Edwin Elmore
La cuestión de México
(¿Intervencionismo?)
Desde principios de Agosto viene siendo motivo de nuevas y no ligeras inquietudes la tirantez de relaciones entre los gobiernos de México y los Estados Unidos, ocasionada por ciertos incidentes, de dudoso carácter y significación, mal conocidos por el mundo hispano-americano a través de los cablegramas venidos de Norte América.
La materia no es para tratarse en una breve nota. En medio de las luchas de los poderes políticos y económicos hoy establecidos en el mundo y los factores sociales en conflicto, la cuestión mejicana es como un caos dentro de otro caos, si se nos permite la expresión. Nuestro punto de vista frente a las tendencias intervencionistas es de franca censura y perentoria condenación. Como miembros de un instituto de cultura de orientaciones liberales y modernas no podemos mirar con indiferencia los sórdidos esfuerzos y maquinaciones puestos en juego por los poderes arbitrarios, de toda especie, de una plutocracia preponderante, para desvirtuar y mixtificar la libre determinación de pueblos manifiestamente inclinados, como México, hacia el moderno democratismo, que no admite componendas ni contubernios con regímenes caducos y reaccionarios, ni aún en los países donde éstos ejercen, a despecho de la genuina voluntad popular, un rol de ilegítima y autoritaria soberanía.
Al lado de los Estados Unidos, la patria de Hidalgo aparece hoy como una democracia turbulenta, cuya formación social y étnica, cuya psicología colectiva, cuyas formas institucionales nuevas y cuya misma vitalidad indisciplinada y genialmente rebelde, envuelven ciertos peligros, muy graves a los ojos de los políticos, comerciantes y diplomáticos interesados por diversas [231] y obvias razones en el mantenimiento del orden actual de cosas, no sólo dentro de su país, sino fuera de él. –La corriente intervencionista norteamericana responde, pues, a inquietudes de clara filiación republicana, es decir, inspirada, fomentada y mantenida por el poderoso núcleo de políticos yanquis que, en oposición a las doctrinas y principios de alta liberalidad wilsoniana, preconizan una política de «reservas», «controles», «monopolios», «enmiendas», «intervenciones», «demostraciones» (de poder bélico) &c. política, en fin, egoísta, hegemónica, expansionista y, digámoslo de una vez, política imperialista.– Felizmente para todos los pueblos que no pertenecen al pequeño círculo de la «aristocracia internacional de los más fuertes»{1} esta política, que tan bien se compagina con el nefando militarismo, es hoy universalmente rechazada y execrada por todos los pueblos conscientes y civilizados, y los mismos Estados (órganos o instrumentos de oligarquías más o menos extendidas y arraigadas en la masa de las naciones), aunque recurren a ardides bastante conocidos para disimular sus designios, suelen ser impotentes para contrariar la voluntad de las grandes multitudes ciudadanas y arrostrar la censura ilustrada de las corporaciones y centros de cultura, órganos de publicidad y relevantes personalidades que combaten sin descanso semejantes farisaísmos, cuyas ambiciones megalómanas y cuya concupiscencia desenfrenada y sanguinaria no han sido abatidas por la contemplación del horrendo cataclismo europeo, ni parecen querer dejarse amilanar por las amenazas del maximalismo y bolcheviquismo universales, cuyos espectros ha tenido el cuidado de oponérselos Wilson{2}. Encuentra, pues, el intervencionismo yanqui una fuerte y decidida oposición de parte de lo más sólido y representativo de la nacionalidad norteamericana. Tal vez allá, aunque parezca extraño, preocupe más a la opinión pública que en nuestros países de incorregible frivolidad política. [232] Prueba de lo que decimos son los datos que enseguida consignamos.
