Filosofía en español 
Filosofía en español

Comisión española del Congreso por la Libertad de la Cultura

Coloquio Cataluña-Castilla

La Ametlla del Vallés, 5-6 de diciembre de 1964

Intervenciones de Dionisio Ridruejo

←  3  →


RIDRUEJO (nº 3)

Nuestra presencia aquí significa ya un acto de comprensión previa hacia las reivindicaciones justísimas que los parlantes catalanes tienen planteadas desde tiempo inmemorial y más cruda y necesariamente en el momento presente.

Nos convendría –sobre todo a los que hemos venido aquí principalmente a oir– ampliar hasta donde fuese posible la información. Es decir, el inventario de las reivindicaciones.

Yo me permitiría rogar que alguno de los presentes nos diese información sobre dos de las perturbaciones que me parecen más evidentes en las limitaciones que está sufriendo el uso de la lengua nacional en Cataluña.

Una es la que se refiere a las relaciones contractuales y jurídicas. A mí me ha sorprendido siempre mucho cómo es posible que se celebre un juicio oral correcto en lengua castellana entre gentes que dominan mal este instrumento. Creo que un pequeño “rapport” sobre la situación de este problema sería interesante, a sabiendas de que esto implica el problema de la utilización del castellano en la vida administrativa. Creo que ésto es muy importante e incluso más que la cuestión literaria.

Otro es el problema de la Universidad de Barcelona. Yo creo que debemos hablar con toda sinceridad y a mi me parece que la situación actual de la Universidad de Barcelona debe suponer para los catalanes un cierto complejo de colonización. Efectivamente, ya no se trata sólo de que no haya una Universidad bilingüe sino también de que hay una Universidad muy numerosamente ocupada por profesores de habla no catalana. Creo que ésto también es un aspecto de las reivindicaciones a tratar. Y, naturalmente, cuanto mayor sea el número de temas concretos y reivindicaciones específicas que aquí escuchemos, tanto más amplio y más justo podrá ser el juicio que nosotros nos formemos el día en que, como es nuestra intención, planeemos una utilización de esta alianza moral que aquí vamos a fundar para convertir el problema específico catalán en un problema de la vida española, que es como nosotros lo entendemos.

El problema de la satisfacción de la ciudadanía catalana es un problema de la vida española. Para nosotros la vida de España no es la vida de Castilla, ni la vida de Madrid, la vida española es o presupone la pregunta radical de cómo es posible la vida española, de cuáles son sus circunstancias reales, sus posibilidades reales. í‰ste será, sobre todo, el tema de nuestros puntos de vista de mañana, como es lógico. Ver cómo nosotros, en presencia de hechos que pueden resultar fastidiosos, pero que son reales, debemos concebir la existencia de un Estado Español y la existencia de una vida social española más o menos susceptible de homogeneización, partiendo de diferenciaciones que son evidentes y que no pueden ignorarse si se quiere operar en realidad española verdadera. Porque de la otra manera será seguir operando en realidad castellana no española, o no íntegramente española, o no suficientemente española.

[ Transcripción de dos folios mecanografiados. Archivo Pablo Martí Zaro-FPI. ]
 

←  12  →

RIDRUEJO

12 — Españoles inmediatos, que simples, mediatos y complejos. La diferencia radica en que los mediatos también quieren ser españoles.

Dificultad para inmediatos: sentirse diferentes dentro España.

Problema no se acaba en derecho a uso idioma, que nadie niega. Reestructurar Estado Español, sobre base plurinacional. Esto difícil entender para inmediatos.

De hechos diferenciales (catalanes, vascos) se desprenden derechos, pero también deberes. Desarrollo sub.

Nacionalismo: versión viciada conciencia nacional, que impone límite como inflación propia realidad o frenaje espíritu autocrítico.

— Carácter conflictual interno toda sociedad relaciona problemas de unas sociedades con otras por encima de cuestión nacional. Pero estos problemas sólo en libertad.

Solidarios reivindicaciones idiomáticas.

