Pavel Kopnin
El materialismo dialéctico, metodología del conocimiento científico moderno
El materialismo dialéctico es la filosofía del marxismo. Esta proposición es negada a la vez por los pensadores burgueses y por los revisionistas. Los primeros dicen que Marx no era absolutamente materialista en filosofía, bien que haya empleado el término “materialismo” para caracterizar sus posiciones de juventud, aunque en otro sentido que más tarde Engels y Lenin. Según el marxólogo norteamericano Klein, el materialismo de Marx no es más que una manera de hablar, una expresión idiomática; su verdadera posición no es el materialismo filosófico u ontológico, sino “el objetivismo económico”, o aun el “economismo objetivista”, que no tiene ninguna relación con la solución materialista en la cuestión fundamental de la filosofía, cuestión que se aplica a toda la realidad objetiva (naturaleza y sociedad).
La falsedad de esta afirmación es evidente. Lenin escribía que “el genio de Marx y de Engels consiste en que, durante un largo período de cerca de medio siglo, desarrollaron el materialismo, dieron una dirección fundamental a la filosofía”...
Otros, sin negar el materialismo de Marx, intentan encontrar una divergencia de principio entre él y el materialismo de Engels y de Lenin. La definición (puesta ya de moda en los medios burgueses) de la posición filosófica de Marx como de un “materialismo subjetivo” se orienta a desfigurar el materialismo de Marx, a expulsar la naturaleza de la solución de la cuestión fundamental de la filosofía, a hipertrofiar el papel del sujeto y de su conciencia.
Bien cierto que Marx se basa en el principio del papel activo del sujeto; sin embargo, ninguna actividad de la conciencia suprime lo que es esencial del materialismo: el reconocimiento del carácter primario de la materia y el carácter secundario de la conciencia.
Los revisonistas contemporáneos, bien que reconozcan vergonzosamente, bien que ignoren con toda ingenuidad el materialismo de Marx, ven el fondo de la filosofía del marxismo no en el materialismo dialéctico, sino en su concepción del hombre y, como consecuencia, en el humanismo.
Es cierto que el humanismo marxista tiene una enorme importancia para la filosofía, y es indudable también que Marx formuló una explicación del hombre como creador de sí mismo y de su historia en el proceso de la práctica social, explicación que difiere fundamentalmente de la filosofía burguesa.
Sin embargo, oponer el humanismo marxista al materialismo dialéctico carece de fundamento. En la base de la concepción marxista del hombre se encuentra la concepción materialista dialéctica del mundo, metodología del conocimiento científico y de la acción práctica. Esta metodología está también sometida a los ataques de la filosofía burguesa, que cada día más intenta apoyar su argumentación en la revolución científica y técnica en curso.
El alcance de la revolución científica y técnica en el conocimiento no consiste solamente en que sean descubiertas nuevas leyes fundamentales de la naturaleza, en que se creen nuevos conceptos y nuevas teorías, así como dominios enteros del conocimiento, ni en que se produzca una diferenciación y una integración de la ciencia. El cambio de estructura del conocimiento científico y el ritmo de adquisición de nuevos resultados adquiere una gran importancia para la filosofía.
La revolución científica y técnica concierne a casi todos los problemas fundamentales de la teoría del saber y, ante todo, plantea más profundamente el problema de la relación de los conocimientos con la realidad objetiva. En consecuencia, el problema de la lucha entre el materialismo y el idealismo se plantea de forma nueva.
Es evidente que los nuevos descubrimientos científicos se han hecho posibles gracias al reforzamiento de la actividad del sujeto del conocimiento, al incluir éste en la esfera de su actividad cada vez más nuevos objetos de investigación gracias a la invención de nuevos materiales de penetración del objeto, gracias también a la formación de conjuntos conceptuales de carácter operatorio, etc. El problema de la relación del conocimiento con el objeto no resulta menos actual.
El carácter social del reflejo
En relación con ello, los enemigos del marxismo refuerzan sus ataques contra la teoría del reflejo que, pretendidamente, reduce el papel del sujeto al determinar un registro pasivo de las propiedades de los objetos, en tanto que, de hecho, la elaboración de la teoría del reflejo conforme a los resultados y a las exigencias de un conocimiento científico moderno con todas sus particularidades da también la posibilidad de responder a un cierto número de cuestiones que se le plantean actualmente al materialismo dialéctico, destruyendo las bases gnoseológicas de las especulaciones de los representantes del idealismo moderno en filosofía sobre el proceso del conocimiento.
