Filosofía en español 
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Pilar Primo de Rivera

La formación espiritual de la mujer en el nuevo Estado

La Sección Femenina de Falange tiene como misión más importante la de formar a las mujeres. Esta misión no la hemos aceptado para justificar nuestra organización dentro del Partido, sino por el convencimiento absoluto de que a las mujeres en España hay que proporcionarles revolucionariamente unos conocimientos que hasta ahora desconocían del todo, y formarles una conciencia basada en la doctrina de Cristo y en nuestras normas Nacional-Sindicalistas, para que, sin deformaciones, sepan distinguir claramente en cada momento el bien del mal, tanto en materia religiosa como en el conocimiento que han de tener de la Patria, del hogar y de los hijos.

En enero de 1938, en el Consejo de Segovia, empezaron a darse normas generales, un poco ambiguas todavía, pero que, a pesar de las dificultades de la guerra, se han ido delineando y tomando base en el tiempo que siguió a aquel Consejo. Hoy nos encontramos con un cuadro de profesorado preparado en Educación Física, Música y Hogar y trazadas las normas religiosas que conforme a la liturgia y dirigidas por sacerdotes, van guiando las conciencias de las 600.000 afiliadas a la Sección Femenina. Todo esto, inculcándoles a la vez nuestra fe falangista, porque estamos convencidas de que la única verdad para España es la nuestra.

Dentro de esta formación, lo más importante es la educación de la mujer como madre. En España, en este momento, la mayoría de las mujeres no tienen formación o están deformadas, y muchos de los males que nos han sobrevenido han sido quizás por esa causa, entre otros, el de la mortalidad infantil. España, que es uno de los países en donde más niños nacen, no llega nunca a completar el cupo de los habitantes que necesita, en gran parte por la ignorancia de las madres. Esto en cuanto a la vida física del hijo. En cuanto a la espiritual, la mayoría de los hijos, incluso de familias acomodadas, tampoco tienen su vida interior formada, de manera que puedan ser capaces de luchar contra los enemigos del alma. Y es que se les ha formado de una manera blanda y superficial, debido también a la ignorancia religiosa de las madres.

Si esto sucede con la vida del alma y la del cuerpo, ¿qué sucederá con otras cosas, de ínfima importancia al lado de éstas que acabo de decir?

Tales son el gusto, los sentimientos artísticos y la buena educación en general, y todas aquellas cosas que hacen agradable la convivencia y que además demuestran el nivel de cultura de un pueblo.

Por eso, a la vista de todos esos males, nos preparamos para emprender la formación de las madres de una manera total.

Entran las afiliadas en la Sección Femenina a los diecisiete arios, con unos conocimientos elementales que han recibido en la O. J. Al recibirlas nosotras, las vamos metiendo en nuestros cuadros de Educación Física, para que su cuerpo todavía en pleno desarrollo, adquiera toda su plenitud. La Educación Física, que no cabe duda que tiene sus peligros, tiene también inmensas ventajas, como son la disciplina colectiva, la unidad, la afición al aire y al sol, que les aparta del ambiente impuro de los cines y de los bares; la lucha notable del deporte entre un equipo y otro, que no se parece en nada al pequeño chisme, a la maledicencia y a la envidia rencorosa que se crea, por ejemplo, alrededor de una camilla, y otra infinidad de ventajas que sería largo de enumerar.

Tiene, además, la limpieza, que no está reñida con la honradez moral y que, en cambio, es mucho más agradable para la vida en común. Y el peligro que pudiera haber para las mujeres de que se aficionen a presentarse delante del público con unos trajes que no se acomodan quizás a las normas de la moral cristiana o la cosa un poco pagana que tiene en sí el deporte de darle demasiada importancia a la belleza del cuerpo, está salvado con una vigilancia constante sobre la indumentaria, y, además, como las constantes en nuestra formación son la doctrina de Cristo y las normas Nacional-Sindicalistas, ya en los internados de Educación Física procuramos inculcarles a las afiliadas que no hay más que una moral desde el principio del mundo, y esa es la impuesta por Dios a todos los hombres que tienen un alma capaz de salvarse o de condenarse. Así tenemos que suponer que debe ser para ellas mucho más fuerte la responsabilidad ante Dios de sus actos, que la afición que pudieran tener a las exhibiciones. Y la que, a pesar de todas estas cosas, no se porte como es debido, es que con Educación Física o sin ella haría lo que quisiera.