Supuestos morales como tarea intelectuales. Supuestos técnicos, ahora.

Nación como grupo libre, capaz autodeterminación y relaciones complejas con otros grupos. No como grupo presión que opera sobre sí mismo para homogeneizarse y diferenciarse vecinos.

Universalismo: distinción entre nivel histórico y modelo: beneficiosa tendencia más desarrollados a homogeneizar hacia sí, perjudicial si deviene poder.

Tenemos que sacrificar más nuestros nacionalismos.

 
[ Transcripción de dos páginas manuscritas. Archivo Pablo Martí Zaro-FPI. ]
 

←  29  →

RIDRUEJO (nº 29)

Voy a hacer un resumen de la sesión de la tarde sin pretensiones excesivas de fidelidad. Porque, en conjunto, aquí se han dicho cosas muy interesantes y, por lo general yo tiendo a la conciliación al final de las sesiones y a la polémica en su comienzo.

Ha comenzado la sesión nuestro amigo Aranguren, recomendándonos tratar el problema, o colocándose él para tratarlo en un plano moral. Y, prácticamente entiendo que ha anticipado el concepto que luego ha desarrollado el amigo Gomis, de que primariamente se trataba para todos nosotros, no para algunos solamente, de un problema de justicia y de libertad. Se trataba de reponer la justicia y se trataba de conquistar una libertad. En este sentido no podíamos programar ni aspirar a concordar ya, aquí y ahora, –y esta era también la conclusión de mi modesta intervención– la forma del desarrollo histórico que esta libertad iba a tener. Partíamos simplemente de una conformidad previa, con los resultados de esa libertad. Con esto y dando prueba de haber captado el ambiente con gran sensibilidad, Aranguren ha hecho un turno contra el bilingüismo. Creo que el pensamiento de mi amigo Laín no ha sido expresado quizá en su carta con la fidelidad con que se piensa y se vive. Y creo que Pedro Laín se refería a un desideratum y no a un programa “legal”. Naturalmente creo que la conformidad sobre esto ha sido general. Creo que Laín se refería a la libertad para elegir el idioma que se quisiera entre los dos. Se trata de no sustituir una tiranía por otra. De acordar sus derechos a la lengua dominante.

Después nos ha hablado Maravall, y yo resumiría su intervención en estos puntos: primero una cuestión de fondo, segundo una cuestión estratégica y táctica.

Cuestión de fondo. La concepción que Maravall tiene de un grupo nacional es la de un grupo libre; no la de un grupo que opera como grupo de presión interna sobre sí mismo. La nación concebida desde el nacionalismo tiende a uniformar la totalidad de sus elementos, a presionarse a sí misma, creando un receptáculo de individuos indiferenciables, todo lo semejantes que sea posible y todo lo diferenciados de los demás que sea posible. Esta me parece que es la tensión del nacionalismo en cuanto posición ideológica diría yo. Maravall nos propone una imagen de nación distinta, la de grupo libre. La libertad del grupo para autodeterminarse y vivir en una relación compleja con los demás, abierto a unas instancias universales y por lo tanto naturalmente donde se excluye cualquier intencionalidad egoísta, exclusivista o reaccionaria, porque en el caso del grupo que se autopresiona para uniformarse puede producirse, efectivamente, una situación estacionaria si no reaccionaria. En este sentido creo que la polémica ha iluminado el concepto y Maravall últimamente nos ha hablado, creo que ha sido muy importante la puntualización sobre la diferencia entre internacionalismo e internacionalización.