El marxismo, desde el comienzo de su existencia, ha planteado el conocimiento como proceso activo y creador, uniendo el sujeto y el objeto. El conocimiento es el reflejo orientado y práctico de la realidad. Por eso mismo, ya desde entonces se subrayó el papel activo del sujeto y sus objetivos sociales en la elección del objeto del conocimiento y en la creación del modo de conocimiento indispensable para la asimilación práctica de la realidad objetiva.
La tesis del “conocimiento-resultado de la actividad del sujeto”, tomada de forma unilateral, engendra una representación falsa, que aísla el contenido del saber del objeto de sus propiedades, de sus relaciones y de sus leyes. Esta tesis debe ser completada, necesariamente, por la afirmación de que el conocimiento es una actividad subjetiva que conduce al reflejo del objeto en su todo concreto.
Pero el concepto de reflejo ¿no contradice la aproximación creadora del conocimiento hacia la realidad objetiva? De ninguna manera, pues el reflejo como actividad orientada hacia un objetivo encierra en sí la concepción del objeto no solamente como él es en un momento determinado, sino también en todas sus formas posibles de transformación por intermedio de la actividad práctica del hombre.
Hace decenas de años que la forma activa del proceso del reflejo entró en el campo de estudio de los investigadores soviéticos. Sin embargo, más tarde, en los trabajos sobre la teoría del conocimiento, la atención mayor se orientó al aspecto que llevó a las ciencias de la naturaleza en la noción de reflejo a vincular el conocimiento humano con las formas de reflejo que le están biológicamente “emparentadas” y que son propiedades de la materia. Para el estudio del sustrato material y para la lucha contra las concepciones idealistas, que separan el conocimiento de la materia pensante, el aspecto del problema que concierne a las ciencias de la naturaleza es indispensable, todavía hoy.
No obstante, la comprensión de la especificidad del conocimiento humano, de la dialéctica del sujeto y del objeto, nos lleva a analizar el vínculo que existe entre el conocimiento y la actividad concreta y práctica del hombre. Por ello, cuando se trata de la relación del saber con el objeto reflejado, esa relación no puede ser descrita en los exclusivos términos de “isomorfismo” y de “homorfismo”, que no subrayan más que un solo aspecto: la analogía del saber y del objeto, en tanto que el aspecto de la relación definida por los objetivos prácticos del hombre queda en la sombra. El examen de la actividad material y práctica revela justamente este aspecto del proceso de reflejo para el hombre de la realidad objetiva.
El desarrollo de la filosofía ha mostrado que una teoría científica del conocimiento que resuelva los problemas que se le plantean a la gnoseología es imposible sin el concepto de reflejo. Tan evidente es, también, el equívoco que el esquematismo y el primitivismo determinan en la comprensión del conocimiento como reflejo.
Actualmente, el estudio del aspecto social en el proceso del reflejo de la realidad adquiere una gran importancia. Quien concibe la realidad es el hombre, que se encuentra en un escalón determinado del desarrollo social y, en este sentido, el conocimiento de un objeto cualquiera (natural o social) lleva en sí el momento social.
El carácter social del reflejo de la realidad en el conocimiento humano cumple una doble función: por un lado, es la causa de que los hombres se encuentren en el camino del error, incluso cuando existen todas las condiciones gnoseológicas que permitan llegar al conocimiento justo e indudable del objeto. La causa de las ilusiones y de los mitos en los que se extravían actualmente incluso algunos individuos de la vida científica, reside en el hecho de que el carácter del reflejo de la realidad está influenciado por el ser del hombre en el mundo social. Por otra parte, es precisamente el carácter social del reflejo el que sirve de fuente a la actividad del conocimiento y el medio de llegar a una autenticidad real de sus resultados. El problema de la esencia y de la particularidad del conocimiento se resuelve en el estudio del elemento social, en el proceso de reflejo de la realidad por el hombre.
