Filosofía en español 
Filosofía en español

Pedro Fedoséiev · Dialéctica de la época contemporánea · traducción de Augusto Vidal Roget

Parte segunda. El progreso de la sociedad y del individuo

Socialismo y patriotismo


Patriotismo e internacionalismo

La clase obrera de cada país forma un destacamento de la clase obrera internacional. En cada estado, los obreros luchan contra sus clases explotadoras apoyándose en las fuerzas interiores, ganándose a toda la masa trabajadora. Al mismo tiempo, los proletarios de todos los países están unidos por una comunidad de fines y por su fraterna solidaridad en la lucha por derribar el yugo capitalista. La solidaridad internacional de los trabajadores que se forja bajo la bandera del internacionalismo proletario constituye una fuerza poderosa, invencible, en la lucha que éstos sostienen por librarse del dogal imperialista.

La burguesía de todos los países arremete furiosa contra la solidaridad internacional de los trabajadores, pugna por escindir y destruir las organizaciones internacionales de la clase obrera. Además, aquélla tiene, desde hace ya mucho tiempo, sus asociaciones internacionales que persiguen un objetivo: yugular el movimiento obrero.

El internacionalismo proletario brota de las condiciones objetivas de vida y lucha de la clase obrera. La situación económica de los trabajadores, y el lugar que éstos ocupan en el sistema de la producción social en todos los países burgueses se hallan determinados del mismo modo por el dominio del capital sobre el trabajo asalariado. El enemigo de clase del proletariado es la burguesía internacional.

Tiene carácter internacional la lucha por la liberación de la clase obrera, pues la solución definitiva del problema de "quién vencerá a quién" entre socialismo y capitalismo sólo puede darse a escala mundial. La ideología del movimiento obrero revolucionario es la misma en todos los países: el marxismo-leninismo. Lo que responde a los intereses de la lucha liberadora del proletariado es la unidad internacional de los trabajadores, y no la unidad con su burguesía. "¡Proletarios de todos los países, uníos!", tal es la consigna común a los trabajadores de todas las naciones.

En cada país, el movimiento obrero armoniza las tareas clasistas del proletariado con los intereses nacionales. Sabida es que la Comuna de París estaba llamada no sólo a realizar una hazaña del movimiento obrero. internacional, sino, además, a restablecer la independencia nacional del país. El denominado Gobierno de defensa nacional que estableció la burguesía francesa después [266] de la caída del Imperio, en realidad era un gobierno de traición nacional. En cambio, la Comuna de París quería asegurar la unidad, la independencia y la libertad de la nación mediante un cambio revolucionario de la sociedad. Y la unidad de la nación, como indicaba Marx, sólo podía lograrse destruyendo el poder estatal que, presentándose como imagen viva de la primera, en realidad no es sino una excrecencia en el cuerpo de la segunda. La Comuna de París luchó con extraordinaria valentía contra los enemigos extranjeros de la revolución y fue la representante auténtica de todos los elementos sanos de la sociedad francesa, fue un gobierno auténticamente nacional. La Comuna de París, Gobierno de los obreros, paladín audaz de la liberación del trabajo, influyó poderosamente sobre el movimiento obrero internacional.

La clase obrera de nuestro país ha demostrado, con toda su historia de lucha, su fidelidad al internacionalismo. Ya en el alba de su Partido revolucionario, los marxistas rusos proclamaban que el movimiento de la clase obrera del país, por su carácter y por sus fines, entraba a formar parte del movimiento internacional de la clase obrera.

El Partido Comunista, a lo largo de toda su historia, ha cultivado en la clase obrera las ideas de internacionalismo y de fidelidad a los principios de la solidaridad internacional.

Al derrocar el capitalismo y construir la sociedad socialista, la clase obrera de la U.R.S.S. llevó a cabo una hazaña patriótica sin precedentes y, al mismo tiempo, de enorme alcance internacional, pues señala un viraje radical en el acontecer histórico de la humanidad. En su lucha, la clase obrera del País soviético recibió una poderosa ayuda del proletariado de otras naciones, ayuda que constituyó una de las condiciones principales de las históricas victorias del pueblo soviético.

En la época moderna en que nacen y se desarrollan nuevas patrias socialistas, se revela con singular nitidez la unidad ideológica del internacionalismo y del patriotismo proletarios. Los sentimientos patrióticos de los batalladores por el comunismo vigorizan la causa de la solidaridad internacional de los trabajadores.

