Revista Contemporánea
Madrid, 30 de septiembre de 1876
año II, número 20
tomo V, volumen IV, páginas 427-443

Francisco Romero Blanco

La filosofía del señor Nieto Serrano

Bosquejo de la ciencia viviente
Ensayo de enciclopedia filosófica por Don Matías Nieto Serrano
 

I >

Breve exposición del contenido de este libro

Hasta los momentos actuales, dos escuelas filosóficas de poderosa representación, el viejo escolasticismo y el krausismo, se disputaban en España, al lado de otras menos definidas, la supremacía en el libro, la academia, el ateneo, la cátedra, y en toda discusión: a dichas escuelas añádense hoy el positivismo y el neo-kantismo, con probabilidades de éxito en la lucha. Por lo demás, y aparte de otras razones de legítimo poder, no es de extrañar que el krausismo decaiga, y se apoderen de sus armas, en frente del enemigo común, las nuevas escuelas señaladas, sobre todo en nuestra nación, donde un revés cualquiera, sin derecho a influir como primera causa abonada en el progreso de la ciencia según este o el otro sentido del mismo, basta, sin embargo, por nuestro carácter voluble, a elevar sin razón un sistema científico y a deprimir otro. El positivismo y el neo-kantismo trabajan con fruto, en el Ateneo y el periódico Anales de Ciencias Médicas el uno, y el otro por medio del libro Ensayos sobre el movimiento intelectual en Alemania recientemente dado a luz por el Sr. Perojo, y en la excelente Revista Contemporánea que él mismo dirige.

En estos momentos, pues, creo oportuno el conocimiento por los hombres dedicados a estudios filosóficos, de una obra, Bosquejo de la ciencia viviente o Ensayo de enciclopedia filosófica, de que es autor el distinguido médico español, y más [428] que médico filósofo notable, Sr. Nieto Serrano, sobresaliente discípulo del filósofo de Koenigsberg.

No se crea, sin embargo, que la publicación a que aludo es reciente: data del año 1867, y en el tiempo trascurrido desde entonces un libro se hace viejo. Pero en dicha época las corrientes del saber marchaban en otra dirección, y el libro del Sr. Nieto pasó para la mayoría inadvertido; por eso repito, es ahora el momento oportuno de darle a conocer, toda vez que iniciada la nueva tendencia, que en la historia de la filosofía española ocupará un lugar distinguido, debe en ésta incluirse con perfecto derecho, bajo su punto de vista especial, al Sr. Nieto Serrano.

Es el autor de este libro uno de los hombres que en España han enriquecido más la literatura patria en el segundo tercio del presente siglo, relativamente a los dos ramos del saber que asiduamente le han ocupado, la medicina y la filosofía. Aparte de variadas traducciones de obras francesas acerca de la primera de estas ciencias, el Sr. Nieto Serrano es autor de un Tratado de apósitos y vendaje, un Ensayo de medicina general, la Reforma médica, unos Elementos de patología general, un Bosquejo de la ciencia viviente o Ensayo de enciclopedia filosófica y numerosos artículos en el periódico El Siglo Médico de que es uno de los directores.

De estas publicaciones, según de su título se infiere, la mayoría versa sobre la medicina en su punto de vista más científico o filosófico: son indagaciones propias de dicha ciencia considerada en el terreno de la filosofía, y solamente corresponde a esta última bajo su aspecto general, o sin aplicaciones concretas, el Bosquejo de la ciencia viviente. Juzgar, por lo tanto, este libro, es juzgar casi todas las producciones del señor Nieto, como que a todas las abraza: comprende el sistema dentro del que, antes de darlo a luz, escribió sus obras este ilustre autor.

