Filosofía en español 
Filosofía en español

Pedro Fedoséiev · Dialéctica de la época contemporánea · traducción de Augusto Vidal Roget

Parte segunda. El progreso de la sociedad y del individuo

La conciencia y la vida


El desarrollo del ser, base del cambio de la conciencia

La tesis cardinal del materialismo filosófico estriba en que el mundo objetivo existe independientemente de la conciencia, la materia es lo primario y la conciencia lo secundario, lo derivado. Aplicado a la vida social, esto significa que no es la conciencia del hombre lo que determina su ser, sino que, por el contrario, es su ser social lo que determina su conciencia. De modo análogo a como la naturaleza existe con independencia de la conciencia del ser humano, también el ser social se forma con independencia de la conciencia social, que es un reflejo del ser. La vida material de la sociedad constituye, como la naturaleza, una realidad objetiva, que existe independientemente de la conciencia del hombre, y que se refleja en ésta.

La filosofía idealista infiere de anteriores direcciones del pensamiento todas las formas de la conciencia social, entiende que una esencia espiritual peculiar engendra todas las formas de conciencia. El materialismo histórico ha establecido, en cambio, que la fuente de las ideas y teorías sociales está en la vida material de la sociedad, cuya vida espiritual es un reflejo de la realidad objetiva, del ser social.

Sería, evidentemente, un error imaginarse que la economía engendra de manera directa las ideas sociales. Existe una determinada sucesión y una relativa independencia en la evolución de la vida espiritual de la sociedad. Ahora bien, no hay que concebir el desarrollo de la conciencia social como un cambio cuantitativo, como una continuación y un incremento de ideas y representaciones anteriores. En la evolución de la conciencia se producen cambios cualitativos, cuya causa se encuentra, precisamente, en el cambio –en el desenvolvimiento– del ser social.

Las transformaciones en el régimen económico de la sociedad dan origen a modificaciones en las ideas jurídicas, artísticas, políticas, religiosas y filosóficas del hombre. Las concepciones sociales que surgen en relación con ciertas condiciones del ser social, en último término desaparecen cuando las propias condiciones de la vida colectiva se eclipsan de la escena histórica. Si las representaciones jurídicas, filosóficas y políticas no son más que un reflejó de las. relaciones económicas dominantes, no pueden, evidentemente, mantenerse y conservarse inmutables después de que estas relaciones han cambiado de signo.

El materialismo histórico, habiendo establecido la dependencia en que la. conciencia se halla respecto al ser social, al régimen de la vida colectiva, subrayó que no. es posible considerar la conciencia del hombre como resultado de la actividad de unos personajes encumbrados, sino que es, ante todo, conciencia social. [318]

Los idealistas separan del medio social esta conciencia, consideran corno fuente de las ideas sociales la actividad pensante de individuos aislados. En realidad, la conciencia es un resultado de la actividad social de las personas y, por su esencia, es una conciencia colectiva, a diferencia de la vida psíquica de los animales, cuyos gérmenes de conciencia no poseen carácter social.

Ahora bien, este carácter social. de la conciencia humana no significa que posea, ésta, un mismo contenido en todas las clases y en todas las personas. La historia demuestra que, en la sociedad de clases, las ideas que imperan son las de la clase dominante. Por consiguiente, la conciencia social que predomina en tal o cual época no expresa de ningún modo los intereses de todas las clases. La clase rectora en la producción material domina también en la vida del espíritu; las ideas que privan no son otra cosa que una manifestación ideal de las relaciones materiales imperantes.

La conciencia social se forma y se desarrolla bajo el influjo de las relaciones sociales dominantes. Esto no significa, sin embargo, que en la sociedad clasista exista una sola ideología, que la concepción que del mundo tenga la, clase rectora sea la única. El ser de las clases diversas y el lugar que éstas ocupan en la producción social son distintos, y ello hace que también sea diferente su conciencia. En la conciencia social, lo mismo que en el ser social, chocan y luchan las diversas tendencias de clase. En la sociedad burguesa existen dos ideologías directamente contrapuestas –la burguesa y la proletaria–, que corresponden a las dos clases antagónicas en pugna. Las clases reaccionarias, ganosas de mantener su supremacía, se aferran a caducas ideas místicas, oponen a la presión de la clase revolucionaria no ya una fuerza material, sino además, diversas formas de ideología reaccionaria: idealismo, oscurantismo religioso, misticismo, individualismo, nacionalismo, &c. Los partidos comunistas y obreros, agrupando bajo la bandera del marxismo-leninismo masas cada vez más ingentes de la clase obrera y demás trabajadores, luchan por liberar la conciencia de todos ellos del influjo que ejerce la ideología burguesa.

