Lorenzo Arias
Al habla con Alfonso Carlos Comín. Cristianismo y marxismo
—¿Hasta qué punto puede ser un cristiano marxista?... Quizá sea este uno de los grandes interrogantes que estuvo flotando en la atmósfera de las dos conferencias que pronunciaste. Pero yo prolongaría la pregunta en otra vertiente más profunda: ¿Hasta qué punto es compatible el cristianismo con el materialismo dialéctico?
COMÍN.— Cuando se plantea la cuestión del cristianismo con el materialismo dialéctico, yo pienso que subyacente está una visión ideologista del marxismo, y en la medida en que eso enfrenta un cristianismo ideologizado con un marxismo ideologizado y esencialista se hace imposible la conciliación. Yo creo que esa formulación que se ha hecho por algunos partidos políticos corresponde a un marxismo integrista, cerrado sobre sí mismo, que piensa que el materialismo dialéctico le da respuesta a todas las grandes cuestiones del hombre, de la Naturaleza, del Universo, del Arte, de la Filosofía, de la ciencia, y a un cristianismo que se cree que se basta a sí mismo. Realmente, planteadas así las cosas, ya he dicho que es un enfrentamiento irreconciliable, que, en todo caso, puede haber pactos diplomáticos y que la cuestión no va mucho más allá de la mutua tolerancia histórica.
—¿Qué valoración (positiva o negativa) tuvo el ateísmo en el proceso de desprendimiento de la carga alienadora a la que fue sometida la religión históricamente?
COMÍN.— Habría que precisar (cosa que no hemos tenido ocasión de hacer en el diálogo de las conferencias) a qué ateísmo nos referimos, porque pienso que hay diversos ateísmos. En principio hay un ateísmo materialista vulgar, positivista, que corresponde a una concepción burguesa de la existencia y de la relación de clase, que tiene un proyecto pagano de la existencia, que se propone un modelo consumista y que espera la sumisión del hombre por la vía de la satisfacción de sus necesidades inmediatas. Ese ateísmo está muy extendido en nuestra sociedad occidental y, por desgracia, está también implantándose en algunos sectores de los países del Este. Yo pienso que ese ateísmo no aporta nada a la superación de la fe liberadora; sin embargo, el ateísmo marxista, el ateísmo del militante, el que ha luchado contra la religión, en la medida en que él ha considerado que era un obstáculo para la liberación del pueblo, y que ha interpelado a la Iglesia porque le ha parecido que había hecho un concubinato con los poderes del dinero, y que en ese sentido había traicionado el mensaje que llevaba. Yo creo que ese ateísmo, que tendría su inspiración en la crítica marxista de la religión, pero que el pueblo a veces ha desarrollado de una forma espontánea, innata, no discursiva, ha sido extraordinariamente saludable y positivo para la superación de una fe alienada.
—... Cabe preguntarse qué papel histórico ha jugado la crítica marxista de la religión.
COMÍN.— En ese sentido creo que va más allá, en ése "encuentro ético" del que yo he hablado entre cristianos y comunistas, la convivencia, el descubrimiento del "ethos", el comunista que bajo el franquismo lo ha dado todo, y aquí retomo la palabra bíblica, "por sus hermanos" ha hecho entender a muchos hermanos, entre ellos a mí, que él era el que realizaba la palabra de Cristo cuando éste dice: "No hay amor más grande que dar la vida por los hermanos". Aquí, Cristo expresa de algún modo que la línea de demarcación no la propone entre la práctica pietista y la no práctica pietista, sino que la línea de demarcación pasa por la contribución histórica, real a la superación del hambre, de la sed y de todo tipo de explotación. Porque la conciencia contemporánea nos permite ver con toda claridad que no se trata de la piedad individual, del donativo, sino de superar las causas que hacen que el pobre prosiga en la Historia como colectivo. Entonces, yo pienso que ese ateísmo ha sido un factor fundamental desde el punto de vista de la esencia alienadora de la fe que nos habían transmitido y, al mismo tiempo, el ateo militante marxista ha sido un ejemplo de "ethos" que el cristianismo burgués necesitaba para recuperar su identidad.
Respecto a la militancia de cristianos en partidos comunistas, has dejado ya clara tu postura en diversos escritos y conferencias; ahora bien, yo te haría una pregunta que adquiere bastante actualidad en estos momentos de adaptación de los partidos comunistas a una nueva situación social y política... ¿Tiene que ser el militante de un partido comunista estrictamente marxista?
COMÍN.— El fenómeno histórico que tenemos delante (me refiero a España-Cataluña, País Vasco, Galicia, etcétera) permite decir que la gran mayoría de cristianos que militan y que han venido a militar en nuestros partidos comunistas —Partido Comunista Gallego, Partido Socialista Unificado Catalán, etcétera— han venido a través de la asunción del marxismo; es decir, son marxistas cristianos, pero que en una etapa próxima (y creo que no va a tardar) se va a producir el fenómeno de cristianos que no son estrictamente marxistas, que han captado la dimensión nacional liberadora del programa de nuestros partidos comunistas. Indudablemente que ellos tendrán que pasar por la mediación, por la comprensión más elaborada, para poder participar en la lucha de clases, teniendo necesidad de unos instrumentos de análisis. Con I partido les marxista que les haga madurar ese socialismo utópico. Pero ya no lo hará planteándoles la incompatibilidad, digamos, de ese bagaje marxista con la fe, sino que lo estará haciendo respetándoles esa fe, ayudándoles a ser más eficaces, y en ese sentido yo creo que tu pregunta es muy justa, porque debemos de hacer ver que ser comunista no quiere decir ser marxista, materialista dialéctico, histórico, que se lo ha leído todo... Yo he visto en amigos muy próximos que han entendido aspectos de la lucha de clases, después de ir a una manifestación, participar en una asamblea o estar en una huelga con más facilidad que después de leerse tres textos marxistas. Igualmente, he encontrado cambios cualitativos de personas reticentes al marxismo, en base a la lectura de los textos de los clásicos, y que, después de estar tres o cuatro meses en la praxis y en la lucha activa más oscura y cotidiana, se les ha roto tabúes y han entendido lo que quería decir la militancia en un partido comunista.