El patriotismo socialista, como expresión de orgullo por las victorias históricas del socialismo y de voluntad en defender hasta el fin estas conquistas, tiene carácter internacional. De los éxitos de la Unión Soviética no sólo se enorgullecen los soviéticos, sino, además, los trabajadores de los países socialistas, toda la gente progresista del mundo. Exactamente del mismo modo los éxitos que en la estructuración de una nueva vida obtienen los países socialistas de Europa, el pueblo chino y los pueblos de los otros países socialistas de Asia, no sólo son caros a los trabajadores de dichos países, sino, además, a todos los soviéticos y a toda la humanidad progresiva. [267]

En los países de democracia popular nacidos después de la segunda guerra mundial, el patriotismo de las masas se ha convertido en poderoso hontanar de heroísmo laboral. Estos países, gracias al empuje que ha alcanzado la patriótica emulación de las masas en el trabajo, han alcanzado éxitos colosales en el restablecimiento y en el progreso de la economía, así como en la elevación del bienestar de los productores.

El hombre soviético es un ferviente defensor de su patria socialista y, al mismo tiempo, es el internacionalista más consecuente. Su patriotismo no enfrenta a los pueblos de nuestro país entre sí; al contrario, los une estrechamente en una familia hermanada, en una patria socialista. Tampoco aísla de los trabajadores de otros países a la patria socialista, sino que refuerza los lazos con ellos. El Partido Comunista lucha decididamente contra la ideología burguesa de odio racial y nacional, la desenmascara como arma de las imperialistas, de la criminal política que éstos llevan a cabo para desencadenar una nueva guerra y, esclavizar a los pueblos.

Para los soviéticos, lo mismo que para los trabajadores de los demás países socialistas, el sentimiento patrio es inseparable de la conciencia de su deber internacional. "El Partido –se recalca en el Programa del P.C.U.S.– educará infatigablemente a los soviéticos en consonancia con el espíritu del internacionalismo proletario, contribuirá por todos los medios a reforzar la solidaridad internacional de los trabajadores”. Al estimular el amor del pueblo soviético por su patria, el Partido considera que, formado el sistema socialista mundial, el patriotismo de los ciudadanos de la sociedad socialista se encarna en la lealtad y fidelidad a su patria, a toda la comunidad de países socialistas. El patriotismo y el internacionalismo socialistas incluyen orgánicamente la solidaridad nacional con la clase obrera, con los trabajadores de todos los países.

Para resolver los problemas que plantea la edificación socialista, sirven de base inconmovible las leyes generales del desarrollo de la sociedad, descubiertas por el marxismo-leninismo, así como la experiencia histórica tanto del país socialista dado como de la experiencia histórica de la Unión Soviética y del movimiento revolucionario internacional. Al llevar a la práctica las principales leyes de la edificación del socialismo, los partidos marxistas leninistas tienen asimismo en cuenta las particularidades nacionales, los condicionamientos y posibilidades de su país. Las relaciones entre los países socialistas han entrado ahora en una nueva etapa, la de lucha por culminar la edificación del socialismo y erigir la sociedad comunista en los países socialistas europeos.

El continuado avance de la división internacional del trabajo entre los países socialistas y su ulterior especialización y cooperación, [268] crean cada vez más posibilidades objetivas para igualar los niveles del desarrollo económico de dichos países y para que todos ellos pasen más o menos simultáneamente al comunismo, en los límites de una época histórica. La elaboración de nuevos planes veintenales de economía nacional en los países europeos de democracia popular abre nuevas fronteras a su progreso económico. Durante este plazo, se dará cima, en dichos países, a la formación de la base material y técnica del socialismo y se empezará la edificación de la base material y técnica del comunismo.

La estrecha colaboración y fraterna ayuda mutua de los países socialistas para el cumplimiento de los programas de su grandioso desenvolvimiento económico, asegurarán el triunfo del socialismo y la derrota del capitalismo en la esfera decisiva de la actividad humana: la producción material. Es evidente que, en la actualidad, los países socialistas se hallan en distintos niveles de desarrollo, y el grado de madurez de sus relaciones sociales es diverso. Ni en la naturaleza ni en la vida social, la primavera llega uniformemente. Pero llega, es insoslayable. En todas partes realiza su obra. En nuestra época, se acrecienta más y más el influjo del sistema socialista mundial sobre el desarrollo de la sociedad. Y ello en tanto mayor grado cuanto más se afirme el poderío económico y político del sistema socialista y de todos los países que entran en él.

