Pedro Fedoséyev
Lo social y lo biológico en filosofía y en sociología
En el plano teórico y práctico, el problema de lo social y lo biológico se convierte en nuestra época en uno de los más importantes.
En la ciencia contemporánea, incluida la biología, se están operando cambios revolucionarios, que facilitan estudiar más a fondo este complejísimo problema integral, así como incidir en los procesos biológicos. Los éxitos logrados en la cognición de los fundamentos moleculares de la heredabilidad, la aparición de la ingeniería genética (génica) y algunos otros adelantos últimos de la ciencia biológica plantean serias cuestiones sociales y éticas. Si bien por ahora la ingeniería génica sólo afecta indirectamente la heredabilidad de los organismos superiores y al hombre menos, es evidentemente necesario ya hoy discutir estas cuestiones. De las posiciones conceptuales y sociohumanísticas correctas que elaboren los científicos dependerá sustancialmente el destino de los nuevos descubrimientos en biología y su empleo para bien o para perjuicio de la humanidad.
Al respecto, se plantean de un modo totalmente nuevo muchos importantes problemas concernientes a la organización del trabajo altamente productivo, a la instrucción y educación, los problemas de la sanidad, la profilaxis y el tratamiento de las enfermedades, incluidas las hereditarias, etc. La correlación de lo social y lo biológico también se manifiesta en la solución de los problemas demográficos. Todas estas cuestiones, que hoy se discuten de un modo tan activo en las publicaciones científicas y en la prensa, sólo podrán dilucidarse teóricamente en el curso de sucesivas indagaciones sociopsicológicas y sociobiológicas profundas.
Prosigamos. La revolución científico-técnica (RCT) contemporánea deriva, en particular, en que el propio hombre produce cambios radicales, que distan de ser siempre previstos, en las condiciones naturales de su existencia, cambios que, a su vez, ejercen sobre él una influencia inversa no menos considerable. En consecuencia, surgen agudos problemas relacionados con la optimación del desarrollo científico-técnico, tomando en cuenta las posibilidades que tienen el hombre y toda la biosfera para adaptarse a ese tipo de influencia.
Así, durante la RCT se plantea de un modo nuevo la complicadísima tarea de conjugar en forma óptima la actividad científico-técnica y productora de la sociedad con los procesos que tienen lugar en la biosfera. Se acentúa la responsabilidad de la humanidad por que sea protegido el medio ambiente, por la conveniencia o no de hacer transformaciones en él, la responsabilidad por las consecuencias de esa actividad modificadora del planeta, que pueden manifestarse no sólo en los próximos años, sino en la vida de las siguientes generaciones: de nuestros hijos, nietos y biznietos.
Por último, a medida que sigue profundizándose la crisis general del capitalismo, recrudecen bruscamente las conmociones económicas, se exacerban los antagonismos de clases y los conflictos raciales, se hacen permanentes los enfrentamientos nacionales en varios países, incrementa en enormes magnitudes la delincuencia y la degradación moral. Debido a ello, se elaboran y divulgan teorías de diferente índole, cuyos autores procuran explicar de algún modo y justificar todas esas situaciones de crisis, en relación con lo cual en los últimos tiempos el problema de lo biológico y lo social se ha convertido en objeto de numerosas especulaciones. Por lo tanto, este problema llegó a ser uno de los focos de intensa lucha ideológica.
Las tentativas de dar una interpretación biológica a los fenómenos sociales cuentan con una historia más que centenaria, y en este lapso se puso plenamente de relieve la esterilidad de las mismas en el sentido científico, así como el carácter reaccionario de las deducciones sociopolíticas que de ellas se extrajeron. A lo largo de este período los marxistas adoptaron siempre una actitud rotundamente negativa hacia tales tentativas.
Citaremos sólo unos ejemplos.
En la década del 60 del siglo pasado, F. A. Lange, filósofo y sociólogo alemán, expuso su interpretación biológica de los fenómenos sociales. Ajustó toda la historia de la sociedad a la ley científico-natural darvinista de la “lucha por la existencia”, uniéndola a la teoría maltusiana de la superpoblación. Carlos Marx se manifestó decididamente contra esa “bribonada”. Refiriéndose a la concepción de Lange, escribió: “En lugar de analizar ese Struggle for life, como se ha manifestado históricamente en las diversas formaciones sociales, no queda, pues, más que convertir toda lucha concreta en la frase Struggle for life, y esta frase en la fantasía malthusiana sobre la población. Convengamos en ello, este método es muy convincente... para la ignorancia enfática, pseudocientífica, presuntuosa, y para la pereza intelectual”1.
Es sabido que Lange había propuesto a Marx y a Engels que colaboraran en sus publicaciones. Engels le respondió en una carta, subrayando la diferencia de principios que separaban sus criterios y conclusiones teóricas. ‘‘Para nosotros –escribía Engels en su nombre y en el de Marx–, las llamadas «leyes económicas» no son leyes eternas de la naturaleza, sino leyes históricas”2.
En el siglo XX, Bogdánov, partidario de Mach, se propuso “corregir” y “desarrollar” la doctrina de Marx, “completándola”, en particular, con razonamientos acerca de que las formas sociales pertenecerían al género común de las adaptaciones biológicas. V. I. Lenin criticó resueltamente todos los intentos semejantes de sustituir el análisis de los fenómenos sociales por analogías biológicas. Recordando cómo había criticado Marx los ejercicios biologizadores de Lange, Lenin demostró del modo más persuasivo que entre el marxismo y las futilidades “biológicas” de los machistas mediaba un abismo. “La aplicación de las nociones biológicas en general a las ciencias sociales es una frase –decía Lenin–. Por el hecho de que tal aplicación obedezca a «buenas» intenciones o al deseo de confirmar unas erróneas conclusiones sociológicas, la frase no deja de ser una frase”3.
Hoy, en el clima de agudización de la lucha ideológica en el ámbito mundial, la interpretación “biológica” de los fenómenos sociales se usa cada vez más, precisamente, para “respaldar” conclusiones sociopolíticas falsas.
Entre ellas cabe destacar la tesis sobre el supuesto crecimiento peligroso de la contradicción entre lo biológico y lo social en el hombre. Se asevera que el género humano está atravesando un período de impetuoso desarrollo social, en tanto que el principio biológico permanece más o menos inmutable. Por ende, el progreso social aventaja en mucho el desarrollo biológico, y el hombre, guiado aún por las pasiones animales, no se ajustaría a la organización social moderna; por su esencia biológica, dicen, sigue siendo tan agresivo como su lejano antepasado. De lo cual los partidarios de esta concepción deducen la inevitabilidad de las guerras y de toda suerte de conmociones sociales.
En el plano metodológico, este viraje fatalista hacia los pronósticos negativos obedece a que se pone el acento en el factor de disociación de lo social y lo biológico, omitiéndose el importantísimo factor de su nexo y unidad.
Entretanto, el curso del desarrollo histórico prueba que la creciente unidad interna entre lo biológico y lo social es más profunda y determinante que el factor de su disociación. El progreso histórico basado en la organización socialista de la sociedad no sólo permite humanizar las relaciones sociales, sino también optimizar la interacción sociedad – naturaleza, hombre –entorno, tomar en consideración –y regular conscientemente, en los límites posibles– la interconexión de lo social y lo biológico. Esta última etapa de desarrollo de la humanidad genera una base real para que lo biológico sea mediatizado más plena y profundamente por lo social.
