Filosofía en español 
Filosofía en español

Catecismo de los Incas

[ fines de 1820{*} ]


Capítulo primero

Pregunta. Decidme niño ¿cómo os llamáis? Respuesta. Patriota.

P. ¿Qué quiere decir patriota? R. Hombre de bien.

P. ¿Cuál es la señal del patriota? R. La santa libertad.

P. ¿Y por qué? R. Porque por ella han muerto los más grandes héroes, por redimirnos y libertarnos del cautiverio español.

P. ¿Cuándo usaremos de esta señal? R. Siempre que comenzáremos a pensar sobre la buena obra de nuestra independencia, cuando seamos tentados de los godos, y morir por ella siempre que esté en peligro de perderse.

P. Mostrad cómo. R. Diciendo así: muramos con valor y constancia en defensa de la libertad, en el nombre de la religión, de la patria y de la unión.

P. ¿Y cuántas son las obligaciones del patriota? R. Tres.

P. ¿Cuáles son? R. Saber ser cristiano, católico, apostólico romano; defender su religión, patria y ley; y morir antes que ser vencido.

P. ¿Quién es nuestro presidente? R. El Excmo. Señor Don José de la Riva Agüero.

P. ¿Quién es el enemigo de nuestra felicidad? R. El español.

P. ¿Y quién es este hombre? R. Un señor intruso, infinitamente malo y codicioso, principio de todos los males y fin de todos los bienes; es el compendio y depósito de todas las maldades.

P. ¿Cuántas naturalezas tiene? R. Dos: una diabólica y otra inhumana.

P. ¿Cuántos de estos hay? R. Uno verdadero, pero trino en personas falsas.

P. ¿Cuáles son? R. Fernando VII, Canterac y La Serna.

P. ¿Es más malo uno u otro? R. No padre, pues todos tres son iguales.

P. ¿De quién procede Fernando? R. Del infierno y del pecado.

P. ¿Y Canterac? R. De Fernando.

P. ¿Y La Serna? R. De uno y otro.

P. ¿Qué atributos tiene el primero? R. La soberbia, la maldad y el despotismo.

P. ¿Y el segundo? R. El robo, la infamia y la crueldad.

P. ¿Y el último? R. La tradición, la lascivia y la ignorancia.

Capítulo II

P. ¿Y quiénes son los españoles? R. Los antiguos cristianos y los herejes nuevos.

P. ¿Quien los ha conducido a este delirio? R. La falsa filosofía y la perversa costumbre.

P. ¿Ha de tener fin algún día generación tan inicua? R. Según el sentir de los más sabios políticos está muy próxima su ruina.

P. ¿Volverán alguna vez acá? R. Sí padre.

P. ¿Cuándo vendrán? R. El día del juicio.

P. ¿A qué han de venir? R. A maldecir enteramente la hora de haber sacrificado las inocentes vidas de los incas.

P. ¿De quién sabes estos anuncios? R. De las disposiciones de nuestra santa madre la patria.

P. ¿Quién es la patria? R. El conjunto o congregación de muchos pueblos regidos por un gobierno representativo y gobernados por una misma constitución.

Capítulo III

P. ¿Quién es el que hace hoy de general en el ejército español? R. La segunda persona de la trinidad endemoniada.

P. ¿Cuáles son sus oficios? R. Los de engañar, talar, robar, asesinar y oprimir.

P. ¿Qué doctrina quiere enseñarnos? R. La de engañar, talar, robar, asesinar y oprimir.

P. ¿Y qué más quiere enseñarnos? R. La herejía, la depravación de costumbres y la irreligión.

P. ¿Quién puede librarnos de semejante diablo? R. La unión, la constancia y las armas.

P. ¿Será pecado matar españoles? R. No padre, si se les encuentra con las armas en la mano, robando, talando, &c., o en disposición de hacerlo: los que se rindan deben admitirse y protegerse; y los enfermos socorrerse y respetarse, pues en ello brillará la humanidad en que nadie excede al americano.

Capítulo IV

P. ¿Qué conducta y política debe regir a los patriotas? R. Las máximas de Jesucristo y el Evangelio.

P. ¿Cuáles sigue nuestro adversario? R. Las de Maquiavelo.

P. ¿En qué se fundan? R. En el egoísmo y amor propio.

P. ¿Y qué fines llevan? R. El beneficio propio y el perjuicio del común de sus semejantes.

P. ¿Cómo los siguen? R. Presentándonos crímenes y delitos por virtudes.

Capítulo V

P. ¿Qué es el valor? R. Una constancia y firmeza de espíritu que busca con prudencia y serenidad de ánimo la ocasión de la victoria.

P. ¿Quién es ante la patria el mejor hijo de ella? R. El que se porta con más valor, honor y desinterés propio, sea el que fuere.

P. ¿Quiénes son los que solicitan grandezas, honores y ascensos, antes de haber ejercitado la virtud? R. Los abogados y necios que no saben obedecer y por lo regular son los más inútiles.

P. ¿Y quiénes son obligados a tomar las armas? R. Todos en general, y particularmente aquellos que eligiese el gobierno por más aptos, bien dispuestos y menos útiles a la población.

P. ¿Los demás qué obligación tienen? R. Contribuir con generosidad con todos los bienes que han recibido de ella manifestando su patriotismo.

P. ¿El que no tiene que hará? R. Pedir a Dios por la felicidad de las armas patriotas, y ocuparse en los negocios a que están destinados, que también es contribuir a la abundancia y felicidad política.

P. ¿De quién debemos esperar estas cosas? R. De Dios nuestro señor, de nuestra justicia, de la pericia y lealtad de nuestros generales y oficiales, y de nuestro valor y docilidad.

Capítulo VI

P. ¿Con qué medios han ocupado nuestros pueblos los tiranos? R. Con el engaño, la traición, la vileza y la perfidia.

P. ¿Y estos son bastantes y suficientes? R. No padre, antes más bien se han hecho indignos de nuestra condescendencia; y debemos resistir con todas nuestras fuerzas a un sanguinario monstruo que quiere quitarnos nuestros derechos libres, por medios tan injustos y abominables.

P. ¿Qué felicidad debemos buscar? R. La que ellos no pueden darnos.

P. ¿Y cuál es? R. La seguridad de nuestros derechos y personas, el libre ejercicio de nuestra sagrada religión y el establecimiento de un gobierno arreglado a las costumbres actuales de la América y relaciones con las provincias aliadas.

P. ¿Y quién podrá hacer esto? R. El sabio y soberano congreso a quién Dios guarde con mayores felicidades por los siglos de los siglos. Amén.


{*} «Como una muestra de las ideas que cundían por este tiempo [“a fines de 1820”] entre los peruanos, y de su entrañable malquerencia hacia los españoles, trasladamos a continuación un documento curioso, que debemos a la generosidad de uno de los señores oficiales generales que se hallaban entonces en el Perú, el cual documento creemos que no desagradará a nuestros lectores, por cuanto él no ha visto aun la luz pública; al menos, no ha llegado a nuestra noticia. Es este un Catecismo que los indígenas insurgentes hacían aprender a sus hijos, imbuyéndoles los sentimientos de emancipación e independencia. He aquí el Catecismo indígena…» (José Segundo Flórez, Espartero. Historia de su vida militar y política y de los grandes sucesos contemporáneos, Imprenta de la Sociedad Literaria, Madrid 1843, páginas 50-54, nota 1.)