Al ocuparme de este libro, no pretendo sin embargo hacer su crítica, que exigiría tan detenido estudio para llevarla a cabo debidamente, como el empleado por su autor para escribirlo, y una decisión y valentía justificadas como en M. de la Revilla. Mi objeto es modestísimo: redúcese simplemente, [429] movido por la razón expuesta, a dar noticia de esta producción, entresacando para ello de sus páginas, seguidas casi sin alterar su orden, los conceptos más notables y precisos acerca del sistema filosófico que en ella se desenvuelve, y si alguna cosa añado por mi parte, ruego al autor, persona a quien respeto y estimo como se merece, que tome mis palabras en el sentido de respetuosas observaciones del discípulo al maestro.

Pero antes de terminar esta breve introducción, dándola forma, y como quien entra a medias en materia, consignaré un hecho referente al conjunto del libro que me ocupa, y aun a todos los libros de este autor: al Sr. Nieto Serrano califícasele de oscuro; por tal razón sus producciones en general carecen del merecido número de lectores, y en menor cantidad sin duda los habrá tenido el Bosquejo de la ciencia viviente. El hecho a primera vista es cierto, y lo sé por mí mismo: la oscuridad existe. Mas ¿depende ésta del autor, o de la índole más bien de su sistema científico? ¿Es verdaderamente un defecto, en el sentido de que tal oscuridad pueda corregirse, o bien es inherente a la doctrina del Sr. Nieto, considerada la forma de su discurso como ropaje exactamente cortado según el perfil de sus ideas?

Tómese en cuenta el más constante propósito de este escritor, de oponerse a todo exclusivismo científico, cuya ilegitimidad reconoce, a todo sistema particular, cuya estrechez de miras le obliga a comprender sólo una parte, eliminando otra violentamente, renunciando al todo realizable. Racionalmente persuadido el Sr. Nieto de la repartición de la verdad en todos los sistemas filosóficos, los unifica desarrollando el sistema un verdadero inclusivismo, pero sin proceder eclécticamente, o reuniendo sin previo sistema que sirva de criterio lo a priori, creído como verdadero en los sistemas restantes, y sí obrando con libertad la razón sin excluir nada, una vez reconocido previamente el defecto de unos y otros. «La luz que yo proclamo, dice {(1) Prefacio XVI}, es dada inmediatamente en toda luz particular.» [430]

En los sistemas exclusivos, luces particulares por fraccionamiento de esta luz, la mirada, a expensas de cada una de ellas, se circunscribe más; no es que se vea con más claridad, es que la vista alcanza menos; créese engañosamente en la no existencia de lo envuelto en la sombra, y se prescinde de ello. El trabajo es más fácil, y a esto se llama más claridad. Si ésta existe, ha de confesarse, sin embargo, que adquiere su brillantez a expensas de la sombra que se suprime... la época veía de este modo, y juzgó oscuro al señor Nieto Serrano.

En el sistema de este filósofo nada se excluye, ni la sombra siquiera, límite necesario de la luz, distinguida por contraste: «la luz, nos dice en el citado prefacio, esparce la claridad en toda sombra, sin que deje de penetrar la sombra en toda claridad.»

Así, en la ciencia reconoce como necesarios el saber o la luz, y la ignorancia o la sombra, cuyo contraste sirve a su respectiva distinción: «Podemos, añade, saber más o ignorar más; pero no podemos dejar de saber algo o ignorar algo: la ignorancia y la ciencia son necesarias, y lo es la una porque lo es la otra: en virtud de la ciencia sabemos, en virtud de la ignorancia creemos, y por ambas vivimos.»

El progreso de la ciencia consiste en saber más; pero no por eso la ignorancia desaparece: es necesaria a la ciencia, como la muerte a la vida. Lo uno sin lo otro es inconcebible, ya por el contraste de estos elementos que ocasiona su conocimiento mismo, ya porque en realidad háyanse combinados, constituyendo, no el saber en absoluto, la vida en absoluto, sino la ciencia y la vida relativas.

