Filosofía en español 
Filosofía en español


Eloy Luis André

Los precursores españoles de Bacon y Descartes
por Eloy Bullón, Impresa en Salamanca, 1905.
Un tomo de XI-250 págs. en 8.º.


Nuestra juventud intelectual contemporánea sigue dividida en dos campos, y sigue trabajando en ellos con distintas herramientas, para sembrar igual semilla. En la Universidad Central, Menéndez Pelayo y Giner de los Ríos, ambos eruditos, ambos críticos y ambos pensadores, plasmaron gran parte del cerebro español contemporáneo: [79] el uno, trayendo a aquellos recintos aires novadores, algunos tempestuosos, aromatizados los más, para oxigenar nuestra mentalidad raquítica; el otro, haciendo respirar mejor el aire de dentro. Uno, ensanchó la patria espiritual mirando al porvenir; otro, la agrandó, haciéndonos presentes grandezas del pasado. Y estos dos maestros, obreros en un mismo taller intelectual, formaron una generación tan distinta, como lo es un hemisferio cerebral del otro. Hay un fondo de unidad oculta en sus enseñanzas opuestas.

Eloy Bullón, que se declara ferviente admirador de Menéndez Pelayo en la dedicatoria de su libro, realza la persona del maestro y la honra. Como Adolfo Bonilla y González de la Calle, hace labor crítica acerca de todos aquellos pensadores españoles que, rebeldes a la ramplonería escolástica del Renacimiento, hubieron de salir de España en alma y cuerpo, o en alma solamente, cual si fuesen Gorkis o Kropotkines perseguidos por la mentalidad ortodoxa de Rusia.

Luis Vives y Francisco Sánchez que, a su modo, son los precursores típicos de Bacon y de Descartes, murieron, el uno en Brujas, y el otro en Tolosa. Y no es que saliesen de España para difundir nuestra patria espiritual por el mundo; no. La idea de reforma filosófica, que en ellos vivía, y la tendencia al libre-examen que los impulsaba, los arrancó de nuestro suelo, ingrato aún a aquélla y a ésta, a pesar de tres o cuatro siglos de perseverante lucha. Fueron buscando ambiente. La tesis que desarrolla en su libro el joven Catedrático de la Universidad de Santiago es ésta: «Las principales ideas y tendencias, que son levadura vital de la Filosofía moderna, se inventaron en España, por pensadores españoles, antes que en ningún otro país de Europa». Recabar para estos pensadores, algunos de ellos ocultos y poco estudiados, como el filósofo gallego Francisco Sánchez, la gloria que como precursores le corresponde, y establecer críticamente el paralelo entre la sintaxis mental de ellos y la de Bacon y de Descartes es su fin.

Después de atenta y sostenida lectura de este libro, en el cual el estilo de Eloy Bullón, aligerado de vehemencias juveniles, adquiere clásica sobriedad y viril complexión, comparado con sus producciones anteriores, se ve que, efectivamente, hay un parentesco filosófico, no vago e indeterminado, no de conjunto solamente, sino taxativo también, de detalle.

Y al ahondar en la vida mental de esta nuestra tierra y descubrir en sus hondones caudalosas corrientes de independencia y de personalismo, mientras arriba, en la superficie, se pulveriza la costra del espíritu, con el arado romano del silogismo; se llena el alma de [80] esperanza y el corazón de alegría, pensando con juvenil entusiasmo en la juventud eterna de una España aparentemente envejecida. Mientras con las armas se defiende la unidad religiosa en Flandes por españoles, un español siembra la guerra espiritual, el libre-examen filosófico en sus Universidades. Sorda protesta del espíritu subconsciente u oculto de nuestro pueblo contra lo meramente aparencial de él.

Después de estudio tan concienzudo y completo, el Catedrático de Historia de Compostela está bien preparado para comprender el espíritu de la Historia patria. Si el estudio de los hechos puede llevarnos a conocer el espíritu de un pueblo, la determinación de su mentalidad puede dar luz a todo el campo de su historia. A nadie ha de extrañar, que si con el brazo defendimos el suelo y su independencia, en tantos siglos, con las energías del cuerpo, con las energías del alma, habremos de conquistar la independencia del alma en muchos otros. Si hubo siempre pensadores independientes en España, ellos podrán hacer un día una España intelectual independiente. Es decir, que no se trata de españolización ni de europeización del pensamiento, sino de su humanización genial y colectiva. En este sentido, uno de los humanistas más completos del Renacimiento, Luis Vives, hijo de nuestra Atenas levantina, es el precursor más completo de nuestra humanización. Y hemos de lograrla, como dice Eloy Bullón, no sólo buscando con la crítica filosófica las raíces de nuestro tronco espiritual en la historia de las ideas, sino también regando el suelo con agua alimentadora y alumbrándolo con luz vivificante.

El libro de Eloy Bullón es una galería de filósofos rebeldes; y es oportuna su publicación en momentos como éste, en el cual el atontamiento de la desorientación cierra los ojos al pasado y nos impide ver claramente el porvenir, sin cuya visión, intensa y clara, no podremos encaminarnos a él.

Por lo demás, su lectura, como la de los tratados de la historia de la filosofía, me obliga a interrogarme: ¿Hay en filosofía verdaderos precursores? ¿Se progresa en filosofía? ¿Pasa lo mismo en la generación de las ideas, como en las generaciones humanas, en que el tiempo y el espacio, las dos grandes coordenadas de la Historia, van revelando típica y distintamente épocas, edades y períodos? ¿Acaso no hay una idea madre y eterna, en cuyo seno maternal sacien su sed de saber todos los hombres, y todos, siendo hermanos en el ver, tengan tan sólo aparentes distinciones por el modo de mirar?

Según Eloy Bullón, para que un filósofo se pueda llamar precursor de otro, «es necesario, sobre todo, que estén de acuerdo en lo [81] fundamental y característico de su concepción filosófica, y que ésta se halle informada por una tendencia análoga del pensamiento». En este sentido, Bacon y Descartes y los filósofos españoles, que Bullón estudia tuvieron precursores en Grecia y en la India; pero quitándole valor trascendental a la historia del pensamiento filosófico, y dándoselo concretamente humano, que es en el sentido en que Bullón escribe, hay, efectivamente, precursión, pues en la carrera que todos emprendemos en busca de la verdad, unos la encuentran antes y otros después.

Las galas de copiosa erudición y sólidos conocimientos filosóficos que adornan esta galería de filósofos españoles hecha por Bullón, cuyas ideas están sacadas críticamente de sus propias meditaciones y no de otros libros acerca de dichas ideas, hacen más estimable la obra, que es una contribución a la historia de la cultura española, concienzudamente escrita, por un joven que seriamente la posee.

Orientado así Eloy Bullón en el sentido de la crítica filosófica, podrá también cosechar abundantes frutos en la histórica, pues si el filosofismo aplicado a la historia la convierte en épico poema, en cambio, cuando la crítica falta en ambas, el trabajo deja de ser científico y es como organismo animal sin esqueleto óseo. Quien con tanto acierto aplica la crítica a las ideas bien encaminado está para manejarla seguramente en los hechos, por más que las ideas no los engendren ni regulen.

Eloy L. André