Filosofía en español 
Filosofía en español


Juan José Morato

Recuerdos de un anciano

El proletariado militante y las jerarquías

El Consejo general de la Internacional –en el que Marx era secretario para Alemania– presentó al Congreso de Basilea (1869) la moción siguiente, que fue aprobada:

«Considerando que no es digno de una Sociedad obrera mantener en su seno un principio monárquico y autoritario, admitiendo presidentes incluso aun cuando no estén investidos de poder alguno, y siendo hasta las distinciones puramente honoríficas un atentado contra los principios democráticos, el Congreso invita a todas las Secciones y Sociedades afiliadas en la Internacional a abolir las presidencias en el seno de ellas.»

El Consejo general de Londres había comenzado dando ejemplo. No tenía presidente y sí sólo un secretario general. Presidía las sesiones cualquiera de los miembros del Consejo, y las comunicaciones eran firmadas par todos, y además por el «presidente de la sesión» y el mentado secretario general.

Cuando en España se nombró el primer Consejo federal, el Congreso de Barcelona se limitó a elegir para formarle a cinco compañeros de Madrid, y éstos cubrieron los cargos del modo siguiente: Francisco Mora, secretario general; Angel Mora, tesorero; Enrique Borrel, contador, y Anselmo Lorenzo y Tomás G. Morago, vocales.

Las actas de las sesiones celebradas por los cuatro Consejos federales que tuvo la Internacional española desde julio de 1870 hasta el golpe de Estado de Pavía, se custodian en la Biblioteca Arias de Barcelona; por ellas se ve que cada uno de los miembros del Consejo presidía por turno las sesiones.

Este sentimiento hostil a toda posibilidad de encumbramiento y también de sumisión llevó a suprimir todo tratamiento, reemplazándole con «hermano» «ciudadano» y «compañero» –y modernamente «camarada»– y extendiendo el uso del «tú», aunque esto no de un modo general y obligatorio, pudiera decirse.

Así, por ejemplo, hay cartas de Mesa a Engels y de Engels a Mesa, donde se emplea el «usted» o el «vous» –casi todas están en francés–, y hay alguna de Lorenzo a Engels –y se conocieron en la Conferencia de Londres de 1871– en que se usa el «tú».

En tiempos relativamente modernos –fines de 1894– yo recuerdo haber abierto una carta de Engels a Iglesias –ausente de Madrid entonces–, escrita primero en castellano, después en italiano y finalmente en francés, en la que comienza quejándose de que se le trate ceremoniosamente de «usted». «¿Cómo –pregunta–; dos viejos internacionales como nosotros se han de tratar de usted?» Hace después algunas consideraciones de orden afectivo, y acaba esta parte de su carta exclamando como va copiado: «¡Ea, pues, “dal tú”!»

Y había más. La palabra «jefe» estaba borrada del léxico de la Internacional. Por los comienzos del año 1872 algunos periódicos franceses publicaron biografías de Marx llamándole jefe de la Internacional. «La Campana de Gracia» pergeñó una biografía en catalán, y «La Federación», de Barcelona, que meses después abominaría de todo el Consejo general, tras de hacer justicia al futuro enemigo, escribió indignada: «Entiéndase de una vez por todas que la Internacional no tiene jefes ni santones. No hay nadie en la Internacional que posea el más pequeño poder autoritario; todos los cargos son revocables en todo instante. Karl Marx, pues, con ser individuo del Consejo general, ni es jefe ni puede mandar nada.»

Por aquellos días, en Madrid, «La Ilustración Española y Americana» publicó asimismo la biografía de Marx, firmada por J. M. –José Mesa, escrita seguramente con datos suministrados por Lafargue, que entonces vivía aquí–, la cual biografía llevaba un hermoso retrato, grabado en madera, al pie del cual se leía: «Karl Marx, jefe de la Internacional.» Y el mismo Mesa escribió en «La Emancipación», de la que era redactor: «“La Ilustración Española y Americana” publica un notable retrato de Karl Marx, miembro del Consejo general de nuestra Asociación, titulándole “jefe de la Internacional”. Este error nos ha sorprendido, tanto más cuanto que en la biografía que acompaña a dicho retrato se dice terminantemente que Karl Marx no es jefe de la Internacional, y que esta Asociación no tiene ni ha tenido nunca jefes.»

Entre nosotros, y en los primeros tiempos, la costumbre del «tuteo» estuvo muy extendida, y entre los anarquistas se conserva aún.

Cuanto a los tratamientos, recordamos que el día 13 o 14 de mayo de 1874 apareció un «Boletín de la Asociación del Arte de Imprimir», en el que la Mesa de discusión dimitida daba cuenta del resultado de unas elecciones para cubrir todos los cargos, y en el primer lugar de los elegidos se leía: «Don Paulino Iglesias, presidente...» A partir de aquella fecha, el «don» fue reemplazado por «compañero».

En la Agrupación Socialista se siguió durante muchos años el criterio de omitir la presidencia, y lo mismo se hizo en aquella especie de Comité central nombrado hacia 1883. El Comité de la Agrupación se componía de secretario general, de actas, del exterior, del interior, tesorero y vocales.

Comenzó a quebrantarse el sistema cuando se constituyó el Partido el año 1888 en Barcelona; en el Comité nacional había un presidente. Las agrupaciones que tenían secretario general siguieron el mismo criterio, y llegó un momento en que se nombraron presidentes honorarios, con disgusto de muchos, siendo el amigo Manuel Vigil quien le manifestó con mayor vehemencia.

De todo esto ha perdurado la hostilidad al concepto de «jefe»; una verdadera y noble llaneza en el trato personal, que no excluye los respetos legítimos y debidos, y la repudiación del culto «excesivo» a las personalidades, culto que Jaime Vera llamó infamante, con razón, en el sentir del que escribe estas líneas...

El Partido creció de modo extraordinario, principal y venturosamente de gente joven.

Para los recién llegados señaladamente escribimos estos recuerdos.

J. J. Morato