Filosofía en español 
Filosofía en español

Pedro Fedoséiev · Dialéctica de la época contemporánea · traducción de Augusto Vidal Roget

Parte tercera. Problemas filosóficos del conocimiento científico

Historia y sociología


El objeto de la ciencia histórica

El cuarto capítulo del “Compendio de historia” del P. C. de la U.R.S.S. ejerció tal influencia que hasta hace poco tiempo el objeto de la ciencia histórica se ha tratado con un criterio estrecho y unilateral. La historia de la sociedad se definía como historia del desarrollo de la producción, como historia de las fuerzas productivas y de las fuerzas de producción. Se añadía, además, que la ciencia histórica ha de ocuparse de la historia de las masas populares en tanto que productoras de bienes de tipo material.

Por supuesto, el desarrollo de la producción y la actividad productiva de las masas constituyen el fundamento del proceso histórico. La historia de la evolución económica nos proporciona la clave para comprender todos los fenómenos históricos. Ahora bien, sería erróneo suponer que la historia de la sociedad se circunscribe a su historia económica. De este modo concebían la historia los representantes del materialismo económico. [441]

Los clásicos del marxismo-leninismo presentaron un cuadro íntegro del proceso histórico con toda su complejidad y su carácter contradictorio, con toda su gigantesca diversidad. Marx y Engels, viendo en el desarrollo económico de la sociedad, en los cambios del modo de producción, la causa última y la fuerza motriz decisiva de todos los importantes acontecimientos históricos, demostraron que la historia entera de la sociedad, excepción hecha de la época primitiva, ha sido la historia de la lucha de clases.

La concepción materialista de la historia es incompatible con el idealismo. Al mismo tiempo, se orienta contra el materialismo económico, del mismo modo que se dirige también contra el subjetivismo. El materialismo económico y el subjetivismo son antípodas, pero, en cierto sentido, también son gemelos.

En las concepciones históricas se dan casos en que se conjugan el subjetivismo y el materialismo económico, o, digamos, el determinismo tecnológico. A veces, hasta el marxismo se concibe como unión externa del factor económico y del papel que desempeñan las ideas, las personalidades destacadas. Pero esto es, precisamente, una unión mecánica. La ideología del culto a la personalidad, por ejemplo, era una manifestación de subjetivismo, pero se combinaba con elementos del materialismo económico al tratar la historia tan sólo como historia de la producción, como historia de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción.

Desde luego, la historia se forma gracias a la producción y tiene su base en el desarrollo económico. Mas los fundadores del marxismo-leninismo no la limitaron jamás a la historia de la producción. Quienes hacen la historia son los hombres. Y en nuestra concepción, la historia de la sociedad es la historia del hombre. Esto no significa, evidentemente, que no pueda haber una historia de las cosas o una historia de las ideas como partes especiales de la ciencia histórica. Si adoptáramos un criterio tan simplista, no admitiríamos la historia de la economía, de la cultura material, de la literatura, de las ideas sociales, &c. Éstas son partes de la ciencia histórica que estudian la evolución de los procesos económicos o espirituales en relación con todo el decurso de la vida social. En cambio si hablamos de la historia de la sociedad humana en su conjunto, tratamos –como reiteradamente subrayaron los fundadores del marxismo-leninismo– de la historia del hombre, que crea bienes materiales y valores espirituales, que lucha con la naturaleza y cambia, en el transcurso de esta lucha, sus propias relaciones, y a través de la lucha de clases corno fuerza motriz de la historia, conduce a la humanidad por los estadios del desarrollo progresivo, sujeto a ley.

No hace falta decir que la historia económica fue y es la base de toda la historia. Y no tratábamos de subestimar su papel cuando hablábamos del objeto de la ciencia histórica. Lo que procurábamos era elucidar cumplidamente la cuestión de que la [442] historia económica, la historia de la producción, constituye la base de la vida social, la base del progreso de las relaciones sociales.