Y esto relaciona su intervención con la de Castellet. Castellet ha tratado de un tema muy interesante, que es el de la tensión que se produce entre las aspiraciones universalistas de casi todas las ideologías perfectistas que el mundo ha conocido y la realidad particular insoslayable y respetabilísima sobre la cual necesariamente se monta cualquier proyecto ideológico. Efectivamente el universalismo es una instancia que ha dominado las ideologías contemporáneas de un modo visible, evidente. Con frecuencia, estas ideologías han ignorado, han sacrificado las realidades, o han apostado a sacrificarlas, con consecuencias generalmente deplorables. Ahora yo le ofrecería a Castellet para la cabal interpretación de su propio esquema para ver lo que he entendido de esta distinción: Hay un universalismo del nivel histórico y hay un universalismo del modelo. Creo que lo que él querría decirnos es que el universalismo de nivel histórico es fecundo. Es decir, el esfuerzo porque los grupos situados en el nivel más alto del proceso histórico de cada momento se esfuercen por homogeneizar –y estoy ya explicando la manera como he usado esa palabra– en el sentido del nivel histórico y en ese sentido la inclinación de los grupos más desarrollados a nivelar hacia ellos el mundo entero es siempre perfectiva y es una apuesta de la historia que no hay más remedio que considerar como beneficiosa. Pero en cuanto esa propuesta perfectiva para lograr un nivel óptimo en cada situación histórica se convierta en un hecho de poder entonces se arruina la propia propuesta universalista y se convierte efectivamente en un aparato para destruir lo que se quiere potenciar. Creo que más o menos es la idea que Castellet ha aportado aquí y que a mi juicio concuerda o es bastante concordable con la distinción que nos hacía Maravall aunque aparentemente tuviera un sentido muy distinto.

Pero además Maravall nos ha hablado de táctica y aunque creo que no ha sido todo lo explícito que pudiera haber sido creo que nos ha hablado con toda claridad y yo pondría esas observaciones suyas en relación con las muy interesantes –que con su peculiarísima y encantadora manera de exponer– nos ha su sugerido también Julio Caro Baroja. Es decir, que hay un problema táctico que está en función de lo que yo llamaría acudiendo a la categoría moral, muy extravagante. Yo diría que en política todo lo imposible es inmoral. No es que lo imposible sea inmoral en cuanto aspiración, pero sí en cuanto tentativa. Cuando se gastan esfuerzos por lo imposible está derrochándose energía necesaria para lo posible. Cuando se trata pues de hacer algo práctico hay que medir las posibilidades. No podemos ignorar ninguno de los que estamos aquí tenemos derecho a ignorar que el problema concreto de la pluralidad nacional del Estado español es un problema de enorme gravedad en cuanto a las posibilidades de su presentación táctica en una situación básica. Es decir, es evidente que es un problema de fuerza reactiva tremenda. Por ejemplo y para hablar claro nos decía Millet antes lo que dos generales del ejército piensan sobre el asunto. Bueno, estamos en una situación de hecho y es que este país está ocupado por el ejército español. No Cataluña, Cataluña está ocupada como territorio enemigo, pero como territorio propio está ocupada la totalidad del país. Entonces, claro es que nosotros no podemos crispar inocentemente a las fuerzas de reacción del país presentándoles el problema catalán de un modo frontal directamente político y con toda la baraja de las reivindicaciones nacionales catalanas a la vista. Eso es cosa que efectivamente se tiene que hacer hacia dentro; pero es cosa que difícilmente se puede hacer de un golpe hacia fuera. Entonces con grandísimo buen sentido Caro Baroja rebajaba el tiro. Entendámonos, yo defiendo nuestro derecho y nuestro deber a tratar el problema en su totalidad entre nosotros, es decir, que la minoría española más o menos amplia que se ocupa de ese problema y tiene de él una conciencia positiva para estudiar la táctica y la estrategia aplicables en cada momento debe tener presente la totalidad del problema, y tenerla con sinceridad y no engañarse recíprocamente sin duda. Ahora bien, nuestra acción interna nuestra estrategia de acción tiene que contar con las resistencias. En este sentido tanto Maravall como Caro coincidían en buscar o seleccionar las formas menos dramáticas de presentación del problema y las que están más al alcance de nuestras fuerzas reales. Es decir, que si nosotros podemos presentar un problema de derechos humanos violados y presentarlo enérgica intensa y numerosamente con adscripción de todas las gentes que en el país puedan asentir a algo tan razonable como eso, es evidente que lo que nosotros tenemos que preparar es esa estrategia con toda celeridad y con toda frialdad. Sin perjuicio de que sepamos perfectamente a dónde va la aventura. En este sentido creo que también habría una coincidencia. Hay que agradecerle mucho a Caro que nos haya ilustrado sobre el vasco; porque evidentemente yo he dado aquí una muestra de ligereza interpretativa sobre este fenómeno. Y la culpa de esa ligereza la tiene principalmente D. Miguel de Unamuno. A cada uno su responsabilidad.

