Notas
[ Mariano Ibérico Rodríguez ]
La idea de un pacto panamericano, por Jacinto López,
La Reforma Social, New York & Habana. Junio, 1918
En un discurso pronunciado en la Casa Blanca, el Presidente Wilson, hizo interesantes declaraciones acerca de la posibilidad de un convenio panamericano. Refiriéndose al sentimiento de inquietud que ha despertado, por regla general, la doctrina Monroe en los Estados de Centro y Sud-América, lo explica por el temor de que la protección asumida por los Estados Unidos pueda ser en su propio provecho y no en interés de sus vecinos. Para desvanecer ese sentimiento propone que se convenga en una garantía común de independencia política y de integridad territorial.
«Convengamos, dice, en que, si uno cualquiera de nosotros, los Estados Unidos inclusive, violase la independencia política o la integridad territorial de otro, todos los otros se lanzarán contra él. Un convenio de esta clase servirá de fundamento a la futura existencia de las naciones del mundo. La familia toda de las naciones tendrá que garantizar a cada nación que ninguna otra violará su independencia política ni su integridad territorial. Esta es la [167] base, la sola base concebible de la paz futura del mundo; y yo debo confesar que he estado ansioso de que los Estados de los dos continentes de América enseñen al resto del mundo, cómo se constituyen las bases de la paz».
Jacinto López considera que estas sugestivas frases significan una rectificación del elemento de autocracia y de imperio que la doctrina Monroe parece contener y asimismo de la política histórica de los Estados Unidos en el Continente. Pero observa con mucha razón, que, «aunque el convenio propuesto por el Presidente Wilson sería un acto de renunciación, un compromiso de ser honrados y abstenerse en realidad y para todo efecto práctico, sería un pacto por el cual los Estados de la América Latina, reconocerían o preferirían a los Estados Unidos el derecho de intervenir cuando fuera que un Estado o un grupo de Estados atentara contra la independencia e integridad de otro Estado u otro grupo de Estados, pues los Estados Unidos son el solo gran poder en América, tan grande sobre todo con relación a los Estados Latino-americanos individual y colectivamente considerados, que todos juntos no podrían resistirlo.
De este modo, el pacto, por mucho que significara un cambio de política de los Estados Unidos con respecto a la América Latina, y fuera una expresión inequívoca de la determinación del Gobierno americano de respetar los principios de derecho y de moral que garantizan la independencia y la integridad de los Estados latino-americanos, no sería incuestionable que respondería en todo instancia a sus fines porque faltaría siempre de un lado y sobraría del otro, el elemento de fuerza que es en definitiva la sola garantía de todo pacto internacional y la sola garantía de la existencia de las naciones».
«Como una lección o como una enseñanza al mundo de cómo se constituyen las bases de la paz, sería deseable un pacto de garantía suscrito por naciones americanas exclusivamente; pero los inconvenientes de toda índole y los inherentes males de este pacto exclusivamente americano; desaparecerían si las naciones todas de América entraran a formar parte de la liga universal para imponer la paz».
«Uno de los grandes hechos que la guerra ha revelado es la unidad del mundo. La vieja teoría base de toda una política, del aislamiento de América, su alejamiento sobre todo de Europa, era falsa. Dependemos del Viejo Continente como éste de nosotros. Son comunes nuestros destinos, como productos que son los pueblos de ambos hemisferios de una misma civilización. La liga universal de naciones para garantizar la independencia, soberanía e integridad de las naciones grandes y pequeñas, y crear así la base de una paz perpetua, será el más cabal reconocimiento y la más plena confirmación de este grande hecho de la solidaridad y la unidad del mundo».