Epistolario
Carta de Rufino Blanco Fombona a Alejandro Lerroux
Madrid, primera quincena de julio de 1933
Señor Don Alejandro Lerroux
Presidente del Consejo de Ministros y
Director del Partido Radical.
Ilustre amigo. Una torpeza mía ha puesto a prueba, indeliberadamente, la confianza de usted en mí; y veo, con profunda pena, que he perdido esa confianza. ¿Por qué? Lo ignoro.
He podido cometer hasta errores garrafales, nunca acciones equívocas. He sido toda mi vida y espero seguir siéndolo, hombre diáfano y sincero, acaso demasiado. Mi actuación en Navarra tuvo por norte defender aquello que fui a representar y en nombre de lo cual ejercía funciones. ¿Puede reprochárseme?
Un sentimiento de admiración personal hacia usted me llevó a pertenecer al grande y benemérito Partido Radical, de tan larga historia republicana. Dentro del Partido, he sido Lerrouxista como el que más. Lo creo a usted la figura descollante de la Segunda República. Conozco, como todo el mundo, las horas y las circunstancias ingratísimas en que le ha tocado dirigir los destinos de España. Opino que cuando las pasiones se decanten, se admirarán los servicios que usted, hasta este momento, ha venido prestando a la República. ¿No ha hecho usted, para que la República sea viable, hasta sacrificios de opinión y tal vez de amor propio que han debido de costarle mucho? ¿Y quién se lo agradece a usted por el momento? Nadie. Ni siquiera aquellos a quien aprovechan. Esperemos que el tiempo, en cambio, le haga justicia.
Tiene usted muchísimos enemigos y -algunos amigos tan perjudiciales como los enemigos-. Es natural. Toda grande individualidad despierta los unos y suscita los otros. Pero debo confesarle que no creo un ardite, por lo que a usted respecta, de los planos proditorios, en que los enemigos envuelven, en estos momentos, el ilustre nombre de usted. Todo esto quiere decir que los motivos de mi estimación por Lerroux permanecen en pie y mi admiración intacta. Debo añadir que la gratitud pone su veta sentimental a esta admiración.
Mi fervor lerrouxista ha sido tanto y tan ingenuo que hasta llegué a suponer (horrorizado por la traición de Martínez Barrio) que si algún día pudieran quedar dos radicales lerrouxistas yo sería uno de ellos. No pensé entonces que la consecuencia debía ser recíproca y no unilateral; que si de un lado falla, el otro se desmorona. En fin mi entusiasmo radical y lerrouxista no han sido los que han fallado.
Sin embargo... Debo pedir mi baja, como la pido con esta fecha, en las filas del Partido y separarme del Capitán.
No lo hago en momentos tristes para el uno ni para el otro, sino en horas de euforia y de poder. Añadiré que, por el momento, no pienso ingresar en ningún otro partido.
Con reiterados sentimientos de admiración y gratitud, quedo de usted afmo. amigo.
R. Blanco-Fombona
[Tomada de Rufino Blanco Fombona. Diarios de mi vida, Monte Ávila Editores, Caracas 1991]