No existe dato alguno capaz de testimoniar que las características biológicas del hombre puedan ser obstáculo invencible para el progreso social. Es más, el progreso social ejerce influencia transformadora también en lo biológico. No obstante, en las publicaciones de Occidente todavía hoy aparecen en profusión diferentes teorías sobre la primacía de lo biológico sobre lo social. Incluso en muchos casos se ofrecen variantes retocadas de concepciones ya fallidas y caducas: el social-darwinismo, el eugenismo, el freudismo y otras. Entre otros, C. D. Darlington, renombrado genético inglés, aplicó no pocos esfuerzos para demostrar la presunta predeterminación genética de la división de la sociedad en clases, del racismo y el apartheid. En su libro Genetics and Man despliega la idea de que los factores biológicos son rectores no sólo en la organización del comportamiento individual, sino también de los grandes grupos sociales y razas enteras. Podemos explicar el comportamiento del hombre, escribe Darlington, “por las propiedades de sus genes individuales y los genotipos. Estas situaciones son exactamente paralelas para las razas humanas y las clases...”4. El progreso social depende, en resumidas cuentas, “de las posibilidades del mejoramiento genético”5. . Desde el punto de vista de Darlington, las cualidades morales del hombre, la fe en la inmortalidad, los motivos intrínsecos del conocimiento, el libre albedrío y otras singularidades psíquicas del hombre están “genéticamente determinadas”. Por eso las personas que sustentan diferentes criterios en cuanto a los valores morales, la inmortalidad, etc., se guían en su conducta y en sus razonamientos por la apelación de sus genes: de ese modo “son útiles a la sociedad”6. . Darlington expone ideas biologizadoras análogas en un libro posterior, titulado The Evolution of Man and Society. Asevera con insistencia que las diferencias de clase y de raza dentro del género humano revisten el mismo carácter biológico que las diferencias entre los géneros de animales7. Este ejemplo prueba una vez más que inclusive un relevante científico, a quien debemos importantes descubrimientos científicos en su rama estrecha (en este caso, en la solución de trascendentales problemas de la estructura y la evolución de los sistemas informativos de lo viviente), puede apoyar consciente o inconscientemente doctrinas sociales antihumanas si se excede de su estrecha especialidad.
En 1972 se publicó en Londres el libro de A. R. Jensen Genetics and Education, en el cual se reanudan las tentativas de demostrar la diferenciación socioclasista biológicamente (hereditariamente) predeterminada entre los hombres, así como la diferencia, genéticamente condicionada, del intelecto de los hombres blancos y los negros. Jensen escribe, entre otras cosas: “No debe considerarse irrazonable la hipótesis de que los factores genéticos están fuertemente implicados en el diferente término medio de inteligencia de negros y blancos”8. . Luego de afirmar, basándose en datos científicamente no demostrados, que el nivel intelectual de los representantes de las clases que ocupan una “situación socioeconómica desfavorable” es inferior al de las clases privilegiadas, Jensen declara que no existe sistema educativo ni pedagogía capaz de enmendar tal situación.
El ya conocido H. Marcuse desarrolla las ideas biologizadoras vulgares. En su teoría pansexualista va todavía más allá que S. Freud, al afirmar que todos los males de la civilización moderna provienen de la “desexualización” del cuerpo humano. Sobre semejante “base biológica” trata de elaborar su propia variante del socialismo denominado “humano”. Se trata, naturalmente, de un caso extremo de biologización y de anarquismo político, engendrado por los intentos de unir el marxismo con doctrinas neofreudistas de diferente tipo.
La tendencia a biologizar los fenómenos sociales –tan ampliamente divulgada en la actualidad– está expuesta con claridad meridiana en los trabajos de algunos representantes de la etología. Al hablar de la etología, es preciso diferenciar dos aspectos: primero, no puede negársele que hizo un sensible aporte al conocimiento de importantes regularidades de la biología y la psicología de los animales; segundo, es necesario desechar resueltamente las síntesis sociofilosóficas ilegítimas propuestas por algunos etólogos, al hacer ilegalmente extensivas a los hombres y la sociedad las deducciones obtenidas en el estudio de los animales.
Con justa razón se critican severamente algunos trabajos del etólogo austríaco K. Lorenz. Es notorio que Lorenz recibió en 1973 el Premio Nobel por sus trabajos en fisiología y medicina. Al respecto, digamos de paso que la prensa occidental hizo hincapié en la actitud muy benévola del régimen nazi hacia Lorenz y en ciertas obras de este autor, que “olían a campos de concentración”. Hoy Lorenz reconoce que en otros tiempos compartió la ideología fascista, considerándolo ahora un “error inocente”.
En la reseña crítica a la obra de Lorenz, titulada Die acht Todsünden der zivilisierten Menschheit (Los ocho pecados mortales de la humanidad civilizada), el profesor alemán R. Löther deduce que Lorenz no ha reconsiderado totalmente en este libro las teorías racistas promovidas por él en 1940, sino sólo las ha sometido a cierta “censura”9.
Según los criterios actuales de Lorenz, todos los males de la humanidad provienen de los dos principios fundamentales siguientes: 1) la pretensión biológicamente condicionada de los hombres a un territorio determinado: por ello “...cualquier problema particular que presiona sobre la humanidad radica automáticamente en la superpoblación”10;
2) la agresividad innata, cuya manifestación no necesita de factor extrínseco alguno. En este caso, en esencia Lorenz pone un signo de igualdad entre el sentimiento de agresividad, por una parte, y cualquier principio creador activo o cualquier forma de entusiasmo, por otra. Dice textualmente: “Si usted carece de agresividad, usted no es una individualidad... Y el entusiasmo colectivo, militante, que es prerrequisito para la guerra, es también prerrequisito para todos los elevados esfuerzos humanos”11.
Para Lorenz, la sociedad es sólo un mecanismo que regula la agresividad. Y declara: “Estoy completamente seguro de que las sociedades humanas son mecanismos coercitivos que encauzan la agresión hacia canales prescriptos”12. “La destrucción de la gente suena muy cruel, pero nuestra cultura puede tolerar cierto monto (de destrucción.– N. del autor del presente artículo), y sin embargo sobrevivir”13.
La única objeción que pone Lorenz a la guerra es que ésta ha dejado ahora de ser “funcional”, pues la existencia del arma nuclear convirtió la guerra en una forma de suicidio. Pero el hombre no es propenso, por naturaleza –según su concepción– a acciones enérgicas a favor de la paz. Lorenz opina que el hombre posee entusiasmo militante, y que es “muy complicado exigirle entusiasmo en aras de la paz”14.
En su libro On Aggression, Lorenz se propuso dilucidar los mecanismos congénitos del comportamiento agresivo. Luego de estudiar la agresividad en los vertebrados, traslada al hombre algunas de sus ideas sobre los animales. Sin negar el importante papel que desempeñan los factores sociales en el comportamiento de los hombres, admite no obstante que la motivación agresiva existe como genéticamente dada. A su juicio, los factores sociales aprovechan la “fuerza” de los motivos agresivos, encauzándolos a otros “canales”, socialmente útiles. Mas si el hombre no encontró los procedimientos para “descargar” sus motivos agresivos, inevitablemente le esperan enfermedades psíquicas. Desde su punto de vista, el desarrollo de la sociedad, los rituales, la moral, etc., son modos de trasladar, levantar y descargar la agresividad por otros “canales”.
En la misma clave teorizan algunos otros etólogos. En 1967 vio la luz The Naked Ape: A Zoologist Study of the Human Animal, libro tan sonado de D. Morris, amigo de Lorenz. A juicio de este autor, el hombre es un “mono parlante”. La caza en rebaño de los animales y la dieta entre los animales son, según dice, las premisas del desarrollo de la sociedad humana y los orígenes de la tendencia, inherente a los hombres, a matarse los unos a los otros (el hombre se convirtió en “mono asesino”).
Se ha divulgado mucho en Occidente (con el apoyo de algunos psiquiatras) una dirección de las investigaciones biológicas, que trata de confirmar la hipótesis de que la causa de la agresividad del hombre sería una cromosoma-Y excedente. En 1965 se revelaron casos del denominado genotipo-XYY, es decir, la existencia de dos cromosomas-Y en lugar de una. Se trata de casos muy raros que, por regla general, están relacionados con la patología anatómica y la psíquica. Esta dirección de las investigaciones centró marcada atención, pues en ella confían hallar las causas puramente biológicas de la conducta agresiva15.
Sin embargo, J. Beall, miembro de la Sociedad Real Británica, informa que las observaciones de control demuestran que no existe tal nexo. La mayoría de personas que poseen genotipo-XYY carecen de alteraciones de conducta. Y hace la justa advertencia contra la posible discriminación infundada de los hombres, basada en los rasgos genéticos16.
