Santiago Carrillo y Dolores Ibárruri
25 mil españoles en Ginebra, un grito: ¡Libertad!
Santiago Carrillo
Trabajadores españoles, compatriotas y amigos, camaradas:
Muchas gentes en España y fuera de España están pendientes de lo que se diga en este mitin. Pero antes de que sea pronunciada una sola palabra desde la tribuna, ha quedado de manifiesto algo fundamental. Y ese algo es vuestra presencia, que puede contarse en decenas de miles, esa presencia multitudinaria es ya una voz poderosa que clama, no contra España —como nos acusan los portavoces del fascismo— sino ¡por España, por nuestra patria, por nuestro gran pueblo, digno como el que más de obtener la libertad y la democracia!
Si aquí en Suiza, cruzando Europa, se ha concentrado esta gran muchedumbre, cabe preguntarse ¿cuántas decenas, cuántos centenares de miles se reunirán en una España libre, el día en que se ponga fin al régimen fascista? Y cuando en vez de ser sólo el Partido Comunista quien convoque, lo hagan unidas todas las fuerzas democráticaa ¿qué espacio podrá contener a las inmensas muchedumbres que aspiran a la libertad y la justicia? Seguramente muchos de vosotros habéis oído hablar del «espíritu del 12 de febrero». Se ha especulado mucho con ese sujeto inmaterial que trataban de identificar a la apertura.
El espíritu de la Guerra Civil
Los comunistas hemos dicho que el espíritu del 12 de febrero no era más que un fantasma, que la dictadura fascista seguía siendo una dictadura fascista, y que es Imposible que un régimen así se transforme, por sí mismo, en una democracia. El jefe del Gobierno español ha venido a confirmarlo en su discurso de Barcelona, cuando ha proclamado que el espíritu del 12 de febrero era lo mismo que el espíritu del 18 de julio de 1936. ¡A confesión de parte...! Está claro el espíritu que anima a este gobierno, como a todos los del régimen: el espíritu de la guerra civil, del terror policíaco, de la represión, de la censura; el espíritu del búnker fascista, de la tiranía contra la cual se levanta cada día con más decisión la inmensa mayoría de los españoles.
Ese espíritu de guerra civil nos ha perseguido hasta aquí mismo, en Ginebra. Estáis asistiendo a un espectáculo insólito: escucháis nuestra voz y a la vez podéis contemplarnos en esta tribuna mudos. Con la boca cerrada. ¿Quién cierra nuestra boca? ¡El Gobierno fascista de Madrid! Hay que reconocer que el fascismo tiene todavía el brazo largo, pero a la vez sus piernas son flojas, muy flojas. Y pronto cederán. El fascismo español se hundirá estrepitosamente, como se ha hundido el fascismo portugués, como se hundirá el fascismo en Grecia. Y si hoy podéis contemplar el espectáculo insólito de vernos con la boca cerrada a la vez que escucháis nuestra voz, es que en Europa hay gobiernos que se percatan de que los proscritos de hoy serán los gobernantes de España en un porvenir ya próximo.
Anteayer, en una conferencia de prensa, un periodista me preguntaba si los comunistas estaríamos dispuestos a dialogar con el actual gobierno español. Pero ¿qué clase de diálogo es posible con un gobierno que nos encarcela en España y nos cierra la boca hasta en Ginebra? Ese gobierno no pretende ningún diálogo; lo único que querría es continuar el interminable monólogo que se juega desde hace treinta y tantos años en la escena política española.
¡Y a eso nosotros no jugamos! ¡Para que en España haya diálogo hay que acabar con el régimen fascista! ¡Hay que acabar con la política de guerra civil! ¡Hay que implantar la libertad!
Gobierno provisional de España hoy
Sobre lo que íbamos a decir en este mitin la prensa española —y no culpo a los periodistas, que en su inmensa mayoría desean informar libre y honestamente y cuando tienen la más mínima ocasión lo hacen— la prensa española ha propalado las especies más absurdas. Hasta se ha escrito que nosotros aquí íbamos a anunciar la creación de un Gobierno Provisional en el exilio.
Hace ya bastantes años que los comunistas hemos preconizado, para el tránsito de la dictadura a la democracia, la necesidad de un gobierno provisional, democrático, de reconciliación nacional, que devuelva al pueblo el poder soberano de decidir su destino.