Esto conduce a la idea de la necesidad del análisis filosófico de los resultados de los conocimientos, tanto de la naturaleza como de los procesos sociales. Desgraciadamente, no solamente la teoría del reflejo, sino también las leyes y las categorías del materialismo dialéctico en general han sido elaboradas esencialmente por los marxistas en relación con las ciencias de la naturaleza. No cabe duda de que los datos de las ciencias de la naturaleza proveen de materiales importantes para las generalizaciones filosóficas de categorías como el movimiento, la causalidad, etc. Pero la dialéctica materialista, para mentar los procesos del conocimiento no puede ignorar que el saber mismo es un fenómeno del espíritu, que consiste por su naturaleza en la asimilación de la realidad por el hombre y que tiene un carácter social-histórico. La experiencia del conocimiento de la vida social de los hombres es necesaria para descubrir el contenido de la naturaleza del conocimiento, en particular para descubrir la relación del conocimiento con el objeto reflejado. Se comprende, pues, por qué el estudio de la metodología de las ciencias sociales tiene tanta importancia, no sólo para su propio desarrollo, sino también para la comprensión del conocimiento en general. Y aún más: ninguna categoría del materialismo dialéctico, comprendidas categorías como el espacio y el tiempo, lo finito y lo infinito, etc., pueden efectivamente desarrollarse y enriquecerse de un nuevo contenido y, por tanto, ser una forma de pensamiento, si no se toma en consideración la experiencia del conocimiento de la historia y de la teoría de la sociedad contemporánea.
Por una justa concepción de la práctica
La categoría de la práctica adquiere, por lo tanto, una importancia particular. Actualmente no se hace necesario demostrar la importancia de introducir el concepto de práctica en filosofía ni, en particular, en la teoría del conocimiento. Pero la interpretación del concepto de práctica se ha convertido en un campo de luchas filosóficas encarnizadas. Parecería que no hay nada de malo en que Praxis, revista de la sociedad filosófica croata, haya hecho del concepto de práctica su credo filosófico. En efecto, es cierto que no sólo la interpretación del conocimiento, sino también la interpretación del conjunto de la vida social presupone la noción de práctica. No existe aquí problema alguno para los marxistas. Sin embargo, las concepciones de la misma práctica pueden ser diversas, lo que ya ha demostrado el pragmatismo al adaptar este concepto a la filosofía subjetiva e idealista. Desgraciadamente, algunos autores de Praxis siguen justamente este camino cuando toman aisladamente la noción de práctica, la oponen a la naturaleza con sus leyes objetivas y la presentan al margen del desarrollo histórico de la humanidad. En este caso el concepto adquiere un carácter abstracto, deviene actividad del hombre tomada en sentido genérico, actividad privada de su fuente y de su contenido objetivos; se desprende de ello que un humanismo basado en la concepción subjetivista de la práctica se trueca en declaraciones de buenos propósitos y en moralismo puro y simple. No es casual que no toquen en su crítica los fundamentos de la inhumana sociedad capitalista. Hablando del “carácter demoníaco” de la técnica moderna, de la destrucción de la personalidad, del carácter monstruoso del progreso científico y técnico; en una palabra, de ciertos fenómenos de alienación, este humanismo no somete jamás al análisis crítico y científico las reíaciones sociales objetivas que engendran estos fenómenos. A partir de aquí se puede decir que su crítica de la sociedad moderna carece de alcance alguno; que, por el contrario, conduce frecuentemente a resultados opuestos, como consecuencia de que no son las relaciones burguesas propiamente hablando, sino las tendencias técnicas y económicas modernas del desarrollo de la sociedad las que son objeto de la crítica, así como los que protestan y luchan justamente, a saber: la clase obrera y su vanguardia.
La filosofía marxista considera a la práctica no aislada de las leyes objetivas de la naturaleza y de la sociedad, sino en estrecha vinculación con ellas. El análisis de la práctica, de su esencia y de sus objetivos, conduce inevitablemente al estudio de la sociedad en la etapa dada de su desarrollo; en otro caso se convierte en abstracta, fuera del mundo de la actividad del sujeto. El concepto de práctica debe ser enriquecido con el análisis del movimiento social-histórico que se produce en nuestra época y de su reflejo en los conceptos y las teorías de las ciencias sociales. El mundo del hombre moderno se ha ampliado, la práctica no es enriquecida solamente por la entrada en la esfera de su actividad de nuevos objetos de la naturaleza como el mundo microscópico y el cosmos. Nuevos pueblos, países y capas sociales han tomado un papel en la historia. La filosofía no tiene como misión describir la época, sino reflejar en sus categorías su esencia y sus aspiraciones; no puede contentarse con fijar un material empírico, sino que debe explicar también las relaciones profundas y las leyes después de haber dirigido, de acuerdo con ellas, la actividad práctica y teórica del hombre, sus actos y pensamientos hacia la realización de los ideales.
