Filosofía en español 
Filosofía en español


[ Alfredo Opisso Viñas ]

Bibliografía

De Filosofía

Pocas personas han contribuido tanto a la difusión de los conocimientos filosóficos y sociológicos en nuestro país como el doctor don Santiago Valentí Camp. Sin haber ocupado, hasta el presente, ninguna cátedra, ha propagado incansablemente la instrucción, ya con obras originales, ya como director de importantes bibliotecas populares, en las que han aparecido valiosísimos trabajos de los más ilustres pensadores contemporáneos. El señor Valentí Camp ha hecho un consumo enorme de energía intelectual sin el menor propósito de medro y ni aun siquiera con el de ser reconocido como meritísimo difundidor de lo que se viene llamando la cultura, y no sabemos que en estos tiempos de homenajes más o menos justificados se le haya rendido el tributo de admiración y gratitud al que creemos es sobradamente acreedor.

La aparición de su último libro: Ideólogos, teorizantes y videntes (Editorial Minerva) bastaría por sí solo para colocarle a la altura de los más ilustres publicistas.

Constituye esta obra, precedida de un prólogo de don Juan Barco, un abundante acopio de materiales para escribir una Historia de la Filosofía moderna y contemporánea, sin que el señor Valentí Camp, tal vez por modestia, haya querido darle forma de manual, por orden de escuelas o tendencias, sino que se ha limitado a tratar indistintamente de unos y de otros sin correlación, ni siquiera cronológica o alfabética, pero eso en nada influye absolutamente para que el libro deje de ofrecer profundas enseñanzas y de sugerir múltiples reflexiones. De hecho se trata de una serie de semblanzas, unas simplemente perfiladas, las otras a guisa de medallones o de retratos de cuerpo entero, por las que se viene en cabal conocimiento de la biografía de cada autor y del espíritu de sus obras, hasta poderse formar perfecta idea de los sistemas, doctrinas, ideas o finalidades por cada uno defendidos o preconizados.

Imponiéndose una reserva digna de todo elogio, el señor Valentí Camp se limita a ser expositor concienzudo, claro y hasta ameno de las personalidades de que trata, sin dejar transparentar siquiera cuál sea su filiación, pero cuidando bien de señalar el medio en que se desenvolvió el pensamiento de todos ellos.

Limitándonos a los ideólogos, teorizantes y videntes españoles, diremos que da cabida en su libro el autor al estudio de la filosofía de Sanz del Río, Dorado Montero, Leopoldo Alas, Costa, Ganivet, Giner de los Ríos, González Serrano, Alomar, Torras y Bages, Macías Picavea y algunos otros, dignos todos ellos, como se ve, de particular atención y bien merece el señor Valentí Camp se le agradezca la serena imparcialidad, la manera ecuánime y la constante simpatía con que les juzga y sintetiza sus tendencias, sin diferencia alguna de opiniones.

La semblanza de Sanz del Río es extensa, pues ocupa catorce páginas de compacta, aunque clara impresión, y con justicia se lamenta el señor Valentí Camp de la injusticia de la crítica española al valorar la significación que tuvo en nuestra cultura el importador del krausismo, de quien las dos últimas generaciones sólo tuvieron un concepto erróneo, insuficiente y mezquino de lo que representó en la vida del pensamiento español. No oculta el autor su veneración hacia aquel maestro, de cuyas ideas, aunque importe poquísimo saberlo, he estado siempre mil leguas alejado, pero eso no quita que reconozca el beneficio que reportó al sembrar en este erial las semillas de su sistema. Como ha dicho Taine, el toque está en abrazar una filosofía, sea cual fuere, como punto de partida, a reserva de pensar luego totalmente lo contrario.

Más largos son aún los estudios sobre don Joaquín Costa y Ángel Ganivet, de cuyas vidas y obras puede formarse exactísimo juicio. El señor Valentí Camp defiende ardorosamente al insigne pensador aragonés, y al recordar su derrota en unas elecciones de diputados provinciales escribe: «No ha de sorprender, sin embargo, el hecho de que el nombre de Costa no hubiese llegado a la masa social semi-ilustrada, ya que en España la incomprensión y la versatilidad son defectos profundamente arraigados en lo íntimo de la subconsciencia de nuestro pueblo.» Así es, por desgracia, y la misma suerte hubiera corrido el gran Ramón y Cajal de no haberle dado a conocer con admiración algunos eminentes histólogos alemanes, y desconocidos continúan siendo Laureano Calderón, Blas Lázaro, Sales y Ferré, Ignacio Bolívar, &c., a pesar de sus altísimos méritos en el terreno científico.

Entusiasta se muestra el señor Valentí del malogrado autor del Idearium español dentro de su complejidad psicológica, y muy acertado en la apreciación de la obra de Leopoldo Alas, en los múltiples y tornadizos aspectos que presenta. Por lo mismo que mantuve con él largas y cordialísimas relaciones y creo haber conocido a fondo las elevadas cualidades de Clarín, no vacilo en suscribir el juicio, que de él forma, ya que no puede ser más justo ni honroso.

