Filosofía en español 
Filosofía en español

Historia del Partido Comunista de España1960


 
Capítulo cuarto ☭ La dictadura franquista

La política de unión nacional

A los 5 meses de ser derrotada la República española, comenzó la segunda guerra mundial.

La resistencia del pueblo español, según afirmaba en el Manifiesto del Primero de Mayo de 1939 la Internacional Comunista, había frenado por espacio de casi tres años la agresión fascista.

La guerra empezó siendo una guerra imperialista tanto por parte de Francia e Inglaterra, como de Alemania. Pero posteriormente fue modificándose su carácter. Este cambio estuvo originado, fundamentalmente, por la resistencia de los pueblos a la agresión hitleriana, por la entrada en la contienda de la Unión Soviética y la formación de la poderosa coalición antihitleriana integrada por la URSS, Inglaterra, los EE.UU. y otros países.

Desde el primer momento de la agresión hitleriana a la URSS, el pueblo español se sintió solidario con el país del socialismo. El franquismo quiso ahogar este sentimiento de solidaridad incrementando sus persecuciones contra los demócratas y, en primer término, contra los comunistas. Muchos, camaradas fueron fusilados en aquellos días difíciles.

Unos meses más tarde el Partido sufrió una dolorosa pérdida: la muerte de su Secretario General, camarada José Díaz. [219] Por voluntad unánime del Partido fue designada para substituirle la camarada Dolores Ibárruri.

Al socaire de una seudoneutralidad, primero, y de una llamada «no beligerancia activa», después, el Gobierno franquista prestaba la máxima ayuda a la máquina bélica hitleriana. La política de la dictadura amenazaba meter de lleno a España en la guerra al lado del Eje fascista; ponía en peligro los más sagrados intereses de la patria.

En los manifiestos del Comité Central de agosto de 1941 y de septiembre de 1942, el PCE llamaba a crear la Unión Nacional de todos los españoles, aunando los esfuerzos en torno a la cuestión decisiva del momento: impedir la entrada de España en la guerra y oponerse a la ayuda que la dictadura otorgaba a las potencias fascistas.

El Partido llamaba a los trabajadores y al pueblo a sabotear la producción destinada a Alemania, a protestar contra los envíos de víveres y productos a HitIer; realizó una campaña contra el reclutamiento de la División Azul, organizada por Franco e integrada en el Ejército alemán para la guerra contra la URSS. El Partido lanzó la consigna: «Ni un hombre, ni un arma, ni un grano de trigo para HitIer». Fue el único partido español que, en la tierra misma de la patria, orientó y movilizó al pueblo en la lucha contra la entrada de España en la guerra.

En el transcurso de la guerra contra el hitlerismo, el movimiento guerrillero desempeñó un papel muy importante como impulsor de la resistencia popular a la dictadura franquista. El movimiento guerrillero se había formado espontáneamente en diversas regiones de España, al ser éstas ocupadas por las tropas fascistas; lo integraron grupos de demócratas obligados a huir para salvarse de la muerte, y que no pudieron pasar a la zona republicana. Al producirse la derrota de la República, el movimiento guerrillero se vio nutrido con nuevos grupos de fugitivos.

El Partido apoyó con todas sus fuerzas al movimiento guerrillero, que mantenía encendido, en el suelo de España, el fuego sagrado de la libertad y conservaba viva la esperanza de las masas en un futuro democrático. El trabajo de los comunistas daba un contenido político a la lucha de los [220] guerrilleros y contribuía a impedir que el aislamiento, la constante persecución, la vida azarosa de éstos en bosques y montañas, acorralados y perseguidos constantemente, introdujese entre ellos la desmoralización.

Como jefes, organizadores y combatientes del movimiento guerrillero, cientos de comunistas lucharon y cayeron cubiertos de imperecedera gloria. En esa desigual lucha, ofrendaron su vida los camaradas Ramón Vía, Manuel Ponte, Cristino García, Peregrín Pérez Galarza, José Isasa, José Antonio Yerandi, José Vitini, Manuel Castro Rodríguez, Antonio Medina, Felipe Ortuño, Segundo Vilaboy, José Mallo, Joaquín Almazán, Valentín Fernández, Ángel Carrero, Pedro Valverde, Numen Mestres y otros muchos, cuyo ejemplo heroico vivirá siempre en el corazón del pueblo.

