Bonifacio Kedrov
Una dialéctica orientada hacia el futuro
Lenin y las perspectivas de desarrollo de las ciencias de la naturaleza
Los escritos de Lenin relativos a las perspectivas de desarrollo de las ciencias de la naturaleza son bien conocidos. En estos textos, Lenin no habla de problemas estrictamente específicos de la ciencia, problemas hacia los cuales no era muy propenso, sino de cuestiones cruciales de metodología que se han presentado en el curso del desarrollo de la «revolución contemporánea de las ciencias de la naturaleza», a las cuales, en la época de Lenin, la ciencia no había dado respuesta. En este caso, como siempre, el análisis de Lenin se apoya por completo en la aplicación concreta de la dialéctica materialista a las ciencias de la naturaleza de la época, en los principios dialéctico-lógicos y gnoseológicos. Nosotros examinaremos:
1) Los escritos de Lenin que atañen directamente a las perspectivas de las ciencias de la naturaleza y que han sido confirmados por completo por el desarrollo posterior de la ciencia.
2) Algunas conclusiones que sólo se desprenden indirectamente de sus escritos, pero que han recibido igualmente su confirmación.
3) Las ideas y reflexiones de Lenin que esperan ser confirmadas por las ciencias de la naturaleza en su etapa actual.
1. Escritos explícitos
Son esencialmente los textos que tratan de las dos grandes cuestiones siguientes: en primer lugar, las tendencias fundamentales y el carácter general del desarrollo del conjunto de las ciencias de la naturaleza, especialmente la física del siglo XX; en segundo lugar, las perspectivas de penetración de la ciencia en el corazón de la materia.
Revolución y crisis de la ciencia
Lenin analizó primeramente el proceso de ruptura revolucionaria en física y en todas las ciencias de la naturaleza iniciado con el descubrimiento de los rayos X y la radioactividad del electrón a fines del siglo XIX. Demostró que estos descubrimientos, así como los que le siguieron, exigían una revisión radical de las concepciones teóricas tradicionales, ya caducadas, de la estructura y las propiedades de la materia. Esta radical transformación de los conceptos científicos constituye la esencia misma de la revolución contemporánea de las ciencias de la naturaleza. A algunos científicos de pensamiento filosófico vacilante o de reflexión dogmática les parecía que el fundamento mismo del conocimiento científico se hundía, que se asistía a la negación y al derrumbe de toda la ciencia. Lenin demostró que se trataba de un proceso de progreso y que lo que se derrumbaba no eran más que las concepciones metafísicas que consideraban a los conceptos científicos como inmutables, fijos e incapaces de evolucionar. Posteriormente, todo el desarrollo de las ciencias de la naturaleza, comprendida la física, han confirmado la justeza del análisis de Lenin al mostrar que lo esencial se encontraba en esta transformación radical de los conceptos científicos, en su liberación de la esclerosis y del pensamiento metafísico. En todo esto la dialéctica jugó un papel decisivo, papel que Lenin definía así: «La dialéctica, de forma general, es "el puro movimiento del pensamiento en los conceptos"; es decir, en términos despojados de toda mística idealista, que los conceptos humanos no son inmutables, y que, por el contrario, evolucionan continuamente transformándose el uno en el otro, deslizándose el uno en el otro, sin lo cual no reflejan la vida real. El análisis de los conceptos, su estudio, "el arte de operar con ellos" –Engels– exige siempre el estudio del movimiento de los conceptos, su ligazón, el paso recíproco del uno al otro.»
De este análisis se desprende que la utilización de la revolución científica por la filosofía reaccionaria es un fenómeno pasajero, transitorio, que la crisis que aquélla provocó no era más que una crisis de crecimiento de la ciencia y de ningún modo su decadencia, su descomposición o su pérdida. Esta crisis, «desviación hacia la filosofía reaccionaria» es, según Lenin, «una pausa temporal, un corto período doloroso en la historia de las ciencias, una enfermedad de crecimiento debida, por encima de todo, a una brusca revolución en los viejos conceptos heredados del pasado».
Esta apreciación de Lenin no tardaría en recibir una brillante confirmación. El año mismo en que fue emitida, Ostwald confesó públicamente el fracaso de su energética y reconoció la existencia de los átomos y de las moléculas, que había negado con pasión. Lenin observaba que «en la inmensa mayoría de los casos, Ostwald mismo consideraba como energía el movimiento material». La tendencia materialista, puesta en evidencia por Lenin en la confusa energética de Ostwald, acabó por imponerse sobre el intento idealista de concebir el movimiento sin la materia.
Más tarde, sobre todo después de 1913, cuando a partir de los descubrimientos anteriores (teoría de los cuanta, concepto de fotón, modelo planetario del átomo) Niels Bohr creó el modelo cuanto-electrónico del átomo, la realidad de los átomos y de las moléculas, negada por los adeptos de Mach y de la teoría energética, fue sólidamente establecida y aceptada por la gran mayoría de los científicos. Sólo quienes hubiesen roto totalmente con la ciencia podían dudar de su existencia. El idealismo «físico» de los comienzos del siglo XX había sufrido un fracaso completo, y como ocurre con toda moda desde el momento en que pierde su frescura y novedad, desapareció de la escena.
