Filosofía en español 
Filosofía en español


Despedida
Los hombres pasan, los periódicos quedan

El que ha pasado por Asturias, con toda la flaqueza de mi carne, soy yo, humilde periodista. El que queda, con toda la robustez alcanzada en nueve meses, es este periódico que se llama REGIÓN.

Quiere decir esto, en buen romance, que abandono la dirección del diario a cuyo frente estuve desde su fundación.

La dejo voluntariamente, y no por mi gusto. Los que conmigo han trabajado hasta hoy, saben que tal propósito vengo abrigando hace meses. Cariñosos requerimientos, a los que no podía mostrarme indiferente, me han retenido aquí algún tiempo más. Pero ha llegado la hora de la separación, que tanto tiene de triste como de alegre. De triste, porque un padre no puede separarse, sin lágrimas en los ojos, del hijo que se ya a emancipar, siquiera esté seguro de que a ese hijo va a seguir sonriéndole la vida. De alegre, porque satisfactorio es para ese mismo padre poder exclamar ante el hijo que se emancipa: “Tan fuerte lo engendré, que bien puede irse solo por el mundo.”

Yo nací, por querer del cielo, en otro clima. Este de Asturias no se conforma con mi salud. Me debo a ella, porque me debo a los míos y no tengo otro patrimonio que mi trabajo, que no puede resistirse sin buena salud.

¿Ni qué falta hace que yo continúe en este periódico y en esta tierra? Trajéronme, como profesional del periodismo, a hacer REGIÓN, de la misma manera que para construir un edificio se lleva de un pueblo a otro a un arquitecto o a un maestro de obras. Dirigí la construcción de este edificio, que ya está terminado y en condiciones de solidez para resistir los embates del tiempo, mirando, no sólo a la dignidad profesional, sino también al acomodamiento de la obra, a las condiciones del lugar en que nacía. De lo que esta obra ha llegado a ser me hablan en este instante, con lenguaje mudo, pero elocuentísimo, unos papeles que tengo ante los ojos. Son las notas de tirada de este periódico desde su fundación hasta hoy. Mirándolas, puedo repetir la frase pronunciada en momento solemne por el cardenal don Francisco Ximenez de Cisneros, cuando señalaba a los cañones: “¡Esos son mis poderes!”

Pero, ¿he sido yo sólo quien ha hecho el milagro, si milagro puede llamarse a crear y sostener un periódico que arraiga en el público definitivamente? No. Soy incapaz de fatuidades, y fatuidad de a folio sería creer tal cosa. Me he limitado a llevar la batuta delante de un conjunto de expertísimos ejecutantes, que siguen en sus puestos con los mismos bríos con que empezaron. Enorme sería también mi ingratitud si no hiciera público el reconocimiento que debo a cuantos, ayudándome eficazmente, han contribuido a la realización de esta obra. Refiérome, como es natural, a los redactores, a los colaboradores, a los operarios todos de las distintas secciones de los talleres de esta casa. Gracias a todos. Los instituyo, al marchar, en depositarios de mi afecto y de mis mejores memorias.

Quedan, por otra parte, como depositarios de mi espíritu. Ellos sabrán continuar sin desmayos el camino emprendido. Todo, absolutamente todo, queda en REGIÓN como si yo no me fuese. No habrá más que una ligera diferencia: la del nombre del director. Me sucede, por acuerdo unánime de la Empresa, y con gran contento de todo el personal de la casa, don Ángel Luya, mi fraternal amigo y compañero, que fue hasta hoy redactor jefe de REGIÓN, desempeñando su cometido a maravilla. Él me ayudó como nadie a subir la cuesta que nos condujo a asegurar el buen éxito de esta publicación. Él está perfectamente compenetrado conmigo. Él seguirá mis huellas. Y de sus grandes dotes periodísticas pueden tener los lectores, como yo la tengo, la plena seguridad de que ha de ser el director que REGIÓN merece.