1. Persiguiendo los intervencionistas, como uno de los medios de desquiciar el poder constituido en México (acusado, como veremos después, de representar tendencias anti-norteamericanas y hasta bolcheviques) la retrotracción del reconocimiento de Carranza, he aquí las consideraciones que opone a tales intentos, en una nota editorial un periódico yanqui, Springfield Republican, refiriéndose a Fletcher, embajador, como se sabe, del gobierno de Washington en México: «La retrotracción del reconocimiento del gobierno de Carranza sería, en su opinión, aumentar tan sólo el desorden, y no cree a ninguno de los caudillos rebeldes capaz de establecer un gobierno duradero. No puede decirse –añade el mencionado periódico– que las presentes condiciones de México sean peores que en muchas partes de Europa, y mientras la guerra mundial no cese en algún grado, México no debe ser juzgado muy severamente por participar de la fermentación general (general ferment).– Las dos observaciones que contiene el fragmento citado son exactas, pues sólo la mala fe, o la deliberada intención de intensificar el mal que se aparenta contrarrestar o una torpeza imperdonable pueden inducir a obstaculizar el esfuerzo organizador de Carranza, por un lado, y a no ver en la agitación de México lo mismo que en otros países acaso menos infortunados pero no más dignos de respeto y hasta admiración, en cierto sentido.
2. Como muestra del criterio con que se juzga a México en Estados Unidos, copiamos a continuación, sin traducirlo para mayor exactitud un suelto titulado «Conditions in México», tomado de una publicación anglo-americana que se edita entre nosotros; dice así:
Loot, Bolshevism and pro-Germanism are the three outstanding features of the Carranza regime in México, Dr. William T. Gates, a Cleveland archaeologist and close friend of Secretary of War Baker, told a House Committee at Washington on July 28th.
Dr. Gates, who passed years in México and was the guest of Carranza and every rebel and bandit chief of consequence from Villa and Zapata dow, charged that Carranza «has played us from the beginning».
The committee was especially interested because Dr. Gates was before going into México, an ardent Carranza man. Some of his more important statements were: [233]
1. That President Wilson was betrayed by Carranza, whose government «is not a government, but a band of outlaws».
2. That rampant Bolshevism exists now in Yucatán.
3. That Secretary Baker was told in the spring of 1918 that powerful wireless outfits in Mexico were communicating with Germany via Spain, and that these continued to operate.
4. That Carranza considers the United States an England «the two greatest ogres of civilization.»
5. That the secretary of the American Socialist party in April, 1919, communicated with General Obregón, Bolsheviki and Carranza confidant, asking his opinion of a propitious time for unified action by the radicals of Canada, Cuba, México and the United States.
6. That William Bayard Hale went to Mexico for President Wilson and came back drawing $ 15,000 a year from the German government, after reporting that Carranza «was a fine man». Lincoln Steffens made the same report, he said.