Durante los últimos años, se ha estrechado más la amistad y la colaboración de los países del socialismo con el movimiento de liberación nacional. Los pueblos de los países liberados, de las colonias y semicolonias ven reafirmada día tras día su convicción de que los países socialistas son sus únicos amigos tanto en la lucha por su liberación nacional como en su ulterior desenvolvimiento socioeconómico.

La reacción imperialista así como las voces revisionistas y pseudorrevolucionarios que les hacen coro, siguen calumniando ferozmente a la Unión Soviética y a los otros países socialistas, procurando presentar las relaciones entre una y otros como relaciones de subordinación y "vasallaje".

El pueblo soviético, educado por el Partido de Lenin en el espíritu del internacionalismo, defiende de manera consecuente la igualdad de derechos y la independencia de las naciones, y Siente sincera amistad por los pueblos de todos los países socialistas, por los trabajadores de todo el mundo. Los soviéticos han hecho florecer en su país los principios de la amistad de los pueblos, y guiándose por ellos establecen relaciones con los demás.

La amistad de los pueblos constituye un resultado de inapreciable valor obtenido por la clase obrera en la lucha por el socialismo. Durante largos siglos, mientras la humanidad ha estado dividida en clases hostiles, el género humano ha sufrido querellas de tipo nacional y racial. Ahora mismo, en pleno siglo XX, [269] vemos cómo el capitalismo se entrega a la discriminación racial más cruel, al chovinismo y nacionalismo desenfrenados. El socialismo ha puesto fin al antagonismo de las clases, ha creado la unidad social, política e ideológica del pueblo, ha establecido la igualdad de derechos y la colaboración fraterna entre las naciones. En ello se reflejan nítidamente los principios, auténticamente humanos, del socialismo.

En la lucha. por el dominio mundial, los imperialistas han lanzado una siniestra tesis: "En nuestro pequeño planeta, sólo hay lugar para un gran Estado, señor de las naciones". En cambio, nosotros decimos: "Bajo el sol del socialismo, hay lugar para todas las naciones, para todos los pueblos, y cada uno de ellos encontrará aquí su felicidad”. Los soviéticos no se jactan de ser muchos, casi 230 millones. Los trabajadores de los países socialistas europeos no pueden sentirse defraudados por el hecho de ser menores en número. En la balanza de la ideología marxista-leninista, todos los pueblos, independientemente del número de sus componentes, son iguales y gozan de los mismos derechos.

El fortalecimiento y el desarrollo de los vínculos amistosos entre los países socialistas en todas las esferas de la vida social, responden a los altos principios del internacionalismo socialista. Los lazos fraternos entre los estados socialistas, el fortalecimiento de la colaboración de los países socialistas entre sí y la cohesión del movimiento comunista internacional son condición. importante de los éxitos y triunfos de los países socialistas, del movimiento obrero revolucionario en el mundo.

La amistad de los pueblos es el internacionalismo en acción, es practicar consecuentemente las ideas del marxismo-leninismo. La justa armonización de los intereses nacionales con las tareas internacionales de la clase obrera y con el afianzamiento de la solidaridad internacional, constituyen una exigencia principalísima de la ideología comunista. Para nosotros, esta exigencia es sagrada, ya que no consideramos la doctrina marxista-leninista como un dogma, sino como una guía para la acción, en todas las cuestiones y en todos los actos. La historia entera del progreso contemporáneo, la historia de la revolución socialista y del movimiento de liberación nacional, así como las relaciones entre los países socialistas, nos demuestran que los soviéticos llevan consecuentemente a la práctica los principios del internacionalismo socialista.

El patriotismo socialista de los ciudadanos soviéticos se acrecienta y se templa en la lucha contra las supervivencias del capitalismo en la conciencia de las personas y contra la influencia de la ideología burguesa.