Pero si no hemos cultivado las instituciones emigradas de la República, a pesar del respeto que personalmente nos merecen quienes lo hacen, es porque a juicio nuestro, un Gobierno provisional tiene que surgir en su día, y de España misma; y tiene que surgir de las entrañas de la España de hoy, tal como es, y no de las de la España de ayer. Tiene que tener el frescor y la vitalidad de las jóvenes generaciones, de las jóvenes fuerzas sociales y políticas. Y si el Partido Comunista participa en él, será no tanto por lo que representó ayer, —aun cuando estemos orgullosos de nuestro pasado— sino por lo que representa hoy como portavoz de las generaciones jóvenes, de trabajadores, estudiantes y profesionales; de las fuerzas que marchan seguras y decididas hacia la España democrática y socialista del futuro.
Pero ¿a quién se le ha ocurrido que aquí íbamos a anunciar la constitución de un gobierno provisional? Para que un gobierno provisional se constituya, lo primero que hace falta es acabar con la dictadura fascista. Entonces habrá gobierno provisional. Pero su constitución no la anunciaremos nosotros, y menos aún en Ginebra. ¡Su constitución la anunciará Radio Nacional de España, desde sus micrófonos de Madrid, y con ella la televisión y la prensa españolas!
Hacia un cambio democrático
De aquí a allá, queda todavía un trecho por recorrer. Yo estoy seguro de que lo recorreremos y más rápidamente de lo que algunos piensan. Pero ¿qué indican esos bulos? Indican que tras lo sucedido en Portugal hay un fantasma —y este sí que no es un espíritu, sino un fantasma llamado a organizarse y a devenir realidad— que comienza ya a inquietar a los grupos que monopolizan el poder. Ya ven en sueños, como una pesadilla, a un gobierno provisional. ¡Buena señal camaradas y amigos! ¡Señal que tenemos el viento de popa, señal que la victoria de la democracia se acerca por fin en España!
Nadie duda que vamos hacia un cambio democrático. Pero todo e mundo se pregunta cómo va a producirse dicho cambio. Nosotros no somos profetas. Pero en las condiciones de hoy —mañana las cosas podrían ser diferentes— no lo esperamos de un levantamiento de los capitanes, como en Portugal. En España no hay una guerra colonial, que determine una toma de conciencia y una decisión firme del Ejército de levantarse.
¡De ninguna manera! Los tiene y serios, de orden económico, social y profesional. De orden patriótico también. El tema exigiría un largo desenvolvimiento. No es ésta la ocasión. Si solo de subrayar algún principie esencial.
Ejército nacional, no policía del régimen
El Ejército debe ser el garante de la independencia y la soberanía nacional. Debe poseer una técnica y unos medios que le permitan desempeñar ese papel y la nación, en su propio interés, debe proporcionárselos. Hombres con vocación y calidades es lo único que no falta. Pero la técnica y los medios son lamentables. Los principios de organización envejecidos y la doctrina militar nacional inexistente.
Los portavoces del régimen, que atribuyen su origen al Ejército, tratan de explicar esta situación que pone al Ejército español en situación lamentable, comparado con los de los países que nos rodean, diciendo que el Ejército, «ha sido sacrificado al desarrollo nacional».
La verdad no es esa. La verdad es que el régimen no se ha preocupado del desarrollo cualitativo del Ejército como instrumento de la defensa nacional. Y la explicación es bien sencilla. El régimen no ha pensado nunca en utilizar al Ejército para garantizar la integridad patria, que ha sido enajenada por un plato de lentejas a potencias extranjeras. El régimen ha considerado a las fuerzas armadas como una gran policía, destinada a protegerle contra las ansias populares de libertad y justicia. Y con el material y la técnica que hoy tiene, ridículo frente a un enemigo exterior, más que suficiente para actuar como una fuerza de represión contra el pueblo desarmado.
Por eso también las pocas maniobras militares que se realizan van generalmente orientadas no contra un agresor extranjero, sino «contra el enemigo interior». Y el enemigo interior es el pueblo: somos los españoles.
¿Cómo no pensar que los militares españoles, pese a toda la intoxicación ideológica de que se les hace objeto, se percatarán un día de esta realidad y sentirán la necesidad de enfrentarse con ella, es decir, con un régimen que les reduce al papel de policías y de protectores de los escándalos, la corrupción, los negocios que realizan un grupo de aprovechados con la familia del caudillo a la cabeza?
Por eso los comunistas, desde hace años, hemos propugnado, contra todas las críticas y los escepticismos, un acercamiento del pueblo y del Ejército. ¡Por que un día también en España, igual que hoy en Portugal, los niños puedan colocar claveles rojos en la boca de los fusiles como símbolo de la amistad restablecida del Ejército y el pueblo! Por eso hemos dicho que queríamos para España, en tanto no venga el desarme universal, un Ejército moderno capaz de defender sus fronteras.