El aparato categorial de la dialéctica
El tratamiento de la dialéctica como método de pensamiento científico plantea a los investigadores una serie de cuestiones: primeramente, la metodología de la ciencia ¿se limita a la dialéctica, a sus leyes y categorías, o esta última no es más que la base filosófica general de la metodología de la ciencia, que incluye además los métodos de otras ciencias, como en particular la lógica matemática, la cibernética, la semiótica? En segundo lugar, ¿qué relación existe entre los métodos de conocimiento que apelan al contenido o a la forma, entre los componentes de la teoría relativos al contenido o la forma?
La resolución de estos problemas ha conducido a la necesidad de estudiar la lógica del conocimiento científico moderno basándose tanto en el método de la dialéctica materialista cuanto en otros métodos especiales que descubren tal o cual aspecto del movimiento hacia la verdad. Aquí no nos libramos, sea de cuestiones que jamás se habían planteado antes, sea de cuestiones cuya solución no constituía una exigencia tan apremiante del momento. Entre estas cuestiones conviene señalar la del análisis filosófico del lenguaje científico y los problemas metodológicos del análisis sistemo-estructural.
El problema del análisis filosófico del lenguaje científico ha llegado a ser particularmente agudo después de los cambios radicales en la forma misma de la expresión de los resultados del conocimiento emanados del hecho de la revolución científica. La teoría científica se expresa cada día más por un sistema de signos que permiten diversas interpretaciones. Una cuestión se plantea: ¿cómo poner en evidencia el contenido cognoscitivo de una determinada teoría, su campo concreto? Ya está claro que los medios y los modos de interpretación de la teoría científica que dimanan de la lógica formal, aun que necesarios, son por completo insuficientes para resolver esta tarea. Por ello se ha presentado la necesidad más apremiante aún de un aparato de categorías filosóficas como medio lógico de evidenciar el alcance cognoscitivo de la teoría científica y definir su campo concreto de investigación.
Desde la antigüedad, la filosofía intentó crear un aparato categorial orientado hacia la solución de esta cuestión. Heráclito, Demócrito, Platón, Aristóteles, Spinoza, Kant, Hegel: he aquí una lista muy incompleta de pensadores que se dedicaron a resolver con grandes esfuerzos el problema de la creación de un sistema de categorías del pensamiento que sería un útil de penetración en la naturaleza objetiva de las cosas y en nuestros conocimientos de ellas. Desgraciadamente, mucho se ha dejado buenamente de lado en esta tradición de la filosofía, considerando que ella no tiene vínculo directo con la lógica. En efecto, comenzando por Heráclito, que proclamó la existencia de un logos universal de las cosas y en los procesos, la filosofía siempre exigió del pensamiento que siguiera su camino y que descubriese las propiedades y las determinaciones de las cosas y los procesos.
Realizando esta idea, la filosofía creó conceptos de una extrema generalidad que sirven de método al pensamiento científico y teórico. El proceso de conocimiento no puede partir de la nada. Para acceder a la comprensión teórica del objeto, no le basta al hombre tenerlo simplemente ante él y estar con él en estado de interacción práctica; necesita medios que le ayuden en formas determinadas a concebir el objeto. Son estos medios los que constituyen el apartado de las categorías de la dialéctica.
La filosofía, al determinar el papel de las categorías en el pensamiento, ha resuelto un cierto número de problemas ligados entre sí: 1) al generalizar la experiencia del conocimiento, ha elaborado los conceptos más generales; perfeccionar el aparato categorial es preocupación permanente de los filósofos; 2) ha analizado la naturaleza de los conceptos iluminando su relación con la realidad objetiva y la actividad práctica del hombre; 3) en fin, ha mostrado los modos de funcionamiento de las categorías en el proceso del movimiento del pensamiento.
Por lo que se refiere al último punto, es necesario señalar que Kant había analizado ya el papel de las categorías en la síntesis del conocimiento y en el proceso del juicio. Actualmente existen tareas nuevas y más vastas, a saber: esclarecer el papel de las categorías filosóficas en la interpretación de la teoría científica, en el movimiento del pensamiento, en la preparación progresiva de las ideas y de los conceptos fundamentales que sean el punto de partida de nuevas construcciones teóricas en la ciencia; es decir, la interpretación de la función de las categorías en la inteligencia científica de la realidad.