Entonces creo que la interpretación que nos ha dado Caro es interesantísima desde todos los puntos de vista. Primero para comprender el fenómeno político del idioma vasco en función del nacionalismo vasco. En segundo lugar para entender incluso el fenómeno del idioma. Es decir, como un idioma puede tener de instrumento de comunicación social insustituible sin ser o sin tener que ser un idioma de cultura. Es decir, un idioma capaz de portar sobre sí valiosas creaciones culturales o literarias. En este sentido creo que también nos ha iluminado el problema del catalán. Porque ya hemos distinguido también nosotros el idioma como instrumento de cultura y el idioma como instrumento de comunicación social.

Maravall quiere que nos orientemos hacia la libertad y que pongamos en el punto de la libertad nuestro problema. Creo que esto lo han pedido todos los oradores de la tarde. Y por tanto la proclamación de lo genéricamente aprobado es que nuestro problema, nuestro tema es el de que nosotros somos aquí unos aliados para conquistar en España la mayor cantidad de libertad posible en cada momento. Y aquí estamos hoy para tratar de conquistar la mayor cantidad posible de libertad en el terreno concreto del adecentamiento moral de la vida del pueblo catalán y de su idioma.

Con esto probablemente he dejado muchas cosas fuera. Gomis ha dicho una para mí emocionante porque los actos de valor me producen siempre una gran emoción, y Gomis ha hecho un acto de valor moral esta tarde adoptando la condición universalmente detestada del lingüista. Nos ha dicho cosas muy justas que ya hemos integrado en nuestro recuento. Y lo que queda por lo tanto para mí es contestar en concreto a unas preguntas formuladas por Juan Raventós.

Juan Raventós se ha preguntado por ese “de pronto” ofensivo que ha aparecido en un momento de mi intervención. Bien. Ante todo debo decir que ese “de pronto” empleado por mí, es poco menos que una muletilla y que tampoco puedo avenirme a darle más importancia. Este “de pronto” es el “sucede que”, &c. Ahora bien si la pregunta puede tener algún alcance biográfico yo le diré que este “de pronto” fué para mí tempranísimo. El mismo día de la ocupación de Barcelona viví íntima y dramáticamente ese momento. La primera decepción política que empezaría a ahuecar unas convicciones vividas con mucha lealtad y con mucho entusiasmo en esa época muy temprana de mi vida, fué el espectáculo de los seis primeros días de la ocupación de Barcelona por el ejército. El recibimiento fue ese tipo apoteosis que se produce en toda cesación de una situación dramática y la respuesta fué inmediatamente de ese porte.

Mi segundo “de pronto” fué mi llegada a vivir Cataluña electivamente –aunque se trataba de un confinamiento yo elegí Cataluña–. Y entonces conviví con la realidad de un problema que me era conocido sólo por los libros y a través de una polémica política, y cuyas dimensiones humanas más últimas no conocía hasta ese momento. Desde ese mismo instante yo he sido de un modo más o menos hábil y más o menos diestro un simpatizante de las libertades del pueblo catalán. Ese “de pronto” hay que considerarlo pues como muy retórico. Y la verdad que para la gran mayoría de los castellanos incluidos los intelectuales el descubrimiento del hecho diferencial catalán es un “de pronto”.

