Luis Buñuel
“Decoupage” o segmentación cinegráfica
¿Habremos de excusar previamente el empleo de la palabra decoupage por el de su equivalente castellano recortar? Aparte de que nuestro vocablo no es tan específico como el francés, se adapta menos aún que aquél a la acción que intenta representar. Además, decoupage es voz consagrada por el uso, adquiriendo una intención adecuada cuando se aplica a designar esa previa operación fundamental en cinema, consistente en la simultánea separación y ordenación de fragmentos visuales contenidos informemente en un “scenario” cinematográfico. Cierto es que la terminología técnica francesa, aplicada al cinema, adolece de graves defectos y mistificaciones de vocablos, mas no puede negarse que desde hace años una minoría cultivada se interesa allí por el cinema, preocupada por la creación de un vocabulario específico, seleccionadora de sus voces técnicas, y que comienza por desterrar las viejas, tomadas casi en su totalidad del teatro. Nada decimos de América, en donde la terminología técnica resulta tan adecuada y útil como su misma técnica cinegráfica. Pero, ¿y en España? Nuestro vocabulario fue improvisado por la masa neutra, de más insolvencia intelectual e industrial. Por tanto: o acontece en España lo que en Francia, y mejor aún que en América, y entonces usaremos de voces vernaculares, o nos vemos precisados a tomar vocablos extranjeros en calidad de préstamo, si ya no improvisamos, como en el presente caso, de nuestra propia cosecha; todo menos aceptar los castizos términos de nuestra cineastia militante, como “guión”, “rodar”, “copión”, o aun peor, “actor” –en cinema no existe el actor– y “decoración” –ni la decoración.
La intuición del film, el embrión fotogénico, palpita ya en esa operación llamada decoupage. Segmentación. Creación. Escisión de una cosa para convertirse en otra. Lo que antes no era, ahora es. Manera, la más simple, la más complicada de reproducirse, de crear. Desde la ameba a la sinfonía. Momento auténtico en el film de creación por segmentación. Ese paisaje, para ser recreado por el cinema, necesitará segmentarse en cincuenta, cien o más trozos. Todos ellos se sucederán después vermicularmente, ordenándose en colonia, para componer así la entidad film, gran tenia del silencio, compuesta de segmentos materiales (montaje) y de segmentos ideales (decoupage). Segmentación de segmentación.
Film = Conjunto de planos.
Plano = Conjunto de imágenes.
Una imagen aislada representa muy poco. Mónada simple, sin organizar, en donde la evolución se detiene y se continúa a la vez. Transcripción directa del mundo: larva cinegráfica. La imagen es elemento activo, célula de acción invisible, pero segura, frente al plano que es el elemento creador, el individuo apto para especificar la colonia.
Mucho se habla del papel del plano en la arquitectura del film, de su valor “absoluto-espacial” y del “relativo-temporal”: de su representación y de su economía en el tiempo, por subordinación a los otros planos. Incluso hay quien llega a radicar cualquier virtud del cinematógrafo en eso que suelen llamar ritmo de un film. Si esto puede ser exacto aplicado a las tentativas de film-musical, no lo es tanto aplicado al cinema en general, a un cinedrama, por ejemplo. Pues sucede que al hablar por sinécdoque se hace de una calidad adjetiva –por excepción llegará a ser fundamental– la esencia, la cosa misma, y así se iguala ritmo con decoupage o se subvierte el valor del contenido. No era difícil encontrar el truco cuando de continuo se quiere endosar al cinema la estructura, las normas o al menos el parecido con las artes clásicas, especialmente con la música y poesía. Cuestión ésta tan elástica como la de las influencias en arte. Para establecer una noción aproximada de fotogenia es necesario contar con dos elementos de condición diferente, pero de simultánea e inseparable representación. Fotogenia = Objetivo + Decoupage = Fotografía + Plano. El objetivo –“ese ojo sin tradición, sin moral, sin prejuicios, capaz, sin embargo, de interpretar por sí mismo”– ve el mundo. El cineasta, después, lo ordena. Máquina y hombre. Expresión purísima de nuestra época, arte nuestro, el auténtico arte nuestro de todos los días.
Rescatado el cinema de la simple fotografía de imágenes animadas por esa operación de segmentar, puede llegar a afirmarse que un film de buena fotografía, cuyos ángulos tomavistas e interpretación fueran excelentes, resultaría en conjunto, sin un buen decoupage, algo extra-fotogénico, como un buen álbum de fotografías animadas, mas tan alejado de la noción film como los sonidos que se producen en una gran orquesta antes de comenzar la ejecución están lejos de componer la sinfonía misma. Mas si sucede el fenómeno inverso: un film sin intérpretes, a base de objetos naturales, de mediana técnica fotográfica, puede llegar a ser un buen film. Esto es lo que hicieron los llamados “cineastas de vanguardia” en Francia.