No puede ser patriota el individuo que se inclina ante la cultura burguesa. Mas les soviéticos no se aíslan de la cultura de vanguardia de los países extranjeros. Al contrario, precisamente durante los años de Poder soviético, en nuestro país han encontrando [270] vastísima difusión y se han hecho celebérrimas todas las grandes creaciones de la cultura, desde la antigüedad hasta nuestros días. Las obras más valiosas de la ciencia, de la filosofía, de la teoría económica, de las bellas letras, de la música y de la dramaturgia de todos los países del Occidente y del Oriente, desde el mundo greco-romano hasta la actualidad se han convertido o se están convirtiendo en patrimonio de millones de soviéticos. Entre nosotros, los resultados de la cultura de cualquier país, grande o pequeño, se miran como una aportación a la cultura mundial, se estudian con sumo cuidado, se estiman en mucho y se utilizan ampliamente.

El Partido Comunista de la Unión Soviética, al fomentar el sentimiento patriótico de orgullo revolucionario por las grandes transformaciones socialistas, realizadas por primera vez en nuestro país, así como al cultivar el orgullo nacional, luchó y sigue luchando con la mayor energía, contra las supervivencias del nacionalismo, que obstaculizan la consolidación de la amistad de los pueblos. El Partida ha advertido continuamente que las supervivencias del nacionalismo – el de gran potencia y el local–pueden hacerse frondosas y llegar a constituir un serio peligro si no se combaten a fondo. La cuestión está en que donde resultan más vivaces y donde se reaniman con más facilidad las supervivencias del capitalismo en el espíritu humano es en la esfera de la cuestión nacional, pues en ella se nutren parasitariamente de atributos de la nación tan estables como el idioma, la psicología y la cultura nacionales, se embozan muy sutilmente, y a menudo se presentan bajo la bandera del patriotismo y de las tradiciones nacionales.

El Partido Comunista educa a todos los soviéticos en el sentido del respeto por los intereses y tradiciones nacionales de los otros pueblos y corta enérgicamente todo cuanto pueda ir en detrimento de los derechos de los ciudadanos de alguna nacionalidad o pueda herir los sentimientos nacionales. Según la Constitución soviética, la ley castiga toda exaltación de exclusividad racial o nacional, de odio o desdén nacionales. El Partido lucha con denuedo contra la subestimación de la herencia cultural y las mejores tradiciones históricas de los pueblos de la U.R.S.S., explica que el nihilismo nacional abona el terreno para que el nacionalismo burgués se reavive y lleve el agua al molino de los enemigos.

Al dirigir la labor ideológica en el país, día a día, el Partido Comunista puso fin, con toda energía, a diversas tentativas de pasar subrepticiamente, bajo el estandarte del patriotismo y de las tradiciones nacionales, prejuicios chovinistas y nacionalistas de todo género, y de oponer entre sí a los pueblos de la Unión Soviética.

Al cultivar el patriotismo soviético que combina armónicamente las tradiciones nacionales de los pueblos y los intereses [271] vitales comunes a todos los trabajadores de la Unión Soviética–el preocuparse sin cesar por el ulterior progreso de la economía, de la cultura nacional y del sistema estatal en todas las repúblicas soviéticas, el Partido Comunista agrupa cada vez más firmemente a todas las naciones y nacionalidades de nuestro país en una familia hermanada, unida por un fin común: la formación de la sociedad comunista.

De la naturaleza internacionalista del Poder soviético se desprenden los nuevos principios en que se fundan las relaciones de las naciones socialistas con los otros pueblos. Los soviéticos respetan los intereses, los derechos y la independencia de los demás, siempre se han mostrado –y se muestran– dispuestos a vivir en paz y amistad con todos los pueblos, a establecer una colaboración recíprocamente ventajosa. El patriotismo soviético se halla indisolublemente unido a la política de paz que prosigue, consecuentemente, el Gobierno de la U.R.S.S.

Constituyen un tipo nuevo de lazos internacionales fundados en el principio socialista de la igualdad de derechos, de confianza y ayuda mutuas, las relaciones entre la Unión Soviética y los países de democracia popular. Estas relaciones cuentan con un firme cimiento: el sincera afán de ayuda recíproca, de asegurar el ulterior auge general de la economía y de la cultura de estos países, así como el bienestar de sus pueblos.

El incremento inaudito de la circulación de mercancías entre la Unión Soviética y los otros países socialistas, el desenvolvimiento multilateral de la fraterna interayuda en la vida económica, el reforzamiento de los lazos políticos y culturales, el amplio intercambio de delegaciones de partido, gubernamentales, sindicales, juveniles, femeninas, culturales y otras, todo ello constituye un notable ejemplo de colaboración internacional, libre, voluntaria, recíprocamente ventajosa de las patrias nuevas, socialistas.