Y es un “de pronto” incómodo. No comprendo bien por qué a Juan Raventós que es un hombre de una espontaneidad casi agresiva, cordialmente agresiva se entiende le ha herido tanto ese rasgo de sinceridad. Es verdad. Creo haberlo explicado, la incomodidad no es una impresión de llegada, es una posición de arranque. A ese español que se cree español inmediato y que de pronto se encuentra con que no puede serlo, con que eso de España es problemático y además de problemático es complejo y que además una cosa que es nacionalismo parcial, la primera impresión que eso le produce es de incomodidad porque es un obstáculo a su esquema mental. Claro, si después de haber pensado sobre el tema nos siguiera pareciendo incómodo entonces ya estaríamos en la comodonería. Es decir, una vez que hemos vivido la incomodidad lo que hay que hacer es superarla. Cuando llegamos a racionalizar la razón de eso que nos era incómodo lo que tenemos que hacer as asumirla y cuando la hemos asumido ha dejado de sernos incómodo.

Por lo que se refiere a la homogeneidad, yo creo haber explicado ya antes de qué se trataba. Me refiero siempre con eso no a la uniformidad, no a la supresión de diferencias, no a la supresión de rasgos. Ni siquiera estrictamente a la supresión de clases, en cuanto las clases pudieran ser círculos establecidos con formas o estilos de vida. Sino precisamente a la voluntad progresiva de poner lo más bajo en lo más alto. Es decir, de acercar al nivel óptimo del hombre medio a todos los hombres.

Y todavía una precisión más que se refiere a lo de las reivindicaciones. Creo que esto lo ha tomado Raventós de un contexto que no es el de mi exposición de esta tarde. Cuando hablaba de reivindicaciones no me refería a una cosa tan fría como la de decir: “Bueno, dígannos Vds. lo que reivindican si hay que rectificar o no”. Es evidente que o nosotros entramos en fusión con la causa primera o no tenemos posibilidad de seguir hablando. No se trata de tasar cuáles son las reivindicaciones y si nos convienen. Se trata de aceptar un principio, el de que sólo en régimen de libertad y por decisiones contractuales y voluntarias es posible refundir la unidad del país, la unidad del Estado español. Naturalmente contando con la diversidad de sus países y con la diversa estructura moral que estos tienen, y con los valores que portan y con la diversa personalidad que ostentan, y con la diversa lengua que hablan. Evidentemente la palabra reivindicaciones tenía un carácter estrictamente funcional. Es decir, en cuanto vamos a programar una acción, interesa ver qué orden de cosas vamos a presentar.

Por otra parte quiero hacer constar con respecto a lo que Raventós ha dicho sobre los periódicos que los niveles de presión en España efectivamente son diversos. Es decir, que nosotros en cuanto burgueses y castellanos estamos en el nivel menos oprimido; es decir, en el nivel donde la presión es más moral y quizá menos profunda. Los mismos burgueses en Cataluña están a un nivel de presión más profundo. El proletario de Cataluña o el de cualquier otro sitio está casi siempre a niveles de presión infinitamente más profundos. Claro, la libertad es un todo y el problema no está en quién tiene más que liberar, sino en que todos queramos estar liberados.

[ Transcripción de ocho folios mecanografiados. Archivo Pablo Martí Zaro-FPI. ]
 

←  32  →

RIDRUEJO (nº 32)

Creo que los amigos de fuera tenemos que agradecer mucho a Tasis el resumen preciso y sereno que ha hecho de nuestras recíprocas posiciones ante el tema que nos interesa y nos convoca.

En síntesis, yo diría que nuestro problema de base o de partida es el sacrificio de nuestros nacionalismos, entendiendo el “ismo” en el sentido de la agresividad excluyente. Efectivamente creo que si los españoles inmediatos experimentamos un primer sentimiento de incomodidad ante el hecho diferencial catalán, ello se debe a que estábamos instalados en un nacionalismo español. Es decir, que al vivir nosotros un nacionalismo español, nos encontrábamos con que algunos españoles reivindicaban como grupo propio una parte de eso que nosotros habíamos dado por supuesto que era un grupo nuestro. Como todo lo que es real es respetable y necesario, y debe ser comprendido, todos, más pronto o más tarde, hemos tenido que llegar a la comprensión de este conflicto. Un conflicto de dos nacionalismos. Es evidente que en la medida en que los no-catalanes mantengamos a nivel nacionalista nuestro sentimiento español, los catalanes mantendrán a nivel nacionalista agresivo su vinculación catalana. Es un conflicto insuperable si el remedio no empieza a ponerse de nuestra parte.

