Historia
Exhumación de los restos de Cortés: bochornosa maniobra de refugiados… México debe honrar y respetar a quien construyó su nacionalidad
por Miguel Castro Ruiz
Apertura de la urna de los restos… el pueblo de México, solamente, tiene el derecho de honrarlos
Hernán Cortés murió en Castilleja de la Cuesta el 2 de diciembre de 1547. Pocos días antes, había redactado el testamento que habría de dar origen al largo peregrinaje de sus restos que a la fecha cuenta ya, probablemente, con seis exhumaciones.
El amor a la tierra en que había fundado un reino para agregarlo a la corona de España, a la nación cuyos cimientos había puesto, dictaron el testamento y, en él, la cláusula en que imponía a sus descendientes la obligación de enterrarlo en tierra mexicana, en el monasterio franciscano de la Concepción que ordenaba a sus mismos descendientes, fuera fundado.
Hasta el año 1563 no fue posible hacer el traslado de los restos de D. Hernando a la Nueva España y, como el monasterio que él había ordenado se fundara, aún no estaba construido, fueron depositados provisionalmente en la iglesia de San Francisco de Texcoco. De aquí fueron trasladados a San Francisco de la Ciudad de México en 1629 y nuevamente exhumados en 1794 cuando el segundo Virrey Conde de Revillagigedo quiso honrar su memoria, depositando sus restos en una soberbia tumba, obra de Tolsa, que había mandado hacer en el Hospital de Jesús.
Viene después la época turbulenta de las primeras revoluciones de México Independiente y con ella el peligro de que las pasiones desbordadas llegasen a consumar algún atentado contra los restos del primer mexicano. Es entonces cuando entra en escena D. Lucas Alamán, para evitar este peligro escondiendo los restos. Probablemente haya habido en esta época tres diversos cambios de lugar a los restos, antes de depositarlos en el sitio en que fueron encontrados.
Alamán
Alamán entregó una copia del documento en que se indicaba la exacta ubicación de sus restos a la Embajada Española en México, otra probablemente a la Curia Metropolitana, dejando la tercera a sus descendientes. A estos últimos legó también la llave del arca de madera en que se encontraban los restos y la blonda del sudario en que habían sido encontrados, colocando éste último dentro de su caja de rapé, con una nota de su puño y letra. Todos estos objetos se encuentran en la actualidad en poder de su descendiente, D. Alfonso Alamán.
En estas condiciones no era posible afirmar que los restos de Hernán Cortés estuviesen perdidos. Simplemente estaban guardados por el honor de los sabedores del lugar en que se encontraban.
El doctor Silvio Zavala da lectura al documento, después fue fotografiado… Debe ser confrontado con el que se encuentra en la Embajada de España…
¿Descubrimiento?
Pero la circunstancia de haberse practicado muchas averiguaciones para localizarlos, sin haber obtenido ningún resultado, hizo que fuera recibida con gran interés la noticia del hallazgo, aunque los periódicos y el público se enteraron de la noticia con bastante retraso.
Efectivamente, los “descubridores” Fernando Baeza –refugiado–, Manuel Moreno –cubano– y Alberto María Carreño –mexicano–, con sigilo de conspiradores habían dado tus primeros pasos para la localización de la tumba, haciendo las excavaciones necesarias, el domingo 24 y hasta el lunes 25 se hizo saber la noticia procediéndose a la extracción de la urna.
Refugiados
El periodismo refugiado se apresuró a reivindicar para refugiados la gloria del descubrimiento; pero poco después se vieron obligados a guardar silencio porque un artículo publicado por Indalecio Prieto denunciaba sucias maniobras en relación con este acto. Decía Prieto: “¿Cómo se ha roto el secreto? Yo os lo diré, mexicanos, alumbrando el punto oscuro donde se pierden entre tinieblas las informaciones periodísticas. No ha obedecido el descubrimiento a pesquisas fatigosas de ninguno de vosotros, movidas por afanes históricos ni mucho menos por deseos de venganza. Mano española ha sido la violadora del secreto. Lo confieso con sonrojo, porque a todos nosotros, dada la forma en que los hechos han ocurrido, nos salpica de vergüenza”. Exoneraba de toda culpa, en seguida, al actual embajador del Gobierno Español, Luis Nicolau D'Olwer, e inculpaba a José de Benito, subsecretario de la Presidencia del Consejo de Ministros del mismo Gobiernito.
