmado la verdad objetiva del marxismo-leninismo acerca de que sólo en el proceso de las transformaciones revolucionarias radicales en la vida de la sociedad y de creación de la base material del socialismo, en la lucha contra los elementos enemigos de clase se puede modificar las relaciones sociales y la conciencia de las personas, asegurar el triunfo del socialismo.

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El triunfo del socialismo, la construcción de la sociedad socialista desarrollada y la edificación de la sociedad comunista en la URSS, la creación y el desarrollo del sistema socialista mundial, el hundimiento del sistema colonial del imperialismo, la agudización de la crisis general del sistema capitalista y la revolución científico-técnica del siglo XX son una confirmación irrebatible de la justedad del marxismo-leninismo. Ahora se hace cada vez más claro para nosotros cuán lejos miraba Lenin, qué precisas han resultado sus previsiones. Esto está determinado por el hecho de que la doctrina leninista se basa en los principios rigurosamente científicos del conocimiento de la realidad, en la verdad objetiva del comunismo.




{1}V. I. Lenin. «Quiénes son los amigos del pueblo” y cómo luchan contra los socialdemócratas», Obras Completas, 2ª de., Buenos Aires, 1969, t. 1, pág. 170.

{2}V. I. Lenin.“Para una caracterización del romanticismo económico”, Obras completas, de. Cit., t. 2, págs. 216-217.

{3}V. I. Lenin. “El contenido económico del populismo y su crítica en el libro del señor Struve”, Obras completas, de. Cit., t. 1, págs. 426.

{4}V. I. Lenin. «Quiénes son los “amigos del pueblo” y cómo luchan contra los socialdemócratas», Obras completas, ed. cit. t. 1, pág. 154.

{5}Ibid., pág. 155.

{6}Véase Ibid., pág. 150.

{7}Véase V. I. Lenin. “Para una caracterización del romanticismo económico”. Obras completas, ed. cit., t. 2.

{8}V. I. Lenin. “Materialismo y empiriocriticismo”, Obras completas, ed. cit., t. 14, pág. 143.

{9}V. I. Lenin. “Quiénes son los 'amigos del pueblo' y cómo luchan contra los socialdemócratas”, Obras completas, ed. cit., t. 1, pág. 314.

{10}V. I. Lenin. “Materialismo y empiriocriticismo”, Obras completas, ed. cit., t. 14, pág. 147.

{11}V. I. Lenin. “A N. E. Vilónov”, Obras completas, ed. cit., t. 38, pág. 290.

{12}V. I. Lenin. “El programa militar de la revolución proletaria”, Obras completas, Buenos Aires, 1957, t. 23, pág. 77.

{13}V. I. Lenin. «Infantilismo “de izquierda” y la mentalidad pequeñoburguesa», Obras completas, 2ª. ed., Buenos Aires, 1970, t. 29, pág. 91.

{14}V. I. Lenin. “Nuestra revolución”, Obras completas, ed. cit., t. 36, pág. 507.

{15}Ibid., pág 505.

{16}V. I. Lenin. “Plan económico único”, Obras completas, ed. cit., t. 34, págs. 429-430.


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