Porque lo propuesto por el Sr. Nieto es consentir que todo viva, nada quiere matar: quiere una vida que viva realmente, una ciencia viva, porque lo limitado, lo relativo solamente se hace o adquiere realidad, viviendo: «La ciencia {(2) Prefacio XVII} no vive sin la fe, ni la libertad sin la autoridad, ni el mal sin el bien; porque vivir es ser imperfecto y aspirar a la perfección.» «La ciencia viva es el hacerse y deshacerse el conocimiento [431] de las cosas; es el nacer, conservarse y morir de la ciencia,» realizado todo en parte o por combinación mutua. «La ciencia vive y repugna morir» totalmente. «La paz que por ella se imponga no será la paz de los sepulcros; vivirá también, será un calor vivificante, no el frió de los polos; será la suavísima armonía de los coros celestiales, no el aterrador silencio de la noche.» «Vida a la ciencia, paz viviente al universo.»

Tal es el programa del Sr. Nieto, que justifica el título Bosquejo de la ciencia viviente de su libro. Como se ve, por esta base tan amplia de su sistema, este profundo pensador se distingue así de Descartes, que empezaba por la duda para luego sustituirla por un saber completo, como de los racionalistas que niegan la ignorancia como necesaria, lo que equivale a negar la muerte como elemento de vida.

¿Cabe, pues, en el sistema del Sr. Nieto la engañosa claridad que se reconoce en los demás sistemas? La mirada del filósofo español es más vasta, extiéndese a todo, y hácese por ello más difícil; el espíritu que la sostiene hállase en un estado de tensión que cansa más, como se cansa el ojo que a la vez mira a objetos próximos y distantes: no excluye la sombra a fin de quedarse con la claridad solamente; lo incluye todo, y el todo es claro por necesidad y oscuro a la par. En el sistema del Sr. Nieto hay más luz, más claridad, porque en él se incluye toda luz, pero hay sombras también, sombras necesarias: el todo, pues, es oscuro en parte, o por ser más difícil, o porque tiene sombras.

Y si esto acontece para el que despreocupado lea el libro en que me ocupo, con más razón ha de experimentarlo así el habituado a otros procedimientos científicos.

Lo publicado del Bosquejo de la ciencia viviente comprende la parte primera de esta obra, o sean los prolegómenos de la ciencia. Forma un tomo en 4º mayor, XIX-599 pág., distribuido, después de un prefacio, verdadero canto a la vida como fondo de todo, y del que he tomado las indicaciones anteriormente expuestas, en las siguientes secciones y capítulos que sucesivamente iré examinando con el objeto advertido: [432]

Sección primera. Fundamentos filosóficos.
  1. Definición de la filosofía.
  2. Principio de la filosofía.
  3. Objeto de la filosofía.
  4. Medios entre el principio y el objeto de la filosofía.
  5. Ensayo general del método filosófico.
Sección segunda. Análisis elemental.
  1. De la materia.
  2. La conciencia, lo desconocido;
  3. De la vida.
Sección tercera. Síntesis parcial.
  1. Vida de la materia.
  2. Vida de la conciencia.
Sección cuarta. Síntesis total.
  1. El universo y el conocimiento universal.
  2. Los sistemas.
  3. La certidumbre y la creencia.
  4. La experiencia, ojeada retrospectiva.

 
Sección primera. Fundamentos filosóficos.
Capítulo I. Definición de la filosofía.

I

En esta parte de su libro, el Sr. Nieto procura con empeño hacer resaltar su sistema: había proclamado a la vida como fondo de todo, y tenazmente se opone a las definiciones muertas. La ciencia es una definición continua, que se desarrolla, crece, sin acabarse nunca: una definición [433] imperfecta en sus primeros rudimentos, que aspira a la perfección y vive, reformándose de continuo, sin que tal aspiración se satisfaga nunca por completo. Fija en esto su mirada, con motivo de la definición de la filosofía sienta el Sr. Nieto una doctrina verdaderamente filosófica acerca de la definición en general, aplicable a toda ciencia.