Los resultados “prácticos” de la biologización, fisiologización y psicologización de las regularidades sociales pueden ilustrarse, en particular, en el ejemplo de algunos métodos aplicados en las indagaciones sociopsicológicas en EE.UU. Tal es, entre otros, el método de “orientación al individuo” (u “orientación clínica”), que radica en lo siguiente: si la gente vive mal en el sistema dado, es culpable la gente, y no el sistema. Por ejemplo, los psicólogos norteamericanos N. Caplan y S. D. Nelson analizaron en 1970 un nutrido número de investigaciones dedicadas a la situación de los negros en EE.UU., y descubrieron que, en el 82% de las mismas, las dificultades de los norteamericanos de piel negra se atribuyen a sus defectos individuales. Tan sólo el 16% de los autores acusa al sistema social de la situación indigente de los negros17.
Así, pues, estos últimos datos de la biología suelen aprovecharse para predicar ideas filosóficas y políticas antihumanas.
Al mismo tiempo, crecen en todo el mundo las filas de científicos situados en posiciones progresistas, que rechazan las deducciones reaccionarias, extraídas de concepciones biológicas pseudocientíficas. Por ejemplo, J. Lederberg, destacado especialista en genética, Premio Nobel, ve de un modo bastante escéptico, e incluso crítico, las diferentes actitudes biologizadoras extremas que surgen en Occidente, en algunas “zonas de convergencia” de las indagaciones sociales y biológicas. Opina que es particularmente difícil separar el componente genético en las diferencias observadas entre dos grandes grupos sociales, por ejemplo, entre las razas, pues aquí pueden esperarse diferencias tanto en la composición genética, como en la experiencia acumulada bajo el influjo del medio exterior, como también en la interacción de ambos. Escribe, entre otras cosas: “Ahora sabemos que las leyes que permiten la esterilización de los deficientes mentales no pueden ser justificadas en el sentido genético, pues son muy escasos los testimonios de que el defecto sea hereditario...”18.
Señala más adelante que el conflicto principal de nuestra época –conflicto entre las ideas de igualdad en el plano de la ética, la salud, la instrucción, el bienestar material, y la desigualdad que se observa de los hombres como organismos– no tiene que ver con la variabilidad biológica. Desde el punto de vista de la genética, la vida humana es un continuum, un número infinito de variantes. Si bien el principio general de la determinación genética de los rasgos de la conducta es invulnerable, en la formación del temperamento, de las aptitudes intelectuales, etc., es imposible dividir las esferas de acción de los factores biológico y sociocultural. El estudio genético del desarrollo de las aptitudes intelectuales del hombre se ve dificultado porque no existen métodos experimentales directos, dado que es imposible analizar las potencias intelectuales del recién nacido.
Lederberg estima que la esfera más enredada de las investigaciones es el problema de la determinación genética y social de las características individuales. Considera incuestionable la existencia de la determinación genética, mas, a su juicio, los conocimientos biológicos son tan ínfimos, que la biología sólo es capaz de hacer deducciones banales y generales. La biología no puede predecir cierto “comportamiento inevitable” (razonable, criminal, agresivo, lingüístico, etc.).
Lederberg se pronuncia, en general, contra los dos extremos: el biologizador y el sociologizador. Rechaza el fatalismo genético y atribuye enorme papel al factor del medio social en la explicación de las diferencias intelectuales, clasistas y raciales. Al mismo tiempo, no considera su posición como refutación de la condicionalidad genética del desarrollo del hombre.
El estudioso reconoce que, a pesar de los insuficientes conocimientos en materia de biología contemporánea del hombre, esos conocimientos inciden sustancialmente sobre las investigaciones sociales y la política. “Esto requiere –dice con justa razón– escrupulosa atención de los científicos sociales no sólo para sus propias edificaciones, sino para la conveniente dirección de los estudios biológicos”19. Es digna de atención la siguiente conclusión que extrae: “Considerar al hombre sólo como producto de la evolución orgánica, sin comprender la complejidad de su desarrollo individual y los factores sociales que inciden en su individualización es mala biología, que por cierto conduce a una mala política”20.
Por otra parte, cuando se discuten problemas concretos, vinculados, en particular, con los aspectos socioéticos de la ingeniería genética, Lederberg se pronuncia desde posiciones dentistas. En los problemas del control genético sólo ve el aspecto técnico, puramente investigador, sin advertir que esos problemas atañen a los valores humanos, éticos y sociales.
L. S. Penrose, profesor inglés, genético, se opone convincentemente a la errónea identificación de la heredabilidad biológica y la condicionalidad social, de la cual suele deducirse que la pobreza es un fenómeno genético. Advierte que la manifestación extrema de tal comprensión de la eugenesia fueron los métodos criminales aplicados en Alemania en la década de 3021.
Maurice Reuchlin, uno de los más destacados psicólogos franceses contemporáneos, especialista en psicología diferencial, también se pronuncia contra la biologización primitiva en las ciencias del hombre22. Entiende que la tarea principal es estudiar las formas, los niveles y el carácter de la interacción de lo biológico y lo social.
Estas tesis son particularmente importantes para hacer una crítica argumentada del racismo, que especula con la especificidad de unas u otras características biológicas de las diferentes comunidades humanas. En este sentido, algunos científicos occidentales también se sitúan en posiciones bastante progresistas y científicamente fundamentadas. Por ejemplo, el estudioso norteamericano J. Metress escribe: “La idea sobre las razas superiores e inferiores es producto de los procesos socioculturales, y no de factores biológicos. Ninguna raza, en su conjunto, puede tomarse por superior o más altamente desarrollada que otras... La mezcla racial fue antes bien la norma que la excepción a lo largo de la historia del género humano... Las razas poseen hoy significación social, porque se las involucra en el desarrollo del racismo científico”23.
Algunos científicos occidentales denuncian con argumentos toda suerte de manipulaciones que se hacen con los tests psicológicos, con miras a sentar sobre base “científica” las conclusiones reaccionarias y racistas. Por ejemplo, Otto Klineberg (Canadá), uno de los principales especialistas en psicología y relaciones entre las razas, demuestra persuasivamente en varios trabajos que tal sometimiento a tests de representantes de diferentes pueblos y razas no toma casi nunca en cuenta la distinta actitud hacia los tests de los interrogados, como tampoco el papel de la experiencia pretérita de los mismos, la enseñanza y muchos otros factores que no pueden en modo alguno omitirse al utilizar los tests24. Por lo demás, en este caso debe considerarse que inclusive usando tests tendenciosos, a veces suele descubrirse que los denominados pueblos atrasados aventajan por ciertos índices de intelecto a los norteamericanos blancos.
Por lo tanto, vemos que en Occidente, a la par con trabajos francamente apologéticos, se hacen también investigaciones científicas serias y profundas, que ayudan a denunciar la biologización reaccionaria y racista. En virtud de que se intensifica la crítica científica, distintas tendencias de la interpretación biológica de los fenómenos sociales van tomando formas más sutiles.
Por ejemplo, en la actualidad se ha puesto en moda hablar de la convergencia de las investigaciones biológicas y sociales, denominada, ante todo, “biología social”, “sociobiología”, etc. Con la intención directa de materializar dicha integración, en 1969 comenzó a publicarse la revista Journal of Biosocial Science. En los últimos años, en Inglaterra adquiere cada vez más popularidad el curso de “biología social” que se dicta en algunos colegios, universidades e incluso en los últimos grados de la escuela secundaria. Si bien no existe todavía opinión unánime en cuanto a los problemas que deben estudiarse en este curso, la tendencia general se reduce a “integrar” las nociones sociológicas y biológicas. En la mayoría de los cursos sobre biología social se incluyen en el programa (aparte de los apartados puramente biológicos) lecciones de psicología social, comportamiento humano, concepciones sociológicas fundamentales, estructura y organización sociales, evolución cultural del hombre, problemas de la delincuencia, etc.25.