Dejo la dirección de este periódico y salgo de Asturias con una gran tranquilidad de conciencia. Vine a hacer un periódico y lo he hecho. He procurado –¿lo habré conseguido?– honrar la profesión y honrar el cargo, servir a Asturias en la medida a que ese mismo cargo me obligaba, ser buen compañero de todos mis compañeros –y no aludo sólo a los que trabajan en REGIÓN–, y ser, en una palabra, lo que siempre he sido dondequiera que me encontré: un hombre honorable, de honesta vida. Si lo conseguí, permitidme que por un instante me sienta orgulloso.

No recuerdo, desde que soy hombre, haber llorado más que una vez: cuando se murió mi madre. Volvería a llorar ahora, al separarme de REGIÓN –hijo de mis entrañas–, si no me diese cuenta de que esta separación es puramente material. Algo más que mi espíritu queda aquí: queda también el compromiso de seguir comunicándome constantemente con los que me siguieron hasta ahora. Desde donde me encuentre tendrá este periódico mi colaboración asidua.

Para los que me ayudaron, para cuantos tuvieron conmigo atenciones y cariños, mi gratitud eterna. Y sí por inadvertencia u ofuscación (que de propósito nunca lo habría hecho) mortifiqué alguna vez a alguien, que me perdone.

F. AZNAR NAVARRO




Campaña sanitaria

Esta tarde, a las siete, dará una conferencia en el Paraninfo de la Universidad don José Escobedo, culto profesor de la misma sobre el tema:

“La socialización del derecho matrimonial en las legislaciones seglar y canónica”: “La campaña sanitaria ante el Derecho.– Individualización y socialización del Derecho.– Respectiva esfera de acción de los poderes espiritual y temporal en orden al derecho matrimonial.– El Derecho canónico matrimonial, profundamente socializador.– El Derecho seglar matrimonial, excesivamente individualista.– Posible alcance de su socialización.”

Lo sugestivo de la materia y la conocida competencia del señor Escobedo en estos problemas jurídicos y canónicos, hacen esperar fundadamente que resultará interesantísima la conferencia de hoy, y justifican la ansiedad por oírla. La entrada, como de costumbre, es pública.




De aquí y de allá
El peligro de besar

Hace poco más de seis días que la Prensa dio esta noticia:

«Londres.– Una mujer de treinta cinco años, domiciliada en el barrio Westminster, que poseía un precioso “lulú pomeriano”, y que tenía la costumbre de darle besitos, ha muerto a consecuencia de una larga y misteriosa enfermedad.

Practicada la autopsia en el cuerpo de la difunta, se comprobó la existencia de un gusano parásito de la especie que se encuentra comúnmente en los intestinos de los perros.

En el acta de autopsia el facultativo hace notar los peligros que existen en besar a estos animales.»

Tal la noticia que merece un poco de atención por parte de muchas gentes que tienen la fea costumbre de besar a esos animales tan fieles al hombre y, por otra parte, tan peligrosos.

Todos esos mimos, todos esos cuidados exagerados, todas esas tiernas caricias a determinados perros por parte de muchas mujeres y aún de muchos hombres, que llegan hasta juntar el hocico del animal con la cara propia, si no es que llegan a más, a besarlos, son ridiculeces y tonterías que pueden acarrear fatales consecuencias para la salud y la vida de las personas.

Y lo malo no es eso sólo. Lo malo es que esas personas tan exageradamente cariñosas con esos animales suelen no compadecerse del abandono y de la miseria en que viven muchos niños y ancianos, de los que a veces huyen porque van astrosos y poco limpios.

Vuelvan a leer la noticia y guárdense del peligro.

Esos excesos de cuidado y atenciones ténganlos para el desheredado de la fortuna, para el niño abandonado que necesita cariño y protección.

A. L.




Un consejo diario

Las despedidas debieran dejarse para cuando está uno en trance de morir. Una despedida es siempre triste. ¿Y a qué buscarse tristezas si, siendo la vida larga y el mundo ancho, cabe que nos volvamos a encontrar?