Javier Neira
Ursofilia
En un interesante artículo de la revista en internet “El Catoblepas” se expone y analiza la creciente ursofilia, término que, para las víctimas de la Logse, conviene aclarar: se trata del neologismo que nombra la pasión desmedida por los osos.
En la revista se recoge una amplia información sobre la ursofilia desatada en China en torno a los pandas, esos seres entre el peluche semoviente y la realidad carnal que son la mejor tarjeta de presentación, el vector más eficaz, de la dictadura posmaoísta.
El colmo de tal morbo ha corrido a cuenta del terrible terremoto que asoló la región de Sichuan, en el que han perecido decenas de miles de personas. Pues bien, y ahí está la documentación, buena parte de las informaciones se orientaron a indicar que no había muerto ni un solo oso de pseudo peluche.
En China tocan a un panda por cada millón de ciudadanos. Quizá sea el principio de escasez, el caso es que la preocupación social ha experimentado una gravísima desviación.
El artículo se completa con unas citas y fotos de la reciente y aguda ursofilia asturiana en las que se ve al presidente del Principado, Álvarez Areces; al presidente de la Fundación Oso, Suárez Pertierra –ex ministro nada menos que de Defensa y Educación–, y al presidente de Cantabria, Revilla, rindiendo culto a las cuitas de “Furaco”, “Tola” y “Paca”.
El Catoblepas es una publicación en internet del filósofo Gustavo Bueno, que, como se sabe, en su libro El animal divino sostiene que hay tres fases o niveles de religiosidad, el primero de los cuales se funda en la relación con los animales.
Pues ahí está ejercida la teoría de una forma abrumadora e incontestable. Y, como se indica en la revista, por personajes de lo más granado del laicismo español. ¿Se trata de acabar con la Iglesia católica para instaurar, vía la ursofilia acelerada, una nueva religión, la ursolatría fanática, la confesión de los ídolos plantígrados?
Cuánto más racional era aquello de “Perico” y “Petra”.