7. That every official in the Carranza government has «freedom to loot».
8. That the State Department hushed up a New York newspaper regarding Mexico to save itself embarrassment.
9. That there is no immunity to life and property within reach of the Carranza soldiers.
A pesar de todo eso, muy otro es el concepto que tenemos de Carranza y sus partidarios, por estos lares, y acusaciones como las que se le lanzan en ese escrito no son compatibles con el reconocimiento oficial de su gobierno. Por lo demás, esas acusaciones son sintomáticas de las inquietudes a que antes nos hemos referido, y debe tomarse de ellas más lo que ocultan que lo que aparentan manifestar. Particularmente recomendamos al lector avisado e inteligente los artículos 4 y 5, recordándole que los ingentes intereses petroleros del norte de México están en manos de capitalistas ingleses y norteamericanos, en conflicto con las instituciones y leyes mantenidas por Carranza y Aguilar en forma prudente pero enérgica. En cuanto a las ideas políticas de Carranza, conviene recordar que sus principios de internacionalismo han sido justamente comparados a los de Wilson. El gran caudillo constitucionalista ha dado pruebas de poseer no vulgares dotes de gobernante, sabiendo conciliar las necesidades del orden –tan difícil de mantener en países anarquizados– [234] con las aspiraciones e ideas modernas, sin abandonarse a las utopías o señuelos demagógicos de otros conductores de pueblos de nuestra época. El ideal de fraternidad y el principio de igualdad hallan en él a un bizarro defensor, hombre representativo de un pueblo y de una raza donde los intereses creados no son obstáculo suficientemente fuerte para reducirlos a la impotencia. «No más bayonetas, no más cañones, no más acorazados para ir detrás de un hombre que por mercantilismo va a buscar fortuna y a explotar las riquezas a otros países y que cree que debe tener más garantías que cualquiera de los ciudadanos de ese país, que trabajan honradamente», dice, definiendo sus orientaciones y el carácter de su política, y todos los hispano americanos, todos los que sabemos cuánto han sufrido nuestros pueblos, so pretexto de reclamaciones diplomáticas, de parte de las naciones de presa, sabemos lo que ese principio significa proclamado por un gobernante mexicano. Nada de poderes arbitrarios ni de máquinas o artificios económico-políticos para favorecer explotaciones injustas, intereses conglomerados en forma anónima y monstruosa o ensueños vanos de expansionismo o vanidades de superioridad racial y cultural. El Presidente Carranza sigue las aspiraciones e inspiraciones de nuestras masas cultas proclamando en contra de eso el ideal de equidad y de fraternidad humanas sin restricciones equívocas. Si se le asimila a los demócratas rusos por su ideología, téngalo a honra, porque de común tiene con ellos las excelencias de las nuevas verdades y de las nuevas reivindicaciones, no la ofuscación del apasionamiento ni las injusticias, ni los errores.
3. «Intervention in Mexico», se titula un libro publicado, muy oportunamente, en agosto próximo pasado por Mr. Samuel Guy Inman, con un prólogo del profesor William R. Shepherd, conocido hispanoamericanista, en Nueva York (The Association Press). Este libro refleja en buena parte las corrientes de opinión norteamericanas adversas al interés intervencionista que quiere, como desembozadamente lo dicen los cables, realizar la «conquista comercial de México», «controlar la situación» allí, y no sólo eso sino «poseer el control absoluto de la América Latina, tanto en lo económico como en lo político y lo militar», intenciones achacadas a Alemania por un sujeto llamado Altendorf, a quien se ha dado más importancia de la que merece, en Norte América, y que, a no dudarlo, juega un papel semejante al que jugara Casement, hombre de ingrata memoria, en la cuestión del Putumayo. –Combate Mr. Inman, hombre conocedor [235] de México, sus instituciones y sus hombres, el intervencionismo en los precisos momentos en que adquiere cierto auge debido a la preponderancia de los elementos del partido republicano en el Congreso de su patria; cuando todo parece anunciar que la Administración va a rectificar sus procedimientos, tomando medidas de acción rápida y eficaz para precipitar los acontecimientos.