Documento-plataforma fraccional de Fernando Claudín
acompañado de las “notas críticas” de la redacción de Nuestra Bandera
El papel político y unificador de la consigna de «huelga general política»
Es indiscutible que lo esencial en estas formas de acción es la lucha de masas en sus múltiples aspectos, aunque toda otra serie de formas tengan también gran importancia. Pero deben presentarse claramente ligadas a esos objetivos reales en la etapa actual y no a esa perspectiva revolucionaria que involucre un cambio social. Esto tiene particular importancia en relación con la cuestión de la huelga general política. Hoy, cuando grandes masas ven prácticamente como posible lo que nosotros anunciamos en 1956, la liquidación pacífica de la dictadura, esa consigna cargada históricamente, tanto internacionalmente como por la experiencia concreta de nuestro país, de significación revolucionaria, que grandes sectores asocian a la violencia; ligada además en su presentación a la forma de dar a la crisis actual una salida revolucionaria, no sólo no ayuda a que la clase obrera y el Partido puedan jugar su papel en todo el proceso actual, sino que facilita la maniobra de aislamiento antes indicada.
¿Quiere esto decir que renunciemos a la huelga general política si se crea una coyuntura que la haga posible? No. Quiere decir que debemos retirar esa consigna como la perspectiva, en cuanto se refiere a las formas de lucha central, sin hablar ya de presentarla como inevitable, como se hace en el artículo del camarada Eduardo en «Mundo Obrero». La experiencia histórica y nuestra propia experiencia de estos cinco años, que llevamos repitiéndola en nuestra agitación y propaganda, demuestra que la posibilidad de un tal tipo de acción no depende de la agitación y propaganda por intensa que sea. Depende de una coyuntura concreta, que puede presentarse o no en el proceso actual. Depende, como se ha subrayado en el III Pleno, no sólo de la clase obrera, sino de la actitud, de la acción de las otras clases y capas sociales y fuerzas políticas. Y precisamente en la actual evolución política esa agitación y propaganda, sin crear las condiciones en la clase obrera, al mismo tiempo siembran el temor en esas otras fuerzas sociales y facilitan la maniobra de aislamiento del Partido y de la clase obrera.
En el periodo actual debemos, me parece, centrar nuestro esfuerzo y la atención de las masas en toda otra serie de formas de acción, económicas, políticas, como son las huelgas parciales, económicas y políticas, las manifestaciones, &c. Aparte de una utilización cada vez más intensa de las posibilidades legales, que cada día son mayores, y cuyo desarrollo de todas esas formas de lucha, junto con otras circunstancias, pueden o no poner de verdad al orden del día, en un momento dado, la huelga general política. Sólo si se crea esa situación debemos planteárnosla como una tarea real.
Nota crítica
Este punto del documento-plataforma de F. C. está dedicado a «pulverizar» la consigna de huelga general política; de la huelga nacional se ve que F. C. no considera necesario ni hablar. Los motivos por los que F. C. propone retirar esa consigna como perspectiva de las luchas de masas actuales, hacia una solución democrática, es que se trata de una «consigna cargada... de significación revolucionaria» que «facilita la maniobra de aislamiento».
F. C. asegura, basándose en «nuestra propia experiencia» de cinco años que la posibilidad de tal tipo de acción no depende de la agitación y la propaganda; éstas «siembran el temor en esas otras fuerzas sociales y facilitan la maniobra de aislamiento del Partido y de la clase obrera».
En respuesta a estas afirmaciones ligeras, cabe recordar que la primera vez que en estos años se logró una cierta unidad entre el Partido y otros grupos de oposición ha sido en la preparación de la huelga nacional de 1959, lo que viene a infirmar la conclusión de F. C. de que esa consigna conduce a nuestro aislamiento.
Por si esto no bastara, conviene recordar que la segunda vez que se logró una cierta unidad con otros grupos, fue durante las huelgas de 1962, en que llegó a crearse en Madrid un Comité de coordinación, que desapareció poco después de terminarse las huelgas. Con ese Comité llegaron a establecer relaciones hasta los elementos de la antigua CEDA. [117]
Si nos atenemos a la experiencia real, y no a las abstracciones especulativas, podría deducirse mucho más razonablemente que la huelga general política es una consigna que favorece y estimula la unidad y las relaciones, incluso con grupos de derecha.