A este propósito, quiero decir que con su proyecto de ley sobre la defensa nacional, lo que pretendía el teniente general Diez-Alegría —basta leer el texto del proyecto— era ir hacia una modernización de las fuerzas armadas. Y que ha sido destituido porque esa modernización no interesa a este régimen, que quiere, insisto, no un ejército, sino una policía.
La noticia, de intención malvada, que atribuye su destitución a unas supuestas relaciones conmigo, a su entrevista con el presidente rumano Ceaucescu es solamente un pretexto. Por mi parte puedo afirmar que no tengo el honor de conocer al teniente general Diez-Alegría, aunque como sucede a muchos militares y a muchos españoles, sienta un sincero respeto hacia su figura de militar moderno, que no acostumbra el ruido de sable y espuelas, y .que tiene el buen gusto de no amenazar a los españoles con el espantajo de la guerra civil.
El esfuerzo del pueblo
Volviendo al hilo de la pregunta ¿Cómo va a producirse el fin de la dictadura?, responderé que en España el esfuerzo principal lo está haciendo, y lo seguirá haciendo hasta el triunfo, el pueblo español. Su clase obrera, sus profesionales y estudiantes, sus mujeres, sus jóvenes, con las protestas y las luchas que culminarán en la Huelga nacional.
El esfuerzo vendrá de la reconciliación nacional en marcha que no es una simple aspiración, sino algo cada vez más real y tangible. Vendrá de la presión de la sociedad española cuyo desarrollo incontenible choca con las rígidas y estrechas estructuras de la dictadura fascista. Esa presión abre brechas por todas partes en el búnker dictatorial, lo comprime y provocará su desmoronamiento. El régimen fascista se desmorona mientras la reconciliación de los españoles va siendo levantada piedra a piedra, mientras la alternativa democrática se concretiza.
¿Habrá o no una mano que abra la puerta de la fortaleza fascista al pueblo para evitar violencias que en otro caso podrían ser inevitables? Yo no lo sé. Lo que sí sé es que esa mano, a pesar de los guiños y los silencios de Juan Carlos, no podrá ser de ninguna manera la del sucesor designado por Franco para encabezar la llamada monarquía del movimiento. ¡Que no se hagan ilusiones! Esa monarquía fascista será denunciada y condenada por el pueblo sin remisión.
Esa monarquía fascista será repudiada por la opinión europea y mundial como la continuación pura y simple de la dictadura de hoy. Frente a esa monarquía los españoles no tendrían más que una salida: ¡La República democrática! ¡Hasta el gato se haría republicano! Y si no hay esa mano que abra la fortaleza, la lucha será más dura, pero derribaremos la puerta y ¡tanto peor para los que no sean capaces de jugar el papel que la historia les ofrecía!
Volviendo al tema del Ejército, lo que nosotros pretendemos es hoy no que se subleve; sino que llegado el momento se niegue a jugar el papel de policía, se niegue a enfrentarse con el pueblo, y respalde la voluntad de éste y de las fuerzas democráticas que le representen. Para nosotros, pues, sigue abierto un camino de lucha política y social, de lucha de masas. ¡Con la unidad y con la lucha venceremos!
Y comenzaremos a construir una España democrática, una España donde todos, sin excepción, puedan hablar y participar en la vida política y en la dirección del país si el pueblo les otorga su confianza, una España sin venganza ni revanchas, sin policía irresponsable, sin torturas, sin políticos venales y corrompidos, sin ejecuciones y penas de muerte. Una España donde resplandezca con la libertad el humanismo.
Hoy, la cuestión que se plantea ante todos los españoles, de forma inmediata, no es la instauración de un gobierno socialista, ni siquiera de un gobierno de izquierda. Es la instauración de un gobierno de reconciliación nacional.
Socialismo y libertad
Pero eso no quiere decir que nosotros perdamos de vista nuestros grandes ideales, que perdamos de vista el socialismo. Y a los que hoy nos preguntan, a veces con angustia, ¿es que habrá libertad con el socialismo?, nosotros les respondemos, sí: nosotros no concebimos el socialismo sin libertad, nosotros seríamos los primeros en oponernos a quienes quisieran privar a nadie de la libertad en el socialismo. Socialismo con pluripartidismo, con derechos humanos, con libertad para la oposición.