Desde luego, y esto científicamente vale mucho, protesta contra la definición acabada, digámoslo así, de rigorosos perfiles, molde estrecho en el que a toda inteligencia uniformemente se encerraba desde el principio del libro hasta su conclusión, desde las primeras palabras del discurso hasta las últimas, como única proposición inmutable, exenta de reforma, incapaz de desarrollo como total síntesis de la ciencia. «Si yo pudiera, dice el Sr. Nieto, en este momento dar a mis lectores una idea clara de lo que es filosofía, o, por lo menos, de lo que es mi filosofía, escusado era este libro. Mi filosofía, o, más bien, una muestra de ella, es este libro mismo. La filosofía en general no se limita al inmenso catálogo de obras que en ella se han ocupado; es todavía algo más, es el espíritu humano filosofando, es la vida entera, la evolución universal considerada bajo una de sus fases, la más comprensiva de todas, la que por lo menos aspira a serlo y profesa altamente tal aspiración...» «filosofando es como se define la filosofía: sólo termina su definición cuando se deja de filosofar.»

Como era de suponer, reconocido el intento del filósofo español, aquí resalta el punto de vista general, el más científico de la definición: en él confúndese ésta con la evolución misma de la ciencia. Pero la definición tiene además su aspecto concreto, práctico o de aplicación inmediata, del que se ocupa muy secundariamente el Sr. Nieto. En esto le acontece lo que a todo reformador: en su propósito de que resalte el punto de vista reformado, descuida algo los restantes. El reformador no se equivoca, y puede, sin embargo, inducir a error a sus lectores.

Permítame, pues, el autor del Bosquejo de la ciencia viviente discurrir un poco sobre este asunto. [434]

II

Puede la definición, prácticamente, proponerse uno de dos objetos:

1º En el caso de comunicarse entre sí dos hombres de ciencia, puede suceder que, ahorrando trabajo y tiempo, sea necesario por el uno dar al otro que juzga conocimiento breve de lo que sabe, si bien expresivo de la genuina síntesis total de su ciencia. El desarrollo de ésta es una definición en el sentido expuesto anteriormente, que la fotografía, digámoslo así, de cuerpo entero: ahora dase a conocer definiéndose otra vez, pero en síntesis abreviada, en miniatura, formándose una definición prácticamente. Los que nos dedicamos a la enseñanza, tenemos diaria ocasión, al procurar al discípulo, de oír a este definiendo en el sentido que me ocupa.

Al desarrollarse la ciencia en su conjunto, al definirse sucesivamente, cabe a cada uno, si procede racionalmente, la libertad de hacerlo a su manera. Ni es tan libre la definición práctica de que trato, ni como tal puede darse una definición cualquiera: no reconoce, es cierto, imposición exterior; pero como expresiva del conocimiento del que la usa, ha de expresarlo con verdad o a la manera de una fiel miniatura.

No es ésta la definición que da principio al discurso ni al libro: no es la de que trata el Sr. Nieto con motivo de la ciencia de que escribe. Y, sin embargo, lo anteriormente citado de este autor implica, como concepto de la definición, la que el Sr. Nieto pudiera suponer en sus lectores, preguntados por la ciencia del mismo antes de leer su libro.

2º La ciencia, que es vida intelectual, reconoce una forma propia de desarrollo: a la manera que el edificio arranca de su base y se destaca sobre un plano sin relieves, básase la ciencia en lo conocido y le da forma su objeto sucesivamente proyectado en el fondo oscuro de la ignorancia. Es, pues, principio de la ciencia el saber, y será principio de una ciencia determinada un saber determinado: sobre nada conocido no puede edificarse nada, y como el conocimiento se hace por parte analizando una síntesis que de nuevo se [435] recompone, quien por completo, en absoluto, desconozca lo referente al todo de un determinado objeto, nada acerca de él puede aprender inmediatamente.

