Filosofía en español 
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Historia del Partido Comunista de España1960


 
Capítulo cuarto ☭ La dictadura franquista

El terror

Tras la derrota del pueblo en marzo de 1939, se instauró en España una dictadura fascista encabezada por el general Franco.

¿Cuál era el carácter de ese régimen? ¿Qué intereses servía?

Era el poder del capital financiero y de la aristocracia terrateniente, la dictadura terrorista y sangrienta de los grupos más reaccionarios de la gran burguesía y de los latifundistas, que para ejercer su dominación se apoyaban en el Ejército, la Iglesia y en la Falange, fuerza política esta última predominante en el llamado «Movimiento Nacional», donde se fundían, en abigarrada amalgama, todos los sectores de la reacción española. Utilizando el aparato estatal como un instrumento a su servicio, la oligarquía se sirvió de los fondos del tesoro público para sus negocios y desarrolló en grandes proporciones el capitalismo monopolista de Estado.

Las fuerzas oligárquicas, que para adueñarse del Poder habían recurrido a una sangrienta guerra, impusieron al país una feroz política de represión y persecución.

La dictadura franquista no dejó piedra sobre piedra de la obra de la República; abolió todas las conquistas políticas [212] y económicas alcanzadas por los trabajadores durante largos años de lucha; no toleró el más insignificante vestigio de instituciones democráticas; suprimió la Constitución de 1931 y el Parlamento, anuló las libertades autonómicas de Cataluña y Euzkadi y disolvió todos los partidos políticos y los sindicatos obreros de clase.

Una ola de sangriento terror –encarcelamientos, torturas, asesinatos, aplicación de la ley de «fugas»– se abatió sobre los españoles, produciendo centenares de millares de víctimas.

Las fuerzas represivas del Estado y las escuadras armadas de Falange llevaron el luto y el dolor a millares de familias españolas. No había justicia ni ley que amparase a los demócratas: en las cárceles se sucedían a diario las «sacas», que llevaban al paredón de las ejecuciones a centenares de personas.

Decenas de miles de combatientes del Ejército republicano fueron recluidos en campos de concentración y plazas de toros, hacinados como el ganado, a la intemperie, sometidos a un trato inhumano, condenados al hambre y a la muerte.

El franquismo promulgó una serie de leyes punitivas, negación de todas las normas del derecho, que constituyen un auténtico Código de represión fascista.

Recordando su visita a España a los tres meses de finalizada la guerra, Ciano, Ministro de Asuntos Exteriores de Mussolini, escribió lo siguiente:

«Los fusilamientos son numerosísimos aún: sólo en Madrid hay de 200 a 250 al día, en Barcelona, 150, y 80 en Sevilla, ciudad que nunca estuvo en manos de los rojos…».

Durante su permanencia en España, Ciano comprobó que había 10.000 hombres condenados a muerte, esperando el momento de su ejecución.

La dictadura no sólo descargó sobre la clase obrera terribles golpes para exterminar físicamente a sus mejores hijos, la sometió, además, a la explotación más brutal y despiadada.

Los salarios fueron rebajados al nivel anterior a julio de [213] 1936, mientras la escasez de víveres, la especulación y el mercado negro habían hecho subir en tres y cuatro veces los precios de las subsistencias.

La moneda de la República fue suprimida, lo que colocó en una situación angustiosa a la población de la antigua zona republicana.

La exportación en gran escala de víveres y materias primas a los países del Eje –como pago de la deuda de guerra contraída por Franco– agravaba todavía más la miseria de los españoles.

En millones de hogares humildes reinaba el hambre: en 1930, el Servicio de Auxilio Social distribuía mensualmente 25 millones de raciones de sopa a personas carentes de todo ingreso y que acreditasen «buena conducta». España «era una inmensa cola a la puerta del cuartel, a la hora del rancho», decían los mismos falangistas.

En el campo, la represión alcanzó pavorosas proporciones. Las aldeas fueron testigos de crímenes y ferocidades sin nombre, cometidos contra campesinos y contra los combatientes del Ejército republicano obligados a retornar a sus pueblos de origen para ser «depurados». Millares de hombres huyeron a las ciudades o se «echaron al monte» para salvar la vida.

La dictadura fascista liquidó la Reforma Agraria de la República. La contrarreforma franquista fue una de las páginas más sangrientas del furor vindicativo de las castas oligárquicas latifundistas. Los campesinos que habían recibido parcelas de tierra tuvieron que devolverlas a los terratenientes, pagando las rentas devengadas. Arrendatarios y aparceros fueron expulsados en masa o se les impuso el pago de rentas atrasadas hasta de tres y cinco años. El desahucio de los campesinos fue acompañado muchas veces de detenciones, despojos y fusilamientos.

La camarilla franquista se ensañó con los hombres de ciencia, universitarios, escritores y artistas progresivos. Muchos tuvieron que emigrar o perdieron sus medios de existencia, sus cargos profesionales, sus cátedras, siendo condenados prácticamente al ostracismo. Como estigma infamante del régimen franquista quedará para siempre el asesinato de [214] destacados intelectuales españoles, como Federico García Lorca. Leopoldo Alas, Juan Peset, Carrasco Formiguera, Rahola, y la responsabilidad de la muerte en el exilio de Antonio Machado y, más tarde, en la cárcel, la de Miguel Hernández.

El régimen franquista privó a las instituciones científicas de valiosas colaboraciones y asestó un golpe demoledor a los cuerpos docentes. La Iglesia pasó a dirigir la educación del país y se restablecieron todos los privilegios que disfrutaban las Congregaciones religiosas en materia de enseñanza antes de 1931.

Se estableció una doble censura eclesiástica y falangista que asfixiaba a la creación literaria y artística. Obras destacadas del acervo de la cultura española y universal fueron proscritas.

Historia del Partido Comunista de España, París 1960, páginas 211-214.