¿Es que nosotros renunciaríamos totalmente a la violencia? Yo quiero decir que sólo en un caso la emplearíamos, es decir, si un gobierno de izquierda llegado al poder con el apoyo de la mayoría de los españoles; proponiéndose la marcha hacia el socialismo, se viera amenazado por un golpe de Estado, entonces, si, nosotros llamaríamos al pueblo a la ofensiva y la lucha armada para derrotar a quienes quisieran destruir la democracia. Sólo en ese caso. ¿Por qué? Porque hace falta que se pierda esa imagen de la izquierda que parece poner la otra mejilla cuando le golpean en una. Porque nosotros no estamos dispuestos a dejarnos decapitar si el pueblo está a nuestro lado. Pero fuera de esa situación, la regla de conducta del Partido Comunista será el respeto escrupuloso del juego democrático.
Los derechos de los emigrados
Y esa España que vamos a construir será una España de la que no habrá que emigrar para poder comer y educar a los hijos. Será una España en la que todos podrán tener su puesto al sol. Mientras esa España llega, y estamos luchando por ello, y el mitin de hoy es una contribución a la lucha, es lógico y natural que nosotros, en tanto que comunistas españoles, que vanguardia de la clase obrera, defendamos los derechos sociales, económicos, culturales y políticos de los trabajadores españoles que venden su fuerza de trabajo al capitalismo de Europa. Nosotros pensamos que esta emigración y las emigraciones de otros países que están contribuyendo al desarrollo de Europa, no pueden ser tratadas como ilotas. Y con el apoyo de la clase obrera de los países de Europa, lucharemos con todas nuestras energías para conquistar los derechos que esos trabajadores merecen.
Las fuerzas en ascenso de la democracia
Camaradas y amigos: nos estáis escuchando mientras nosotros permanecemos con la boca cerrada. Es posible que los tontos del gobierno de Madrid se sientan satisfechos de este resultado. Gran error el suyo. Si no hubieran intervenido para tratar de impedir este mitin, el mitin no hubiera tenido la publicidad y la resonancia a la que ellos han contribuido. No es que tengamos que darles las gracias. Les ha salido el tiro por la culata bien a su pesar. Pero ello demuestra que las fuerzas que nosotros representamos, las fuerzas de la democracia española, son las fuerzas que ascienden en este momento, las fuerzas verdaderas que van a imponer su voluntad próximamente en España.
Aquí, en este mitin, con vuestros rumores y vuestros aplausos, con vuestro calor y vuestro entusiasmo, se oye un repique de campanas. ¿Por quién tocan las campanas? Tocan a muerto por la dictadura fascista en España. ¿Qué nace aquí, en este mitin, en las huelgas de los obreros españoles y las protestas de los campesinos en las luchas de los estudiantes, los intelectuales y profesionales? ¿Qué nace del diálogo democrático que se está desarrollando en España? Nace la España libre de un futuro próximo. ¡Qué prestigio, qué autoridad va a tener en el mundo esta España que estamos preparando con el esfuerzo de todos! Qué alegría para la Europa democrática y socialista, para el mundo, el día que en Madrid se anuncie la libertad. Entonces, España podrá pasear por Europa y por el mundo con la cabeza alta, en medio de la espectación simpática y el cariño de todos los europeos.
Un gobierno democrático es el único que resolverá esa llaga histórica que este régimen no puede resolver: la recuperación de Gibraltar. Yo puedo decir aquí que fuerzas políticas decisivas en Gran Bretaña me han asegurado estar dispuestas a revisar la posición británica sobre Gibraltar el día que en España haya un gobierno democrático, que inspire garantías a Europa y al mundo.
(Mientras el público, en pie acoge el final de la intervención grabada en cinta magnetofónica de Santiago Carrillo con una nmensa ovación y corea el grito de ¡LIBERTAD!, el secretario general del P.C.E. se dirige a la tribuna y, restablecido el silencío, pronuncia las siguientes palabras):
Nuestra boca no ha sido cerrada
Hasta ahora, habéis escuchado mi voz en «conserva». Dentro de un momento vais a escuchar también de la misma forma la voz de la camarada Dolores Ibárruri. Querían cerrarnos la boca. Pero con la ayuda de nuestros hermanos del Partido Suizo del Trabajo nuestra boca no ha sido cerrada.
Treinta y tantos años tratando de cerrar nuestra boca, ejecutando y encarcelando a los comunistas para impedirnos hablar, son ya muchos años. Y ahora, no sólo aquí, en España misma, nadie puede ahogar la voz del Partido Comunista. (El público corea apasionadamente: ¡LIBERTAD! ¡LIBERTAD!).