Por perfeccionados que puedan ser los aparatos matemático y experimental de la ciencia contemporánea, ésta deberá orientarse siempre hacia nuevos resultados, rechazando los viejos horizontes mediante la invención y la extrapolación científicas, para las que las categorías del pensamiento son el instrumento. La imperfección del sistema de categorías frena el ímpetu del pensamiento hacia la búsqueda de nuevas vías y pasos que, desde el punto de vista de la determinación de estricta lógica formal y de la experiencia bien orientada, pueden parecer inadmisibles, pero que, en realidad, abren una nueva página de la ciencia.
La filosofía marxista-leninista, como metodología científica, resuelve un gran número de cuestiones; en particular, le incumbe un papel determinado en la interpretación de la teoría científica. Plantea un problema a resolver: cómo, con la ayuda del aparato categorial, integrar el lenguaje de la teoría científica al movimiento general del conocimiento, al desarrollo intelectual de la humanidad. Por eso ninguna teoría puede ser considerada como sistema del conocimiento humano si, para su interpretación, se utiliza únicamente su propio aparato conceptual. Las categorías de la filosofía, el lenguaje de la teoría en cuestión y el aparato analítico de la lógica formal constituyen el arsenal necesario de los medios que permiten la interpretación del lenguaje de la teoría científica.
Los conceptos creados por la filosofía contemporánea deben apuntar a la concepción de la realidad objetiva, pero deben abarcar esta realidad: primeramente, tomando en consideración sus propiedades y leyes de desarrollo universal; en segundo lugar, a partir de las necesidades de la transformación del mundo. El aparato categorial del materialismo dialéctico responde a esta doble exigencia; ayuda al sabio a integrar los resultados de tal o cual sistema teórico en la corriente general del desarrollo del conocimiento y de la práctica. Las categorías filosóficas y el lenguaje que las expresa son el medio intelectual de la época, sin el cual toda actividad productiva es imposible en la ciencia como en la práctica. Son las categorías las que dan al sistema lingüístico su carácter de conocimiento con un alcance social.
La función de las categorías de la filosofía marxista en el pensamiento teórico es muy diversa: por una parte, le permiten desplegarse ampliamente; por otra parte, lo determinan, lo orientan hacia una concepción de la realidad objetiva que tenga las formas necesarias para la práctica humana.
La función creadora de las categorías filosóficas se explica por el hecho de que estas categorías tienen una base más amplia que los conceptos de cualquier rama del conocimiento, sea ésta la que sea; contienen la generalización y la extrapolación de la experiencia del conjunto del conocimiento y no de ningún objeto determinado.
El análisis sistemo-estructural
Durante los últimos años, los investigadores soviéticos en el dominio de la dialéctica materialista han vuelto su atención hacia el método sistemo-estructural de estudio de los fenómenos de la realidad y de los resultados del conocimiento científico. Las bases de este método fueron expuestas por Marx en su análisis del sistema de las relaciones capitalistas de producción como un todo orgánico. Sin embargo, el desarrollo posterior de este método ha estado ligado a su extensión a otros fenómenos de carácter natural o socio-intelectual, en particular a los fenómenos del lenguaje. Al mismo tiempo, las posiciones filosóficas de Marx sobre los métodos de análisis de los sistemas orgánicos sirven de fundamento al análisis de los sistemas complejos de las otras ciencias.
La cuestión del método sistemo-intelectual es importante para los filósofos desde diversos puntos de vista. Pero es indispensable conocer las posibilidades y los límites de su aplicación a las diversas ramas de la ciencia. De otro modo, se presentaría el peligro de sustituir el método dialéctico por el estructuralismo, y así hacer del análisis sistemo-estructural la metodología universal del conocimiento científico moderno. A eso se añade que el estructuralismo se opone al historicismo, que el conocimiento del desarrollo del objeto es reemplazado por el de su estructura y el de las relaciones entre sus elementos. El análisis sistemo-estructural es un método particular del conocimiento, que se dirige a objetivos concretos; su elaboración es tan importante para la dialéctica como cualquier otro método del conocimiento existente en la ciencia moderna.
Enriquecer y perfeccionar leyes y categorías
Desde alrededor de 1955, el problema de las categorías de la dialéctica materialista es muy discutido en nuestra literatura especializada. La solución del problema está ligada a la realización de la idea de Lenin sobre la encarnación del contenido de la dialéctica materialista en la lógica del movimiento de las categorías.