Sin embargo, el súbito eclipse de una moda no entraña un cambio radical de la ciencia: a este modo filosófico reaccionario sucedió otro un poco renovado, pero, en lo esencial, marcado por el mismo idealismo anticuado y carcomido que caracteriza a las ideas de Mach y a todo el idealismo «físico» de comienzos del siglo XX. Lenin previo que si los sabios no adoptaban la dialéctica materialista como concepción dominante del mundo y como método de investigación, no se lograría una transformación radical en el campo del conocimiento científico. «El espíritu materialista esencial de la física, como el de todas las ciencias contemporáneas, saldrá vencedor de todas las crisis posibles e imaginables con la condición expresa de que el materialismo metafísico deje su lugar al materialismo dialéctico». Esta condición no podía cumplirse (y, efectivamente, se ha cumplido) sino después de la victoria de la revolución socialista.
En su artículo «De la significación del materialismo militante», Lenin indicó los medios concretos que permiten a los investigadores de las ciencias de la naturaleza asimilar el materialismo dialéctico. En ese mismo tiempo se confirmaba el pensamiento de Lenin según el cual la física contemporánea engendra efectivamente el materialismo dialéctico y franquea el foso que separa al materialismo metafísico del materialismo dialéctico, «pero [la física] se encamina hacia el único método justo no en línea recta, sino en zigzag; no consciente, sino .espontáneamente; no guiada por un "objetivo final", sino a tientas, titubeante, y a veces retrocediendo».
La inagotabilidad del electrón
Por la aplicación concreta del método dialéctico al análisis de la revolución contemporánea en las ciencias de la naturaleza, y en particular al análisis del aspecto filosófico del descubrimiento de la divisibilidad y de la variabilidad del electrón y de la complejidad de su estructura interna (electrónica), Lenin pudo hablar de la inagotabilidad del electrón. En efecto, este descubrimiento podía dar lugar a dos clases de deducciones directamente contradictorias. La primera fue el hecho de que algunos sabios no querían romper con la concepción metafísica de las cosas. Razonaban así: el átomo, que hasta aquí era considerado como la partícula material última, elemental y absolutamente inmutable, se le considera compleja, variable y, en todo caso, no como la partícula última en el edificio del mundo. En adelante, según ellos, no sería el átomo, sino el electrón al que habría que considerar como la última partícula de materia, cuya representación agota el conocimiento de toda ella. Así, pues, se le debía atribuir al electrón todos los rasgos metafísicos que se le atribuían anterior y falsamente al átomo.
Lo que desde su punto de vista quería decir que el error consistía en haber atribuido los rasgos de invariabilidad, de simplicidad absoluta y de exhaustibilidad a la partícula no conveniente: al átomo y no al electrón. Ahora se había reparado el error, puesto que en adelante se consideraría al electrón como la partícula última, agotando la realidad de la materia.
Lenin abordó este problema de una manera intrínsecamente diferente, guiándose por el materialismo dialéctico. La dialéctica niega toda hipótesis de partícula o de forma de materia que quede absolutamente inmutable, última, eterna y agotable por simple o elemental que pueda parecer. Si todo fluye, si todo cambia, todos los objetos de la naturaleza, por pequeños que sean, y tanto como se quiera, deben fluir y cambiar.
El derrumbamiento de la representación metafísica del átomo como límite absoluto de nuestros conocimientos de la materia, agotando todas las propiedades y manifestaciones de ésta, es, según Lenin, la prueba de que no existe ni podría existir en la naturaleza semejante partícula última de la materia. Lenin demostró que no se podían atribuir al electrón las antiguas propiedades metafísicas atribuidas al átomo; por el contrario, la revolución moderna de las ciencias de la naturaleza, que comprende el descubrimiento de la destructibilidad y la complejidad del átomo, ha demostrado que no puede haber en la naturaleza ninguna forma de la materia que pueda ser agotada. «El electrón es tan inagotable como el átomo, la naturaleza es infinita», subrayaba Lenin.
Esta notable tesis de Lenin nos sorprende hoy tanto más porque fue enunciada por un hombre que no era especialista de la física y no podía, pues, conocer en detalle ni la historia del desarrollo anterior de la teoría de la estructura de la materia ni su estado contemporáneo. Sin embargo, Lenin supo discernir qué camino debía seguir la física, que es hoy la suya, y que ha permitido una sucesión de grandes descubrimientos.
Los escritos de Lenin sobre el electrón son una extrapolación directa a éste de los resultados obtenidos sobre el átomo, lo que confirma por completo una visión dialéctica de la naturaleza. «La destructibilidad del átomo, su carácter inagotable, la variabilidad de todas las formas dé la materia y de sus movimientos han sido siempre el punto de apoyo del materialismo dialéctico –escribía Lenin–. Todos los límites son relativos, convencionales, movibles en la naturaleza; estos límites expresan la dirección de nuestro espíritu hacia el conocimiento de la materia»...
En vida de Lenin fue evidenciada la inagotabilidad del electrón; se descubrieron otras propiedades físicas del electrón: su capacidad de absorber y de emitir fotones, sus características cuánticas y, sobre todo, la propiedad cuántica que es el espín. Posteriormente, la física afirmó cada vez con mayor claridad que el electrón es verdaderamente inagotable, que debe ser complejo, por elemental que pueda parecer a primera vista.
No obstante, a pesar de que la mecánica cuántica haya renunciado a la idea de la partícula clásica, es decir, a considerar al electrón parecido a una minúscula bola, algunos sabios intentaron aún durante mucho tiempo representar al electrón bajo la forma de un punto material provisto de un número finito de propiedades. Lo que quería decir que el electrón continuaba siendo concebido como una partícula desprovista de estructura interna; dicho de otra forma: absolutamente simple y, por tanto, agotable.