El cineasta –conviene dejar ese nombre exclusivamente para el creador de films– no lo es tanto en el momento de la realización como en el instante supremo de la segmentación. Todos pueden llegar a conocer más o menos bien la técnica fotocinegráfica: sólo los elegidos llegarán a componer un buen film. Por la segmentación, el “scenario” o conjunto de ideas visuales escritas deja de ser literatura, para convertirse en cinema. Allí las ideas del cineasta se precisan, se recortan, se subdividen indefinidamente, se agrupan, ordenándose. La realización hará luego sensibles esos planos ideales, del mismo modo que la obra musical existe ya en la partitura, íntegra y determinante, aunque ningún músico la ejecute. En cinema se intuye por metros de celuloide. La emoción se desliza serpentinamente como una cinta métrica. Un adjetivo vulgar puede romper la emoción de un verso: así dos metros de más pueden destruir la emoción de una imagen.
Prácticamente, la operación de segmentar precede a cualquier otra en la realización de un film. Es un trabajo que no requiere otro instrumento que la pluma. Todo el film, hasta en sus menores detalles, quedará contenido en las cuartillas: interpretación, ángulos tomavistas, metraje de cada segmento; aquí un “fondu renchaîné” o una sobre-impresión para un plano americano, italiano o “long-shot”, y éstos ya fijos, en panorámica o en “trawelling”. Fluencia milagrosa de imágenes, que espontánea e ininterrumpidamente van clasificándose, ordenándose, en las celdillas de los planos, ¡Pensar en imágenes; sentir con imágenes! Esos ojos, empapados de tarde, nos miran un instante, menos de un segundo; se extinguen, desangrándose en sombras, en... “dos vueltas de manivela, cerrar fundiendo”. Esa mano, huracán de pelos, preñada de intenciones inéditas, de alma, desaparece del campo: un golpe de panorámica, como un golpe de mar, nos arroja entre los siete vicios capitales de unas miradas. El Universo, lo infinito y lo minuto, la materia y el alma, pueden navegar entre las reducidas márgenes de la pantalla –océano y gota–, que rectángula en el cerebro del cineasta como una nueva dimensión del alma.
André Levinson publicó hace algún tiempo un estudio sobre el estilo en cinema, en el que atribuía al montaje cuantas virtudes hemos establecido nosotros para la segmentación. Debido, sin duda, al confusionismo existente en materia de voces técnicas, al conocimiento incompleto de los procedimientos cinegráficos. ¿Qué importa que a veces, casi siempre motivado por un decoupage insuficiente, se completen en la póstuma operación de montar deficiencias y errores que debieron preverse en un principio? Incluso existe quien comienza a filmar sin haber trazado una sola línea de su decoupage, y esto, en la mayoría de los casos, por supina ignorancia del oficio, y otras, las menos, por exceso de práctica, de suficiencia, por haber pensado mucho en lo que va a emprenderse, existiendo de antemano un decoupage mental. Elhecho solo de que alguien se instale con su aparato frente al objeto filmable presupone la existencia de un decoupage.
Suele suceder también que en el momento de la realización, por exigirlo así las circunstancias, es necesario improvisar, corregir o suprimir cosas que antes se habían tenido por buenas. Escrito o sin escribir: la idea del decoupage es inmanente a la noción del film, como lo es también la del objetivo. En cuanto al montaje, no es otra cosa que el “manos a la obra”, la materialidad de acoplar unos trozos a continuación de los otros, concordando los diferentes planos entre sí, librándose, con ayuda de unas tijeras, de unas imágenes inoportunas. Operación delicada más puramente manual. La idea directriz, el desfile silencioso de las imágenes, concretas, determinantes, valoradas en el espacio y en el tiempo; en una palabra, el film se proyectó por primera vez en el cerebro del cineasta.
Por lo que llevamos dicho, se comprenderá que sólo una persona muy enterada de la técnica y procedimientos cinematográficos podrá encargarse de realizar una segmentación eficiente, aunque muchos profanos en materia de cinema se crean con aptitudes suficientes por la simple imposición de números de orden delante de cada párrafo de su “scenario”. Lo triste es que entre profesionales –nada digamos en España, y aun con excepción de seis o siete en Francia– se tiene la misma idea sobre el decoupage que entre profanos.
Luis Buñuel