Si bien la razón es la madre de la ciencia y obra con espontaneidad al concebirla, el espíritu de cada hombre es hijo del espíritu humano y de éste recibe su primera información científica, a la manera que recibe el hijo del padre la forma específica de su vida, sus hábitos, &c.; cada hombre realiza por sí, concibe libremente su ciencia; pero los rudimentos primeros no son suyos, la humanidad se los impone, y aunque puede más tarde, con caudal científico propio, renunciar a ellos, jamás puede ocultar que ellos han sido, necesariamente, la base de su saber. El hombre es en todo hijo de la humanidad. Creer otra cosa, sería suponer que algo se hace sin empezar, y el comienzo es algo ya, que en tal supuesto, procedería de la nada.

El conocimiento previo, punto de partida de un saber determinado, puede considerarse dentro de las dos siguientes categorías.

Según la ciencia de que se trata, dase como necesario en mayor o menor cantidad, un conocimiento que no es constitutivo de dicha ciencia, pero sin el cual la misma no pudiera aprenderse; un conocimiento que importa a la razón en primer término, ilustrándola, poniéndola en aptitud de comprender un objeto determinado, de concebir una determinada ciencia; un conocimiento que en ésta influye indirectamente, un conocimiento auxiliar, que en ella hace simplemente las veces de medio, pero ineludible: la física, las matemática, &c., no son, por ejemplo, la anatomía, y sin dichas ciencias, sin embargo, la de la organización es imposible. No debe, pues, confundirse este conocimiento con el constitutivo inmediatamente de una ciencia dada: de otro modo, haráse de la psicología una simple fisiología orgánica, de la fisiología una química nada más, de la terapéutica una mecánica.

Este conocimiento de aplicación a una ciencia determinada, es, según lo expuesto, procedente de varias otras: como parte de ellas ya un conocimiento sistematizado, [436] adquirido por el procedimiento común a toda ciencia, y de él puede decirse lo que del siguiente, en el aspecto que me ocupa.

Además del expuesto, dase como previo conocimiento necesario en toda ciencia otro de categoría distinta, más ineludible aún que el anterior: sin él no hay ciencia posible, ni rudimentaria siquiera. Este conocimiento es en toda ciencia referente a su mismo objeto, es, digámoslo así, directo, la constituye inmediatamente y caracteriza: no hay ciencia anatómica sin conocimientos de física, matemáticas, historia natural, &c., y sin embargo, estos por sí, sin la vista inmediata de la organización del hombre, no dan jamás una anatomía humana.

Este conocimiento, pues, es parte del mismo que trata de adquirirse, o en otros términos: un conocimiento no se adquiere sino desarrollándole a partir de sí propio, desenvolviendo sobre una base más o menos informe, que es dada de algún modo o no concebida con entera libertad y conciencia por la razón, el edificio que representa. Entre el todo de este conocimiento y dicha parte, hay esta diferencia: el uno es más o menos definitivo, investigado con libertad y acogido con fe, y el otro es provisional, más o menos prestado, condicionalmente acogido. La ciencia empieza por una proposición que la abraza, por una síntesis no analizada por quien la estudia: éste no tiene la convicción racional de su verdad; sálvale la fe en quien hizo la análisis, y apoyado en esto, procede a la análisis propia, al estudio de la ciencia por sí.

En un trabajo –Introducción a la anatomía humana– de que me estoy ocupando, determino del siguiente modo la significación de la Introducción a la ciencia, como previo conocimiento de la misma, necesario a su desarrollo; y lo dicho allí, de entera aplicación al presente caso, hace notar además, cómo a la espontaneidad de la razón concibiendo la ciencia se opone en la introducción misma cierta imposición exterior legitimada por la necesidad del proceder científico y la fe que la autoridad inspira.

«Al emprenderse un viaje más o menos largo, por terreno [437] desconocido con objeto de conocerle, nadie elude investigar la noción del mismo o el conocimiento de estas dos cosas: primera, qué necesita o medios en el sujeto para llevarle a cabo; segunda, cómo sea el terreno o la vía que haya de recorrer, en lo bastante al menos para no confundirla con otra, –preliminar necesariamente muy general, ya que algo más no se alcanzaría sin pisar el terreno o hacer aquello mismo para que dicha noción es necesaria–. Y aun después de comenzado el viaje, mediando este conocimiento previo, va la totalidad de aquel dividiéndose en trozos más o menos naturales, respecto de los que se procura adquirir previa y sucesivamente un conocimiento de más detalles dentro del primero, y que no fuera posible en un principio...