Es indiscutible, sin embargo, que el marxismo-leninismo jamás ha reducido la historia a su simple aspecto económico, a la historia de la producción, como jamás la ha limitado tampoco a la historia de las ideas.

Tomar una verdad determinada como verdad absoluta conduce a la unilateralidad. Veamos algunos ejemplos. En las resoluciones y observaciones correspondientes al período de 1934-1936, había muchas indicaciones teóricas valiosas, y partiendo de ellas nuestra ciencia histórica rectificó varios juicios unilaterales. Ahora bien, en los documentos aludidos había formulaciones que interpretadas dogmáticamente podían conducir –y realmente condujeron más tarde– a conclusiones unilaterales que se manifestaron en la reprobación del estudio de las formaciones económico-sociales, en la afirmación de que la historia es solamente una historia de acontecimientos, de hechos y de personajes. Como oponiéndose a este punto de vista, en el Compendio de historia del P. C. de la U.R.S.S. se formuló otra definición unilateral de la historia de la sociedad como historia exclusiva de la producción, de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción, como historia de los productores, es decir, en vez de tratar de los acontecimientos y de los hechos, en vez de presentar juicios de valor acerca de los personajes históricos, sólo se prestaba atención a la historia económica, a la definición abstracta de los modos de producción. E independientemente de los ejemplos aducidos, hay que indicar, en general, que si de los documentos, libros e informes sólo se toman citas, y los razonamientos se presentan sólo fragmentariamente, se puede caer en la unilateralidad. Insistir sólo en un aspecto significa dar origen a una representación unilateral y errónea. Para evitarlo, es precisa aplicar en la ciencia un criterio histórico multilateral. Sin caer en la unilateralidad, hemos de formular una definición completa del objeto de la ciencia histórica.

Como es sabido, la lucha de clases abarca la esfera de la economía, la esfera de la política y el campo de las relaciones ideológicas. La tesis marxista de la lucha de clases como principal fuerza motriz de la historia es expresión de la ley general de la dialéctica materialista, de la ley de unidad y lucha de contrarios.

Los clásicos del marxismo-leninismo se manifestaron contra la reducción del proceso histórico a la historia económica, contra la subestimación del papel de las relaciones políticas e ideológicas, contra el desdén por tales relaciones. Sobre este particular, son admirables las explicaciones que da Engels en una carta a Joseph Bloch: "Según la concepción materialista de la historia, el factor que en última instancia determina la historia es la producción [443] y la reproducción de la vida real. Ni Marx ni yo hemos afirmado nunca más que esto. Si alguien lo tergiversa diciendo que el factor económico es el único determinante, convertirá aquella tesis en una frase vacua, abstracta, absurda. La situación económica es la base, pero los diversos factores de la superestructura que sobre ella se levanta –las formas políticas de la lucha de clases y sus resultados, las constituciones que, después de ganada una batalla, redacta la clase triunfante, &c., las formas jurídicas, e incluso los reflejos de todas estas luchas reales en el cerebro de los participantes, las teorías políticas, filosóficas, las ideas religiosas y el desarrollo ulterior de éstas hasta convertirlas en un sistema de dogmas– ejercen también su influencia sobre el curso de las luchas históricas y determinan, predominantemente en muchos casos, su forma. Es un juego mutuo de acciones y reacciones entre todos estos factores, en el que, a través de toda la muchedumbre infinita de casualidades (es decir, de cosas y acaecimientos cuya trabazón interna es tan remota o tan difícil de probar, que podemos considerarla como inexistente, y no hacer caso de ella), acaba siempre imponiéndose como necesidad el movimiento económico. De otro moda, aplicar la teoría a una época histórica cualquiera sería más fácil que resolver una ecuación de primer grado"{3}.

