Filosofía en español 
Filosofía en español

Historia del Partido Comunista de España1960


 
Capítulo tercero ☭ La guerra nacional revolucionaria

Las consecuencias de Munich en España

Mientras continuaba la batalla del Ebro, la última de las grandes batallas de la guerra, se realizaba, a fines de septiembre de 1938, el vergonzoso acuerdo de Munich entre Hitler, Mussolini, Chamberlain y Daladier, en virtud del cual se desmembraba a Checoslovaquia y se la entregaba al fascismo [192] alemán. El hecho creaba una situación internacional profundamente distinta a la que hasta entonces existía.

La política de Munich significaba el apoyo descarado de los imperialistas ingleses y franceses a las agresiones de Hitler en Europa. Esta política tuvo la adhesión plena de los dirigentes de la II Internacional que se entregaron a una propaganda ignominiosa, intentando convencer a los pueblos de la necesidad de capitular ante el fascismo. Esa política tenía como objetivo impulsar a HitIer a la agresión contra la Unión Soviética. Chamberlain y Daladier abrían a Hitler el camino de Praga con la idea de que ésa no sería más que la primera etapa de la marcha hacia Moscú.

La política muniquense no fue aplicada solamente respecto a Checoslovaquia. Los gobernantes anglo-franceses, sostenidos por los dirigentes de la II Internacional, la aplicaron también a la República española. A partir de Munich, Inglaterra y Francia no se limitaron a encubrir la intervención germano-italiana en España, sino que intervinieron ya en diversas formas directamente para romper la resistencia española y, sobre todo, en la de quebrantar y deshacer la unidad obrera y popular.

A fin de establecer las tareas que se desprendían de la nueva situación se reunieron en Barcelona, los días 29 y 30 de septiembre de 1938, los miembros del Comité Central que se encontraban en Cataluña, en una Asamblea, a la que fueron invitados algunos militantes del Partido que ocupaban cargos militares o estatales importantes.

El mantenimiento y desarrollo de la resistencia ante la agravación de la situación internacional hacía necesario plantearse en primer término el problema de las relaciones de los españoles que combatían por la democracia con los españoles de la zona invadida. Los esfuerzos que hasta entonces se habían hecho para alentar y dar vigor a los numerosos elementos que en la zona facciosa querían, como los de la zona republicana, ver a España libre e independiente, eran escasos y excesivamente tímidos, a juicio del Partido.

El Partido propugnaba hacer cuanto fuera posible para organizar en la otra zona un movimiento popular nacional que fuese la continuación de la política democrática de [193] Unión Nacional de todos los españoles, enderezada a lograr lo que constituía el punto cardinal de la acción militar y política de la democracia española: la supervivencia de España como un país libre sobre una base democrática. El Partido pedía asimismo que, en aplicación del programa de los Trece Puntos, se garantizase a todos los ciudadanos la libertad de conciencia y la práctica del culto. El Partido decidió reforzar las relaciones con el Partido Socialista e intensificar su esfuerzo en pro de la unidad sindical.

La resolución de la Asamblea señalaba este punto esencial: La necesidad de continuar con la mayor energía la lucha contra el derrotismo y contra toda tendencia a romper la resistencia del Ejército, lo que significaría la entrega del país a los invasores, la renuncia a la independencia y a la integridad territorial de España, la traición a la patria.

Esta cuestión cobraba una importancia decisiva: estimulados por la política muniquense, los elementos capituladores, que tanto daño habían causado ya a la causa republicana, intensificaban su actividad derrotista y disgregadora, tanto en la retaguardia como en los Estados Mayores de los Ejércitos. Así, después de Munich, empezaba a tomar cuerpo un bloque de fuerzas políticas heterogéneas y de elementos militares dispuestos, sirviendo consciente e inconscientemente los planes de Londres y de París, a impedir que continuara la resistencia y a provocar el derrumbamiento de la República.

Las consecuencias del oprobioso pacto de Munich se hicieron sentir muy pronto en los frentes de batalla de la República. Franco recibió, para organizar una poderosa contraofensiva en Cataluña, nueva y muy considerable ayuda de Italia y Alemania.

Entre tanto, en el campo republicano, la creciente actividad de los capituladores, concretamente en la zona Centro-Sur, se traducía en la pasividad casi absoluta de los otros frentes de combate, mientras en el del Ebro se multiplicaban los contraataques franquistas y se volcaba el grueso de las fuerzas enemigas.

Negrín realizaba una política de resistencia, pero sin la debida firmeza, haciendo concesiones a los enemigos de ésta, tolerando la escasa o nula actividad de los otros frentes, y las [194] actuaciones contra la realización de la política de reservas y fortificaciones. Todo ello se traducía en una falta de ayuda en todos los órdenes al Ejército del Ebro que, en aquellos momentos, resistía al esfuerzo principal del enemigo.

Durante los meses de septiembre, octubre y la primera quincena de noviembre, las unidades fascistas desarrollaron su contraofensiva, sufriendo en ella tan enormes pérdidas que si entonces los otros frentes hubieran actuado con energía podía haber cambiado totalmente la suerte de la guerra. Pero el enemigo acumulaba en el Ebro todas sus fuerzas y el Ejército del Ebro también experimentaba grandes pérdidas. Al fin, después de haber cumplido con creces el objetivo estratégico que le había sido asignado, con un material desgastado y falto de proyectiles artilleros, hubo de retirarse a la otra orilla del río el 15 de noviembre de 1938.

El ministro de Defensa no supo aprovechar ni respaldar la acción militar, reforzando las unidades de Cataluña, profundamente desgastadas, con las reservas necesarias. El cierre hermético de la frontera franco-española contribuía a impedir el abastecimiento de las fuerzas populares. Estas no podían ya por ellas mismas ofrecer suficiente resistencia a la nueva ofensiva de las fuerzas franquistas e invasoras en Cataluña que comenzó el 23 de diciembre de 1938.

El día 25 de enero de 1939 los franquistas llegaron a los barrios extremos de Barcelona v el 26 entraron en la capital catalana.

En el Castillo de Figueras celebraron las Cortes de la República su última reunión en España. El Parlamento aprobó unánimemente el programa del Gobierno que se concretó en tres puntos. Estos eran: Independencia de España; autodeterminación libre del pueblo con ayuda de un plebiscito y exclusión de todas las medidas represivas después de terminada la contienda. Esos puntos fijaban los objetivos del pueblo en la nueva situación y a ellos supeditaba la República su resistencia ulterior.

En los primeros días de febrero el enemigo entró en la provincia de Gerona, el día 4 tomó esa ciudad y prosiguió su avance hacia la frontera. El Gobierno la pasó el día 9. El Ejército se retiró de Cataluña con perfecto orden y absoluta [195] disciplina. Y con él abandonaron la tierra española decenas de miles de ciudadanos que así atestiguaban de nuevo la repulsa al fascismo de la mayoría de los españoles.

Historia del Partido Comunista de España, París 1960, páginas 191-195.