La Unión Soviética y el sistema mundial del socialismo forman un sólido baluarte de la paz, de la independencia y de la seguridad de los pueblos, constituyen la vanguardia en la lucha contra la agresión imperialista y la amenaza de una nueva guerra mundial. La política exterior del Estado soviético se asienta en el reconocimiento de que es posible la coexistencia pacifica de Estados con diverso régimen social.

Los países del socialismo dan pruebas de estar dispuestos a colaborar con todos los pueblos. Lo que obstaculiza las relaciones de buena vecindad a escala mundial es la' política agresiva de las potencias imperialistas, así como la ideología chovinista, avivada por las camarillas reaccionarias.

La ideología de la clase obrera en la cuestión nacional es el internacionalismo; la de la burguesía, en cambio, es el nacionalismo en todas sus variedades. La burguesía espolea el chovinismo y la hostilidad nacional entre los pueblos para hacer más [272] fácil su política de rapiña y aplastar el movimiento liberador de las masas trabajadoras.

En la época imperialista, la médula de la política que siguen las principales potencias capitalistas es la lucha por el dominio mundial. Correspondientemente, el rasgo determinante de la ideología de la burguesía imperialista –que aspira al dominio del mundo– estriba en el chovinismo militante y en el racismo feroz, que cultivan el odio nacional y la enemistad racial. Ésta era la ideología de los hitlerianos y de los imperialistas japoneses; las mismas teorías difunden los actuales pretendientes al dominio mundial.

La burguesía imperialista, y en primer lugar los monopolistas de los Estados Unidos, al luchar por el dominio del mundo, procuran quebrantar los sentimientos patrióticos de las masas, las ideas de independencia nacional y soberanía de los pueblos, a la vez que pugnan por difundir la ideología del nihilismo nacional y del cosmopolitismo. Semejante ideología es un producto del mercado capitalista mundial y expresa el carácter cosmopolita que tiene la explotación capitalista de las masas trabajadoras. Surgida del clima que forman las alianzas monopolistas internacionales, en cuyas manos se encuentra el mercado mundial, encubre la lucha que por imponerse en el mundo sostienen las potencias imperialistas principales. Bajo la bandera del cosmopolitismo, se lanzan, pues, a la palestra, el nacionalismo y el desenfrenado racismo de la burguesía imperialista.

El racismo militante y su variedad cosmopolita, avivando la discordia entre los pueblos, negando la igualdad de derechos y la soberanía de las naciones, dificulta la colaboración internacional y atenta contra la causa de la paz. Es lógico, por tanto, que la lucha contra la ideología imperialista del racismo y del cosmopolitismo constituya una importante faceta de la lucha por la paz y la igualdad de derechos entre los pueblos, por su independencia nacional y su soberanía. Los partidos comunistas oponen a esta nociva ideología de los imperialistas, una propaganda sistemática de las ideas del internacionalismo proletario, defienden la causa de la solidaridad internacional.

La ideología del imperialismo, hostil a los intereses de los pueblos, es nociva en su entraña y se halla condenada a una fatal bancarrota. El racismo constituye un arma de dos filos, sus éxitos no pueden ser más que transitorios, y a fin de cuentas se vuelve contra quienes lo aplican. Exaltando los más bajos instintos, las pasiones chovinistas y los prejuicios cargados de hiel contra el prójimo, los fascistas prepararon un ejército de matones, saqueadores y violadores que, temporalmente, lograron oprimir a sus enemigos débiles, y amedrentar a quienes no tenían los nervios bici templados. Mas esa ideología y práctica del racismo provocó el odio general de todos los pueblos y condujo al hundimiento de los estados fascistas.

En las cuestiones internas, la política racista lleva inevitablemente a los mismos resultados_ Atizando la animadversión racial y el odio nacional, el gobierno burgués puede contener por cierto tiempo el desenvolvimiento de la lucha de clases, pero sólo por breve tiempo. Además, se registra inevitablemente una nueva ampliación de esta lucha, dado que la propaganda y la actuación del racismo levantan oleadas, cada día mayores, de indignación popular contra los opresores, decuplican las actitudes y las fuerzas revolucionarias de las masas trabajadoras.