La conocida revista Science publicó en el número del 10 de enero de 1975 un artículo dedicado a qué es la “sociobiología”. El artículo comienza afirmando que el altruismo, la fidelidad conyugal, el apego paternal a la joven generación y otras formas análogas de comportamiento son inherentes a muchas especies, desde los insectos hasta los mamíferos. El autor dice que el comportamiento social de los individuos tiene por finalidad maximizar su aporte genético en la siguiente generación. En esto radica algo así como el “imperativo genético”. Por otra parte, continúa, los métodos de estudio del comportamiento social de los animales deben influir en el estudio del comportamiento social del hombre.
En el artículo se deduce que las relaciones entre los animales, los insectos, etc., tienen evidente analogía con el comportamiento humano. Cierto es que al final se dice que muchos representantes de las ciencias sociales están preocupados por tal expansión de la sociobiología, en particular, porque las teorías sociobiológicas resultan ser demasiado insustanciales y superficiales, por el hecho de que esas teorías pretenden explicarlo todo y, en realidad, no explican nada. No obstante, redondea el autor, la biología social cambiará la dirección de las investigaciones en las ciencias sociales.
Así, pues, he aquí una evidente tentativa de sintetizar y hacer converger las indagaciones biológicas y sociológicas, tentativa que, pese a todas las reservas, menoscaba la especificidad de las regularidades sociales que determinan los fenómenos sociales. El psicólogo social M. Argyle escribe, por ejemplo, que la “interacción social” está en gran medida “preprogramada por las estructuras neurales innatas, que resultan de la selección natural y por las normas culturales, que representan las soluciones colectivas pasadas de los problemas de la interacción”26.
Bajo la bandera de la convergencia se está operando, de hecho, la sustitución de la sociología por la biología. Los intentos de tal sustitución carecen de base científica, divergen de los principios cardinales del método científico, que requieren la investigación concreta de cada esfera específica de los fenómenos. Se sobrentiende que esto no tiene relación con lo tratado más arriba: que debe intensificarse la importancia que se atribuye al planteamiento de los problemas socioéticos dentro de la biología y en sus aplicaciones prácticas.
La biologización en las ciencias sociales es una “metodología” profundamente errónea, en primer término, porque no toma en consideración la estructura universal del mundo material y su diferenciación histórica. El problema de lo biológico y lo social está ligado con la interpretación filosófica general de la unidad del mundo y la peculiaridad cualitativa de los diferentes niveles, manifestaciones y esferas de este mundo material único. Los diferentes niveles y esferas del ser se subordinan a las leyes universales que expresan la unidad del mundo; al mismo tiempo, sobre cada uno de estos niveles del ser, cualitativamente peculiares, inciden regularidades específicas. Por tanto, entre las diferentes esferas y niveles del ser existe similitud, sucesión, nexo y, a la par, peculiaridad cualitativa, diferencia.
Esta tesis filosófica universal permite comprender, por ejemplo, que el papel de las regularidades físico-químicas es enorme en la determinación de los fenómenos biológicos, si bien la vida es un fenómeno totalmente nuevo, imposible de ser reducido, por principio, a los procesos físico-químicos. La física y la química son necesarias, pero insuficientes para conocer la vida. Del mismo modo puede decirse que es absolutamente necesario conocer las regularidades fisiológicas y, en general, biológicas, y tomarlas en cuenta para la cognición de los procesos psicológicos. Sin embargo, la psique, la conciencia y el pensamiento son fenómenos cualitativamente nuevos, determinados por regularidades más complejas y específicas, incapaces de ser reducidas a las fisiológicas.
En el desarrollo evolutivo del mundo orgánico, el organismo humano constituye el nivel superior de organización biológica.
Además, con la aparición del hombre, en el desarrollo del mundo aparece una cualidad completamente nueva: la vida social. “La esencia humana no es algo abstracto –escribía Marx–, inherente a cada individuo. Es, en su realidad, el conjunto de las relaciones sociales”27. La sociedad ya es una forma enteramente nueva y más elevada de desarrollo del mundo objetivo. En ella, las regularidades específicas son, precisamente, las sociales, que, contrariamente a la biologización, no pueden en modo alguno ser sustituidas ni reprimidas por las leyes biológicas.
En la vida social los hombres no se revelan como seres biológicos, sino como seres sociales. La singularidad principal de las relaciones sociales, a diferencia de las naturales, radica en que se configuran sobre la base y en dependencia de la actividad de los hombres en la producción. La posición del hombre en la sociedad no se determina por sus dotes naturales, sino por la pertenencia a una u otra clase o grupo social, por la relación en que se halla respecto de los medios de producción, por el lugar y papel que desempeña en el proceso de la producción y organización del trabajo, por su parte en la distribución del producto social, es decir por la magnitud de los bienes materiales y espirituales que recibe.
Lo social surgió y se formó históricamente sobre la base biológica; bajo la acción de las relaciones sociales se convirtió en el aspecto rector y determinante del desarrollo del hombre, en su esencia.
Por mucho que dependen uno del otro, lo biológico y lo social son diferentes esferas del ser, en las cuales rigen regularidades específicas. Negar los fenómenos, niveles y esferas del ser, cualitativamente singulares, es tan inconsistente y tan peligroso como no comprender la unidad del mundo, la interconexión de todos los fenómenos, la sucesión y las transiciones mutuas de las diferentes formas de movimiento de la materia. Sin tal sucesión sería imposible el desarrollo del mundo en su unidad.
Mas si hablamos del problema de lo biológico y lo social, implica que es necesario encontrar en la propia realidad el modo de interacción concreto y existente de ambas esferas, en el cual, primero, no se identifiquen una con la otra y, segundo, no se desliguen una de la otra. En otros términos, es preciso dilucidar la especificidad de cada una de estas dos esferas del ser y, al mismo tiempo, la sucesión, la interacción y transición mutua entre ellas. Esto debe hacerse respecto de todos los aspectos del problema integral y variadísimo de lo biológico y lo social. Ante todo, se trata del caso en que la conjugación de lo biológico y lo social aparece en una u otra correlación en algunos hechos del comportamiento humano.
El marxismo rechaza rotundamente la biologización de los fenómenos sociales, porque son las regularidades sociales las que determinan en plena medida el “comportamiento” de las clases, las naciones y de todos los grupos sociales de hombres, sin excepción. Mas esto no excluye la necesidad de investigar la correlación de lo biológico y lo social en el hombre como individuo. Y en este caso tampoco se puede retroceder a ninguna forma de social-darvinismo y, en general, de biologismo de distinta índole. Para nosotros es una verdad inconcusa que el hombre es producto de la sociedad, es un ser social, y que las condiciones sociales son determinantes en su desarrollo, comportamiento, etc. Pero también estamos en contra de las representaciones simplificadas de que no existe determinación natural alguna de la existencia del hombre. El hombre es un ser social y, al mismo tiempo, parte de la naturaleza, es asimismo un ser biológico.
En términos generales, para nosotros es una verdad incuestionable que el hombre proviene del estado animal. Pero, recordando la observación de Engels, sería ingenuo pensar que los hombres han superado por completo todo lo natural, lo que le es inherente como ser biológico.
El organismo humano nace, se forma y desarrolla rigiéndose por las leyes de la biología, socialmente mediatizadas. La mediatización de lo biológico por lo social tiene lugar, en lo fundamental, a través del sistema nervioso central que, por una parte, cumple la función de reflejar el mundo circundante en las representaciones, conceptos, juicios y, por otra, cumple la función de unificar, regular y coordinar los procesos dentro del organismo y en su interacción con el medio exterior, primeramente social. El mecanismo y la estructura de la interacción social – biológico se van conociendo con los métodos y los procedimientos de diferentes ciencias, cada una de las cuales desentraña uno u otro aspecto del problema.
A la ciencia moderna se le plantea una complejísima tarea: tomando en cuenta estos múltiples aspectos del problema, poner de relieve el modo concreto y universal o el “mecanismo” de interacción de lo biológico y lo social, que asegura: 1) la especificidad, la no identidad y, al mismo tiempo, 2) la sucesión e interacción de estas dos esferas del ser en el desarrollo y el comportamiento del hombre.