Camaradas. Quiero añadir a lo dicho por ese medio tan extraño, en este mitin tan insólito, solamente una cosa: Hemos entrado en la recta final (aplausos atronadores). Correremos esa recta, pero no nos hacemos ninguna ilusión. Hay que luchar. Hay que combatir. Hay que destruir al régimen fascista, porque ningún régimen fascista se suicida.
Camaradas: gracias por vuestra presencia aquí. Lo mismo que el pueblo es y será el artífice de la historia de España, vosotros, con el sacrificio que habéis hecho llegando hasta aquí, sois los artífices del éxito de este mitin, que muestra a dónde va y lo que quiere nuestro Partido Comunista.
Y solamente unas palabras más: los franquistas querrían que después de este mitin los comunistas provocasen desórdenes en Ginebra. Lo están esperando. Hace falta que al terminar este mitin, con toda disciplina se sigan las instrucciones de los organizadores y en calle demos un ejemplo de dignidad cívica.
Camaradas: ¡HASTA MADRD! (Inmensa ovación que se prolonga con los gritos de ¡Libertad! ¡Libertad!).
Dolores Ibárruri
Es difícil, camaradas y amigos, contener la emoción ante esta impresionante concentración de españoles, de compatriotas, de amigos y de camaradas, en la que vibran de manera inconfundible, voces y acentos de los pueblos y regiones de nuestra España inolvidable. Voces y acentos que nos conmueven hasta lo más hondo del alma, recordándonos a la España combatiente, a la España indomable, a la España inmortal.
A la España de la historia y de la leyenda, de Cervantes y de Goya, de Unamuno, de García Lorca, de Miguel Hernández y de Machado, de Falla, de Casals y de Picasso. A la España de la República y de la democracia, a la España del presidente Companys, de Aguirre y de Negrin.
A la España que signe inmortalizando con sus versos maravillosos nuestro Rafael Alberti, cuyas canciones «aleteaban en los frentes de la resistencia, entre el tronar de los cañones, para volar después sobre toda tierra», como decía, otro gigante de la poesía, el inolvidable Pablo Neruda, víctima del odio del Franco chileno, el innoble general Pinochet.
A la España de los Grimau y de todos los asesinados por los franquistas. A la España de Puig Antich, ejecutado en garrote vil en su Cataluña natal, a la España, de Sánchez Montero y de Camacho, de los dirigentes obreros condenados a largas penas de presidio por el delito de defender los derechos de los trabajadores.
A la España de nuestros héroes y de nuestros mártires, de los guerrilleros y de los combatientes innominados; de los campesinos de Extremadura, de Andalucía y Castilla; de los trabajadores de Vigo y de El Ferrol, de Madrid, de Asturias, de Cataluña, del País Vasco y de Navarra.
Vuestra presencia aquí, queridos compatriotas, en el centro de Europa, junto a nuestros camaradas suizos, a quienes expresamos nuestra honda gratitud por su constante solidaridad, nos recuerda con profunda nostalgia la patria inolvidable que nos formó y dio sentido a nuestra vida, en el hogar humilde, en la escuela y en el trabajo, y, fundamentalmente, en la gran lucha por la libertad y la democracia, y todavía inasequible para nosotros, los emigrados políticos.
Ha comenzado a amanecer
Pero aun doliéndonos el largo exilio, que a veces ha hecho decir, como a un amigo portugués, emigrante como nosotros: «esto da volontade de morir», no nos arrepentimos del camino emprendido, porque tenemos el legítimo orgullo, el orgullo revolucionario, de haber luchado por una causa justa y la seguridad de que el mañana democrático ha comenzado a amanecer ya hoy sobre nuestra patria.
Y es fácil comprobar hoy, cuando la dictadura franquista ha entrado en barrena y comienza a liquidar a sus propios hombres, como han hecho con el almirante Carrero, las profundas mutaciones, la corrección de posiciones políticas y de criterios erróneos que se produce en nuestro país, entre grupos y fuerzas sociales que ayer se enfrentaron contra el pueblo y que hoy no son ya los enemigos del pasado, sino posibles aliados o fuerzas convergentes en la gran empresa política nacional que tiende al restablecimiento de la democracia en nuestro país.
El signo alentador de Portugal
Celebramos esta fraternal reunión de españoles fuera de España, bajo el signo alentador y emocionante del Portugal hermano, donde una dictadura fascista de casi medio siglo se ha hundido en unas horas, prácticamente sin ninguna violencia. Gracias a la unidad y la lucha de las fuerzas populares y del movimiento de las fuerzas armadas, gracias a la inteligencia política y al patriotismo de audaces capitanes y altos mandos militares, Portugal se ha transformado en un país democrático, en un Portugal que avanza —no sin dificultades, porque los alumbramientos nunca son sin dolor— pero confiado en su fuerza y en su derecho, por el camino de la democracia, levantándose más entrañable que nunca en las fronteras occidentales de nuestra patria, como un faro de esperanza, de justicia y de libertad para nuestro pueblo y nuestro país.