Es evidente que la concepción económica, limitada y unilateral, del objeto de la historia tal corno se exponía en el cuarto capítulo del “Compendio de historia” del P. C. de la U.R.S.S. no podía servir de guía para la obra de investigación de los historiadores. Pocos eran los que, en la práctica, se atenían a ella. Aquella concepción aminoraba y empobrecía la función de los principios metodológicos de la ciencia histórica en general, lo que, a su vez, favorecía el avance del empirismo y la aplicación del método puramente descriptivo. No se estudiaba con la debida profundidad la interacción de todos los factores del proceso histórico a los que se refirió Engels, no se ponía al descubierto la dialéctica de ese proceso, no se investigaba plenamente de qué modo la necesidad se abre camino a través de la infinita multiplicidad de casualidades.

Resultó singularmente pernicioso haber olvidado el principio marxista-leninista rector de la ciencia histórica según el cual toda la historia de la sociedad precedente, excepción hecha de la primitiva, era una historia de lucha de clases. Este principio significa que no puede considerarse como investigación histórica un trabajo que, correspondiendo cronológicamente a la historia de la sociedad de clases, no analiza, en esencia, la lucha de clases en la época dada. Por desgracia, veían la luz trabajos de ese tipo, y no se les sometía a la debida crítica desde el punto de vista del materialismo histórico. [444]

Por otra parte, no es posible estar de acuerdo con las con concepciones, que, haciendo hincapié en la orientación clasista de la historia, desdeñan el valor de los factores nacionales en la evolución histórica. El marxisrno-leninismo exige que la perspectiva de clase y estos factores no se contrapongan, y que se expliquen desde rigurosas posiciones de clase.

La experiencia que proporciona la lucha ideológica del último tiempo ha revelado que existen otros procedimientos para disfrazar la posición realmente adoptada. Nos referimos al hecho de que, a veces, una orientación verbalmente ultraclasista sirve de pantalla para disimular una interpretación nacionalista y hasta racista de los acontecimientos históricos.

La teoría marxista-leninista de la lucha de clases no niega las tradiciones nacionales ni los sentimientos patrióticos, sino que dota de un criterio científico para comprender la diferencia cualitativa del patriotismo respecto al nacionalismo y al racismo.

Téngase en cuenta que las cuestiones que atañen a la historia de la lucha de clases, especialmente de los dos siglos últimos, no se pueden dilucidar sin investigar la historia de los partidos políticos. Éstos ejercen gran influencia sobre el desarrollo de las formas de lucha económicas, políticas e ideológicas, sobre el decurso de los sucesos políticos.

Se acentúa, sobre todo, el influjo de los partidos revolucionarios de la clase obrera en la vida social, hecho que refleja la creciente función que desempeñan las masas en la historia.

Posee, consiguientemente, un valor de primerísimo orden el estudio de la historia de los partidos comunistas y obreros, del movimiento comunista y del movimiento obrero en el mundo, sobre todo de la gran experiencia histórica del P.C.U.S. y del pueblo soviético.

La investigación de los problemas de la historia universal y de la marcha del mundo en nuestra época ha de descubrir el procesa, sujeto a ley, del movimiento de la humanidad hacia el comunismo, el nacimiento y desarrollo del sistema socialista mundial, el cambio de la correlación de fuerzas en favor del socialismo, la agudización de la crisis general del capitalismo, el hundimiento del sistema colonial del. imperialismo sus consecuencias, el auge del movimiento de liberación nacional.

En los vastos horizontes que se abren ante el historiador contemporáneo, ocupan un importante lugar la historia del comunismo científico, la historia de las ideas marxistas-leninistas y la de la lucha para llevarlas a la práctica. Hasta el último tiempo, las instituciones científicas han investigado más circunstanciadamente la historia del socialismo utópico, pero las cuestiones que se refieren al nacimiento y desarrollo de las ideas del comunismo científico, no se han aclarado en suficiente medida.

Nuestros científicas pueden y deben mostrar cómo se gestaron, se agravaron y se complicaron los problemas sociales y [445] cómo el comunismo científico descubrió la posibilidad de resolverlos prácticamente. Se acogerían con un interés enorme trabajos que explicaran cómo aparecieron históricamente, y cómo se van superando, las contradicciones entre la ciudad y el campo, entre el trabajo intelectual y el trabajo físico, entre las naciones y los estados, la desigualdad y la opresión de las naciones, la situación inferior de la mujer, privada de derechos; cómo se difundieron las ideas del internacionalismo y se ha afirmado la amistad de los pueblos, cómo han evolucionado las formas de familia y de matrimonio, cómo se han desarrollado las normas morales, los usos y costumbres, y los diversos aspectos de la cultura.

