Filosofía en español 
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España y Europa

De «gobierno de embajadores» han calificado algunos comentaristas la versión juancarlista del gobierno Arias, destacando el inusitado porcentaje de embajadores (unos en ejercicio, otros en el pasado) que han sido llamados a integrarlo. Quizá detrás de este rasgo superficial, se esconda algo más interesante sobre los criterios que han prevalecido en la constitución del actual gobierno. En realidad, es un gobierno preparado en gran parte hacia fuera, y en cuya composición se han cuidado en particular los aspectos más susceptibles de impactar a la opinión europea.

Muy pronto, Areilza en su viaje a París, Fraga en declaraciones a diversos periódicos, han dejado claros los propósitos que inspiran hoy la política gubernamental en ese orden: hacer olvidar el continuismo que el actual poder encarna con respecto al régimen franquista repudiado por Europa (continuismo que no está sólo en las instituciones), alimentar el mito de un Juan Carlos «liberalizador», «democratizador»; sembrar la ilusión en la opinión internacional de que «el cambio» en España es poco menos que «cosa hecha», y lograr así modificar el estatuto europeo e internacional de España, abriendo el paso a su entrada en el Parlamento Europeo, el Mercado Común, etc.

Acompañan esa política de «democratización hacia fuera», con cierta dosis de anticomunismo, pensando encontrar así acogida favorable en sectores de la derecha europea y disimular la distancia abismal entre las palabras «democratizadoras» y los hechos: la realidad de las leyes que se siguen aplicando en España, la negativa a una amnistía, la inexistencia de libertades, no ya para los comunistas, sino para el conjunto de las fuerzas políticas que de verdad quieren que se instaure en nuestro país un juego democrático.

¿Qué posibilidades de éxito tiene este esfuerzo del Gobierno por presentar, de cara al exterior, una fachada renovada que permita, sin un verdadero cambio en España, abrir las puertas de Europa?

Creemos que la experiencia de las últimas semanas permite ya indicar que las cosas no le van bien al Gobierno, tampoco en ese terreno; y que su desgaste se está operando a un ritmo bastante rápido.

Recordemos que Europa se puso en pie, en el pasado septiembre, contra las ejecuciones dictadas por el Gobierno Arias. Fue uno de los movimientos políticos más amplios conocidos desde la Segunda Guerra Mundial, con la participación unida de socialistas, comunistas, cristianos, liberales y demócratas, que tuvo un fuerte impacto sobre la actitud de los gobiernos. En la base de ese movimiento no estaba sólo el problema de las condenas de muerte: estaba una toma de conciencia de que el restablecimiento de la democracia en España es hoy una necesidad para Europa.

Ese problema sigue en pie. Y ni los partidos socialistas y socialdemócratas, ni la democracia cristiana (concretamente en los sectores que deciden la política italiana), por no hablar de otras fuerzas, manifiestan ninguna disposición a entrar en el juego de un Fraga o un Areilza. Más bien lo contrario. En este caso, los sentimientos de las grandes masas vienen a coincidir con lo que es el aspecto jurídico del problema: el Tratado de Roma especifica claramente que la Comunidad Europea está abierta a países que tengan un sistema democrático. Y la monarquía juancarlista sigue siendo la negación más descarada de todas las libertades democráticas, de todos los elementos que integran los sistemas políticos occidentales; ni partidos, ni sufragio, ni Parlamento elegido, ni libertades políticas, ni libertad sindical; y a la vez, rechazo de la amnistía para presos y exiliados...

También querría Areilza, calzando quizá las- botas de López Bravo, provocar «aperturas en el Este»; serían para él un modo de presionar sobre los gobiernos socialdemócratas de Occidente. Estamos convencidos de que no logrará nada en ese campo. La no existencia de relaciones diplomáticas por parte de todos los países socialistas. de Europa refleja la solidaridad de éstos con la causa democrática española; y responde a la vez a una exigencia internacional para consolidar un sistema de seguridad europea: la necesidad de que tal sistema tenga un contenido antifascista y contribuya a democratizar las relaciones entre los Estados de nuestro continente.

Hablando de los países socialistas, no podemos dejar de anotar la excepción que representa la actitud de la República Popular China. En este aspecto, que a nosotros nos afecta de un modo más particular, lo mismo que en otros aspectos de su política internacional, la R.P. China manifiesta un desprecio completo de lo que son los intereses más obvios de la causa popular y revolucionaria. Es lo menos que se puede decir.

No queremos cerrar los ojos ante las zonas donde la maniobra del «juancarlismo democratizador» encuentra evidentes apoyos: primero, en la política norteamericana y, concretamente en Europa, en el Gobierno de Giscard d’Estaing; pero incluso en estas zonas, se observa cada vez menos confianza y más molestia; es muy difícil «jalear» una «renovación» cuando el mismo Arias sigue encabezando el Gobierno, cuando ni siquiera hay amnistía para presos políticos, cuando la distancia entre las promesas y la realidad es tan excesiva. La idea de que el actual Gobierno está condenado a una vida muy corta cunde incluso entre quienes jugaron desde el principio la carta del juancarlismo.

En cambio, crece en muy amplios sectores obreros y populares, la voluntad de dar un impulso y una amplitud mucho mayores a todas las actividades europeas que sirvan para manifestar la solidaridad y el apoyo a la lucha del pueblo español por imponer la ruptura democrática. En este orden, lo que se puso en marcha en septiembre sigue existiendo. Y sobre todo, unas posibilidades unitarias extraordinarias. Ello se materializa, por ejemplo en Italia, en la constitución de un Comité por la libertad de España del que forman parte todos los partidos del arco constitucional italiano, comunista, socialista, socialdemócrata, demócrata cristiano, etc. En Grecia, y en otros países, se forman o funcionan movimientos de amplia unidad. Recientemente, la prensa inglesa ha dado a conocer que los principales dirigentes de los Trade Unions, junto con un grupo de diputados del Partido Laborista, han tomado la iniciativa de una Conferencia para desarrollar la solidaridad de los trabajadores británicos con la lucha por la democracia en España.

El acercamiento de España a Europa es una realidad; está en marcha; pero es un proceso condicionado por la exigencia de un cambio democrático en España.