»Es el estudio de toda ciencia un viaje que la razón emprende en el campo intelectual, cuyo proceder en él parécese al anteriormente expuesto.

»En cualquier libro vense generalidades a la cabeza de sus tratados o secciones, y aun al comienzo del estudio particular de cada uno de los particulares asuntos que comprende: tales consideraciones a la manera del conocimiento adquirido previamente en cada trozo del viaje supuesto, son la introducción al estudio detallado de estas partes, sirviéndolas de fundamento. –Pero en aquel suele haber, además, una introducción, un prefacio, preliminar o proemio, que como la noción primeramente adquirida por el que emprende un viaje, significa respecto de la totalidad del libro o la ciencia que se trata en él, un conjunto de generalidades de la misma.

»En uno y otro caso, pues, de ambos que suponemos, aparece hecha una misma cosa dos veces respecto de la totalidad del viaje o el libro: primera, como noción breve o generalidad, desarrollada en lo posible, desconocido aún el asunto, y en lo bastante a poder mediante ella conocerle detalladamente; segunda, como estudio realizado en todos sus detalles, y para cuya fácil realización y aun posibilidad ha sido dicha noción necesaria.»

En este conocimiento, síntesis primera o anticipada del objeto científico, en relación a la síntesis que a partir de él ha de desenvolverse luego mediante el trabajo del [438] pensamiento, háyase, a mi entender, la materia de la definición en toda ciencia, de la definición prácticamente considerada con referencia al otro de sus objetos; la de misión más importante, la que da principio al discurso, ocupando la primera página del libro y muchas otras, la necesaria a la enseñanza por cualquiera de sus medios, y la de que trata, en fin, el señor Nieto con motivo de la ciencia de que escribe.

III

Hay ciencias totalmente desconocidas por quien trata de aprenderlas, y ciencias de las cuales se posee con más o menos conciencia algún conocimiento incompleto, desordenado siempre y sin lugar preciso en ella, vulgar, en fin, y como instintivo a veces.

En uno y otro caso, es necesaria la sistematización de un primer conocimiento objetivo, sintético, sobre el que sirviendo de base o punto de partida ha de desarrollarse el total conocimiento que se intenta; la formación de un pequeño libro, germen de otro más lato; de un breve discurso, resumen de otro más extenso, sin cuyo libro y discurso no hay posibilidad de aprender. Formular esta noción primera es uno de los trabajos de la enseñanza; pero en un caso dicha noción, como producto de generalización hecha en pos del análisis comprensivo del estudio íntegro de la ciencia por el que enseña, es por ésta en todas sus partes impuesta al que aprende, y debe en el otro no eludir de su enunciado lo esencial y más útil de dicho conocimiento vulgar, que es la manera de cumplirse, aun aquí, el precepto de marchar siempre de lo conocido a lo desconocido.

Este primer trabajo del que enseña o escribe, en algunas ciencias redúcese al trabajo de la definición, que cumple en este caso su principal objeto, expresivo del precepto anteriormente indicado.

La definición, sin embargo, por más que se reduzca en dichas ciencias, como indica el Sr. Nieto, a «marcar algunos lineamientos en un fondo indefinido,» ni puede ser comprensiva de una idea cualquiera de la ciencia, aunque esta [439] idea se alimente, ni puede por quien escribe o enseña de otro modo darse con omnímoda libertad: sin criterio para juzgarla, el que aprende acepta provisionalmente su contenido, no la rechaza en ningún caso; pero entiendo que el que enseña una ciencia cualquiera, debe, como en concreción exterior de su pensamiento, dar cuerpo a su saber en una o más proposiciones que sean breve, pero exacto trasunto de su ciencia especial, y no como conocimiento previo necesario, engañosa base que ocasione la ruina del edificio que sobre ella trata de elevarse. Imposición exterior aquí no la hay para el que enseña; pero hay la imposición de la conciencia.