La conciencia social proletaria se contrapone, por su esencia, a la ideología burguesa tanto en la esfera de las ideas políticas como en la de las representaciones filosóficas, morales y jurídicas.

Mientras que la ideología burguesa idealiza la propiedad privada y la explotación de una clase por otra, la ideología proletaria lucha contra la propiedad privada sobre los medios de producción, contra la explotación del hombre por el hombre.

Mientras que la ideología burguesa aviva el nacionalismo y la enemistad nacional, santifica el pillaje y la esclavización de unos pueblos por otros y justifica las guerras de rapiña, la ideología proletaria cultiva las ideas que abogan por la igualdad de derechos, por la amistad y la colaboración pacífica de los pueblos, por las ideas del internacionalismo. [319]

Mientras que la ideología burguesa actual ofusca el entendimiento de las personas con la predicación del idealismo filosófico y de diferentes sistemas filosóficos eclécticos, y las desvía de la lucha real contra el imperio del capitalismo, la concepción proletaria del mundo proporciona una explicación científica de los procesos de desarrollo de la naturaleza y de la vida social, una elucidación científica del socialismo, de sus fuerzas motrices, de sus leyes y de sus perspectivas.

Esto no significa, evidentemente, que la conciencia de las personas de diferentes clases esté separada por un muro infranqueable: la ideología burguesa, que domina, en la sociedad capitalista, se impone también a los obreros, enturbia su conciencia con prejuicios mezquinos y procura que no vean sus intereses fuera del marco del bienestar burgués. La ideología proletaria se extiende y se afirma entre las masas obreras luchando tenazmente contra el influjo de la ideología burguesa. El éxito también depende de la marcha de las contradicciones objetivas, de la agudización del antagonismo de clase en la sociedad misma.

Las ideas y teorías sociales, surgidas del medio que crean las relaciones sociales, ejercen a su vez una influencia enorme sobre la marcha de la vida colectiva. Tal es la dialéctica del ser y del pensar, de las ideas sociales y de las condiciones de la vida material.

Resulta, pues, que la fuente de los cambios que se producen en la vida espiritual de la sociedad, ha de verse en el desarrollo del ser social.

La época contemporánea es una época de impetuosos avances en todos los aspectos de la vida colectiva, en la producción de bienes materiales y en las relaciones sociales, en la ciencia y en la técnica, en la cultura y en la conciencia de los individuos.

Durante el último siglo, ha cambiado por completo el perfil social de nuestro planeta. Cien años atrás, el capitalismo se desenvolvía por doquier en línea ascendente. En la segunda mitad de esos cien años, ha empezado a envejecer y a corromperse; el proceso revolucionario ha ido ganando terreno en todo el mundo, con lo que los pilares del capitalismo se han desplomado y en varios países éste ha sido ya destruido.

La clase obrera, en nombre de cuya organización se fundaba, hace cien años, la I Internacional –la Asociación Internacional de Trabajadores–, era en todas partes una clase oprimida, avasallada, y no podía ejercer un influjo, decisivo sobre el curso de los acontecimientos históricos. Entonces sólo se iniciaba la unión de la conciencia socialista al movimiento obrero de masas, se estaban fundando tan sólo las organizaciones políticas de la clase obrera en los países adelantados, y se colocaba la primera piedra de la organización internacional del proletariado. Hoy la clase obrera tiene partidos combativos en todos los países del mundo, y en algunos de ellos ha establecido su propio Estado. Y [320] la conquista histórica culminante de la clase obrera internacional –el sistema socialista mundial– se convierte en el factor decisivo del desarrollo de la sociedad. En varios países de Europa y Asia, y ahora también en Cuba, así como en algunas jóvenes repúblicas de África, los trabajadores han vencido a quienes les explotaban, y han emprendido el camino de la edificación socialista. Los pueblos de Oriente, antes oprimidos y avasallados, se han puesto en movimiento y se han incorporado a la gran revolución por la liberación nacional y el progreso social. Se han desplomado los vastísimos imperios coloniales de los imperialistas, sobre sus ruinas han aparecido decenas de jóvenes estados nacionales.