El impetuoso desarrollo de la física de las partículas elementales, el descubrimiento de procesos de transformaciones mutuas de partículas, especialmente de procesos en que el electrón interviene apareciendo o desapareciendo (aniquilándose) han demostrado que el electrón es inagotable. La evidencia de nuevas propiedades inhabituales de las partículas elementales y los primeros pasos dados en la penetración de su estructura interna, compleja y por completo original, han confirmado de nuevo la tesis de la inagotabilidad, no solamente del electrón, sino de toda partícula de materia en general, por simple que pueda parecer a primera vista.
Un especialista de las partículas elementales recientemente desaparecido, el físico inglés Powell, decía que la tesis de Lenin sobre la inagotabilidad del electrón ha sido, de hecho, el programa de toda la física contemporánea con su campo fundamental: la física de las partículas elementales, y ha definido la línea principal de su desarrollo, no solamente para el momento presente, sino para el futuro.
Los pasos del conocimiento de la naturaleza
Las ideas de Lenin acerca de la inagotabilidad del electrón se encuentran orgánicamente ligadas a toda una cadena de importantes consecuencias que se desprenden de la aplicación de la dialéctica por Lenin al estudio de los procesos que tenían lugar en la ciencia de la época. En el centro de estas consecuencias se encontraba la cuestión de la relación dialéctica existente entre los diversos grados del conocimiento científico y la escala sin fin del desarrollo de la ciencia, tan infinita e inagotable como son la naturaleza y la materia mismas. Desde este punto de vista, el átomo y el electrón no son más que dos eslabones estudiados sucesivamente de la cadena infinita de formas y aspectos de la materia y, en consecuencia, dos escalones en el conocimiento de la estructura de la materia. Lenin subrayaba que la «esencia» de las cosas (la «sustancia») es igualmente relativa; expresa solamente «el conocímiento humano de los objetos, sin cesar en su profundizaron, y si ayer todavía este conocimiento no iba más allá del átomo y no sobrepasa hoy al electrón o el éter, el materialismo dialéctico insiste en el carácter transitorio, relativo, aproximado de todos los escalones del conocimiento de la naturaleza por la ciencia humana en progreso continuo».
Nos encontramos aquí con el éter, que la física debía abandonar más adelante, pero que en la época era reconocido por la ciencia. Sin embargo, es importante observar que Lenin veía en la relación entre el átomo y el electrón la relación entre dos grados o dos escalones del conocimiento humano en su penetración hacia el corazón de la materia, en el corazón de su estructura. Todo este proceso se lo representaba Lenin como infinito, como lo es, repitámoslo, la materia misma en su profundidad. En este caso determinado, vemos cómo la dialéctica marxista ha servido de clave a Lenin. Así, al analizar la confrontación hegeliana de lo finito y lo infinito, su dialéctica, su unidad, Lenin anota: «Aplicar a los átomos versus electrones. En general, la infinitud de la materia en profundidad»... Y más adelante: «trabazón (de todas las partes) del progreso indefinido...»
Lo que significa que, según Lenin, los átomos y los electrones no son sino grados finitos de la escalera infinita del desarrollo de la naturaleza que corresponden a los pasos finitos del camino infinito del conocimiento de la materia, los que serán seguidos por otros grados y otros pasos que serán descubiertos y establecidos por la ciencia en el futuro, en su progreso ulterior. En consecuencia, la dialéctica servía aquí de proyector destinado a iluminar el camino de la ciencia durante algunas decenas de años.
La idea misma de grados o pasos en el camino del conocimiento de la materia y de su estructura, enunciada por Lenin de forma tan precisa, ha tomado cuerpo recientemente en el concepto de nivel de complejidad siempre creciente en la organización estructural de la materia, concepto aceptado por la ciencia hace relativamente poco tiempo y que, de hecho, forma parte de sus ideas corrientes. Pero fue Lenin quien sentó las bases hace ya medio siglo al generalizar, a partir de la dialéctica marxista, los resultados de su análisis de los grandes descubrimientos de la física a fines del siglo XIX y comienzos del XX, y al comparar el átomo y el electrón; en otras palabras, lo que en nuestros días se denominaría dos niveles de organización estructural de la materia.
Este problema está directamente ligado a otra tesis de Lenin relativa al cuadro físico del mundo, el cuadro de la materia en movimiento. Cuando los idealistas atribuyeron al materialismo características simplistas, mecánicas, para facilitar la crítica y «refutar» una doctrina filosófica sedicentemente superada que no correspondía a la ciencia moderna, Lenin se burló de este necio proceder: «Sin duda es absurdo decir que el materialismo considera... obligatoria la concepción mecánica y no la concepción electromagnética u otra concepción infinitamente más compleja del mundo en tanto que materia en movimiento». En efecto, si hasta finales del siglo XIX se aceptaba en líneas generales una representación mecanicista del mundo que se remontaba a los siglos XVII y XVIII, a partir del siglo XIX ya la ciencia se orientaba hacia una representación electromagnética del mundo, y a fines del primer cuarto del siglo XX, hacia una representación infinitamente más compleja de los procesos físicos: la de la mecánica cuántica y de la relatividad. No obstante, en nuestros días esta última representación del mundo cede su lugar a una representación todavía mucho más compleja, ligada al descubrimiento de la naturaleza de las partículas elementales y a los procesos intra-nucleares. De donde se desprende que toda representación física del mundo, por compleja que sea, tarde o temprano deberá ceder su lugar a una nueva que será aún más compleja a medida que la ciencia avance en la vía dialéctica del conocimiento de la verdad.