Porque la definición sirve de criterio al que aprende, y aunque es cierto «que todavía no tenemos ninguno» al empezar, esto es sólo aplicable a aquel a quien por tal motivo se le impone un criterio mediante la definición, aceptándolo necesariamente si bien de un modo provisional o sustituyéndolo después por el suyo propio: no es, por el contrario, aplicable al que escribe o enseña, el cual hubo de hacer antes ciencia y definió extensamente, por más que la haga ahora en mayor escala empezando por definir con brevedad.

Mediante la definición, así entendida, empezamos siempre a aprender sabiendo algo ya, y por su medio podemos en principio aprender, con más o menos provecho, de todo: «somos filósofos {(1) Página 10}, dice el Sr. Nieto, cuando empezamos a filosofar, como somos hombres cuando empezamos a vivir, y sin embargo vivimos con el fin de formarnos como hombres, así como filosofamos con el fin de formarnos como filósofos.»

Pero hay ciencias en las que la definición reducida a estos límites no basta por sí a llenar el objeto que se indica; hay ciencias como las descriptivas, cuyo objeto de múltiples manifestaciones no cabe, digámoslo así, en la definición, desarrollando suficientemente el conocimiento que la hace necesaria con la brevedad que la impone la ignorancia del que aprende, y ciencias en las que, por su carácter intrínseco, o su índole misma, es mayor todavía la dificultad de definir; es irrealizable en parte este primer trabajo si ha de llenar la [440] definición debidamente su objeto, como sucede en las filosóficas.

Lo último acontece, más que en otra alguna, en la ciencia del conocimiento. «La filosofía es ciencia, es saber;» pero ¡qué diferencia entre ella y las otras ciencias! «Pues qué, ¿la filosofía es acaso una ciencia particular limitada, circunscrita como las demás? ¿No es la ciencia de las ciencias? ¿No es el principio, el fundamento de todo?»

Poco es lo que en la definición de esta ciencia puede incluirse como previamente inteligible. «No puede definirse la filosofía en pocas palabras, sino de un modo vago, oscuro, incompleto.»

En tales casos, la definición redúcese a su expresión menor, comprensiva de estos dos elementos, el uno afirmativo y el otro negativo: 1º Indicación del objeto científico. 2º Su distinción de cualquiera otro.

Tomando en cuenta, sin duda, estas reflexiones, el ilustre filósofo, después de emitir con motivo de la definición de la filosofía varios conceptos acerca de esta ciencia, a los cuales en su casi indiferencia a toda definición no eleva a la categoría de tal, concluye por definirla del siguiente modo:

«Supuestas las ciencias {(1) Página 7}, los conjuntos de conocimientos particulares, una sola ciencia, un sólo conjunto de los diversos grupos es el concepto que representa la filosofía. No es la filosofía estas mismas ciencias en cuanto tienen de particular, en cuanto les pertenece especialmente, sino en cuanto tienen de común, de general.»

Incompleta por necesidad la definición en dichas ciencias, debe en el resto, satisfaciendo totalmente el fin que la indica, sustituirse por otro trabajo que se realice antes del cuerpo del libro: es en tales casos ineludible un primer desarrollo de la definición misma, una definición más detallada sobre la primera, y en pos de la que ha de desarrollarse más aún la ciencia en el cuerpo del libro.