Por su parte la opinión pública sacó de este altercado la única consecuencia posible: sea o no culpable Benito, el hecho escueto es que manos refugiadas son las que han intervenido en el asunto, las mismas manos saquearon a España y que ahora continúan haciéndolo en su embajada, en directo perjuicio de México, auxiliados –desgraciadamente– por un mexicano que se dejó arrastrar por torpeza o por mal entendida ambición de gloria.
Opiniones
El descubrimiento provocó la expresión de multitud de opiniones, afortunadamente la mayoría de ellas coincidiendo en el común propósito de dar honrosa sepultura a los restos de D. Hernando. No faltaron, sin embargo, quienes, unidos por el vínculo común de la estulticia, dieran las más absurdas opiniones. Así los Pompa y Pompa que vieron en Cortés al primer nazi pedían, consecuentemente, la destrucción de los restos. Los Lombardo Toledano que deseaban fuesen sepultados en compañía de los de Franco, honrando grandemente, sin quererlo, al actual gobernante español.
La opinión que más ansiosamente se esperaba era la oficial, que fue conocida el jueves 28 de noviembre, momentos antes de que se descubriese totalmente la urna de cristal que guardaba los restos, al darse lectura al Decreto que, al menos provisionalmente, ponía fin al debate y que, omitiendo los considerandos, dice así:
Llave del arca y blonda original… el honor de los conocedores del secreto, guardaba los restos del conquistador…
“Acuerdo:
“I. El Instituto Nacional de Antropología e Historia se hará cargo, desde luego de la custodia de la urna que contiene los referidos restos, así como de los objetos encontrados en ella y de las cajas, envolturas y ornamentos descubiertos.
“II. El mismo Instituto de Antropología designará una comisión que llevará a cabo un estudio a fin de dictaminar sobre la autenticidad de dichos restos.
“III. En caso de que la Comisión a que se refiere el párrafo anterior confirme tal autenticidad, el Instituto Nacional de Antropología e Historia tomará las medidas adecuadas para la conservación de los restos en el ex-Templo de la Purísima Concepción y Jesús Nazareno, en su calidad de monumento histórico.
“IV. La dirección de Bienes Nacionales de la Secretaría de Hacienda dispondrá lo necesario a efecto de que el Instituto Nacional de Antropología e Historia pueda ejercer debidamente la custodia que establece el artículo anterior, en el ex Templo anexo al Hospital de la Purísima Concepción y Jesús Nazareno y en sus pertenencias.
“Dado en el Palacio del Poder Ejecutivo Federal de la ciudad de México, a los veinticinco días del mes de noviembre de mil novecientos cuarenta y seis.”
Identificación
Una vez que fue leído el anterior decreto por el representante del Gobierno de México, Dr. Alfonso Ortega, el Dr. Trillo, Patrono del Hospital hizo la entrega de los restos y se procedió a abrir la urna, por el mismo doctor Trillo y el Dr. Rubín de la Borbolla. Descubiertos éstos, se encontró también, dentro de un tubo metálico, el documento que certificaba su autenticidad. El Dr. Trillo entregó el documento al Prof. Carreño para que lo leyese; pero el Sr. Ortega se apresuró a arrebatárselo para entregarlo a D. Silvio Zavala, por ser miembro de la comisión. El Sr. Zavala leyó para sí el documento y, en seguida lo hizo en voz alta. En él se hace constar, por el Sr. Cngo. D. Matías Monteagudo, la autenticidad de los restos, firmando como testigos del acto D. Francisco Cenizo y D. Basilio Arrillaga.
Pero este documento viene a plantear un nuevo interrogante: ¿Coincide éste con el que se encuentra en la embajada española? A pesar de la tibia afirmación –desmentida por el mismo en lo particular, según algunos– del Sr. Carreño, de que sí coinciden, la publicación del documento existente en la Embajada se impone. Ha causado extrañeza que el tan agradecido “Gobierno Español en el exilio”, no haya puesto a la disposición de México, ese documento, ahora que ya no tiene objeto continuar guardando el secreto.
Dentro de la misma urna fue encontrado el documento de identificación… Carreño iba a leerlo; pero el Dr. Ortega lo impidió, arrebatándoselo…