2. Consecuencias indirectas
Entendemos por consecuencias indirectas las conclusiones que Lenin no formuló tan claramente como en los escritos precedentes y que se refieren a objetos concretos y definidos de modo preciso, sino aquellas conclusiones a las que se podría llegar con la ayuda de las tesis generales de la dialéctica materialista desarrolladas por Lenin. Aunque en su época no se hayan extraído conclusiones de estas tesis, por lo menos en la forma que se hizo más tarde, es importante que estuvieran contenidas de forma latente en los trabajos de Lenin y que posteriormente hayan sido confirmadas por la ciencia.
Concretización del método dialéctico en las ciencias
Distinguiremos dos grupos de conclusiones indirectas: las que se refieren al método dialéctico general de estudio de la naturaleza y las que conciernen a problemas particulares, especialmente físicos y biológicos.
En primer lugar hablaremos de la tesis relativa a las relaciones entre verdad objetiva, verdad absoluta y verdad relativa. «Así –escribía Lenin–, el conocimiento humano es, por naturaleza, capaz de darnos, y nos da efectivamente, la verdad absoluta, que no es más que una suma de verdades relativas. Cada etapa del desarrollo de las ciencias integra nuevos granos a esta suma de verdad absoluta, pero los límites de la verdad de toda proposición científica son relativos, unas veces ampliados y otras constreñidos, a medida que las ciencias progresan».
Detengámonos en estas últimas palabras: «Unas veces ampliados, otras constreñidos». Es evidente que si se imponen condiciones que limitan a una verdad dada, habrá constreñimiento. A la inversa, si las condiciones limitantes desaparecen o disminuyen en el curso del desarrollo científico, habrá ampliación. Lenin no precisó mucho esta tesis, pero la dirección de su pensamiento aparece aquí con bastante claridad. Aquí no dice nada de la relación entre dos verdades relativas que aparecen sucesivamente y que se refieren al conocimiento de un único y el mismo objeto de la naturaleza: una anterior y menos completa; otra posterior y más completa. Habla solamente de la correspondencia entre nuestras representaciones y el objeto estudiado: «al movimiento de las representaciones, de las percepciones, etc., corresponde el movimiento de la materia exterior».
A propósito de las ideas del matemático Grassman, Lenin califica de enunciación estrictamente materialista la tesis sobre «la imposibilidad de hacer concordar el pensamiento y el ser». Esto, dice Lenin, no niega en absoluto otra tesis de Grassman, tesis en la que se considera «la concordancia de los procesos del pensamiento entre sí». En la medida en que esta última tesis es directamente ligada por Grassman con la que considera «la concordancia del pensamiento y el ser», la posición materialista general de Grassman aparece clara: si las ideas corresponden al ser, deben corresponderse igualmente entre ellas.
Incluso si esto sólo es implícito o indirecto, se puede encontrar en estas consideraciones la base filosófica del principio de correspondencia que más tarde enunciará Bohr en relación con la solución del problema de las relaciones entre representación clásica y representación cuántica en física. En efecto, en el campo de las teorías físicas —la antigua (clásica) y la nueva (cuántica)—, Bohr estudió la cuestión del paso de algunas teorías (o leyes) a otras en los dos sentidos, unas veces mediante determinadas condiciones físicas que restringen el cuadro de la verdad de que se trata, otras veces suprimiendo condiciones y ampliando el cuadro. A fin de cuentas, las formulaciones antiguas (clásicas) y las expresiones cuantitativas de las teorías y de las leyes correspondientes aparecen como un caso particular o límite de las teorías y de las leyes nuevas (cuánticas o relativistas). Esto tuvo para la física un inmenso alcance heurístico, pues las antiguas teorías y leyes habían sido probadas en la práctica y habían sido elevadas desde hacía mucho tiempo al nivel de verdades objetivas, aunque, naturalmente, relativas.
El principio de correspondencia, en su interpretación filosófica desde el punto de vista de las tesis de Lenin sobre la verdad (fue I. V. Kuznetsov quien dio primero esta interpretación), puede servir de fundamento a las concepciones sobre la sucesión entre teorías físicas clásicas y nuevas, entre conocimientos antiguos y nuevos del objeto físico.
Se podría decir lo mismo a propósito de la forma en que Lenin caracteriza el creciente papel del pensamiento abstracto en las ciencias de la naturaleza en general y de la abstracción matemática en particular, a medida que se profundiza en la estructura interna de la materia y de sus micropartículas. Lenin consideraba que la extensión de los métodos matemáticos a la física constituía un éxito inmenso para las ciencias de la naturaleza; ella era signo de la aproximación a los «elementos homogéneos y simples de la materia cuyas leyes del movimiento son susceptibles de una expresión matemática».
Lenin plantea explícitamente la cuestión de la significación del creciente papel de la abstracción. ¿Quiere decir esto que la ciencia comienza a alejarse del objeto mismo de estudio o que es la única vía posible para acercar el objeto, que es el camino del conocimiento? En cierto modo, subrayaba Lenin, la representación se sitúa evidentemente más bajo que el pensamiento. «El fondo del problema reside en que el pensamiento debe abarcar toda la "representación" en su movimiento y por eso el pensamiento debe ser dialéctico. ¿Está la representación más próxima a la realidad que el pensamiento? Sí y no. La representación no puede contener al movimento en su totalidad; por ejemplo, no puede percibir un movimiento de 300.000 kilómetros por segundo, en tanto que el pensamiento puede comprenderlo y lo comprende».