Tal debe ser la introducción, nunca de sobra, al libro, de la que es parte la definición misma, como germen. [441]

En el libro del Sr. Nieto no hay una introducción de estas condiciones. Su ilustre autor al proceder así, aplazando todo desarrollo para el momento de su evolución lógica en el organismo de su libro, como si no tuviera aún entera conciencia de su saber, a la manera del que lleva a cabo uno de sus primeros estudios, lo que sin embargo sería incompatible con el desarrollo de una obra tan acabada, sacrificó excesivamente a su primer propósito (reforma de la doctrina de la definición) el bien de sus lectores. Créame el sabio escritor, que por mí mismo lo digo: esto, que a mí me parece falta de su libro, ocasiona cierto embarazo en su lectura. ¿Por qué no decirnos algo, a lo menos a dónde se encamina? Así, le hubiéramos acompañado con más seguridad en nuestra marcha; por eso la segunda lectura de su obra es la primera que se aprovecha verdaderamente, habiendo la anterior sustituido a lo que falta, a una introducción.

Ya he dicho cuál era el principal propósito del Sr. Nieto en este punto: filosofar con sus lectores a la manera que si todos supiesen filosofía como él, olvidándose en parte de enseñar la que sabe a aquellos que la ignoran: «ya iremos viendo, dice, en el trascurso de esta obra, y sobre todo después de terminada, cómo se debe en nuestro concepto, definir la filosofía.» Y añade, dirigiéndose al lector: «admita cualquiera definición con tal que sea provisional.» Atiende a la definición mejor que se desarrolla con el libro y descuida completar la que debió servirle de germen; el libro es una definición, sus ediciones sucesivas otras tantas definiciones, y un mejor libro, sea quien quiera su autor, es una mejor definición de la ciencia; pero creo fuera necesario, además, dar vida, un primer desarrollo al germen de todas ellas convertido en embrión por medio de una introducción detallada. Por eso el Sr. Nieto, después de caracterizar gráficamente lo que puede ser una definición, bruscamente pasa, con perjuicio de sus lectores, a la exposición de su libro: «dar una definición de la filosofía, dice {(1) Página 4}, al principio de una obra que se ocupa en ella, es limitarse a abordar el asunto, a marcar [442] algunos lineamientos en un fondo indefinido, como el artista tira la primera línea que apenas puede dar idea de la obra que intenta ejecutar, como la naturaleza presenta en embrión animal los primeros vestigios de organización, que nunca permitirán adivinar las evoluciones sucesivas de la serie que se inicia.»

¿Es que todo el libro Prolegómenos de la ciencia del señor Nieto es una larga introducción a la obra que los tomos no dados a luz todavía representan?

IV

Toda definición, en el último aspecto, debe admitirse «provisionalmente» por el que aprende, que es a quien interesa, como representante de un todo científico que a sí mismo se impone: no puede eludirla si quiere aprender, ni juzgarla porque ignora, y la condición expuesta consiente la imposición a la par que deja amplia libertad al propio juicio ulterior.

Tiene el que aprende necesidad de «suponer provisionalmente» algo que se imponga por voluntad propia: «se suponen datos que es preciso reconocer, a fin de no admitirlos de un modo definitivo, sino provisionalmente,» y esta reserva es como una indefinición, que debe acompañar siempre al concepto de la definición...» como el concepto de no vida acompaña a toda vida relativa presidiendo a su desarrollo.

Con este valor, considerada la definición y formulada con la sistematización de dichos datos por el que enseña, puede el que aprende reformarla a medida que su propia ciencia se forma: comprendida como germen de la total evolución de esta, desarróllase perdiendo sus elementos primeros y adquiriendo otros por espontaneidad de la razón del último, como se desarrolla la vida de un nuevo ser por cambio parecido.

La definición, hecho el libro, es perfectamente inútil, sustituida por otra, por el libro mismo: desaparece como el óvulo, como el embrión, como el feto, sustituidas estas sucesivas definiciones del nuevo ser por un desarrollo más [443] completo de sí mismo: la definición es una síntesis analizadora en el cuerpo del libro, y desaparece desarrollándose.

De esta suerte vive la definición.

La definición no es provisional ni de otra manera para el que enseña: es una expresión abreviada de su ciencia, parte de su saber.

F. Romero Blanco

 


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