No es menos inconsistente la prédica que del cosmopolitismo hacen los imperialistas. Entre los ideólogos burgueses hay buen número de "teóricos" empeñados en demostrar que la única solución posible a la actual crisis de los asuntos internacionales estriba en liquidar la soberanía nacional de los pueblos y establecer una potencia universal. Esta exaltación del "Estado mundial" constituye, ahora, la forma en que se defiende al agresivo bloque atlántico y sus filiales, así como a los planes imperialistas tendentes a subordinar todos los pueblos del orbe a ese bloque.

Pero las turbias riadas de la exaltación cosmopolita se estrellan contra el poderoso dique de los sentimientos patrióticos de las masas. Los trabajadores saben por experiencia propia que la teoría del "Estado mundial", tan jaleada por los ideólogos de la burguesía –lo mismo que su arquetipo, el bloque atlántico–, no es sino un consorcio de imperialistas para saquear a los pueblos, ahogar su independencia y aplastar el movimiento democrático y socialista. Las masas comprenden que la defensa de la democracia y de los derechos vitales del hombre se halla vinculada a la lucha por la independencia nacional.

La idea cosmopolita de crear un "Estado mundial" no sólo expresa la tendencia a la alianza de los imperialistas de todos los países, sino, además, las tentativas de encubrir y superar las crecientes contradicciones entre las potencias imperialistas estableciendo en el mundo el imperio de los monopolistas americanos.

Éstos dificultan el desenvolvimiento de las relaciones económicas y culturales entre los pueblos y su colaboración para asegurar la paz. A la vez que luchan por llegar a ser los señores del mundo e intervienen sin pararse en barras en los asuntos interiores de otros países, quieren aislar por completo del mundo exterior a los trabajadores de los Estados Unidos. Contraponiendo el Occidente al Oriente, ensalzando el. "estilo de vida americano" como si se tratara del bien supremo de la civilización, cultivando las salvajes costumbres racistas de los dueños de grandes plantaciones, hinchando la campaña. contra la denominada actividad antiamericana, reprimiendo el desarrollo de la cultura democrática y todo movimiento progresivo y prohibiendo la entrada de delegaciones democráticas en los Estados Unidos, los yanquis reaccionarios procuran convertir a los trabajadores estadounidenses en sus esclavos sumisos, destinados a forjar las cadenas de [274] la esclavitud para otros pueblos y, de ese modo, a perpetuar su propia esclavización en provecho de un puñado de multimillonarios. Los imperialistas de los Estados Unidos quieren convertir su país en un "coto" aun más tenebroso y sofocante que lo ideado por los terratenientes feudales rusos en otro tiempo. Sabido es que semejante tendencia a aislarse tras los muros de una fortaleza, a escudarse contra la acción de las fuerzas progresivas en el interior del país y a evitar la comunicación con el mundo exterior es el sino de las clases caducas, que tienen miedo al movimiento de la historia. Asimismo se sabe que esa tendencia aspira a exacerbar la desconfianza y la enemistad entre los pueblos, a quebrantar la causa de la paz y a provocar la guerra.

La historia, sin embargo, no se hace por encargo ni a voluntad de los imperialistas, sino a tenor de las leyes del desenvolvimiento económico de la sociedad, y es imposible hacerla retroceder. Quienes forjan la historia son los pueblas y éstos no quieren vivir al viejo estilo. Centenares de millones de individuos, antes abatidos y oprimidos económica, política y espiritualmente, se han liberado ya del yugo imperialista. Otros centenares de millones de seres humanos se han incorporado, y se incorporan día a día, a la lucha consciente y activa por su liberación.

Pese a los frenéticos esfuerzos de los imperialistas para disgregar el movimiento obrero internacional, crecen y se fortalecen las organizaciones internacionales progresistas de los trabajadores.

En la lucha por la paz y la independencia nacional, la clase obrera consolida su alianza con el campesinado condición esencial para combatir con éxito al imperialismo. En las organizaciones democráticas internacionales entran, junto con los obreros, otras capas de trabajadores, que se cuentan por millones.

La solidaridad internacional de las masas del pueblo se manifiesta brillantemente en el movimiento mundial de los partidarios de la paz.