Y al saludar con hondísima emoción al pueblo portugués y a sus dirigentes, segura de interpretar vuestros sentimientos y vuestras esperanzas, permitidme decirles con el alma: ¡HASTA PRONTO, camaradas, amigos y hermanos portugueses, EN UNA ESPAÑA LIBRE Y DEMOCRATICA, en la que sea posible la convivencia política de todos los españoles!
Portugal es hoy un resorte que puede hacer saltar las barreras del miedo de la desconfianza y de la incomprensión que han venido frenando la incorporación al proceso de democratización de España, a amplios sectores civiles, militares y religiosos, en desacuerdo, al igual que nosotros, con el franquismo y con el pretendido continuismo juan-carlista.
Solo el pueblo es permanente
Nosotros, comunistas, no pensamos en la traslación mecánica de la experiencia revolucionaria de un país a otro país, porque las condiciones políticas, sociales y económicas no son nunca idénticas. Cada país sigue su propio camino democrático y revolucionario. Nuestro partido, dando pruebas de su gran sentido político, democrático y nacional, lucha infatigablemente por un pacto para la libertad, por una convergencia de opiniones y de propósitos que permita la transición del franquismo a la democracia sin choques sangrientos ni mayores violencias. En la historia moderna de nuestro país tenemos ya el elocuente ejemplo del paso pacífico de la monarquía a la república en 1931. Y aunque ha corrido ya mucha agua y demasiada sangre bajo los puentes de nuestro país, la vida muestra con innumerables ejemplos que no es posible impedir el desarrollo democrático de los pueblos, que todo cambia, que todo se modifica. Que los reyes y los caudillos pasan y que sólo es permanente el pueblo, en su sucesión generacional, y en él está la continuidad histórica de nuestra Patria.
Y hoy, cuando el franquismo aparece ya en pleno desmoronamiento, y cuando la inevitabilidad de cambios políticos está al orden del día, el diálogo, la convergencia de todas las fuerzas interesadas en realizar el paso de la dictadura a la democracia es una acuciante e inaplazable necesidad. Y repetimos con toda fuerza y honda preocupación, y no por nosotros: o se logra este diálogo, esta convergencia, única manera de crear un nuevo clima de convivencia humana y política, que nos acerque al mundo de hoy, o España continuará siendo en Europa el país exportador de mano de obra, el país de los tremendos contrastes que engendrarán inevitablemente la rebelión de las fuerzas obreras y populares, a las que se no se deja otro cauce para manifestarse y defender sus derechos.
Larga y dolorosa ha sido nuestra lucha y heroica la resistencia de nuestro pueblo. Pero al curso de la historia, como el de los grandes rios, no es posible ponerle diques de arcilla. Y el franquismo aparece ya hoy como un montón de barro endurecido pero quebradizo, amasado con la sangre y con las vidas de más de un millón de españoles, y erosionado por la permanente resistencia popular, y especialmente por las luchas de las nuevas generaciones, por vosotros, camaradas y amigos, que sois la expresión emocionante de la voluntad de todo nuestro pueblo, de vivir en una patria libre y democrática.
La fuerza del movimiento de masas
En España todo es hostil al régimen franquista. Las grandes luchas de nuestra clase obrera, de los estudiantes, de los intelectuales, tan difíciles de realizar en un país fascista, rompen los resortes represivos, hacen saltar los topes salariales, reivindican la libertad, sindical e imponen el derecho de huelga. La fuerza de estos movimientos es tanta y su razón tan poderosa que incluso numerosos Consejos Provinciales de Trabajadores hacen suyas estas reivindicaciones, poniendo de relieve la inanidad y la descomposición de los sindicatos verticales.
En este movimiento laboral, nuevo, combativo, juegan un papel relevante las Comisiones Obreras que, aquí mismo, en Ginebra, han sido reconocidas oficialmente, junto con otras organizaciones sindicales y democráticas españolas, por el movimiento sindical internacional y por la O.I.T.
Y permitidme expresar públicamente nuestra gratitud por esa solidaridad hacia nuestra clase obrera, y proponer, si ello es factible, desarrollar aún más intensamente esa solidaridad, pues ello constituye una valiosa ayuda para los trabajadores españoles.