Se comprende que los investigadores se han enfrentado a múltiples dificultades. El sistema de las categorías de la filosofía marxista fue precedido históricamente por la lógica de Hegel, que representaba el resultado del movimiento del pensamiento científico y teórico de la humanidad y de su desarrollo intelectual, y que expresaba algunas aspiraciones del futuro. En este sentido, la lógica de Hegel anticipaba algunas vías del desarrollo científico del siglo XIX. Por ello es difícil construir un sistema de categorías de la dialéctica sin tener en cuenta la lógica de Hegel. Sin embargo, sería, por lo menos, una gran simplificación reducir el problema de la elaboración de las categorías de la dialéctica, hoy, a una revisión materialista de la Ciencia de la lógica de Hegel por la simple introducción de correcciones exigidas por el estado actual de la ciencia. Y mucho más si, teniendo en cuenta la experiencia de la dialéctica hegeliana, con el esquematismo según el cual se pasa de una categoría a otra, se podría poner en duda la posibilidad y la necesidad de construir un sistema de categorías de la dialéctica materialista. En relación con esto, los investigadores soviéticos han concentrado su atención en dos aspectos del problema: 1) patentizar los principios de la construcción de un sistema de categorías; 2) establecer la posibilidad de construir sistemas de categorías para objetivos diferentes. No obstante que los intentos de solución del problema han resultado positivos, hay que decir que nuestros investigadores están todavía un tanto alejados de la construcción de un sistema de categorías relativamente acabado que exprese la esencia del pensamiento teórico-científico contemporáneo y de sus perspectivas.
Los intentos de construir tal sistema de categorías conducen a dos conclusiones importantes. Primera: estos intentos sugieren la idea de que es imposible resolver el problema sin estudiar profunda y escrupulosamente la historia del pensamiento humano y sin proceder al análisis lógico de este último; segunda: para que tal sistema funcione efectivamente en el conocimiento científico contemporáneo, no es suficiente proponer el sistema más racional de categorías ya conocido en la historia de la filosofía. Se han producido en el pensamiento del siglo XX, en su estructura y en sus métodos, modificaciones no solamente en relación con los de los siglos XVII y XVIII, sino en relación con los de mediados del siglo XIX. Por ello, un sistema actual de categorías debe encerrar en sí no solamente nuevos principios de estructura, sino también categorías nuevas por su contenido. Si no se patentizan estas nuevas categorías, es difícil resolver el problema de formar un sistema.
La literatura marxista ha acumulado una experiencia teórica considerable, ligada a la aplicación de la dialéctica al análisis de los fenómenos de la realidad en general y de la sociedad en particular. La atención se dirige especialmente a la sociedad porque su estudio, de una parte, presenta una importancia particular para la práctica de la edificación del comunismo, y, de otra, porque enriquece la dialéctica con ideas nuevas.
La experiencia de la aplicación de la dialéctica al análisis de los fenómenos que se producen ante nosotros contiene tantos aspectos positivos como negativos. Algunos filósofos han elegido, puede afirmarse, el camino de la facilidad. Sin preocuparse por analizar ellos mismos, sobre la base del método dialéctico, los agudos problemas actuales, la marcha de la vida social y de la ciencia, han tomado fórmulas dialécticas ya establecidas y han introducido en la práctica de la vida social y de la ciencia hechos ya conocidos. Este camino reduce la dialéctica a una suma de ejemplos y, en la práctica, se toman con frecuencia como ejemplos de dialéctica, o bien hechos científicos todavía inciertos, o bien medidas de organización insuficientemente reflejadas y que con frecuencia se confirma que son falsas. Por eso, con frecuencia también se rechazan en bloque tales o cuales hipótesis científicas, o se aceptan igualmente en bloque, con todos los elementos de inmadurez que son tolerables en el momento de aparición de un nuevo saber. O bien, por el contraria, se pasa de la entusiasta admiración a la negación total de algunas teorías nuevas.
El método de Marx y Lenin es la base teórica necesaria para el estudio de la sociedad contemporánea, tanto capitalista como socialista, por la vía de la generalización de los resultados del conocimiento científico. La dialéctica materialista orienta al pensamiento teórico hacia la comprensión de la lógica, de su funcionamiento y de su desarrollo. La aplicación de la dialéctica al análisis de la práctica de la sociedad contemporánea conducirá a la transformación y al enriquecimiento de su aparato categorial.
Por esta vía, la filosofía establece una ligazón real con la marcha del conocimiento científico y de la práctica social contemporánea en su conjunto, ejerce sobre ellas una profunda influencia y las orienta hacia la solución de la grandiosa tarea de la edificación del comunismo.