Filosofía en español 
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Cinematografía

[ Anthonius ]

Una solemnidad cinematográfica

Estreno de Intolerancia

En el Real Cinema y Príncipe Alfonso. Las conferencias de García Sanchiz. Como ha recibido el público de Madrid la moderna creación de Griffith. La revolución en el cinematógrafo

Escribimos estas cuartillas, no bajo la visión única del día del estreno, propicio siempre a las grandes equivocaciones. Desde aquel momento hasta ahora hemos visto Intolerancia cuatro veces, dos en el Real Cinema y otras tantas en el Príncipe Alfonso, mezclándonos con el público, escuchando sus comentarios, reflejándose en nuestro espíritu la impresión ajena, que, quizá por ser tan directa y al propio tiempo tan intensa, anuló por completo la nuestra, adquirida en dos proyecciones anteriores, vistas en la fría hosquedad de una prueba.

Intolerancia ha constituido en Madrid un acontecimiento rotundo, definitivo.

Intolerancia es una cinta que ha causado sensación y asombro porque significa la línea divisoria entre los procedimientos actuales de la cinematografía y los modernos que el público reclama.

No se trata de una película más, en que el argumento y su desarrollo lisonjean los gustos del público que quiere adivinar rápidamente el epílogo de la cinta. No. En Intolerancia se unen cuatro películas que, aunque divergentes por los tiempos que cada una de ellas refleja, coinciden en los instantes precisos para demostrar que la Humanidad ha sido siempre intolerante a través de las distintas épocas y edades.

Griffith ha espigado en la historia del mundo, animado de un deseo, acuciado por una obsesión. No ha creído Griffith, como creyó el poeta, que

Cualquier tiempo pasado fue mejor...

Para Griffith, todos los tiempos han sido iguales en lo que a intolerancia se refiere, y para ello ha escogido tres momentos culminantes de la Historia, comparándolos con la época actual.

Son aquellos momentos la destrucción de Babilonia, las parábolas de Cristo y la luctuosa noche de San Bartolomé, durante el reinado de Carlos de Anjou, rey de Francia, y de su madre, Catalina de Médicis.

El reinado de Carlos IX

Fielmente reflejada, aparece en Intolerancia, con todo su esplendor, la Corte de Carlos IX, donde Catalina de Médicis, la reina tan discutida por la Historia; Francisco de Anjou, hermano del rey, y el almirante Coligny, jefe del partido hugonote, encarnan las dos tendencias de aquella época de pasión, de antítesis irreducible, que trajo como consecuencia la sangrienta noche de San Bartolomé.

Las parábolas de Cristo

Discretamente, sin irreverencia alguna, aparece en Intolerancia la divina figura de Cristo, oponiendo con su ejemplo un dique a las intolerancias de escribas y fariseos.

Las santas parábolas de las bodas de Canán y de la mujer adúltera, los procedimientos empleados por los enemigos de Jesucristo y una rápida visión de la calle de la Amargura, aparecen en la película Intolerancia como un llamamiento supremo a la bondad de los hombres para que cesen en sus actitudes intolerantes.

Babilonia y su tiempo

Pero donde Griffith ha puesto su entusiasmo, sus amores y las galas de su genio creador, ha sido en la reproducción de la época de Babilonia, durante el reinado de Baltasar, que vio destruida la ciudad de sus ensueños, la cuna de las civilizaciones posteriores, por el empuje arrollador de las huestes de Ciro, rey de Persia.

Jamás se ha visto en una película una grandiosidad como en esta parte de Intolerancia.

El ataque a Babilonia, el ensoñador palacio de Baltasar, el orgiástico festín organizado para celebrar el triunfo, que fue efímero; la destrucción de la hermosa ciudad, con sus prolongadas murallas, sus gigantescas puertas, su ornamentación jamás igualada, las masas enormes de combate, la muchedumbre dedicada a una vida regalada, muelle, tranquila; todo, en fin, aparece en Intolerancia tan prolijo, tan minuciosamente presentado, que viendo la película se cree el espectador transportado a aquellos tiempos históricos.

El drama moderno

Emocionante, real, abrumador por su verismo, por su intensidad dramática, es el drama de la época moderna que aparece en Intolerancia, una bellísima página de cinematografía.

Tan interesante es, que, especialmente en la última mitad de la película, el espectador no alienta siquiera, pendiente de la trágica aventura que corre uno de los protagonistas, con grave peligro de su vida.

He aquí abocetado el argumento de Intolerancia, la prodigiosa creación de Griffith.

* * *

Era peligrosa la prueba de exhibir ante el público una película que, como decimos anteriormente, no lisonjea sus gustos haciéndole adivinar fácilmente lo que va a ocurrir en el epílogo.