El remedio, a mi juicio, está en una racionalización –si Vds. quieren en un enfriamiento racional– del problema. Hemos de admitir que para que los catalanes participen con nosotros en algo que sea la formación de ese estado común, es preciso que nosotros, una de dos, o nos esforzamos por desnacionalizar la idea llamada España, es decir tener de ella una idea pluralista e incluso vincularnos potenciadoramente a nuestra propia parcela española. Hay, como saben, una línea de tradicionalismo de izquierdas, que ha producido fenómenos de nacionalismo fuera de Cataluña (por ejemplo la tradición federalista) que se empeñaron en descubrir una Castilla estrangulada por la unidad española.

Esto, que se puede justificar históricamente –como casi todo– es verosímil. No digo que sea exacta, pero lo cierto es que hubo una Castilla primaveral –cuya última manifestación pasa por la Celestina y el Poema de Mio Cid– muy liberal, muy democratizada, en sus formas internas, muy independentista. Menéndez Pidal ha demostrado que el primer separatismo lingüista fue el castellano. La parte enemiga del Imperio y que resistió a Carlos V, independientemente de Valencia, fué Castilla y quien defendió la tradición austriaca fué Cataluña, a cada uno lo suyo. Bien, lo cierto es que hay una Castilla posible, postulable, con una mitología nacional más o menos libertaria, más o menos corporativa, más o menos municipalista y, en cierto modo, más o menos separatista; y que esa Castilla ha sido grata a ciertos historiadores que interpretaban la historia para desembocar en un pensamiento federalista.

Yo creo que para volver a hacer nacionalismo, nos coge tarde. Yo opino que todos creemos que eso del nacionalismo está en crisis. Creo que llegamos tarde para esto. Los valencianos están ahora dando forma a su nacionalismo, creo que también llegan tarde. Personalmente creo que llegan tarde y que puesto que no podemos organizar nuestros nacionalismos de nuevo y operar sobre esa base, creo que la solución sería atenuar el mordiente de nuestros nacionalismos, de los que realmente vivimos. Y los que vivimos, no cabe duda, son estos: los vascos viven el suyo, los gallegos apenas llegan a vivir el suyo, los catalanes viven plenamente el suyo y los españoles vivimos el nacionalismo español. Sin relativizar, el nacionalismo español, no hay solución alguna. Probablemente sin relativizar, más tarde, el catalán, tampoco la haya, pero eso viene después.

Bien, ¿para qué nos reunimos, para qué hablamos, para qué discutimos? Para lo que se discute siempre, para tratar de relativizarnos. Para que nadie lleve razón y la razón de todos se imponga. En este sentido creo que la conversación que empieza ahora debe continuarse metódicamente y ampliarse. Lo que tenemos que hacer es organizarnos de acuerdo con las circunstancias que se produzcan en cada momento. Aquí vamos a tratar los supuestos normales para que haya donde tiene que haber una negociación política. Evidentemente el grupo intelectual tiene que preparar el terreno para que los políticos negocien. Lo cierto es que la plataforma en que estamos ahora exige una limitación de objetivos; lo que no debe llevarnos a una cautela excesiva. Esa limitación no quiere decir que seamos pálidos, debemos ser intensos.