Marx determina este tipo fundamental de interacción de lo biológico y lo social en los siguientes términos: al modificar en el proceso de trabajo la naturaleza exterior, el hombre “al mismo tiempo... modifica su propia naturaleza"28. Dicho de otro modo, la propia naturaleza del hombre es producto de la historia. Esta tesis clásica de Marx es incompatible por principio con cualesquiera diversidades de la interpretación dual de la correlación biológico – social en el hombre. En esta formulación, breve pero enjundiosa, Marx expone la auténtica dialéctica de la interacción de ambas esferas del ser. En el curso de la actividad social, el hombre justamente modifica, pero no anula ni elimina en sí lo natural, lo biológico. Gracias a ello, la interacción y la sucesión entre lo biológico y lo social no desaparece, sino evoluciona históricamente. Unidad verdaderamente real de uno y otro, pero no identidad, existe, ante todo, en la actividad laboral, es decir, social por su esencia, de los hombres.
En esta tesis fundamental de partida de Marx se basan varias investigaciones del problema, realizadas no sólo en la URSS, sino también en otros países29.
Por ejemplo, apoyándose en esta tesis, los psicólogos soviéticos L. Vigotski, S. Rubinstein, B.Teplov, B.Anániev y otros examinaron con éxito el problema de la formación de las aptitudes (musicales, sensorias, etc.), en general, el problema del desarrollo psíquico del hombre. Sobre la misma base elaboraron uno de los principios filosófico-metodológicos más importantes de la psicología soviética: el de la unidad de la conciencia (de la psique en general) y la actividad. Según este principio, los procesos y facultades psíquicas (las aptitudes, entre otros) no sólo se manifiestan, sino también se forman en la actividad: en el trabajo, el estudio, la comunicación, etc. Las aptitudes humanas no son algo acabado y definitivamente formado en el momento de su manifestación. En cada nueva etapa de actividad conjunta y socialmente útil, el hombre, a medida que obtiene resultados nuevos socialmente valiosos de esa actividad, se eleva a un peldaño cualitativamente nuevo de su desarrollo psíquico, es decir de la evolución de sus aptitudes, carácter, etc. De este modo, el desarrollo psíquico de los hombres es la verdadera unidad orgánica y continua de lo biológico y lo social en el proceso de actividad.
La tesis marxista de que la naturaleza del hombre es producto de la historia constituye la única base filosófica posible para superar los dos extremos erróneos ya mencionados en el estudio del problema de lo biológico y lo social. Por una parte, no resiste crítica alguna la afirmación “ultrasociológica”, “sociologizadora”, de que el hombre sería sólo una condensación de la economía o del socium, privado en absoluto de lo biológico, orgánico y, en general, de lo natural. Por otra, se rechaza rotundamente la aseveración “biologizadora” de Freud, Lorenz y otros, diametralmente opuesta, de que el comportamiento del hombre (en particular, su “agresividad”) se basa en propensiones e instintos animales30. En realidad, según Marx y ateniéndonos a los datos de la ciencia moderna, en el hombre existe, por supuesto, lo natural, y en cierta medida determina su comportamiento, que entre otras cosas depende de su temperamento, aptitudes naturales y posibilidades. Ese factor natural no desaparece en el hombre en el curso de la historia, no obstante se modifica sustancialmente y evoluciona, adquiere una forma cualitativamente nueva en el proceso de la antropogénesis y de todo el progreso social de la humanidad. Por consiguiente, no se pueden reducir las necesidades humanas, formadas históricamente, a las necesidades animales.
Cuando se trata de estos dos extremos erróneos (el biologizador y el sociologizador), debe tomarse en cuenta que cada uno de ellos muy rara vez se presenta en su forma pura. Habitualmente están interconexionados. Ambos extremos más bien aparecen como determinadas tendencias de reduccionismo (orientado a la biología o la sociología). Además, no debe olvidarse que el propio concepto de “medio” se entiende no sólo en el aspecto sociológico, sino también en el estrictamente biológico. Por ende, si una u otra investigación pone el acento en el papel que desempeña el medio exterior en el desarrollo del hombre, ello no implica todavía que dicha investigación sea en mayor grado sociologizadora que biologizadora, puesto que el medio exterior puede ser comprendido tanto en el sentido sociológico como en el netamente biológico, y también como conjunto de estados físicos. La tan múltiple comprensión del medio exterior testimonia una vez más cuán complejas pueden ser las relaciones entre las tendencias biologizadoras y sociologizadoras.
Por ejemplo, B. F. Skinner, uno de los líderes del behaviorismo moderno, es partidario declarado de la tendencia biologizadora extrema, inclusive cuando ésta atañe a los problemas sociofilosóficos más candentes de la contemporaneidad. En su artículo “The Steep and Thorny Way to a Science of Behavior” escribe: “Debo comenzar diciendo qué entiendo por ciencia del comportamiento. Es, a mi juicio, parte de la biología”31. Desde estas posiciones, biologizadoras en primer término, enfoca el problema del hombre, en particular, el de la libertad, la responsabilidad y la dignidad. Por eso, en su conocido libro Beyond Freedom and Dignity, que tanto revuelo causara, opone la libertad del individuo a la supervivencia del género humano, y extrae esta deducción: si nuestra civilización (se refiere a la occidental) “continúa considerando que la libertad y la dignidad es el valor principal, antes que su propia supervivencia, es posible que alguna otra cultura haga una contribución mayor al futuro”32. En cuanto a la misión de su libro, dice: “Mi libro es un esfuerzo para demostrar qué dañino puede ser convertir en fetiche la libertad individual y la dignidad”33. Skinner tiene razón, por supuesto, al criticar tan violentamente el individualismo de la sociedad burguesa. Mas en esencia identifica el individualismo con la libertad del individuo, en general. Al tratar de salvar el régimen capitalista de la anarquía del individualismo burgués, en el fondo Skinner se aproxima a la negación de la libertad y la dignidad del individuo en general. La libertad, la responsabilidad y la dignidad del hombre son, según Skinner, algo así como el flogisto en la física precientífica. El mantenimiento de la libertad y la dignidad es incompatible con la supervivencia de la civilización occidental. De aquí la aspiración de Skinner a convertir al hombre mediante la “ingeniería behaviorista” en un autómata obediente.
Tal es el balance de la metodología pragmático-biologizadora de Skinner, según el cual la supervivencia es el único valor por el cual, en última instancia, se juzgará de la civilización, y cualquier práctica que argumente la supervivencia posee ese valor por su propia definición.
En resumen, por muy compleja que sea la interacción de los enfoques biologizador y sociologizador o por mucho que se aparten el uno del otro, carecen igualmente de perspectivas para estudiar al hombre.
Pero reconocer la unilateralidad de ambos enfoques no nos conduce todavía a la verdad. Erich Fromm, bien conocido ideólogo de las “nuevas izquierdas”, al tiempo que rechaza los enfoques “biologizador” y “sociologizador”, sigue en el cauce de la concepción del psicoanálisis.
En el libro The Anatomy of Human Destructiveness afirma que el hombre no depende de la naturaleza ni de la sociedad; el hombre está poseído por las pasiones arraigadas en su carácter. Denomina a un grupo de pasiones “síndrome del mantenimiento de la vida”: el amor, la solidaridad, la justicia, la razón. A otro grupo lo llama “síndrome de destrucción de la vida”: la codicia, la crueldad, el sadismo, el egoísmo, etc. Opina que el comportamiento de cada hombre obedece a las distintas combinaciones de estos síndromes.
Fromm indica que las pasiones “malignas” son impulsadas por la disconformidad del espacio sociocultural que rodea al hombre y que penetra en su mundo interno. Pero el hombre no se salva de las posibles explosiones de su propia agresividad ni siquiera cuando se le crean condiciones materiales y de vivienda pasables. Fromm ve la salida en que el hombre se autoperfeccione, en que el individuo se transforme por dentro, en que el alma humana se sature de amor por la vida34.
