Filosofía en español 
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Altos ejemplos

El Excelentísimo Señor Presidente de la República general Agustín P. Justo y el XXXII Congreso Eucarístico Internacional

Presidente
Excmo. Señor Presidente de la República, General Agustín P. Justo

Al cumplirse el primer aniversario del XXXII Congreso Eucarístico Internacional, y antes de poner fin a esta obra rememorativa de aquel acontecimiento, estimamos oportuno destacar los factores que más eficazmente contribuyeron a la grandiosidad de los actos realizados. Se ha dicho muy acertadamente que los homenajes tributados en la ciudad de Buenos Aires, a la Divina Eucaristía, constituyeron la más grandiosa exteriorización de fervor y de fe que hayan contemplado los siglos cristianos. Así fue en efecto, pues no había sido dado todavía a la humanidad contemplar un espectáculo semejante. Centenares de miles de personas llegadas de todas las provincias argentinas, de todos los pueblos de América, de todas las naciones del mundo, a rendir el tributo de su adoración a Jesús Sacramentado, hacían evocar los anuncios de los profetas de Israel y las fulgentes visiones del Águila de Patmos.

Los altos designios de la Providencia se manifestaron en aquella oportunidad de diversas maneras; ellos urgieron el celo del episcopado argentino para excitar los fervores del catolicismo, por medio de los congresos eucarísticos diocesanos e interdiocesanos que se realizaron previamente, ellos movieron los entusiasmos de las flamantes organizaciones de la Acción Católica, ellos sonaron como una llamada extraordinaria en los oídos de ancianos prelados y príncipes de la Iglesia de los más diversos pueblos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Septentrión, convocándolos a las magnas asambleas de Buenos Aires, ellos indujeron al soberano Pontífice a otorgar su embajada al eminentísimo Cardenal Pacelli, y ellos nos depararon aquellos días primaverales y diáfanos que sirvieron de marco a las grandiosas ceremonias.

Pero donde más singularmente se pusieron de manifiesto los designios providenciales, fue en la circunstancia de que se hallara presidiendo los destinos de nuestra República un hombre de arraigado catolicismo, como el general Agustín P. Justo, cuyos actos de adhesión al Congreso Eucarístico sirvieron de ejemplo a todos los fieles, cuya presencia dio realce a las ceremonias, cuyas palabras hicieron la apología del catolicismo en el banquete oficial ofrecido al delegado pontificio y cuya plegaria, a nombre de todo su pueblo, se elevó hasta el Altísimo, en la tarde memorable del 14 de octubre de 1934, expresando su fe con estas palabras:

“Jesús, Redentor nuestro: he aquí a vuestras plantas a un creyente que os dice: Señor Todopoderoso: haced que sobre el pueblo argentino descienda la paz, que ella reine en el espíritu de todos sus hijos, en sus hogares, en la nación entera, en la América, que reservasteis para la fe; en la humanidad toda, que tanto la necesita, que tanto sufre y llora por haber abandonado vuestra divina senda.”

“Señor de las naciones: ya que es vuestra voluntad que el hombre a quien hicisteis a vuestra imagen, luche para perfeccionarse, haced que lo haga en paz con sus hermanos, en paz con su conciencia, en la serena paz del corazón que dicta la concordia.”

Acompañando al primer magistrado en sus cristianas actitudes, los ministros del Ejecutivo Nacional, altos funcionarios del Estado, los jefes del Ejército y de la Armada, las tropas de mar y tierra, rindieron al Supremo Hacedor, público tributo de su adoración.

Análoga conducta observaron el señor intendente de la ciudad, doctor Mariano de Vedia y Mitre, y demás altas autoridades del Departamento Ejecutivo de la Municipalidad.