Extensamente trata el autor, más adelante, de don Francisco Giner de los Ríos y de nuevo se lamenta de «la casi absoluta carencia de correlación entre los grandes hombres y los grupos que ejercen la dirección en la vida colectiva nacional.» No se tiene, en efecto, en España una noción clara y definida del valor representativo de los eminentes juristas, investigadores, pedagogos, poetas, estadistas y otros con que contamos, plantas de estufa sin relación alguna con el ambiente de la comunidad. Sólo cuando han desaparecido del mundo de los vivos se homenajea, según el barbarismo en uso, a Costa, a Macías Picavea, a mosén Verdaguer, a Pedrell o a Giner de los Ríos, de quien puede «afirmarse que la mayoría de los políticos y periodistas conocen tan sólo a medias su labor.»

Interesantes en extremo son las páginas que dedica el señor Valentí Camp a dar a conocer la labor intelectual y literaria de don Gabriel Alomar. Comienza haciendo notar que «en el resurgimiento de la actividad política de Cataluña obsérvase que, lo mismo en los comienzos que en los instantes en que la agitación llegó a su período culminante, predominaron y dirigieron el movimiento los jurisconsultos», siendo así que la misión de éstos es muy otra, reducida a acomodar los anhelos y sentimientos populares a una fórmula concreta. No siembran ni crean ideas, sino que encauzan y coordinan los latidos de la opinión, pudiendo decirse que su más elevada función es convertir la normal moral en principio jurídico.»

Por otra parte señala el señor Valentí Camp el hecho de que los sentimientos nacionalistas han tenido en Cataluña «muy pocos sembradores, pues los que realizaron este apostolado no han sido, en general, prototipos de atletismo intelectual ni ejemplos de abnegación. Y es que a medida que se profundiza en el examen de la vida colectiva de Cataluña, se advierte que, como sucede en otros pueblos sin tradición intelectual, no sólo el productor de ideas, el poeta, el pensador, ocupan un lugar secundario en las categorías de la sociedad, sino que en el «folk-lore» abundan apotegmas y frases en las que algo se encuentra de despectivo para el ideólogo y para cuantos se dedican al cultivo de la mente.»

Justo es añadir, como reconoce el autor, que algo hemos progresado en lo que va de siglo; ya hoy atraen a ciertos núcleos las cuestiones estéticas, y esto es halagüeño, «pues vale más que exista un vago interés por las cosas literarias que no la terrible indiferencia de hace cinco lustros.»

Gabriel Alomar se impuso sucesivamente a los públicos de Barcelona, Cataluña y Madrid por sus brillantes dotes de estilista, sumándose luego al corto número de sus admiradores intelectuales, toda la gente de izquierda algo cultivada, siendo evidente que con ello se ha transformado sensiblemente el medio político de nuestro país y que «por imitación unas veces, y por sugestión otras, una parte de la mesocracia ha abrazado los principios nacionalistas de buena fe, y si bien es cierto que ha habido deslealtades, afortunadamente no han sido de la masa, sino de algunos que ejercieron de leaders sin condiciones ni preparación para ello.»

Al dar cuenta de la obra ideológica del gran escritor mallorquín, señala el señor Valentí, como de suma importancia El futurismo. «Infundir un sentido humano a las cosas tal como hace el poeta; éste es el eje central de la doctrina de Alomar. Considerada esta doctrina fundamentalmente, se observa en ella un predominio de aristarquismo. De ahí que al mismo tiempo que un gran amor a los principios eternos de bondad, belleza y verdad, Alomar no pueda disimular la repugnancia que causa en su ánimo lo que él llama la falsa selección de las castas, confiada al azar.»

No menos interesante y extraordinariamente encomiástico, lo cual atestigua su imparcialidad, es el estudio que hace de la vida y obras del doctor don José Torras y Bages, «uno de los pensadores más eximios de la España contemporánea» de quien dice que «no tuvo entre nosotros la admiración cordial, efusiva, que en Bélgica alcanzara el cardenal Mercier, con quien guardaba el prelado vicense no pocas analogías, tanto desde al punto de vista de su labor, como por la altísima unción que distinguía a ambos príncipes de la Iglesia.»

El señor Valentí Camp, en su singular imparcialidad, en su superior punto de vista de juicio, estampa estas palabras al hablar del fallecimiento del insigne autor de La Tradició Catalana y de las admirables pastorales que dirigió a sus diocesanos el inolvidable obispo ausonense: «Con él desapareció el más noble adalid de la causa regional, el más bueno, el más sabio y el más ecuánime de los eclesiásticos españoles.»

Temeroso de fatigar al lector no prosigo en la enumeración de los pensadores, extranjeros y nacionales, de que trata con insuperable competencia el señor Valentí Camp, pero como, a pesar de ser tantos y tan conspicuos, no están todos, me permito creer dará a la publicidad una segunda serie, pues, no menos dignos de ser conocidos que Fouillée, Ardigó, Amiel, Stuart Mill, Renouvier, Schopenhauer, Eucken, Le Bon, &c., son Vera, Croce, Rosmini, Taine, Littré, el cardenal Mercier, Frazer, Rey y Heredia, Letamendi, Javier Llorens, Nieto Serrano, Perojo, Unamuno, Turró, Ortega y Gasset y veinte más, astros de primera magnitud en el pensamiento filosófico moderno, y no hablo de Einstein porque entiendo que a ese, con tanto hablarse de él, apenas si habrá en el mundo media docena que le entiendan, o aseguren que lo entienden.

Alfredo Opisso