O sea, que bajo la bandera de la innovación, Fromm llega a los dogmas ideológicos decrépitos del autoperfeccionamiento, negando la necesidad de una transformación revolucionaria de la sociedad. Así pues, los dos puntos de vista erróneos –el sociologizador y el biologizador–, por muy opuestos que sean a primera vista, así como la concepción psicoanalítica que se “erige” sobre ellos, poseen una misma fuente de falsedad. Menoscaban la importantísima circunstancia, señalada por Marx, de que, modificando el medio exterior, el hombre modifica al mismo tiempo su propia naturaleza (o sea, que la naturaleza del hombre es producto de la historia).
Lo esencial consiste en que sus partidarios no reconocen el carácter clasista de la conciencia social, la psicología clasista, es decir, la influencia que ejerce la estructura clasista de la sociedad sobre la formación de la conciencia y sobre el comportamiento de los hombres de diferentes clases y grupos sociales.
La psicología social no es algo inmutable, sino cambia y se desarrolla basándose en las transformaciones de la vida social y junto con ellas. Según definición de Lenin, en la sociedad burguesa la psicología proletaria es la psicología de la lucha de clase contra las clases explotadoras y el Estado de estas clases35. Después de triunfar la revolución, se dan nuevas condiciones, se forma la psicología de los constructores de la nueva vida, la nueva disciplina laboral, se educan millones de nuevos hombres, que aprenden en propia experiencia a dirigir el Estado y la producción social36.
Conjuntamente con las transformaciones profundas de las bases de la vida social se modifica la psicología nacional y se forma un nuevo clima psicológico en las relaciones entre los hombres de diferentes razas y naciones.
Es sabido que los rasgos raciales están biológicamente condicionados, pero las causas biológicas no determinan las relaciones entre las razas. El comportamiento del racista obedece a factores sociales. La animadversión de un blanco por los hombres de piel amarilla o negra sólo puede ser resultado de un determinado régimen social, basado en la explotación del hombre por el hombre, mas en modo alguno está genéticamente predeterminada. Con la abolición de tal régimen te erradica el racismo. Sobre el cimiento de las nuevas relaciones sociales se forman nuevos criterios y normas de conducta de los hombres respecto de los representantes de otra raza. Objetamos que se dividan las tribus o razas de modo que se atribuyan a unas características humanas supuestamente elevadas y una alta moral, y a otras propensiones malas o dañinas. Objetamos resueltamente dichos criterios anticientíficos y antihumanos. No obstante, sería un error que, al ver la significación determinante de las condiciones sociales, menoscabáramos las características biológicas del hombre y cerráramos el, camino a la investigación de la biología y la genética del hombre.
Por ejemplo, al analizar el comportamiento del individuo, debe adoptarse un enfoque diferenciado, que tome en cuenta tanto las condiciones sociales como las biológicas (en general, las naturales), que, en interacción continua unas con otras, determina ese comportamiento. En particular, no deben omitirse las dotes naturales del hombre, que inciden de uno u otro modo en el desarrollo de sus facultades durante el proceso de actividad laboral. Ni Marx, ni Engels ni Lenin jamás dijeron que los hombres fueran iguales por sus facultades. El marxismo entiende por igualdad, la igualdad social, y no biológica ni de aptitudes.
Lenin, desarrollando los principios fundamentales marxistas del socialismo y el comunismo científicos, explicó reiteradas veces la esencia de la disimilitud que media entre la igualdad socioeconómica de los hombres en el socialismo y la desigualdad de sus facultades, necesidades, etc. Recordando la conocida idea de Engels, Lenin escribió: “... En el terreno económico es estúpido entender por igualdad otra que no sea la supresión de las clases”. Y continuó: “Suprimir las clases significa colocar a todos los ciudadanos en situación igual respecto de los medios de producción de la sociedad en su conjunto; significa que todos los ciudadanos tienen igual acceso al trabajo en los medios sociales de producción, en la tierra que pertenece a la sociedad, en las fábricas que pertenecen a la sociedad, etc.”37. En el socialismo se resuelve de otro modo el problema de la igualdad en cuanto a las facultades, las necesidades, etc., de los diferentes individuos. “Cuando se dice que la experiencia y la razón prueban que los hombres no son iguales, lo que se entiende es la igualdad de facultades o la identidad de fuerzas físicas y de capacidades espirituales de los hombres.
Se sobrentiende que en este sentido los hombres no son iguales. Esto no lo olvida ninguna persona sensata y ningún socialista. Lo único que ocurre es que tal igualdad no tiene nada que ver con el socialismo”38. El socialismo y el comunismo dan las premisas más favorables para el desarrollo psíquico de todos los trabajadores. Pero, como escribe Lenin, “resulta absurdo esperar dentro de la sociedad socialista la igualdad de fuerzas y facultades entre los hombres. Resumiendo: cuando los socialistas hablan de igualdad, se refieren siempre a la igualdad social, a la igualdad de la situación social, y de ningún modo a la igualdad de las facultades físicas y espirituales de los individuos"39.
En varios estudios hechos por biólogos, psicólogos y otros científicos se elabora y concreta esta tesis general de principios acerca de las diferentes dotes y facultades de los hombres y, por consiguiente, acerca del papel determinado, pero no fatal, que desempeñan las dotes naturales en el desarrollo de las aptitudes del hombre. N. Dubinin, miembro efectivo de la AC de la URSS, estima irrefutable el hecho de que existen “diferencias genéticas según sea la constitución física del hombre, sus inclinaciones, sus dotes, sus facultades especiales, etc.”40. Tomando en cuenta este hecho, el científico investiga la cuestión que él denomina herencia social, es decir, lo concerniente a la sucesión –de generación en generación– de los logros sociales y culturales de la humanidad.
Así pues, en cualquier sociedad son las condiciones sociales las que desempeñan, en primer término, el papel dominante en la formación de los criterios, costumbres y hábitos. Pero si se examinan individuos aislados de una misma sociedad, de una misma clase y de un mismo grupo, no pueden pasarse por alto determinadas diferencias biológicas, psicofisiológicas y otras entre ellos.
Por ejemplo, sería simplemente absurdo buscar las raíces de la delincuencia en las características biológicas, no obstante lo cual, ciertos hechos testimonian que es necesario también tomar en cuenta algunas de las diferencias individuales ya citadas, que existen entre los hombres. Lenin recalcaba que “la causa social más importante de los excesos, que consisten en la infracción de las reglas de convivencia social, estriba en la explotación de las masas, en su indigencia y su miseria. Con la supresión de esta causa fundamental, los excesos, inevitablemente, comenzarán a «extinguirse»”41. Sin embargo, incluso en el comunismo, cuando se liquiden por completo todas las raíces sociales de la delincuencia, tendrá lugar uno que otro exceso de este tipo. Quizá obedezcan, en particular, a las peculiaridades biológicas y psicofisiológicas de algunos individuos, por cuanto éstas pueden influir sobre el desarrollo de ciertas predisposiciones a un correspondiente modo de obrar.
Por lo tanto, si el “comportamiento” de las clases, naciones o grupos sociales está socialmente determinado, en la determinación del comportamiento del individuo por separado es preciso computar la complicadísima interacción de lo social y lo biológico.
Por principio, no se puede dejar de reconocer, en general, que en la formación de las facultades y el carácter del hombre, que evolucionan durante la actividad laboral, en determinadas condiciones socioeconómicas y clasistas, también ejercen cierta influencia las respectivas premisas (dotes, etc.) naturales. Otra cosa es que muchísimos problemas más concretos (de qué modo, precisamente, tiene lugar esa influencia de las dotes naturales, etc.) están hoy todavía casi sin estudiar. Es necesario realizar investigaciones largas y sistemáticas, cuya solución requiere más de un decenio para llegar a buen fin. Debemos subrayar esto expresamente, dado que la correspondiente sección de la ciencia biológica –la biología del desarrollo (biología de la ontogénesis del animal y del hombre)– por el momento está menos estudiada que otras secciones de la biología, como, digamos, la teoría cromosómica de la heredabilidad y la teoría evolutiva de la formación de las especies. B. Astaúrov, miembro efectivo de la AC de la URSS, escribía que en “biología del desarrollo todavía deambulamos en absoluta tiniebla entre una multitud inconcebible de hechos ya conocidos, regularidades particulares y explicaciones fraccionadas, construidas para ello, careciendo de la antorcha de una teoría suficientemente general y contemplando aún como un verdadero milagro la evolución del pollo en el huevo”42.