No son únicamente los obreros quienes luchan contra una legislación sobrepasada, son también los sectores campesinos, y sus protestas contra la desastrosa política del Gobierno se expresan en múltiples acciones. Las Hermandades de Labradores y Ganaderos, que durante largos años fueron meras ejecutoras de las disposiciones del gobierno, hoy se lanzan contra ellas y reclaman precios remuneradores para los productos del campo.
La Universidad española, con toda la impetuosidad de la juventud y con el apoyo de los profesores más calificados, se ha puesto en pie contra el proyecto de la Ley de Selectividad que tiende a acentuar el carácter elitista, de clase, de la enseñanza. La jornada del 9 de mayo en Barcelona, en Madrid, en Santiago de Galicia y otros lugares, que abarcó a la enseñanza superior y media, ha sido un claro exponente de la amplitud y la pujanza del movimiento estudiantil. Como ya sucedió en los últimos años de la dictadura primo-riverista, pero con renovada fuerza, los Colegios profesionales se pronuncian por la libertad de asociación, de reunión, de expresión, y contra la pena de muerte, contribuyendo poderosamente al avanzar de las ideas democráticas. La intelectualidad española, a través de sus figuras más prestigiosas se rebela contra la dictadura, reclama la libertad de creación.
Tendencia renovadora de la Iglesia
El enfrentamiento de la Iglesia con el régimen es permanente, y no lo ha atenuado la visita de monseñor Casaroli a Madrid. La tendencia postconciliar, renovadora, de la Iglesia española ha ido afianzándose en la Conferencia episcopal, y ello hace muy dificultosa la conclusión de un nuevo Concordato que pudiera aparecer como una caución de la Iglesia al régimen franquista.
Mientras tanto, sucesos como los de Pamplona, donde el arzobispo se enfrentó con el gobernador civil, que había ordenado a la policía el desalojo de la catedral, donde estaban reunidos en asamblea los huelguistas de la fábrica «Authi», revelan que es imposible hacer concordar este régimen con los más elementales derechos del hombre. Se produce en nuestro país un hecho nuevo que es necesario destacar por su inminente importancia en relación al futuro democrático. A diferencia de 1936 hoy tenemos una Iglesia renovada, con jerarquías no inmovilistas sino progresistas, y millares de sacerdotes que con su conducta reconcilian al pueblo con la Iglesia.
La campaña pro-ammistía iniciada por «Justicia y Paz», que lleva ya recogidas centenares de miles de firmas, da a la reconciliación nacional su verdadero y concreto sentido. Y nuestro Partido, que ya en 1956 levantó la bandera de la reconciliación nacional, aunque para ello tuvimos que enfrentarnos con incomprensiones y sectarismos, saluda hoy esta iniciativa que tiende a extinguir los rescoldos de la guerra civil y hacer posible la convivencia democrática.
Convergencia por el cambio
En los últimos tiempos aparece con fuerza un nuevo fenómeno que está contribuyendo poderosamente a la concienciación de las masas. Es la actitud de la prensa, que pone en la picota, con tanto ingenio como vigor, la intransigencia de los ultras. Al propugnar ideas de diálogo, ideas de libertad, esos periodistas se hacen eco del pensar y el sentir de la «inmensa mayoría», de los españoles. Y esas tendencias se abren paso hasta en zonas que consideramos si no enemigas por lo menos indiferentes.
Frente a esas corrientes democráticas, el discurso que el jefe del gobierno ha pronunciado en Barcelona, ha demostrado que no es posible esperar nada del régimen actual. Y que el problema de los problemas no es el de una sedicente apertura, sino el de un cambio político. Y el obstáculo principal para acceder a la libertad es el régimen de Franco.
Para apartar esto obstáculo, para devolver la soberanía al pueblo, se impone la más amplia convergencia de todas las fuerzas interesadas, por unos u otros motivos, en cambiar la situación. Y estas fuerzas son potencialmente inmensas y se reflejan ya en el poderoso movimiento de masas, en la constitución de mesas y comisiones democráticas a todos los niveles. Esa convergencia está ya cristalizando y no tardaremos en asistir a pronunciamientos políticos que pueden ser decisivos para los destinos de España.
Acercamiento pueblo-ejército
La reciente revocación del teniente general Diez-Alegría de su cargo de jefe del Alto Estado Mayor revela el miedo de la camarilla de El Pardo a las tendencias liberales que empiezan a manifestarse en el seno del ejército. Pero ya han pasado los tiempos en que con disposiciones en el Boletín Oficial del Estado se podía modificar el curso de los acontecímientos. La destitución de Diez-Alegría no hará más que añadir nuevos elementos de reflexión para los sectores militares, ya muy sensibilizados por el ejemplo de lo ocurrido en Portugal.