Cierto, ni en 1959 ni en 1962 conseguimos realizar la huelga general –aunque en el 62 nos aproximamos a ella– y seguramente por eso no se consolidó la unidad por arriba iniciada en ambos casos.
Sin embargo la realidad es que la consigna de la huelga general política ha sido un poderoso estímulo para las importantes huelgas y manifestaciones que se han realizado ya en España. Las fuerzas de vanguardia que han dirigido las huelgas y manifestaciones de Asturias, Euzkadi, Madrid y otros lugares, lo han hecho conscientes de que por ese camino están preparando la huelga general. Esas fuerzas tienen conciencia de que no existiendo condiciones para derribar al régimen por medio de la lucha armada, el camino es la huelga general política y la huelga nacional.
También es cierto que otros grupos, sin formular esas consignas de la misma manera que nosotros, se han pronunciado en algún caso por ella. Los solidarios vascos lo han hecho en sus periódicos del interior al pronunciarse en favor de la huelga general; los socialistas escribiendo en su órgano que «hay que seguir el camino de Asturias». Con eso reflejan el ambiente real existente en los núcleos decisivos de la clase obrera industrial y agraria; ambiente real que se vio en Vizcaya cuando los metalúrgicos de las grandes factorías estuvieron un mes en huelga sin haber articulado concretamente muchas reivindicaciones inmediatas, en el momento en que en Asturias había también huelga. Ambiente real que se ha visto entre los trabajadores del campo de Cádiz cuando la huelga en solidaridad con Asturias.
La consigna de la huelga general política ha trazado un camino, una ruta, a la que se van incorporando progresivamente nuevos destacamentos obreros.
Y además esa consigna, la marcha hacia su materialización, aunque menos rápida de lo que podíamos pensar en 1959, está ejerciendo una gran presión en todo el desarrollo de la situación política; ella ha contribuido a crear en las clases dominantes la conciencia de que no pueden seguir gobernando del mismo modo; ella actúa como un aguijón en el flanco de los «liberales» empujándoles a hacer concesiones...
Verdad que hay gentes –no tanto entre los obreros– que se sienten decepcionados porque en cinco años no hemos logrado realizar una gran huelga general en todo el país; gentes que de buena fe, e involuntariamente, se hacen eco de las presiones de los grupos oligárquicos para desacreditar la consigna de huelga general política. Pero si se profundiza se advertirá que esa impaciencia es, sobre todo, característica de quienes veían en ella una especie de «consigna-milagro», que va a terminar con el régimen en plazos muy breves. Evidentemente no se trata de una consigna-milagro. La huelga general política y la huelga nacional, en condiciones de un régimen fascista, necesitan un largo y tenaz esfuerzo, un gran camino de luchas, porque significan nada menos que la liquidación del régimen y la apertura de un camino hacia la democracia.
El nuevo movimiento obrero que se desarrolla, con su contenido económico-político, es una garantía de que los trabajadores españoles marchan hacia ese rumbo.
Efectivamente, los grupos ligados a la oligarquía monopolista no quieren la huelga general, porque ésta va enderezada contra el franquismo y a la vez [118] es un ataque a cualquier salida de tipo oligárquico. Su preparación es una lucha no sólo contra el régimen, en su estado actual, sino contra las perspectivas de «reorganizarle», lavarle la cara, y dar al pueblo «gato por liebre».
Retirar esa consigna, como un momento de polarización de todas las luchas parciales, un momento decisivo de cambio de calidad de la lucha, sólo sería grato para el franquismo y para los grupos oligárquicos. El Partido Comunista no podría hacerlo sin abdicar de sus deberes de partido marxista-leninista, de vanguardia de las fuerzas revolucionarias y democráticas.
Del mismo modo sería erróneo llamar todos los días a la huelga general. Pero desde 1959 nuestro Partido no ha vuelto a hacerlo. Nuestro Partido se ha limitado a explicar la significación de esa consigna en toda nuestra táctica de lucha popular contra la dictadura y a mostrar su concatenación con las huelgas, manifestaciones y otras luchas parciales que se llevan a cabo. Esa consigna puede ponerse al orden del día en un momento u otro, cuando la unidad y la organización del nuevo movimiento obrero hayan llegado al nivel necesario, y en una coyuntura favorable.
Incluso para desarrollar las luchas parciales, para elevar su nivel político, es necesaria esa perspectiva. Renunciar a tal consigna equivaldría a abandonar toda iniciativa política de cambios en manos del capital monopolista, que es en substancia toda la concepción de F. C.