El movimiento socialista y democrático defiende la libertad, la igualdad de derechos, la soberanía de las naciones, y, al mismo tiempo, la unidad de los trabajadores de todas las nacionalidades. El internacionalismo proletario es la más firme garantía de paz entre los pueblos. Separar patriotismo e internacionalismo significa abrir el camino al nacionalismo burgués. Utilizar la ideología nacionalista enfrentándola con la solidaridad internacional constituye un procedimiento que ponen en juego los traidores al socialismo.

El fundamento teórico y el signo ideológico del movimiento obrero internacional, es la gran doctrina de Marx, Engels y Lenin. Esta doctrina revolucionaria alumbra, para las masas de todos los países, las perspectivas de la lucha por la paz, la democracia y el socialismo. Los comunistas estiman que sólo es posible unir a las naciones en una única economía mundial partiendo del acuerdo [275] y la colaboración voluntarios. El socialismo no anula la existencia de las patrias ni de las naciones independientes; al contrario, les asegura su real florecimiento. La extinción de las fronteras entre las diversas patrias se producirá –gradualmente– tan sólo después de que el comunismo haya triunfado en todos los países, y será un resultado natural de la colaboración voluntaria y de la aproximación de los pueblos. El florecimiento de las patrias socialistas es la condición necesaria del feliz desarrollo de la humanidad hacia el comunismo.

Los partidos comunistas mantienen en alto la bandera del internacionalismo proletario, consolidan la hermandad de los obreros de todos los países, la solidaridad internacional de los trabajadores. La política y la ideología de los partidos comunistas responden a los intereses vitales de los pueblos. En cumplimiento de su deber internacional, el partido comunista de cada país labora en bien de su propio pueblo al defender la libertad y la paz. Cuando los comunistas de los países capitalistas proclaman solemnemente que sus pueblos jamás harán la guerra contra la Unión Soviética, expresan la voluntad de lucha de estos pueblos contra una nueva guerra mundial, su decisión de defender la causa del socialismo internacional.

La base del apoyo recíproco entre el Partido Comunista de la Unión Soviética y los otros partidos hermanos en la lucha por el futuro luminoso de los pueblos, es indestructible, pues los intereses de la Unión Soviética no sólo no chocan con los de los pueblos amantes de la paz, sino que, por el contrario, se funden con ellos. El Partido Comunista y el Gobierno soviético fortalecen sin cesar la fraterna alianza y la colaboración con los países socialistas, con los pueblos de los jóvenes estados en desarrollo, liberados de la dependencia colonial; extienden los amistosos lazos internacionales de los pueblos de la U.R.S.S. con los trabajadores de los países capitalistas en nombre de la causa de la paz, de la democracia y de la independencia de los pueblos.

El Partido Comunista alienta a los soviéticos en la lucha por un renovado esplendor de nuestra patria socialista, por formar la sociedad comunista, por la colaboración y una paz sólida entre los pueblos de todos los países.

La solidaridad internacional de los trabajadores es La garantía de la libertad nacional, de la independencia de cada pueblo y del ulterior auge de toda la civilización moderna. Los pueblos de los países socialistas, entregados a su pacífica labor creadora, con su tenaz esfuerzo para elevar el bienestar material de la población, con su lucha abnegada por la paz entre los pueblos, defienden la causa común de toda la humanidad progresiva y ofrecen un ejemplo de la combinación orgánica de patriotismo e internacionalismo y de su unidad.

Consolidar el poderío del campo socialista y desarrollar en todos sentidos la colaboración entre sus países es un deber internacional [276] nacional de los trabajadores y, al mismo tiempo, ello corresponde a los intereses vitales de su libre progreso nacional. La debilitación y el quebranto de la unidad de los países socialistas redunda en beneficio de la reacción y de los instigadores de una nueva guerra.

El trabajo pacífico y creador de los países socialistas constituye una magna aportación a la causa de la lucha común por el mañana radiante de los pueblos.

Los soviéticos se sienten orgullosos de que los actuales éxitos de los pueblos en la lucha por la liberación nacional y social hayan tenido como base firme las victorias de la revolución socialista y de la edificación del socialismo en nuestro país. Nuestros trabajadores fueron los primeros en abrir el camino hacia la libertad. Hoy el mundo entero habla del milagro ruso, del gran ejemplo de la lucha de nuestro pueblo por la libertad y la prosperidad. "Tenemos derecho a estar orgullosos –escribió Lenin–y nos enorgullecemos de que nos haya correspondido la dicha de iniciar la edificación del Estado soviético, de iniciar, con esto, una nueva época de la historia universal, la época del dominio de una nueva clase, que está oprimida en todos los países capitalistas y que en todas partes avanza hacia una nueva vida, hacia la victoria sobre la burguesía, hacia la dictadura del proletariado, hacia una humanidad liberada del yugo del capital y de las guerras imperialistas"{7}.