Lenin desarrolla la tesis según la cual el pensamiento abstracto es el camino del conocimiento de la verdad, aunque a primera vista pueda parecer que se aleja del objeto percibido por los sentidos. «El pensamiento, al elevarse de lo concreto a lo abstracto no se aleja –si es correcto. —B. Kedrov–... de la verdad, sino que se aproxima a ella. Las abstracciones de materia, de ley natural, la abstracción de valor, etc., en una palabra, todas las abstracciones científicas (justas, serias, no huecas) reflejan la naturaleza más profunda, más fiel, más completamente».
Los mecanicistas y sus aliados entre los materialistas vulgares veían idealismo en la abstracción de teorías físicas como la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica. La evidencia sensible y la modelización mecanicista de las antiguas representaciones clásicas, que no se habían alejado aún de la perceptibilidad por los sentidos del objeto estudiado, desaparecían de las teorías para dejar lugar a la abstracción matemática. Los escritos de Lenin mencionados más arriba se refieren también de manera indirecta a este problema de las ciencias de la naturaleza. Lenin demostró que esta abstracción, esta desaparición de la posibilidad de ilustrar las relaciones entre las cosas y los procesos, así como sus mismas leyes, con la ayuda de los modelos mecánicos concretos, testimonian no un retroceso ante la verdad, sino, por el contrario, un acercamiento y, en todo caso, no significan de ninguna manera que las nuevas teorías físicas sean idealistas.
Contrariamente a Timiriazev, que se esforzaba por demostrar que la teoría de la relatividad de Einstein está marcada de un extremo al otro de idealismo precisamente a causa de su elevado grado de abstracción, Lenin situaba a Einstein entre «los grandes reformadores de las ciencias de la naturaleza». Se desprende con toda claridad de los anteriores escritos de Lenin consagrados a esta cuestión, que el derrumbe del principio de la modelización mecánica concreta en física durante la segunda mitad de los años veinte de nuestro siglo, lejos de minar las bases de la dialéctica materialista vienen, por el contrario, a probar su validez. Lo que se derrumbó fueron los principios del materialismo mecanicista que subsistían en física con las representaciones de la partícula clásica y su comportamiento mecánico.
La observación de Lenin sobre la necesidad de tomar dos principios dialécticos –el principio del desarrollo y el de la unidad del mundo— en su ligazón interna: «el principio universal del desarrollo debe ser aunado, ligado, reunido con el principio universal de la unidad del mundo, de la naturaleza, del movimiento de la materia, etc.», es particularmente notable.
Esta unión, esta ligazón, esta reunión de los dos principios mencionados constituye el fundamento del método histórico comparativo o histórico-estructural de estudio de los objetos de la naturaleza en su interpretación dialéctica. Este método está ampliamente extendido en una serie de ciencias de la naturaleza. A partir de su examen histórico (genético), la física y la química descubren la estructura interna (enlace entre los elementos) de su objeto. A la inversa, la geología, la astronomía y la biología descubren la historia anterior de su objeto, su génesis, partiendo de su estructura (de su construcción interna) ya conocida. En los últimos tiempos se ha presentado que estos casos se entremezclan y pasan uno al otro (estudio de los nuevos objetos de la astronomía, estudio de la vida al nivel molecular).
Vamos a detenernos ahora en la concepción dialéctica del desarrollo basándonos en la fuente del «automovimiento» y en el «mecanismo» del desarrollo (tránsito de un estado a otro).
La unidad de los contrarios en la concepción dialéctica del movimiento
Como se sabe, en las ciencias de la naturaleza el «desarrollo como unidad de los contrarios (desdoblamiento del uno en sus contrarios excluyéndose mutuamente, y relaciones recíprocas entre ellos)» se manifiesta con frecuencia como contradicción entre lo continuo y lo discontinuo.
A propósito de la formulación hegeliana según la cual lo continuo y lo discontinuo (discreto) tomados separadamente no son verdaderos, y que sólo su unidad lo es, Lenin observaba: «La verdad dialéctica». Por lo mismo, Lenin orientaba su reflexión hacia la búsqueda de vías que condujeran a la reunión, al enlace, a la reducción, a la unidad interna de los dos contrarios (continuo y discontinuo) allí donde todavía se encuentran separados y, por consiguiente, no verdaderos.
En otra parte, Lenin anota: «El movimiento es la esencia del tiempo y del espacio. Dos conceptos fundamentales expresan esta esencia: continuidad (Kontinuität) (infinita) y "puntualidad" (= negada la continuidad, discontinuidad). El movimiento es la unidad de la continuidad (del tiempo y del espacio) y de la discontinuidad (del tiempo y del espacio). El movimiento es una contradicción, es la unidad de los contradictorios».
Se desprende que Lenin no plantea aquí la cuestión sino de la forma más general; pero no por ello deja de revestir una considerable significación si se considera la evolución de la física de los microfenómenos después de la creación de la mecánica cuántica. Ya había aparecido en óptica una contradicción entre la idea de continuidad (ondulatoria) de los procesos de propagación de la luz y la de discontinuidad (carácter discreto, cuantificación) de los procesos de emisión y absorción de la luz. Más tarde, en el cuadro de la teoría clásica apareció la contradicción insuperable entre la posibilidad de construir un modelo del átomo a partir del concepto de partícula clásico y los datos de la experimentación física. Posteriormente se comprobó que la fuente de las dificultades y contradicciones es la ruptura tradicional entre continuidad y discontinuidad, continuo y discreto, ondulatorio y corpuscular, tal como esta ruptura se introdujo hace tiempo y se instaló sólidamente en la física. La única forma de salir de las contradicciones y dificultades es considerar que la onda y el corpúsculo, lo continuo y lo discontinuo existen en el campo de los microprocesos en unidad indisoluble y que no hay partícula sin onda ni onda sin partícula.