Viene después la educación para el hogar; porque se da el caso de que se casan las mujeres sin tener absolutamente la más mínima idea de cómo se gobierna una casa ni de cómo hay que cuidar a los hijos. Muchas veces, el alejamiento de los maridos del ambiente familiar, está provocado por causas pequeñas, y por muy pocos medios que haya en una familia, si la mujer es dispuesta, sabrá suplir la falta de holgura económica con su trabajo personal y con su ingenio, y será elegante lo que antes era cursi, y estarán limpios los niños que antes estaban sucios, y se comerá un arroz bien condimentado en vez de una bazofia. Además de que se habrá evitado en gran parte la mortalidad infantil, porque las madres tendrán ya todas, una vez montadas las Escuelas del Hogar, los conocimientos necesarios para la higiene y la alimentación de los niños. Al mismo tiempo, se les irá educando el gusto y aficionándolas a la música, para que desechen de sus casas los horribles cuplés de moda, y les canten, en cambio, a sus hijos las maravillosas canciones regionales, romances y poemas de nuestros mejores siglos, canto gregoriano y villancicos, que, además de darle a la casa un tono de alegría y buen gusto, sirven para tener un conocimiento completo de la música que produce la Patria, varia como las regiones de España, pero que al mismo tiempo responden todas a un principio de unidad. También el ir despertando en los hogares esta afición a la música, hará que se produzcan nuevos genios musicales, que se multipliquen las sociedades filarmónicas, en fin, que España sea un país con música, de la que carece casi totalmente hasta ahora.

Tenemos también las clases de adultas. En todos los pueblos de España, después que las mujeres han terminado su trabajo, pueden ir a nuestras Escuelas, donde, a la vez que los conocimientos más rudimentarios de las primeras letras, se les va enseñando el gusto por las labores, por los cantos, siempre con religión y Nacional-Sindicalismo, y se les va inclinando su voluntad hacia aquellas cosas para las que demuestran mayores aptitudes, con el fin de ir creando especialistas. Estas Escuelas están dirigidas con ejemplar abnegación por las camaradas maestras, que, después de terminar su jornada de clases, se encierran con las analfabetas, para de esta manera ir levantando el nivel cultural de España.

Y, por último, tenemos la formación de las mujeres campesinas, que es igual, en cuanto a Religión, Nacional-Sindicalismo y Hogar, que la de las mujeres de la ciudad, pero que tiene además la preparación para el cultivo del campo y la huerta, el cuidado y selección de animales domésticos y el fomento de las labores artesanas, que permitan a las mujeres conseguir un jornal sin tener que salir de su casa. De esta manera se evitan los desplazamientos a las ciudades, cosa siempre perjudicial. Porque, aún en aquellas familias en que debido a la guerra se hayan quedado sin hombres que labren la tierra, la madre, las hijas, las hermanas, todas podrán con un escaso pedazo de tierra, cultivar la huerta, cuidar de los animales y hacer los encajes y los bordados maravillosos que se producen en los pueblos de España.

Esta es en líneas generales la obra que tenemos entre manos. Pedimos a Dios, primero, que el Espíritu santo nos infunda luz y sabiduría y después, que nunca nuestros hijos, al llegar a mayores, puedan echarnos en cara la falsedad de nuestros procedimientos. Porque lo peor que pudiera pasarnos es que esos hijos, al llegar a la mayor edad, se dieran cuenta de que no se habían seguido con ellos buenos procedimientos y, al abominar de los procedimientos, abominaran de la doctrina. Mientras son pequeños, se les ilusiona de cualquier manera, pero cuando crecen, empiezan a recapacitar si los sistemas que se han seguido con ellos fueron buenos o malos, porque estas reflexiones nos las hemos hecho todos con respecto a nuestra infancia, y estamos decididos a prescindir con los niños que a nosotros se nos encomienden, de todos aquellos procedimientos que sabemos ciertamente que han sido perjudiciales.

De ahí el cuidado que han de poner todos los encargados de la formación, en la confección de los programas y en la elección del sistema. Para que sus hijos, no sólo estén conformes con los procedimientos, sino que, transmitidos por ellos, llegue hasta la generación venidera esta verdad en que nosotros creemos. ¡Arriba España!

Pilar Primo de Rivera