El patriotismo de los soviéticos no es únicamente un tributo de respeto al gran heroísmo del pueblo en la lucha contra el fascismo o a la abnegada firmeza revolucionaria de los combatientes por el socialismo en el período de la, guerra civil y en los difíciles años en que se emprendió la edificación socialista. Nuestro patriotismo, basándose en espléndidas tradiciones revolucionarias, se proyecta hacia adelante, es la fuente vivificadora de las heroicas empresas que hoy lleva a cabo el pueblo soviético. Se pone de manifiesto en la labor de cada trabajador consciente, en la aportación concreta de cada soviético a la causa de la edificación comunista.

El patriotismo, el sentimiento de amor a la patria, es un rasgo característico de todo el perfil moral del hombre de vanguardia de la sociedad socialista. "Fidelidad a la causa del comunismo, amor a la patria socialista, a los países del socialismo", tal es el primer principio del código moral de los constructores del comunismo, código moral inserto en el Programa del P.C.U.S.

Como todos los principios morales del comunismo, el patriotismo socialista –incompatible con las concepciones y costumbres, adulteradas y egoístas, del viejo mundo– incluye las normas morales básicas, comunes a todos los hombres, elaboradas [277] por los trabajadores en su lucha por la justicia social, por una vida auténticamente moral y humana. El patriotismo socialista presupone, ante todo, fidelidad a las tradiciones revolucionarias y abarca el lazo que une a las generaciones de nuestro país, la herencia de una actitud revolucionaria e ideológica que pasa de la vieja generación a la joven.

El patriotismo socialista es un sentimiento de responsabilidad, profundamente comprendido, de cada persona soviética por los destinos del socialismo, por la causa de la edificación del comunismo. El patriotismo activo es inseparable de una ideología firme, es incompatible con la jactancia, con el embellecimiento subjetivista de la vida real, con la actitud nihilista y altanera ante los resultados de la sociedad soviética.

El patriotismo de los soviéticos no es algo rígido, dado de una vez para siempre. Expresión del modo de vida socialista, se desenvuelve a medida que avanza La vida social. La formación y el desarrollo de los sentimientos patrióticos se producen en el cauce general en que se forma y se desarrolla el aspecto moral del nuevo hombre. Es un proceso de educación, un proceso de lucha de lo avanzado contra todo lo atrasado e ideológicamente hostil. Es un proceso polifacético. Se da en él la lucha contra los elementos del pasado: la psicología que crea la propiedad privada, la moral de holgazanes y arribistas, de quienes defienden una ideología anticientífica. Y se da la educación de la juventud, la variada labor con los jóvenes, que entran en la vida y hacen suyas las espléndidas tradiciones del patriotismo soviético.

El Partido Comunista dirige los esfuerzos de todas las organizaciones estatales y sociales en el sentido conveniente para desarrollar el patriotismo soviético, para reforzar la ideología de la amistad de los pueblos, para educar a todos los miembros de la sociedad en consonancia con el espíritu del internacionalismo.

Vemos, pues, que lo que sirve de base científico-filosófica al patriotismo socialista es la concepción materialista dialéctica de la interconexión entre lo nacional y lo internacional. En este problema, apartarse de la dialéctica conduce ya al chovinismo ya al nihilismo nacional. Separar lo nacional de lo internacional, contraponer los intereses nacionales a la causa de la solidaridad internacional de los trabajadores significa abrir el camino al nacionalismo burgués y al chovinismo. Por otra parte, hacer caso omiso de las tradiciones nacionales, de los sentimientos patrióticos del pueblo, contraponer los problemas internacionales a los intereses nacionales lleva, inevitablemente, al nihilismo nacional y al cosmopolitismo.

Combinación orgánica de los intereses nacionales y del deber internacional: tal es la dialéctica marxista-leninista en la cuestión nacional, tal es la esencia del patriotismo socialista.

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{7} V. I. Lenin, “Obras”, t. XLIV, p. 148.