Con ello se ha restablecido en la física esta «verdad dialéctica» de la que hablaba Lenin. Desde los primeros trabajos de Luis de Broglie, la física cuántica tomó esta vía.
La transformación de uno en otro en la concepción dialéctica del desarrollo
Habitualmente, la transformación de una sustancia se hace de tal modo que las partículas existentes en esta sustancia se unen unas con otras, o al contrario, se separan, o aun se agrupan diferentemente en el seno de una partícula más compleja. Pero, en lo esencial, estas partículas se conservan tal como eran al comienzo del proceso. Así es como se producen las reacciones químicas; éste es el caso, entre otros, de la combinación de átomos en moléculas o la descomposición de una molécula en átomos distintos o grupos de átomos. Por ello, la ley de la unidad de los contrarios, según Lenin, actúa en química como «combinación y disociación de átomos».
Sin embargo, Lenin admitía la posibilidad de transformaciones cualitativas más profundas de la materia, mediante otros procesos, no por separación o combinación de partículas dispuestas a conservarse después del proceso, sino por la transformación completa de un elemento en otro con la total desaparición de la forma anterior y el nacimiento (aparición) de una nueva forma. Escribía: «Si todo se desarrolla, esto significa que todo pasa de uno a otro, pues es claro que el desarrollo no es un simple, universal y perpetuo crecimiento o aumento (respectivamente, una disminución), etc. Si esto es así es necesario comprender más exactamente la evolución como nacimiento y destrucción de todo, como tránsitos recíprocos».
Refiriéndonos a los pensadores griegos de la antigüedad, Lenin hace notar que «algunos conciben la transformación como la existencia de partículas cualitativamente determinadas y su aumento (respectivamente, disminución), (fusión y disociación). Otra concepción (Heráclito): transformación del uno en el otro».
Veinte años después de haberse escrito estas palabras, los físicos descubrieron la transformación del electrón y del positrón («pares») en fotones (en luz), y posteriormente la aparición (emisión), en el campo del núcleo pesado, de este mismo par a partir del fotón gamma duro. Precisamente de esta transformación de uno en otro hablaba Lenin. En efecto, ni la desaparición (destrucción = aniquilación) del electrón y del positrón, ni su aparición (emisión) a partir de los fotones duros pueden ser presentadas en ningún caso como un simple reagrupamiento de partículas preexistentes que se conservarían como tales en el seno del electrón y del positrón o en el seno de los fotones. El electrón y el positrón poseen una masa específica (masa en reposo), cargas eléctricas iguales pero de signo diferente, espines de un medio. Además, la masa total (en reposo y en movimiento) del «par» de partículas elementales es exactamente igual a la masa de movimiento de los fotones nacidos del par. Y lo mismo ocurre con la energía total, que es cuantitativamente proporcional a la masa. Los fotones no tienen carga eléctrica ni masa en reposo, ni espín. Es, pues, en la transformación de la luz (fotón) en sustancia (electrón y positrón) cuando aparecen propiedades físicas totalmente nuevas, propiedades que no existían incluso en germen en la luz inicial (fotón). Estas propiedades desaparecen a su vez por completo en ef momento en que el «par» es aniquilado y convertido en luz.
Soportes materiales de las propiedad biológicas
El problema surge indirectamente en relación con la crítica de la doctrina de Mach por Lenin. Este rechaza la acusación de Mach contra el materialismo, según la cual el materialismo dejaría sin respuesta la cuestión del origen de las sensaciones. «¿Qué otro punto de vista filosófico "resuelve" un problema para el cual no ha reunido todavía datos?» La palabra «elemento», que algunos ingenuos toman por algo nuevo, no hace más que embrollar la cuestión al incorporar un término que no quiere decir nada y que crea la ilusión de haberse dado un paso hacia adelante. «Pretexto falaz, pues, de hecho, hay que estudiar todavía, y estudiar cómo la materia, que pretendidamente no está dotada de sensibilidad, se une a otra materia compuesta de los mismos átomos (o electrones) y provista al mismo tiempo de la facultad específica de sentir. El materialismo plantea claramente esta cuestión todavía no resuelta, incitando, por lo mismo, a su solución y a nuevas investigaciones experimentales. La doctrina de Mach, variedad de un idealismo confuso, oscurece la cuestión y desvía el estudio mediante un subterfugio verbal vacío de sentido: elemento».
Reflexionemos sobre este razonamiento de Lenin. Son los mismos átomos (o electrones) los que en un caso componen la materia ordinaria pretendidamente privada de toda sensibilidad, y en otro caso la materia claramente apta para sentir. Así, para Lenin, primeramente son los átomos y los electrones, es decir, las partículas de materia, los que constituyen los soportes materiales de propiedades biológicas tales como las sensaciones; en segundo lugar, la aparición de la sensación bajo su forma claramente expresada está ligada al hecho de que las mismas partículas de materia (átomos y electrones) se agrupan de tal suerte que de la materia que parecía carente de toda sensibilidad surge la materia sensible; en tercer lugar, el tránsito no se produce bruscamente, como si no se supiera de dónde, sino en el curso de una larga evolución de la naturaleza inanimada al comienzo, viva posteriormente, según un proceso de desarrollo de la materia como un salto dialéctico que corona la gradación evolutiva del desarrollo. «La sensación –escribe Lenin– depende del cerebro, de los nervios, de la retina, etc.; es decir, de la materia organizada de forma determinada... La sensibilidad, el pensamiento, la conciencia, son los productos más elevados de la materia organizada de una cierta manera».
