Filosofía en español 
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Historia del Partido Comunista de España1960


 
Capítulo cuarto ☭ La dictadura franquista

Una victoria de la clase obrera

Después del V Congreso, el Partido desarrolló una gran actividad para dar a conocer su nuevo Programa a las masas populares. Algunas de sus reivindicaciones, tales como el salario mínimo vital con escala móvil por una jornada efectiva de ocho horas; el principio de a trabajo igual, salario igual; el seguro de paro y otras, encontraron inmediato eco entre la clase obrera.

Ante la incesante subida de los precios, se extendía entre los trabajadores la exigencia de un aumento general de salarios y sueldos que aminorase su miseria.

Con el fin de acallar el descontento de las masas populares y de calmar el ambiente protestatario que cundía entre los obreros, los jerarcas sindicales decidieron convocar para junio de 1955 el «III Congreso Nacional de Trabajadores». Con este nuevo alarde demagógico, esperaban también recuperar su antigua influencia política y mantenerse como la fuerza fundamental del régimen franquista.

Pero la lucha de las masas trabajadoras impidió que tanto la preparación del «Congreso» como éste mismo discurrieran por los cauces que querían los jerarcas de los sindicatos verticales.

Las asambleas de enlaces sindicales de Lérida, Guipúzcoa, Sevilla, León, Burgos y otras provincias decidieron pedir un salario mínimo vital con escala móvil. En el mismo sentido se pronunciaron los «congresos regionales» de Barcelona, Vizcaya, Oviedo, Sevilla, Burgos, Valencia y otros.

El estado de ánimo de la clase obrera, reflejado en los debates y conclusiones de las asambleas de enlaces sindicales y de los «congresos regionales», presionó sobre el «III Congreso Nacional de Trabajadores», y éste aprobó, entre otros acuerdos, las tres reivindicaciones que figuraban en el Programa del Partido Comunista: un salario mínimo vital con escala móvil por una jornada efectiva de ocho horas de trabajo; a trabajo igual, salario igual y el seguro de paro.

Este hecho era una prueba de la fuerza de los trabajadores y, al mismo tiempo, demostraba que en el seno de los sindicatos verticales se iniciaban ciertos cambios. Muchos enlaces [253] eran obreros conscientes, defensores de los intereses de su clase. Por otro lado, no pocos vocales, jurados de empresa, presidentes de secciones sociales e incluso algunos funcionarios sindicales, influidos por la situación política del país, la acción de los obreros y la descomposición de Falange, evolucionaban hacia una actitud de comprensión de los intereses de los trabajadores y de hostilidad a la política de la dictadura franquista. La lucha de clases penetraba y se desplegaba dentro de esos mismos sindicatos.

La orientación del Partido respecto al trabajo en los sindicatos verticales era la de ayudar a los obreros a ganar en ellos posiciones y desarrollar un movimiento de Oposición Obrera para la defensa de los intereses de los trabajadores. Esta Oposición lucharía, además, para transformarlos en auténticos sindicatos obreros.

El Partido, fiel a la trayectoria seguida desde su fundación, tendía a la unidad sindical; trataba de lograr que, una vez liquidada la dictadura, la clase obrera española contase con una central sindical única, desterrando la antigua división sindical que tanto había perjudicado al movimiento obrero en épocas anteriores.

Después de la celebración del «III Congreso Nacional de Trabajadores», el Gobierno y los jerarcas sindicales pretendieron enterrar sus acuerdos y resoluciones, favorables a los obreros. El Partido denunció esta maniobra de la dictadura y dio a conocer ampliamente la aprobación en dicho Congreso de las tres reivindicaciones. En el llamamiento de octubre de 1955 explicó la importancia de que estas reivindicaciones hubiesen adquirido, al ser aprobadas, el carácter de una plataforma legal y común a todos los trabajadores de España.

Las tres reivindicaciones se convirtieron en bandera de combate de los trabajadores, que utilizaban las más variadas formas para luchar por ellas.

En febrero de 1956, el PCE volvió a dirigir un llamamiento a los trabajadores aconsejándoles prepararse a utilizar la huelga general si el Gobierno no otorgaba un aumento de salarios.

La idea de la huelga fue tomando cuerpo y extendiéndose por el país. Ante el temor de que se repitieran las [254] manifestaciones y protestas de 1951, el Gobierno decretó en marzo de 1956 un aumento de salarios de un 16 % prometiendo otro del 6% para el otoño. Estas decisiones no daban satisfacción a los trabajadores. El 9 de abril, los obreros de Pamplona se declararon en huelga exigiendo un salario mínimo de 75 pesetas. La huelga se generalizó en la capital navarra y se corrió a varios pueblos de la provincia y después a Guipúzcoa, Barcelona y Valencia, abarcando a 140.000 obreros. El movimiento huelguístico tuvo repercusiones en otras provincias.

En el verano de 1956 cobraron una amplitud inusitada las acciones reivindicativas, lo que obligó al Gobierno a encargar a los sindicatos verticales una encuesta sobre el «problema salarial». Muchas secciones sindicales respondieron planteando la necesidad de establecer el salario mínimo vital.

Al mismo tiempo, una gran parte de los trabajadores católicos participaba en la protesta. El ambiente que se respiraba en fábricas y talleres llegó a preocupar profundamente a la Iglesia; en una declaración hecha pública el 15 de agosto, los arzobispos españoles reconocían que los obreros vivían en la mayor indigencia y que tenían derecho a un salario más elevado.

El 1º de octubre de 1956, el Partido dirigió a los trabajadores un tercer llamamiento sobre el problema de los salarios. En él se decía que los comunistas no eran partidarios de la huelga por la huelga, pero que cuando los trabajadores veían cerrados todos los cauces para realizar sus aspiraciones, la huelga era legítima y necesaria.

Haciendo eco al llamamiento del Partido se levantaba por todo el país una marejada de acciones reivindicativas, de protestas, de reclamaciones, de recogida de firmas, a la que los sindicatos no podían substraerse.

Ante esta presión incontenible, el Gobierno franquista tuvo que retroceder; a finales de octubre de 1956 decretó un nuevo aumento de salarios, no del 6% como había anunciado, sino muy superior.

Esto representó una gran victoria de los trabajadores que reflejaba los progresos realizados por la clase obrera desde 1951. Su significado era tanto mayor por cuanto había sido lograda bajo la dictadura fascista. «La lucha de las masas [255] lo decide todo», había dicho reiteradamente el Partido. Los hechos vinieron a confirmarlo.

La atención que el Partido prestó a la lucha por el aumento de los salarios tuvo gran importancia para organizar a la clase obrera, unirla y elevar su conciencia política.

Historia del Partido Comunista de España, París 1960, páginas 252-255.