A medida que avancen la biología (genética, fisiología y otras), la psicología, sociología y otras ciencias colindantes, se realizarán investigaciones cada vez más profundas en cuanto al propio mecanismo de interacción de lo biológico y lo social en el hombre.
El planteamiento general del problema concerniente al desarrollo del hombre como ser social se basa, en última instancia, en la comprensión de que su conciencia social es determinada por la existencia social, y no por las características biológicas. Pero para nosotros sigue siendo igualmente incuestionable que no se puede negar por completo la influencia de los factores biológicos, naturales. No se ha establecido aún dónde están los límites de esa influencia ni cuál es su mecanismo. Por lo visto, todavía es escaso el material experimental al respecto. Mientras toda la historia de la humanidad, la evolución del hombre y de la sociedad humana brindan un profuso material para plantear la cuestión en su forma general, queda mucho sin aclarar en cuanto al mecanismo de interacción de lo biológico y lo social, en particular, en el campo de la psicología.
Por lo visto, la condicionalidad genética y, en general, la incidencia biológica, son diferentes en los distintos niveles de desarrollo. Por ejemplo, la condicionalidad genética de las propiedades anatómicas y puramente fisiológicas del hombre se diferencia en forma sustancial de la condicionalidad genética, mucho más compleja, más mediatizada y en muchos sentidos menos conocida, de unas u otras características psíquicas del hombre. Entre las últimas también deben distinguirse, al parecer, las funciones psíquicas de disímil grado de complejidad, por cuanto sus premisas genéticas pueden ser muy diferentes.
En este sentido son interesantes las observaciones hechas en el Instituto de Fisiología I. Pávlov, de Leningrado. Los investigadores escriben, en particular: “Por ejemplo, poseen gran condicionalidad genética los parámetros de la velocidad de formación de los nexos provisionales al utilizar excitadores directos, en tanto que la formación de los nexos asociativos verbales se encuentra, fundamentalmente, influenciada por los factores del medio exterior. Los índices individuales de la memoria breve, al recordar una serie de señales no verbales de diferente modalidad, dependen en gran medida de los factores genéticos, mientras que los índices de buena memorización de una serie de excitadores verbales de la misma modalidad son sustancialmente determinados por factores sociales”43.
Según la clasificación generalmente admitida, los reflejos incondicionados son innatos. Algunos fisiólogos consideran también innatos algunos reflejos condicionados primarios. A la par, es igualmente admitido que los reflejos condicionados se forman en el proceso de la ontogénesis, durante la interacción del organismo con el medio exterior.
Cuando se menoscaban los niveles cualitativamente diferentes de lo psíquico, se pasa de la ciencia a las conjeturas. Algunos biólogos y psicólogos admiten que los conocimientos pueden trasmitirse de generación en generación a través de los genes, que determinan la estructura y las funciones del sistema nervioso. Pongamos por caso: se supone que la concepción apriorística del tiempo, el espacio y la causalidad está tan genéticamente condicionada como el acto de mamar en el niño. Se consideran innatos los hábitos de aplicación de las formas gramaticales usuales. Siguiendo esta dirección, deducen que unos u otros criterios sociales están vinculados con los aspectos estructurales profundos del cerebro.
La teoría de Pávlov sobre los reflejos condicionados y el papel que desempeñan en la formación de la psique y en la actividad nerviosa superior refuta de plano tales invenciones y brinda una base científico-natural para comprender el desarrollo psíquico del hombre.
De un modo muy afín a lo dicho, el problema se plantea seriamente, en particular, en psicofisiología diferencial, que estudia especialmente los disímiles tipos de diferencias psicológico-individuales entre los hombres y, ante todo, los factores naturales (fisiológicos, biológicos en general), con los que están de uno u otro modo vinculadas esas diferencias. La esfera mencionada de investigación tiene firmes tradiciones también en nuestra ciencia, primeramente en la teoría de Pávlov sobre las características tipológicas del sistema nervioso del hombre.
De sus investigaciones clásicas Pávlov extrajo tres características fundamentales del sistema nervioso (la fuerza, el equilibrio y la movilidad) e hizo la interesante tentativa de explicar los cuatro tipos conocidos de temperamento (colérico, sanguíneo, melancólico y flemático) basándose en distintas combinaciones de estas características del sistema nervioso.
Más tarde, en las indagaciones de B. Teplov, V. Nebilitsin y sus colaboradores se esclarecieron algunas otras características del sistema nervioso, como por ejemplo, la labilidad y él dinamismo. Se demostró que todas las características del sistema nervioso deben examinarse aisladamente respecto de la excitación y de la inhibición. Por ejemplo, no existe la fuerza del sistema nervioso en general, por cuanto ésta se presenta respecto de la excitación o respecto de la inhibición. Dichas características, que son las de partida de los dos procesos nerviosos fundamentales –excitación e inhibición– fueron denominadas primarias, y el equilibrio respecto de cada una de ellas (de la fuerza o cualquier otro parámetro) fue denominada característica secundaria. Hoy se destacan, por lo menos, ocho características primarias (fuerza, labilidad, dinamismo y movilidad respecto de la excitación o la inhibición), y cuatro secundarias (equilibrio respecto de estos cuatro parámetros). De aquí se comprende cuánto más complicada es ahora la tipología de las características psicofisiológicas.
Muchos investigadores (V. Merlin, K. Gurévich. E. Klímov y otros) hicieron el interesante intento de esclarecer el papel que desempeñan unas u otras características del sistema nervioso en la regulación psicofisiológica de los distintos tipos de actividad humana. Fue demostrado, por ejemplo, que la fuerza del proceso de excitación, el equilibrio respecto de la fuerza y otras características, ejercen cierta influencia sobre el éxito en la actividad de un operador en caso de avería y, en general, sobre el proceso de formación del estilo individual de actividad del hombre.
Correlaciones más complejas se manifiestan al comparar las características psicológicas generales del individuo (por ejemplo, la emotividad como uno de los componentes más importantes del temperamento) con ciertas características del sistema nervioso. Se esclareció, en particular, que de diez índices de estabilidad emocional, nueve no prueban una correlación, hasta cierto punto significativa, con la fuerza del sistema nervioso respecto de la excitación (D. Kovač y otros, Checoslovaquia). No debe olvidarse, por supuesto, que la solución absoluta de todos estos problemas dista mucho de estar resuelta, que muchas cosas son cuestionables y poco claras, de ahí que deban continuarse las investigaciones en esta esfera.
Además, numerosos trabajos han demostrado que las características fundamentales del sistema nervioso resultaron ser muy diferentes en los distintos analizadores. Este fenómeno, denominado de parcialidad, implica que, al parecer, las características “clásicas” del sistema nervioso son determinadas por las singularidades de las estructuras anátomo-fisiológicas locales, ante todo, por los sistemas sensorios del cerebro. De ahí que las mencionadas características parciales del sistema nervioso no estén directamente relacionadas con las más generales del individuo, entre otras, con su emotividad.
Debido a ello, trataron de encontrarse las características generales del sistema nervioso –y no las parciales–, sobre cuya base pudieran explicarse las diferencias individuales no sólo en la psique –vinculada con las funciones de unos u otros órganos de los sentidos (analizadores)–, sino también los tipos de diferencias individuales que poseen significación más general.
Nebilitsin supone que estas características generales del sistema nervioso están condicionadas por la actividad reguladora de la corteza frontal del cerebro con las formaciones subyacentes. Cierto es que algunas últimas investigaciones probaron asimismo que estas estructuras del procénfalo se diferencian sustancialmente según la fuerza del sistema nervioso. Por eso en psicofisiología diferencial surgió la hipótesis de que, en virtud de la enorme heterogeneidad morfológica del sustrato de las características generales, es posible una diversidad mayor aún de sus características de fuerza. Los parámetros de actividad del procénfalo, tan diversos para sus distintos sectores, también pueden resultar parciales y no generales, dado que no reflejan la actividad de todo el cerebro, sino la de las diferentes zonas de su parte anterior. Algunos autores opinan que para la ciencia contemporánea sigue siendo una tarea actual dilucidar las características realmente generales del funcionamiento de todo el cerebro.