Lenin insiste especialmente en la importancia de la comprensión del paso dialéctico de la materia a la conciencia y subraya además que «es dialéctico no solamente el paso de la materia a la conciencia, sino también el de la sensación al pensamiento, etc.» «¿En qué se distingue –pregunta Lenin– un tránsito dialéctico de otro no dialéctico? Se distingue por el salto, por la contradicción, por la interrupción de la gradación, por la unidad (identidad) del ser y el no ser».
Todo esto es de una importancia primordial para la solución del problema de los soportes materiales de las propiedades biológicas en general, comprendidas propiedades como la herencia, comparativamente más extendidas que las sensaciones. En principio, apoyándose en los textos de Lenin, se puede considerar que los mismos átomos y electrones, por su diferente agrupamiento –y solamente así se pueden comprender los razonamientos de Lenin–, son capaces en un caso de formar compuestos químicos ordinarios desprovistos de propiedades biológicas y en otros casos compuestos que constituyen los soportes materiales (sustratos) de estas propiedades.
Cuando los enemigos de la genética calificaban de idealismo y de mística el reconocimiento de los soportes materiales específicos de la herencia, no solamente se incribían abierta y erróneamente contra los biólogos genetistas, sino incluso contra los principios que Lenin situaba en la base de todo este problema, a saber: que la diferencia entre la materia desprovista de una propiedad biológica determinada (la sensibilidad) y la materia dotada de esta propiedad depende solamente del modo de organización de la materia; es decir, la diferencia entre el enlace que se establece entre las mismas partículas de materia (átomos, electrones). En química, desde hace mucho se sabe que esta diferencia determina los fenómenos de isomería y, en general, de metamateria. El descubrimiento de la estructura química del ARN y del ADN (ácidos nucleicos) y de su función en los procesos biológicos (herencia, biosíntesis) demuestra de forma brillante la justeza de la formulación del problema, si bien Lenin no haya tenido en cuenta los fenómenos de la herencia en el momento en que formulaba su interpretación materialista de la génesis de las sensaciones.
3. Ideas que esperan su comprobación
En los trabajos de Lenin hay también desarrollos que la ciencia actual no está en condiciones de comprobar con experiencias concretas. Las experiencias futuras darán una respuesta a estas cuestiones. Examinaremos aquí formulaciones basadas en la noción de la unidad del mundo, la posibilidad de abarcar por medio de una ciencia única toda la naturaleza, desde las formas y los aspectos más simples de la materia que conocemos hasta los más complejos.
La propiedad del reflejo, en los fundamentos mismos de la materia
Uno de los problemas expuestos por Lenin y que la ciencia todavía deberá resolver concretamente consiste en saber cuáles son las premisas de la sensibilidad, propiedad que aparece en el curso del proceso de desarrollo de la materia. Replicando a las acusaciones de Mach contra los materialistas, Lenin observaba que «la sensación no está ligada, en su forma más pura, más que a las formas superiores de la materia (la materia orgánica) y que no se puede suponer más que en los fundamentos del mismo edificio de la materia la existencia de una propiedad análoga a la sensación». Y, también, es «lógico suponer que toda materia tiene la propiedad de reflejar las cosas exteriores, propiedad que, en el fondo, se asemeja a la sensación».
¿Cuál es el carácter de esta propiedad del reflejo, propio de la materia en general y, por consiguiente, de las partículas más simples y más elementales? ¿De qué modo se expresa cada vez más claramente, a partir de sus formas embrionarias, esta propiedad que en la materia altamente organizada adopta la forma de sensación, y después de ésta, mediante un salto dialéctico, adquiere la forma de pensamiento y de conciencia? Los intentos de responder al problema expuesto por Lenin por medio de referencias a los tipos ordinarios de reflexión en los espejos o por el concepto de información y la cibernética han resultado inútiles. La resolución de este problema será labor de una teoría universal de la evolución capaz de abarcar con una mirada todo el camino del desarrollo de la materia –desde sus estadios y formas más inferiores, correspondientes a los objetos físicos más elementales, hasta los más elevados y desarrollados, ligados a la actividad del conocimiento humano–, y aún más, de abarcar de modo capaz de mostrar cómo se pueden representar y concebir las formas superiores como desarrollo a partir de formas inferiores (en particular, a partir del movimiento de los electrones). Por el momentó no existe tal teoría. Nosotros estamos en la tarea de poner en condiciones algunos eslabones aislados y de dilucidar enlaces y pasos entre estos eslabones.
Reducción del mundo al movimiento de los electrones
Al criticar las ideas de los adeptos de Mach relativas al concepto de masa, Lenin escribió: «Reducido el universo al movimiento de los electrones, será posible eliminar de todas las ecuaciones al electrón, puesto que sería sobreentendido, y la correlación entre los grupos o agregados de electrones se reducirá a su aceleración mutua (si las formas del movimiento fuesen tan simples como en mecánica)».
Los mecanicistas, que en vano intentaron «reducir» la cualidad a la cantidad, pretendieron aferrarse a esta frase, pero les resultó inútil. Para Lenin, se trata de otra cosa, y la palabra «reducir» es utilizada con la única intención de mostrar el enlace genético, de explicar la aparición de lo superior a partir de lo inferior (siendo en este caso lo inferior el movimiento de los electrones). Cuando dice que las formas del movimiento no son tan simples como en mecánica, Lenin tiene en cuenta la «reducción» mecanicista.