– Traducimos para los lectores de Mercurio Peruano un fragmento del artículo dedicado al nuevo libro por The Evening Post de Nueva York, de Agosto 16 último: «En sugestivas y sazonadas palabras liminares el profesor William R. Shepherd pone toda la cuestión en el hoyo de la mano (in a nutshell es la expresión inglesa) preguntando: «¿Es México un Estado Soberano e independiente o es una región colonial sujeta a la explotación y al control extranjero?» Hace cien años –añade el comentarista– desde los días de Henry Clay en el Senado, el gobierno y el pueblo de los Estados Unidos se han inclinado hacia el primero de estos opuestos puntos de vista. La actual administración de Washington se ha pronunciado a favor de él. Pero, al parecer, existen empresarios petroleros (oil operators), propietarios de minas, reyes de la ganadería (cattle kings), periodistas, y otros –«arqueólogos", por ejemplo{3}– quienes desean que se adopte un criterio distinto. Ellos desearían que considerásemos a México como un país sin desarrollo (undeveloped), como territorios abandonados, sin gobierno, habitados por un pueblo que no tiene derechos dignos de nuestro respeto. Y esta es la cuestión que está sobre el tapete. Si nos decidimos por la intervención, claramente se comprende que queda aceptado el segundo punto de vista, trayendo consigo la obliteración de la soberanía mexicana y el control extranjero de su territorio. Los intervencionistas huyen ordinariamente de estos extremos y declinan la responsabilidad de aceptarlos. Pero los mexicanos no tienen dudas de ningún género{4}. Resistirán la intervención, calificándola de invasión, con toda la decisión y la fiereza de un pueblo que lucha por su propia existencia como nacionalidad. Este es –añade después– uno de los hechos que todos los que realmente conocen México comprenden, y que Mr. Inman trata de poner en evidencia. La intervención en México significaría invasión. Y la invasión no se [236] detendría lejos de la conquista… Una campaña para conquistar a un pueblo cuyas siete octavas partes están formadas por indios mestizos, y del cual hay un total de quince o dieciséis millones que se unirían en defensa de sus libertades, no es asunto baladí. No nos imaginemos –dice el profesor Shepherd– que aquella tarea se vería libre de los naturales horrores que acompañan siempre, aun a las guerras más justificables{5}. La intervención en México no sería otra cosa que la entrada de un ejército invasor. La historia nos dice lo que eso significa, tanto para el invadido como para el que invade. Peor aun, la pelea vendría necesariamente a transformarse en un conflicto de razas, y nosotros sabemos muy bien lo que eso es.»
Recordemos aún dos antecedentes:
1) Con motivo de la Intervención tripartita en México, que después asumió el carácter exclusivo de francesa (1861 a 1867) el Gobierno de los Estados Unidos proclamó en varias ocasiones «el derecho del pueblo mejicano para quedar árbitro de sus destinos». ¿Qué diferencia existe ahora que pueda modificar ese criterio, máxime cuando en todo el continente se ha proclamado la necesidad de llevar la doctrina de Monroe a su desarrollo lógico, es decir, haciendo de ella una eficaz defensa de todas las soberanías dentro del mismo continente y no ya sólo contra agresiones europeas?{6}.
2) El gran Lincoln combatió con la mayor severidad e intrepidez la política de Polk, gestor de la guerra de conquista, protestando siempre contra la iniquidad de los que la promovieron, deprecando las fatales consecuencias que había de producir –como en efecto se produjeron– y declinando toda responsabilidad en ella, para sí y su partido. De su discurso del 12 de Enero de 1848, en el Congreso, tomamos las siguientes palabras suyas que podrían dirigirse nuevamente al gobernante yanqui que autorizara una invasión de México:... «Que recuerde que está sentado donde Washington se sentó; y recordándolo, responda como Washington respondería. Así como una nación no toleraría, ni Dios permitiría, que fuese engañada, que tampoco [237] pretenda darnos una evasiva o una ambigüedad por toda respuesta.» Así hablaba el gran patriarca americano al interrogar a Polk y sus secuaces acerca de las intrigas e insidias que condujeron a la guerra que terminó con la anexión de California, Tejas, y otros territorios{7}.
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{1} Alberto Elmore, Ensayo sobre la doctrina de Monroe.
{2} Entre otras muchas manifestaciones del verdadero sentir popular americano, que no es sino una expresión del sentir universal, puede señalarse el definitivo y trascendental acto de los laboristas (socialistas) yanquis consistente en la resolución adoptada por la Federación del Trabajo –que ya interviniera en anteriores emergencias con la nación mexicana, saludablemente– ratificando su solidaridad con la revolución rusa, y su protesta condenatoria de la política reaccionaria de la Entente.
{3} Esto debe ser una alusión o sátira particular.
{4} Ya los mismos cablegramas norteamericanos hablan de que la doctrina justa de los mexicanos dice: «México para los mexicanos».
{5} Grant condenó la anterior guerra contra México diciendo que había sido la guerra más inicua que jamás una nación fuerte había hecho a otra débil.
{6} Véanse los principios de Pérez-Triana sustentados en Hispania, Londres, 1913-1914.
{7} Vida de Lincoln.