Filosofía en español 
Filosofía en español


Documento-plataforma fraccional de Fernando Claudín
acompañado de las “notas críticas” de la redacción de Nuestra Bandera

Etapas recorridas por el capitalismo monopolista español

Yo creo que las etapas concretas recorridas por el capitalismo monopolista español desde 1939 ilustra todo esto. Durante más de diez años, los iniciales, el capital monopolista tropezó con dificultades objetivas de orden interno y externo, de gran envergadura. En el orden interno, la situación en que se encontraba la economía del país a consecuencia de la guerra civil, No es necesario insistir aquí en que esta situación fue creada por el propio capital monopolista y por la aristocracia terrateniente, sobre los que recae toda la responsabilidad por la guerra civil, aunque luego hayan tratado de utilizar esta misma situación de catástrofe económica –entonces sí que era una realidad lo de la catástrofe económica– para justificar la lentitud del desarrollo económico en unos casos y exaltar sus resultados en otros.

La economía quedó terriblemente afectada, no sólo por la destrucción de una parte importante del patrimonio nacional, sobre todo de medios de producción, sino por la destrucción o desaparición de una parte considerable de la principal fuerza productiva: la fuerza de trabajo, calificada o no. Las dificultades para la reconstrucción eran enormes: agotamiento de las reservas de oro y divisas, disminución intensa de la capacidad productiva, escasez de víveres, materias primas y bienes de equipo que sólo podían adquirirse con importaciones para las que no había la capacidad adquisitiva suficiente.

En esta situación intervienen los factores externos, la segunda guerra mundial que durante seis años agravó las dificultades objetivas para resolver todos esos problemas. Para hacer frente a los más urgentes, no sólo se estableció un sistema muy rígido de intervención y control estatal en todas las esferas de la economía, de la vida económica, sino que se estimuló por todos los medios, y el principal estímulo era la misma escasez de todo, para produció antieconómicamente con los recursos a mano.

El final de la segunda guerra mundial no cambió mucho esta situación objetiva. Los países europeos tenían sus propios problemas de reconstrucción. Pero sobre todo había un cerco político del franquismo, que le impidió, entre otras cosas, beneficiarse del plan Marshall, cuya importancia para el resurgir del capitalismo europeo hoy no se discute.

Sólo hacia 1951, primer préstamo de Estados Unidos, y, sobre todo, desde 1953, acuerdos con los Estados Unidos y comienzo de la ayuda económica norteamericana, la situación comienza a cambiar en este orden.

Por todas estas razones, el desarrollo de 1940 a 1950 fue muy lento, sobre bases económicas malsanas, y al decir malsanas me refiero en contraste con un desarrollo capitalista normal, y acompañado de una intensa inflación. En 1950 la renta nacional apenas había alcanzado la de 1936. Sin embargo, en el marco de este desarrollo lento, se habían creado una serie de elementos productivos nuevos en la infraestructura económica, nuevas ramas industriales, bajo la acción particularmente del INI, que determinan en gran parte el avance posterior. [42]

Nota crítica

En toda esta parte de su intervención, F. C. no hace más que repetir –casi literalmente– los argumentos empleados por los panegiristas del franquismo y que los españoles han escuchado hasta la saciedad con ocasión de la celebración oficial de los «XXV Años de Paz». Todo queda justificado por «las dificultades objetivas»: la intervención y las requisas «para hacer frente» a las necesidades «más urgentes»; la radical desviación y despilfarro de los recursos nacionales –tanto más grave cuanto que eran más escasos– explicada por la necesidad de «producir antieconómicamente con los recursos a mano»; la orientación, el contenido y las formas de la industrialización franquista, a la que se califica benévolamente de realizada «sobre bases económicas malsanas... en contraste con un desarrollo capitalista normal», todo ello «acompañado» de una intensa inflación.

¿Dónde está en todo esto el análisis marxista? Nuestro Partido ha examinado ampliamente todo este período y ha sacado las conclusiones justas que figuran, entre otros materiales, en el Documento sobre la Reconciliación Nacional de 1956 y en la Introducción al Programa. F. C. ha estado de acuerdo con estas conclusiones y ha participado en su elaboración. Ahora procede a un viraje de 180 grados. ¿Cómo explicarlo? La única explicación posible es que ha abandonado las posiciones justas en las que antes se encontraba y se desliza hacia posiciones neocapitalistas, bajo la presión de corrientes ajenas al marxismo y ante las dificultades y la complejidad de la lucha.

Frente a todo el peso de «dificultades objetivas» que nadie desconoce, lo determinante es que dados la estructura económica de España; el proceso histórico de todo el desarrollo del capitalismo en nuestro país; y la naturaleza y el contenido de la dictadura fascista, la ley fundamental del capitalismo (perseguir la obtención del máximo de beneficios), ha actuado con particular fuerza, sin poder ser suficientemente contrarrestada por el despliegue de la lucha de clases, particularmente reprimida bajo el fascismo.