Los guerrilleros eran la expresión más combativa de los sentimientos del pueblo. Amplias masas del país conservaban íntegro su odio al fascismo y eran contrarias a la entrada de España en la guerra. Pero el terror y las consecuencias de la derrota hacían muy difícil la exteriorización de sus sentimientos y de su protesta. La presencia de grupos guerrilleros en muchos lugares del país ejercía sobre el Gobierno una constante presión y, en no pequeña medida, la actividad guerrillera contribuyó a frenar los deseos de participar en la guerra de Franco y su camarilla.

Serrano Suñer reconoció, en el curso de una entrevista con Hitler a finales de 1940, las dificultades que para la entrada de España en la guerra representaba la existencia de grupos guerrilleros en el Norte del país y de «muchos elementos comunistas entre la población».

El movimiento guerrillero fue uno de los aspectos ele la contribución de las fuerzas revolucionarias españolas a la guerra mundial contra el fascismo.

Si España no participó totalmente en la guerra al lado de Hitler no fue gracias a Franco, sino a pesar suyo. Y en el complejo de factores (económicos, estratégicos, políticos, externos e internos) que imposibilitaron a Franco llevar a España a una beligerancia abierta y total, la causa determinante fue la oposición del pueblo español y de distintas capas burguesas, manifestada de diferentes formas. [221]

Al propugnar la política de Unión Nacional, el Partido Comunista tenía en cuenta que la neutralidad de España no interesaba sólo a las izquierdas; interesaba a la inmensa mayoría del país, incluidos sectores conservadores y católicos, a militares y a importantes grupos capitalistas españoles ligados al capital anglo-americano.

La oposición de estos sectores de derecha a la entrada de España en la guerra agravó las contradicciones en el seno del equipo gobernante franquista y frenó la política belicista de Franco y de Falange.

En torno al objetivo concreto de preservar la neutralidad se operó prácticamente –sin establecerse ningún acuerdo– cierta convergencia de los esfuerzos de diversos sectores sociales y políticos del país, desde los de signo obrero hasta influyentes círculos burgueses conservadores.

La política de Unión Nacional tendía no sólo a impedir que Franco arrastrase al pueblo español a la trágica aventura de la guerra, sino a desbrozar el camino hacia el derrocamiento de la dictadura del general Franco y el restablecimiento de una situación democrática en España.

La política de Unión Nacional preconizada por el PCE se basaba en el hecho de que la gama de las fuerzas opuestas a la política franquista de apoyo al hitlerismo, era más amplia que la de las fuerzas que habían luchado por la República. Existía la posibilidad de un reagrupamiento de las fuerzas políticas que, poniendo fin a la división abierta por la guerra civil, incorporase a la acción contra la dictadura a sectores que antes la habían apoyado, pero que en 1942 se pronunciaban en favor de la coalición antihitleriana y de la neutralidad española.

El Partido era consciente de que esa evolución política sólo era una posibilidad; por convertirla en realidad luchó con todas sus fuerzas.

En el manifiesto de septiembre de 1942, el Comité Central del Partido Comunista decía:

«Los momentos trascendentes que vivimos obligan a deponer las diferencias, los odios y las pasiones que nos separaron hasta hoy, para colocar por encima de todo, el [222] interés supremo de España y salvar a nuestro pueblo de la guerra y de la muerte a las que Franco y Falange quieren lanzarle».

En su deseo de facilitar la constitución de la Unión Nacional, el Comité Central del PCE propuso, en el manifiesto citado, un programa susceptible de ser aceptado por las fuerzas de izquierda y derecha, dispuestas a luchar contra el franquismo.

Un punto esencial de ese programa era crear un gobierno de Unidad Nacional que, una vez derrocada la dictadura y restablecidas las libertades políticas, llevara a cabo unas elecciones para que el pueblo, libre y democráticamente, decidiese el futuro régimen del país.

Historia del Partido Comunista de España, París 1960, páginas 218-222.