La historia del país soviético constituye un brillante testimonio de los rápidos y profundos cambios que se producen en nuestra época. Durante la vida de una generación, se han realizado enormes transformaciones sociales. Nuestra generación vivió todavía en aquella Rusia en que dominaban los terratenientes y los capitalistas bajo la protección del Estado-policía zarista. A partir de entonces, ha habido cambios que han transformado por completo el aspecto de todo el país. El pueblo hizo la revolución, ha edificado la sociedad socialista, y ahora, desarrollando y perfeccionando los principias del socialismo, empieza a crear el futuro comunista.

No pasa día sin que se nos ofrezcan nuevas pruebas del crecimiento de las fuerzas productivas del país, de los renovados éxitos que se alcanzan en el progreso de la cultura y de la ciencia. Se construyen nuevas factorías y plantas industriales, nuevas centrales eléctricas; aparecen máquinas cada vez más perfeccionadas, cambian las condiciones del trabajo en la ciudad y en el campo, en la industria y en la agricultura. Mejoran asimismo sin cesar las condiciones de vida, surgen nuevos barrios, nuevos poblados y ciudades. Adquiere otro carácter el estilo de vida rural. Los frutos de la cultura penetran en todos los rincones del país.

A la vez que se transforman las condiciones de trabajo y de vida, tienen lugar profundos cambios en la conciencia, en los usos y costumbres y en la conducta de las personas. Y ello es perfectamente comprensible desde el punto de vista de la dialéctica materialista.

La ideología socialista nace y se difunde ya en la sociedad burguesa, pero el cambio radical en las concepciones de las masas se da como resultado de la victoria de la revolución socialista. Ésta provoca grandes mutaciones en la vida social y en consonancia con ellas varía todo el contenido de la conciencia social. La ideología socialista pasa a ser la ideología rectora, la que determina y forma dicha conciencia.

La victoria del socialismo significa que se afirma el régimen de vida socialista, que se forma el ser social socialista. En estas condiciones, la ideología proletaria adquiere una sólida base [321] material, que no se daba en el período en que el movimiento obrero se desenvolvía bajo el capitalismo.

La propiedad socialista sustituye a la propiedad privada sobre los medios de producción, y ello da origen a extraordinarios cambios en la base económica de las concepciones sociales. La propiedad privada constituye la base de la psicología individualista, divide a las personas, sirve de fuente a toda clase de enemistad social. La propiedad pública constituye la base de la ideología del colectivismo, une a las personas, hace que se aúnen sus intereses vitales, sus concepciones, sus anhelos y sus actuaciones. Siendo pública la propiedad, no hay contradicciones irreductibles entre los intereses personales de los ciudadanos y los intereses colectivos, pues el bien de cada individuo depende del desenvolvimiento de la economía social, de modo que se funde con las intereses y los destinos del pueblo, del Estado socialista. Así se explica que, bajo el socialismo, entre las amplias masas del pueblo, se desarrolle y arraigue profundamente una elevada conciencia del deber social. Las nuevas relaciones socialistas de producción –relaciones de camaradería en el trabajo y de amistosa ayuda mutua– forman el terrena propicio para que florezca la ideología del colectivismo, para que se robustezcan las nuevas concepciones y representaciones comunistas. Se forma el hombre de la nueva sociedad, libre de supervivencias burguesas, tanto en lo concerniente a las ideas como a las costumbres. El espíritu comunista frente al trabajo y la propiedad pública, el sentido del colectivismo y la elevada conciencia del deber social se han convertido en patrimonio de millones y millones de individuos.