La idea esencial de la tesis de Lenin es que con el tiempo, el mundo en su conjunto, y por consiguiente la materia organizada viva, podrá ser representada como surgida y constituida (construida) a partir de los electrones, las partículas más simples (al nivel del conocimiento). Por esto es necesario seguir rigurosamente todo el camino del desarrollo de la materia desde su punto relativamente más simple (el cual está verosímilmente precedido por otras formas y estados todavía más simples) hasta el más elevado en la naturaleza. Este es un problema planteado a las ciencias de la naturaleza del futuro y que deberá ser resuelto por una ciencia mucho más avanzada que la nuestra, la que estará provista de calculadoras electrónicas. No se puede decir hoy cuándo ocurrirá esto ni, mucho menos, cuándo serán observados en los fundamentos de la materia los embriones de la reflexión como propiedad general de la, misma. Pero los dos problemas están enlazados; es claro que serán resueltos al mismo tiempo por la ciencia como dos cuestiones anexas.
Del carácter paradójico de los descubrimientos futuros
El desarrollo de la ciencia y de sus conceptos se orienta de lo habitual, de lo ordinario, hacia lo que parecería inhabitual, extraño, extravagante, y aún más: hacia lo que parecería no corresponder a las ideas humanas normales. En su tiempo, considerar que la Tierra era redonda conducía, al parecer, a concluir que sobre el otro hemisferio la gente caminaba cabeza abajo. Para el «buen sentido», sólo los locos, los anormales podían pensar tal cosa. Sin embargo, los que exponían ideas nuevas frente a las concepciones habituales eran los que tenían razón.
Los mecanicistas rechazaban las nuevas ideas de la física porque éstas no correspondían a la concepción del mundo irremediablemente superada que ellos tenían. En su crítica del mecanicismo, Lenin diseñó la imagen del movimiento de la materia a partir de nuevos datos de la física y subrayó que era imagen del movimiento de la materia en el tiempo y en el espacio, y que, consiguientemente, tenía un carácter materialista al mismo tiempo que dialéctico. «El espíritu humano –concluía Lenin– ha descubierto cosas milagrosas en la naturaleza y descubrirá todavía más, acrecentando su dominio sobre la naturaleza; pero esto no quiere decir que la naturaleza sea una creación de nuestro espíritu o del espíritu abstracto; es decir, del dios de Ward, de la "sustitución" de Bogdanov, etcétera.».
Como vemos, aun criticando a los materialistas de la escuela mecanicista, Lenin fustiga a los idealistas, quienes hubieran querido utilizar en beneficio propio la dificultad, la novedad, la «extranjería», el carácter «insólito» de los nuevos descubrimientos y de las nuevas teorías físicas. Ni los mecanicistas ni los idealistas de cualquier escuela han dado la interpretación justa a las concepciones nuevas llegadas a reemplazar las viejas ideas mecanicistas. Como lo demuestra justamente Lenin, sólo la dialéctica materialista podía hacerlo; «Por singular que parezca al punto de vista del "buen sentido" la transformación del eter imponderable [nosotros diríamos hoy el campo electromagnético o la luz. —B. Kedrov] en materia ponderable o inversamente; por "extraño" que sea la ausencia en el electrón de otra masa que no sea la electromagnética [hoy se sabe que el electrón posee también una pequeña masa en reposo. —B. Kedrov]; por inhabitual que sea la limitación de las leyes mecánicas del movimiento al exclusivo campo de los fenómenos electromagnéticos [lo que expresa el principio de correspondencia citado más arriba. B. Kedrov] y todo esto no hace sino confirmar una vez más al materialismo dialéctico».
Poco antes de su muerte, en relación con la idea nueva de Heisenberg sobre la teoría de las partículas elementales en trance de constituirse, Bohr decía que esta idea no era bastante «loca» para dejar de ser verdadera. Bohr veía en ello lo mismo que Lenin había visto medio siglo antes. Desde el punto de vista de las ideas contemporáneas, las ideas nuevas parecen insólitas, «extrañas», inhabituales, paradójicas. Esto es debido a que estas ideas rompen radicalmente con las ideas aceptadas hoy e introducen en la ciencia concepciones fundamentalmente nuevas, irreconciliables con las precedentes y, por consiguiente, imponen una ruptura categórica; es decir, una nueva revolución en la ciencia. Si las nociones nuevas no rompen suficientemente con las viejas, si no parecen todavía suficientemente «extrañas» e insólitas, es porque guardan aún bastantes rasgos de las antiguas.
Todos sabemos que la dialéctica ha parecido siempre «extraña» y paradójica desde el punto de vista del «buen sentido». Así fue en todos los tiempos. Y cuando, al fin, fue descubierta esta idea suficientemente «loca», según expresión de Bohr, sobre la naturaleza de las partículas elementales, fue un nuevo triunfo de la dialéctica. A medida que el espíritu humano haga nuevos e insólitos descubrimientos, los triunfos de esta clase se multiplicarán.
Lenin llamaba a la dialéctica el alma del marxismo. También fue el alma de las ideas de Lenin en el campo de las ciencias de la naturaleza, así como el instrumento con el cual supo discernir los contornos de un futuro lejano y las grandes perspectivas del desarrollo de la ciencia contemporánea de la naturaleza. Precisamente la dialéctica marxista confirmó lo que Lenin decía en otro contexto: «Las profecías milagrosas son cuentos; pero las profecías científicas son un hecho del saber».