Así, sin contar los enormes recursos despilfarrados por el nepotismo y la corrupción, los recursos invertidos lo han sido en empresas que, vista la situación del mercado, resultaban más inmediatamente rentables, sin la menor preocupación ni por sus costes de producción, ni por su viabilidad futura en un proceso de desarrollo económico.

No se construyó, en todo ese período, ni un simple lavadero de carbón porque se vendía todo el disponible aunque tuviera un 40 % de material estéril; y hoy nos encontramos con la gravísima crisis estructural de la minería. Altos Hornos de Vizcaya no construyó ni una simple planta de preparación de minerales (sintetización), no porque no hubiera divisas, puesto que esa instalación puede fabricarse en cualquier taller de Vizcaya; no por falta de recursos, puesto que Altos Hornos de Vizcaya ha constituido más de 30 filiales para explotar hasta el renglón de los muebles metálicos, sino porque su posición monopolista le aseguraba de cualquier modo cuantiosos beneficios y aunque, aquí también, esa orientación le haya llevado a la grave situación en que hoy se encuentra.

Lo que salta a la vista examinando todo el proceso de industrialización franquista, no es la «clarividencia» de un capital monopolista sacudido de su inercia por el fuerte aldabonazo que para él representó la guerra de 1936/39, sino la miopía, la cerrazón de un capital monopolista que sigue sesteando al amparo del proteccionismo total, de sus posiciones monopolistas, acentuadas por las «dificultades objetivas» a que se refiere F. C. y defendido en sus privilegios por el terror de un poder dictatorial fascista.

Si la idiosincrasia del capitalismo monopolista español fuera la que le atribuye F. C., si su posición hegemónica dentro del bloque de fuerzas arcaicas [43] y reaccionarias fuese la que él le atribuye, no se explica que después de 25 años de poder omnímodo no haya logrado otros resultados que los que hoy ofrece.

Ni los recursos acumulados –efectivamente– por el reforzamiento de la explotación de los trabajadores, ni la utilización a ultranza del sistema del capitalismo monopolista de Estado; ni la inflación, que no «acompaña» al proceso, sino que ha sido provocada y utilizada como resorte fundamental para el «ahorro forzoso», para expoliar a todo el pueblo, al conjunto de clases y capas no monopolistas, han servido para que el capital monopolista lleve a cabo –por su propia vía, se entiende– las transformaciones estructurales en la agricultura y en la industria que hubieran podido estar a su alcance, en la medida necesaria para cambiar radicalmente el planteamiento del problema del desarrollo económico de España.

Por el contrario, se ha exacerbado el éxodo rural, proporcionalmente mucho más intenso del que corresponde al desarrollo efectivo del capitalismo agrario, a fin de utilizarlo –junto con la represión terrorista del movimiento obrero– para mantener, en cada momento, los salarios al más bajo nivel posible. De esta manera, perdía todo estímulo la renovación del equipo industrial, incluso la que hubiera podido realizarse con máquinas construidas en España y que ya se fabricaban antes de 1936.

Junto con ello, la inflación mermaba continuamente el poder adquisitivo de las masas y la consecuencia era que –pese a la ampliación efectiva del mercado interior, sobre la que volveremos– España ha sido el país de Europa que, a pesar de los destrozos de la guerra, más ha reflejado todas las crisis de superproducción que ha conocido el capitalismo en la postguerra: la de 1947/48, la de 1953/54 y la iniciada en el tercer trimestre de 1958 que en España se prolonga hasta finales de 1961, por el Plan de Estabilización.

Frente al enfoque no marxista del análisis de F. C. y las conclusiones optimistas que éste saca en cuanto a la posición, a la fuerza y a las perspectivas del capital monopolista español, destaca el análisis mucho más objetivo y serio de numerosos economistas españoles. Podríamos traer aquí numerosos ejemplos; nos limitaremos a reproducir el juicio de Fabián Estapé, Decano de la Facultad de Ciencias Económicas de Barcelona. Primero, porque es un juicio global y, segundo, porque está publicado en «Economía Industrial», órgano oficial del Ministerio de Industria {nº 4 - Abril de 1964, pág. 16}. Después de examinar la orientación y las medidas que han presidido la industrialización franquista, Fabián Estapé, escribe:

«Los efectos inherentes a dicho haz de medidas se han producido a lo largo de más de veinte años. Los aumentos de producción en una serie de sectores, que en estricta justicia cabe atribuir al impulso de la política de industrialización del período 1939-1941, no bastan para olvidar un hecho importante: las deficiencias de la estructura industrial, que revestían cierta entidad en 1936, como consecuencia de la política seguida casi sin interrupción desde 1900, han resultado agravadas». (El subrayado es nuestro).