En Intolerancia se traslada rápidamente el público de una a otra época, sin advertirle, sin iniciarle, sin una preparación que acusase travesura. Y aquí es precisamente donde se atisbaba el peligro.

¿Cómo ha recibido el espectador esta mezcla verdaderamente cinematográfica?

La contestación la ha dado el público con las estruendosas salvas de aplausos que pusieron contera a la proyección de Intolerancia.

Antes ya se adivinaba su emoción e interés, pues durante el descanso hacía animadísimos comentarios, coincidentes todos en considerar Intolerancia como la verdadera joya cinematográfica de nuestros tiempos.

Y, en general, los espectadores supieron definir perfectamente la intención de Griffith al buscar la coincidencia de momentos en cada una de las cuatro épocas a que alcanza la grandiosa producción.

Hemos presenciado muchos estrenos de películas más o menos costosas y en las que el interés y la emoción marchaban parejos; pero jamás hemos visto un suceso tan grande como el de Intolerancia.

Durante las cuatro proyecciones que han pasado en cada uno de los salones de la Empresa Sagarra, no se ha apreciado ni un solo instante de cansancio; al contrario, Intolerancia, no obstante su metraje, sacude de tal modo el espíritu del espectador, le emociona tanto y le hace ver tantas grandiosidades, tantas maravillas, que obra el milagro de aparecer breve, a pesar de los seis actos de que consta.

* * *

Con motivo de Intolerancia se ha introducido en el espectáculo cinematográfico una novedad que ha sido muy bien recibida.

Nos referimos a las “charlas previas” de Federico García Sanchiz, el ameno “causeur” español, que ha realizado el milagro de sostener al público pendiente de su conversación desde un escenario como el del Real Cinema.

Si pudiéramos reproducir aquí textualmente cada una de las cuatro “charlas” que ha dado Federico García Sanchiz, nuestros lectores saborearían los encantos que quedaron reservados exclusivamente a los habituales del Real Cinema.

Comenzó evocando pintorescamente a los antiguos explicadores de películas, de quien se declaró sucesor, aunque procurando recordar también a los maestros de la “causerie” de salón, modernos abates que, como los del siglo XVIII, ofrecían al marqués la tabaquera de rapé, que hace estornudar, y a la marquesa el madrigal, que hace sonreír, brindando a aquél sus ironías y a ella sus espiritualidades.

Refirió luego su honroso compromiso con Griffith de servirle de intérprete con el público de España, y a seguida describió el estreno de Intolerancia en la capital de Nueva York.

De tal modo amontonó Sanchiz bellas referencias de la ciudad americana, que los espectadores se creían transportados a la populosa urbe.

—Griffith –dijo Sanchiz en una de sus conferencias– concibió esta grandiosa obra de Intolerancia ante un suceso pequeño, menudo; pero el genio creador agrandó las proporciones de tal modo, que no pudo contener su vuelo en los breves horizontes de nuestra época, y hubo de remontarse a otros tiempos y a otras edades.

Hizo un comentario lírico de cada una de las partes de que consta la tetralogía de Intolerancia, abundando las imágenes felices. Sobre todo la visión de Babilonia, toda suntuosidad, y la de Judea, con sus pastorales, alcanzaron momentos de acierto definitivo, que el público premió con salvas de aplausos.

Tuvo Sanchiz para Griffith un recuerdo de gratitud:

—El coloso americano de la cinematografía –dijo Federico García Sanchiz– ha buscado en la Historia los argumentos supremos para demostrar que la intolerancia vivió siempre desde la época de Caín y Abel.

Y al bucear en ese gran libro de las amargas verdades, surgió potente, fiera como una obsesión escalofriante, la visión de España, que se ofrece en el extranjero con la negra leyenda de nuestro duque de Alba en los Países Bajos, de nuestra Inquisición, de nuestros capitanes conquistadores de América. Pero Griffith no aceptó esta página de España, porque Griffith ve a España reflejada en una reproducción de la Giralda que se yergue, soberbia y morena entre los rascacielos de Nueva York, a modo de una espléndida peineta que aguarda la filigrana de una mantilla española hecha con la gasa de las nieblas de la ciudad.

Por eso –agregó Federico García Sanchiz–, yo envío desde aquí un saludo a Griffith en nombre de España, que acogerá Intolerancia con el entusiasmo que nos producen siempre las buenas obras.

* * *

Han sido, en suma, las conferencias de Federico García Sanchiz bellas notas de color, que ha escuchado el público con verdadero deleite.

Y el estreno de Intolerancia, lo repetimos, un sensacional acontecimiento que no se olvidará fácilmente.

Anthonius