Al explicar la historia universal no mostramos en grado suficiente el peso de las ideas y de las teorías sociales en el proceso histórico; por otra parte, la historia de las ideas sociales, incluidas las filosóficas y las económicas, se exponen frecuentemente sin tener en cuenta la historia general. No hay que separar la historia de las ideas sociales de la historia globalmente considerada, sino que es necesario mostrar cómo influye ésta sobre el decurso del devenir de la sociedad. Tan sólo si se conjugan los intereses científicos y los esfuerzos creadores de los especialistas en historia general y de quienes se dedican a la historia de las ideas sociales, es posible elaborar en todos sus aspectos los problemas del proceso histórico universal.

El objeto de la historia no puede permanecer invariable; se amplía y se enriquece a la par que progresa, históricamente, la propia vida de la sociedad humana.

El ejemplo de la historia del Partido nos lo demuestra con singular evidencia. El marxismo-leninismo nos enseña que toda la historia de la sociedad, excepción hecha de la sociedad primitiva, ha sido la historia de la lucha de clases. En los últimos siglos, sobre todo en la época moderna, esta lucha tiene su más concentrada expresión en la lucha de los partidos políticos. Y cuando hablamos de la historia del P.C.U.S. como ciencia, el hecho resulta para nosotros natural y comprensible, pues no se trata de la aparición de una nueva institución de tipo corriente, sino de la formación y del desarrollo de la fuerza rectora, dirigente, del proceso histórico, fuerza que ha orientado y dirigido todas las formas de la lucha de clases y ha asegurado la victoria del nuevo régimen, de la nueva sociedad.

La historia del movimiento obrero y la del movimiento de liberación nacional son también partes nuevas de la ciencia histórica, cuyo objeto de investigación amplían, y ello no sólo en lo que atañe a los hechos, sino, además, desde el punto de vista de la orientación metodológica, así como desde el punto de vista del enriquecimiento de los propios principios marxistas de investigación.

De vez en cuando, los positivistas reanudan la discusión acerca de si la historia se ha de considerar o no como una ciencia. [446]

Algunos de ellos dan a semejante pregunta una respuesta afirmativa, mas, a juzgar por sus concepciones, la ciencia histórica se ha de reducir a la denominada sociología empírica, orientada hacia el pasado. El empirismo, según ese punto de vista, constituye la esencia, el meollo de la historia como ciencia. Los positivistas actuales ignoran tanto la importancia que tiene el estudio de las leyes generales de la evolución de la sociedad como el valor científico-cognoscitivo de los hechos históricos concretos. A juicio del positivista F. Dovring, la historia política es la "historia de lo único", motivo por el cual carece de todo valor práctico o didáctico". Los filósofos idealistas niegan que la historia pueda considerarse una ciencia y arguyen que "no permite prever", de suerte que los acontecimientos históricos –afirman– "de poco sirven para la formación de hipótesis acerca del futuro"{4}. Es imposible no darse cuenta de que, en el fondo, los neopositivistas, aunque declaran que desean "convertir la historia en ciencia", en realidad tienden a destruirla como tal.

Algunos teóricos burgueses, partiendo de esas concepciones, sostienen que en cualquier ciencia social el historicismo equivale a un relativismo absoluto. En las publicaciones burguesas puede encontrarse, por ejemplo, la siguiente formulación: "En filosofía, el historicismo aparece como relativismo histórico"{5}.

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{3} C. Marx y F. Engels, “Obras escogidas en dos tomos”, edic. cit., t. II, pp. 458-459.

{4} F. Dovring, “History as a Social Science”, Hague, 1960, p. 89.

{5} F. Austeda, "Wörterbuch der Philosophie", Berlin-München, 1962, S. 105.