La ideología comunista ha alcanzado victorias decisivas sobre la del individualismo, de tan profundas raíces después de siglos de propiedad privada y de lucha aislada del hombre por su existencia.

En la sociedad socialista, la ideología del individualismo, antes dominante, se ha convertido en una supervivencia extraña, opuesta a la nueva conciencia.

En las masas ha arraigado hondamente una nueva cualidad –tan notable– de la vida espiritual como el internacionalismo. Las clases explotadoras han fomentado, durante siglos, el nacionalismo y los prejuicios raciales, los han utilizado para azuzar a las personas de diversas nacionalidades y razas, unas contra otras. Hemos visto – y la hemos sufrido– cómo los fascistas alemanes utilizaban el nacionalismo y el racismo para alcanzar sus bárbaros objetivos y realizar sus insensatos planes de dominio mundial. También ahora los imperialistas procuran encender las pasiones nacionalistas.

Toda la humanidad avanzada se indigna ante las brutales manifestaciones de racismo y de nacionalismo en los Estadas Unidos, en la República Sudafricana y en Rhodesia del Sur, donde [322] los racistas someten a la población negra a monstruosos escarnios y persecuciones.

En nuestro país, donde se ha destruido a los principales. portadores de los prejuicios raciales y nacionalistas– las clases explotadoras–, los trabajadores de las diversas naciones constituyen una fraterna comunidad, y ha alcanzado una total victoria la ideología de la amistad de los pueblos, del internacionalismo. proletario.

El triunfo de esta ideología tiene por base la transformación socialista de la vida social. Mas no se ha configurado, dicha ideología, espontáneamente, por sí misma. Ha vencido porque el Partido, inspirándose en 1a doctrina de Marx y Lenin, ha educado constantemente a las masas en consonancia con un espíritu de intransigencia hacia todas las manifestaciones de chovinismo, de nacionalismo y de discordia nacional y racial.

Así adquieren nuevas cualidades todos los aspectos de la conciencia, todas las manifestaciones de la vida espiritual del hombre. En el proceso histórico en que se forja el nuevo hombre, la fuerza rectora es el Partido Comunista.

La feliz reestructuración de la vida social sobre principios comunistas sería inconcebible sin la teoría científica marxista-leninista, sin el Partido, capaz de aplicar y desarrollar con espíritu de iniciativa esa teoría, capaz de inculcarla a millones de personas, despertando en ellas una gigantesca energía creadora.

La, titánica labor aplicada a la edificación de la sociedad comunista ha de verse como marxismo-leninismo en acción. De la unión de la teoría revolucionaria siempre viva y en constante desarrollo –el marxismo-leninismo– con la práctica revolucionaria de las masas, ha surgido el movimiento comunista, la indestructible unidad de millones de trabajadores agrupados en torno al Partido Comunista. Esa unión constituye la invencible fuerza que fragua el mañana.

La realización del comunismo en la práctica ha situado las cuestiones ideológicas en uno de los primeros lugares. Formar al nuevo hombre, al ciudadano de la sociedad socialista fiel a los altos ideales de quien construye el comunismo, se ha convertido en una importantísima tarea práctica. Y en el Programa de nuestro Partido esa labor se estima tan importante como la creación de la base material y técnica del comunismo, y corno el desenvolvimiento de las relaciones sociales comunistas.

La amplia edificación del comunismo es una obra creadora histórica –consciente, fundada en la ideología marxista-leninista– de las más amplias masas del pueblo. Y en estas condiciones, la profundidad de la madurez ideológica de las masas y su educación conforme al espíritu del marxismo-leninismo, a las ideas del comunismo, constituyen factores dé máxima trascendencia para el desarrollo social. Esto significa que se destacan, en uno de los primeros lugares, los problemas concernientes al trabajo ideológico [323] lógico y a la educación comunista, relacionados con la formación de una nueva conciencia colectiva e individual. Todo el proceso en que se materializa la formación económico-social comunista –pleno florecimiento de la vida económica, social y espiritual de la sociedad– se caracteriza por un incremento incesante de la trascendencia que poseen el factor subjetivo en general y el ideológico en particular.