En este sentido lo que nos acaba de proponer Tasis es muy práctico: que empecemos a pensar el modo de ejercer presión colectiva que no sea exclusivamente catalana, presión del grupo intelectual ibérico para ir resolviendo uno a uno los problemas que de hecho se plantean. Para eso yo creo que es posible pensar desde ahora en organizar un sistema de relaciones. Por otra parte creo que conviene institucionalizar estas reuniones. Seguir celebrándolas como sea con la protección de quien sea. Ampliándolas claro está a gallegos y vascos, y quizá a los valencianos. A poner, en una palabra, sobre el tapete, los problemas que plantea la diversidad de lenguas y culturas.

Para nosotros no es conveniente desplegarnos en una acción general al respecto, sin contar con la colaboración y apoyo de los portavoces de esas culturas diferenciadas que pongan su visión propia del problema. Creo que de aquí podemos sacar el doble compromiso de estar en relación informativa y de estar en solidaridad activa. Y de estarlo, en lo uno y lo otro, para luchar por la causa general de la libertad de nuestro país y de nuestros países.

[ Transcripción de tres folios mecanografiados. Archivo Pablo Martí Zaro-FPI. ]
 

←  43  →

RIDRUEJO (nº 43)

Estamos llegando, me parece, al clima de recta final. Es decir, a la tentativa de concreción de los resultados posibles de estas conversaciones. Me parece que hemos vivido tres momentos en estas conversaciones de diversa intensidad que forman una especie de curva.

Nuestra primera sesión fue relativamente técnica y muy precisa gracias a la extraordinaria precisión de nuestro amigo Badía. Se presentó el problema que más concretamente debía ocuparnos: El problema de la situación psicológica y social del país catalán en función de las limitaciones ortopédicas que sufre su idioma. Todos quedamos impresionados por la magnitud, por la dimensión psicológica y humana. Prueba de esto es que la persona teóricamente menos politizada de todos nosotros –Caro Baroja– detectó con su extraordinaria sensibilidad la importancia humana y la gravedad del problema. Yo creo que ese modo de presentar las cosas nos será muy útil y necesario si queremos llegar a la sensibilidad de los españoles comunes, no a través de sus prejuicios políticos, positivos o negativos, sino a través de su conciencia humana integrada en los ideales mínimos de justicia y libertad. En este sentido, coincido con Aranguren en que hay que plantear el problema, por el momento, desde el punto de vista moral, ya que lo que nos importa ahora es adquirir aquiescencias numerosas, diversas, sin acepción de ideologías políticas; es decir, convertir al grueso de la sociedad española a la comprensión de este problema humano.

Esta mañana hemos cambiado impresiones, digamos minoritarias, dentro de la entidad evidentemente no mayoritaria que constituye la reunión, y hemos coincidido en proponerles a Vds. una situación práctica muy concreta para formalizar este proyecto que, en último término, es la conclusión práctica primera y principal de nuestra reunión, aunque no será necesario que conste en acta: Vamos a tratar de hacer un documento y pedimos a Badía y a Benet –como representantes de dos tendencias complementarias– que hagan un primer borrador acumulando en él hasta donde sea posible los argumentos de fondo psicológico-sociológicos apuntados por Badía y los argumentos de carácter general, de tipo concordista de cara al futuro sugeridos por Benet. A éstos añadiremos en una segunda visión del documento los complementos que parezcan necesarios José Luis Aranguren y yo, y creo que entre los cuatro podríamos formular un documento pasablemente oportuno.

Creo que entonces habría que comenzar por requerir la firma de las personas objetivamente prestigiosas (Menéndez Pidal, Aleixandre, Laín). Inmediatamente después recabaríamos unas cuantas firmas de la derecha, y llamo a la derecha en este caso no a la derecha genuina, sino a los Pemanes, a algunas personas del Opus incluso, en fin, a personas que estén en zonas próximas al Régimen. E inmediatamente después firmaríamos unas cuantas personas de lo que podríamos a llamar en términos relativos la izquierda; para después, ya con estas quince o veinte firmas, proceder al reclutamiento general de nuevas firmas que en el plazo máximo de un mes nos dieran el millar que todos hemos estimado conveniente para un documento de esta naturaleza. Y es muy importante en este caso que las firmas tengan una amplia distribución geográfica. De modo que nosotros contraemos el compromiso de la gestión y pedimos a nuestros amigos que nos den las materias primas, vamos, que nos den las cosas tan formalizadas como sea posible para que nuestro trabajo sea complementario, y nos comprometemos formalmente, como ya lo ha hecho en nuestro nombre Caro, a poner en marcha ese documento, a recabar las firmas y ponerlo en marcha lo más pronto posible. Salvo mejor opinión, creemos que el documento debe ser de tiro elevado y debe ir directamente al Jefe del Estado. Se le dará la publicidad necesaria. Creo que ésto puede tener unos efectos muy importantes.