Es cierto que en España no tenemos guerras coloniales, como las que la dictadura de Caetano sostenía en África. En nuestro país, el factor decisivo de los cambios es el movimiento obrero y popular.
Pero las fuerzas armadas no pueden vivir al margen de los fenómenos que convulsionan a la sociedad. Y el ansia general de libertad penetra por todos los poros de ésta, e incluso en instituciones tan cerradas como el ejército. Es posible que muchos militares españoles hayan pensado ya con ilusión en el día en que el pueblo pueda colocar claveles rojos en las bocas de sus fusiles, como en Portugal.
Hoy es más necesario que nunca el acercamiento entre el pueblo y el ejército. Un acercamiento como el que se ha producido en las calles de Lisboa, hermanándoles en un mismo entusiasmo en la impresionante manifestación del 1º de Mayo. Muchas concepciones simplistas se derrumbaban ante la fuerza irrebatible de estos hechos.
Si es cierto que el ejército ha dado dictadores odiosos, como Franco y Pinochet, también dio a Riego, a Galán y García Hernández, y en nuestra época a los Spinolas, a los capitanes portugueses, a los militares peruanos.
Y muy cordialmente apelamos al sentimiento patriótico y nacional de lo más digno de la oficialidad, para decirles —y desearíamos que nos escuchasen— que de su actitud dependerá en gran medida que los cambios democráticos en España, irreversibles por otra parte, se produzcan con un mínimo de violencia. Negarse a facilitar la vía del diálogo, de la convergencia, es colocarse de espaldas a la realidad política nacional. Es demostrar, una vez más, que, como decía Séneca, «no hay viento favorable para el que no sabe a qué puerto ha de arribar».
Nosotros; comunistas, que somos quienes más hemos sufrido de la brutal y sangrienta represión, estamos convencidos que arribamos al puerto de la democracia, que la solución política de hoy no puede ser otra que el restablecimiento de la libertad.
Democracia y socialismo
Y al luchar por un régimen democrático que sustituya a la dictadura franquista, no nos alejamos de lo que es el objetivo fundamental de nuestra actividad política, la razón mayor de nuestra lucha; la transformación socialista de España. Y esto lo aprendimos en Lenin, el más grande revolucionario de todos los tiempos.
Es obvio que el socialismo por el que nosotros luchamos no puede ser, y no será, una copia mecánica de los modelos de socialismo existentes en otros países, surgidos de situaciones históricas distintas. Y si pretendiéramos marchar hoy, como un día ingenuamente pensamos, por idénticos caminos a los que otros abrieron en la geografía política, económica y social de esos países, equivocaríamos el rumbo de nuestra andadura. Porque ni el momento histórico es idéntico al de ayer, ni el clima político parecido, ni el nivel económico similar, ni la formación cultural equivalente, ni el mundo de hoy igual al de ayer. Cada país aporta y aportará a la construcción del socialismo sus rasgos nacionales, específicos y originales.
Por haber consagrado su vida a la defensa de estos nobles ideales, hay en las cárceles y presidios de España centenares de comunistas, de demócratas y revolucionarios, de dirigentes de Comisiones Obreras, condenados a largas penas. Desde esta grandiosa manifestación por la libertad de España les enviamos nuestro más ferviente mensaje de solidaridad y nuestra promesa de perseverar en el combate hasta conseguir la libertad de todos los presos y exiliados políticos.
Al despedirme de vosotros, camaradas y amigos, yo os aseguro que el Partido Comunista de España luchará con toda su energía y capacidad política, sin regatear sacrificios, para poner fin a la situación política actual de nuestro país; pero no solos, sino junto a todas las fuerzas políticas con sentido de responsabilidad histórica para hacer de España la patria de todos los españoles.
Una España democrática podrá desarrollar la industria e impedir la sangría de la emigración, para que vosotros y nosotros, y vuestros y nuestros hijos, podamos vivir en una patria que es nuestra, que es de todo el pueblo español, sin que haya que ir a buscar a tierras ajenas el pan, el trabajo y la preparación técnica y científica que pueden hallar en su propio país.
¡Hasta pronto, camaradas y amigos, compatriotas, en una España democrática, en la que vosotros tendréis también una tarea que cumplir en la estructuración de una patria nueva, libre y democrática, levantada con el entusiasmo y el amor de todos los españoles!