Así pues, la psicofisiología diferencial posee hoy ciertos logros, pero le quedan ciertos problemas muy importantes sin resolver. Señalemos que en su solución han hecho un importante aporte las investigaciones de los científicos sociéticos P. Anojin, A. Luria, B.Anániev y sus colaboradores.
En Occidente también se estudian los problemas de la psicofisiología diferencial. Se realizan asimismo estudios conjuntos de científicos soviéticos y de otros países. Por ejemplo, en 1972 vio la luz el libro Fundamentos biológicos del comportamiento individual, redactado por V. Nebilitsin y J.Gray. De los 26 artículos insertados, 12 pertenecen a autores soviéticos y 14 a autores de otros países.
En el ejemplo de la psicofisiología diferencial se puede ilustrar con particular relieve la citada tesis filosófica general acerca de la jerarquía de los distintos niveles y esferas del ser; acerca de su interconexión, sucesión y, al mismo tiempo, diferencias. Lo psíquico y lo fisiológico, estudiados en su interrelación continua con los métodos disímiles de la psicofisiología diferencial no son niveles idénticos, sino diferentes de regulación de la actividad y el comportamiento. Por consiguiente, de las regularidades del nivel fisiológico de regulación “inferior” es imposible extraer directamente y en forma inmediata las regularidades específicas y más complejas del nivel “superior” (psíquico). En otros términos, incluso las características más generales del sistema nervioso y los tipos de la actividad nerviosa superior son condiciones imprescindibles, pero insuficientes, para formar unas u otras cualidades psíquicas individuales (el carácter, por ejemplo).
En el campo de la psicofisiología diferencial, como en algunas otras esferas (psicofísica, etc.), la psicología y la fisiología cooperan de un modo particularmente estrecho y propicio, sin reprimirse ni sustituirse, resolviendo sus tareas específicas y comunes. Este es uno de los ejemplos más brillantes de colaboración práctica de diferentes ciencias en el estudio del hombre.
Revisten gran interés los trabajos orientados a investigar la denominada asimetría funcional o, más simplemente, las funciones específicas de los grandes hemisferios cerebrales del hombre y su interacción, estudios que realizan N. Traugott, doctora en Ciencias Médicas, y sus colaboradores. Las observaciones demuestran que en el niño los dos hemisferios son iguales, que las diferentes funciones no poseen localización congénita y se forman en distintos hemisferios en el proceso de la ontogénesis.
* * *
En la actualidad es cada vez mayor el número de ciencias que investigan con éxito el problema del hombre, el problema científico más complejo, pero también el más interesante. Las indagaciones se hacen tanto con los procedimientos de las ciencias naturales como con los métodos de las ciencias sociales.
Algunos científicos proponen instituir una ciencia especial integral única sobre el hombre. Pero difícilmente resulte algo de dichas tentativas. El hombre es un problema complicadísimo, y lo estudia no sólo una ciencia, sino un conjunto de ciencias (la antropología, genética, fisiología, psicología, sociología, ética, estética, etnografía, etc.).
Claro que en la actualidad es evidente la integración y la diferenciación de las ciencias (entre otras, las que estudian los diferentes aspectos del problema del hombre). Pero cualquier integración del saber no es la fusión ni la dilución recíproca de las ciencias, sino su interacción, su enriquecimiento mutuo con miras a solucionar en común los problemas integrales, cada uno de los cuales es estudiado por una ciencia especial en uno de sus aspectos.
Resultados propicios puede rendir, precisamente, tal cooperación de las diversas ciencias “soberanas”, a fin de estudiar en común el problema integral del hombre.
{1} Citado por V.I.Lenin. “Empiriomonismo y materialismo histórico”, Obras completas, 2a.ed., Buenos Aires, 1969, t. 14, pág. 346.
{2} C. Marx y F. Engels. Correspondencia, Buenos Aires, 1973, t. II, pág. 47.
{3} V.I.Lenin. “Materialismo y empiriocriticismo”, Obras completas, ed. cit., t. 14, pág. 346.
{4} C. Darlington. Genetics and Man, New York, 1964, p. 256
{5} Ibid., p. 322.
{6} Ibid., p. 342.
{7} Véase C. D. Darlington. The Evolution of Man and Society, London, 1969, pp. 545-547.
{8} A. R. Jensen. Genetics and Education, London, 1972, p. 163.
{9} Véase Spektrum, Berlín, 1974, nº 7, S. 22-23.
{10} Psychology Today, November, 1974, Vol. 6, p. 86.
{11} Ibid., p. 90.
{12} Ibídem.
{13} Ibídem.
{14} Ibid., p. 93.
{15} Véase American Sociologist, 1973, nº 8.
{16} Véase J. Beall. “Social Effects of Research in Human Genetics”, The Social Impact of Modern Biology, London, 1971, pp. 84-92.
{17} Véase American Psychologist, 1973, Nº 3, Vol. 28, pp. 199-211.
{18} J.Lederberg. “The Genetics of Human Nature”, Social Research, 1973, Nº 3, p. 381.
{19} Ibid., p. 383.
{20} Ibid., p. 384.
{21} Véase L. S. Penrose. “Ethics and Eugenics”, The Social Impact of Modem Biology, ed. cit., pp. 94-99.
{22} Véase M. Reuchlin. La psychologie différentielle, París, 1974.
{23} Biology and Human Affairs, 1974, Nº 2, pp. 34-35.
{24} Véase O. Klineberg. “Race and I.Q.”, The UNESCO Courier, November 1971, p. 5.
{25} Véase Biology and Human Affairs, 1974, Nº 2, pp. 20-23.
{26} M. Argyle. Social Interaction, London, 1969, p. 2
{27} C. Marx. “Tesis sobre Feuerbach”: C. Marx y F. Engels. Obras escogidas en dos tomos, Moscú, 1966, t. II, pág. 405.
{28} C. Marx. El Capital, Buenos Aires, 1973, t. I, pág. 187.
{29} Véase, en particular, el libro del filósofo marxista austríaco Walter Hollitscher. Aggression im Menschenbild. Marx, Freud, Lorenz, München, 1973.
{30} Las teorías de Freud y de Lorenz suelen definirse con el término de “instintivismo”.
{31} American Psychologist, January 1975, Me 1, Vol. 30, p. 42.
{32} B. F. Skinner. Beyond Freedom and Dignity, New York, 1971, p. 173.
{33} Time, September 20, 1971, p. 47.
{34} Véase E. Fromm. The Analomy of Human Destrucliveness, New York, 1973, p. 438.
{35} Véase V. I. Lenin. “La autonomía «nacional cultural»”, Obras completas, Buenos Aires, 1960, t. 19, págs. 498-499.
{36} Véase V. I. Lenin. “Intervención en el II Congreso de toda Rusia de sindicatos”, Obras completas, 2a.ed., Buenos Aires, 1971, t. 30, pág. 287.
{37} V. I. Lenin. Obras completas, 5a.ed., Moscú, t. 24. págs. 362, 363 (en ruso).
{38} V. I. Lenin. “Un profesor liberal habla sobre la igualdad”, Obras completas, Buenos Aires, 1960, t. 20. pág. 141.
{39} Ibid., pág. 143.
{40} N. P. Dubinin. “Las ciencias naturales modernas y la concepción científica del mundo”, Voprosi filosofii, 1972, Nº 3, pág. 79.
{41} V. I. Lenin. Obras completas, 5a.ed., Moscú, t. 33, pág. 91 (en ruso).
{42} B. L. Astaúrov. “La biología teórica y algunas de sus tareas inmediatas”, Voprosi filosofii, 1972, No. 2, pág. 67.
{43} XII Congreso Nacional de la Sociedad I. Pávlov de Fisiología, Leningrado, 1975, t. I, pág. 91 (en ruso).