Creo que ha habido una sugerencia muy útil de Caro Baroja esta mañana y que él no ha formulado concretamente. Así pues, propongo como posible conclusión –puesto que nuestro problema es principalmente de información– que se cree una especie de Instituto para el estudio del pluralismo español (ya sé que es un proyecto muy ambicioso y no sé bien dónde podemos encontrar los medios y la forma necesarios para llevarlo a cabo). Sería importante y podría empezarse con modestia, en forma de un centro de estudios especialmente dedicado al tema. Se puede empezar por una Comisión interregional de estudios, en fin, por un grano de mostaza del que pudiese salir el árbol. Porque, como ha sugerido muy bien Aranguren, la España democrática futura no es posible en el centralismo y la única manera de restar dramatismo y desradicalizar los nacionalismos es generalizar, ir creando poco a poco un clima de descentralización.

La tercera cuestión que se ha planteado aquí, y también me parece de gran utilidad, es la cuestión de los intercambios. Hablaba Benet, creo, de que los españoles inmediatos tienen acceso frecuente y buena acogida como conferenciantes en Barcelona. Es cierto. En cambio a la inversa no hay tal cosa. Recuerdo que en el año 1953 se hizo la experiencia con gran éxito llevando allí al Sr. Rubió y a Carlos Riba. Nunca he visto tan lleno el Paraninfo de la Facultad de Letras ni nunca he visto tener tanto éxito a dos conferenciantes. Se produjo, pues, un clima muy cordial y útil. Por qué no encargarnos de sistematizar todo lo posible esto. Quizá –yo no soy sino un vocal y poco autorizado para hablar de ello– el marco del Congreso por la Libertad de la Cultura fuese uno de los medios adecuados para sistematizar estos útiles intercambios y estas invitaciones a conferenciantes catalanes. Lo que quizá crearía un clima de gentes que al conocer el problema lo comprendiesen.

Otra cosa que me parece importante es que se tradujesen obras catalanas al castellano. Ello es un reconocimiento al idioma. Y creo que algunos de nosotros podríamos tomar sobre nosotros este aspecto del problema, así como el de tratar en nuestros artículos de las obras escritas en catalán. Creo que estas dos cosas podrían contribuir a multiplicar la zona de simpatía, cosa que necesitamos si queremos plantear las cosas primero modestamente y después con más ambición.

Y, por último, hay el problema de la regularización de estos intercambios que supongo que Pablo Martí Zaro, que es el hombre del Congreso, tendrá algunas previsiones sobre ello y, en fin, yo en todo caso creo que deberíamos ya aquí apalabrar la próxima reunión, sin entrar ahora en una institucionalización más concreta. Reunión que tanto si se produce en un sitio como en otro, nosotros procuraríamos que sea más amplia numérica y representativamente por nuestra parte, y a la que creo que debería invitarse a algunos gallegos y vascos.

En fin, yo creo quo estas podrían ser las conclusiones de carácter práctico de nuestras reuniones y, naturalmente, esto no es una lista completa y espero que cualquiera que tenga alguna cosa que decir la diga, para que nuestro amigo Martí Zaro, que es el agente ejecutivo del Congreso, tome nota, levante acta y empiece a meditar en las previsiones prácticas que a ésto corresponderían.

[ Transcripción de tres folios mecanografiados. Archivo Pablo Martí Zaro-FPI. ]