Filosofía en español 
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[ Margarita Nelken ]

Villancicos y “Noëls”

En todas partes donde se celebra la fiesta de Navidad es costumbre invariable celebrarla con música y con cánticos. La Nochebuena, que es indiscutiblemente la más popular de las fiestas cristianas, es también la que el pueblo entiende mejor, hace más suya. Por eso, junto a las místicas y grandiosas composiciones que un Bach, un Haendel o un César Franck hicieron para conmemorar el milagroso nacimiento, existen una multitud de composiciones hechas con el mismo fin, pero sin la solemnidad y la sabiduría de aquéllas. Son los villancicos, los adorables villancicos que se oyen en el campo, en las iglesias sin órgano y sin coro, o junto a la gran chimenea, al amor de la lumbre; los viejos villancicos que se transmiten idénticos de generación a generación y que tienen siempre el mismo frescor ingenuo y sencillo. Los hay bellísimos en todos los países que celebran a Cristo, y en todos ellos se refleja, mejor que en ningún libro, el sentimiento popular; pero los de Francia merecen un capítulo especial por el carácter tan particular de la mayor parte de ellos.

Se llaman Noëls como la fiesta que acompañan y los hay escritos en todos los dialectos franceses desde el bretón al provenzal, pasando por el borgoñón y el auvernés.

Todos estos cánticos de finalidad religiosa tienen la particularidad… de no tener nada de religioso. Son, estos Noëls, los cantos más profanos que se cantan por esas navidades de Dios. Tienen títulos muy edificantes, eso sí; pero el título no más. Para el pueblo francés de todo tiempo, el acto más importante de la Nochebuena fue el banquete que sigue a la Misa del gallo, el reveillon, y el reveillon es una ceremonia completamente profana en la que en honor de Cristo se bebe fuerte; y veremos que los Noëls que se cantan en estos banquetes expresan fielmente el estado de ánimo de los comensales.

En una palabra: el Noël no tiende a celebrar más que la francachela.

Basta con ver sobre qué aires se cantaban con preferencia estos supuestos versos religiosos. En una de las más célebres copilaciones de Noëls, los Noëls borgoñones de La Monhoye escritos en el año 1700, la primer pieza lleva esta indicación: «sobre un aire de trompeta»; la segunda: «sobre el aire del rigodón de la ópera de Galatea»; la tercera: «sobre el aire de mi madre cáseme usted» que era una cancioncilla muy en boga por entonces.

Dirán que la época de esta copilación fue precisamente una de las más disolutas de la historia de Francia. Volvamos, pues, más atrás. En el libro de Los grandes Noëls impreso en 1520, en París, por J. L. Crestot, presbítero, los primeros versos recomiendan, en una pintoresca habla antigua, a todas las mujeres de «llevar grant joye» el día de Navidad.

Grant joye, es decir gran regocijo y ya sabemos lo que nuestros abuelos entendían por gran regocijo en un banquete.

Esta vez la obra la firma un clérigo y esta indulgente recomendación no es sino el principio de uno de los Noëls más renombrados que ha habido: sobre un ritmo gallardo nos presenta el desfile de todos los que van al Nacimiento llevando manjares y bebidas y nos cuentan por fin cómo María y el Niño presiden la fiesta.

Hay, de esa misma época, algunos Noëls que son unos pequeños cuadros de costumbres deliciosos, verdaderas crónicas populares. Nos cuentan el Nacimiento y la Adoración de los Pastores estilo siglo XVI o XVII, algo así como Corneille y Racine nos cuentan la historia griega y romana estilo Luis XIV.

Hasta los Noëls más austeros, son de origen profano. Su arcaísmo es únicamente lo que los hace hoy parecer recogidos y fervorosos.

Lo mismo que a las pinturas, el tiempo, al patinarlos, los hace a todos muy serios y muy respetables.

Y aquí va la prueba: el Noël Cantemos por favor (Chantons je vous en prie), uno de los más antiguos Noëls conocidos, se cantaba sobre el mismo ritmo que una canción de amor, y sin embargo hoy nos penetra por su carácter de misterio y de oración.

El Noël que Rabelais pone en boca del fraile de la abadía de Thélème, se canta sobre un aire de baile.

Es un baile que figura en el famoso Tratado de danzas editado en Langres a principios del siglo XIV que ha proporcionado la música de este Nöel, el más célebre de cuantos se cantan en la provincia de Poitou.

Y no hablemos de la copilación hecha por Saboly en Aviñón, y que tiene todos los textos y todas las músicas lo menos religiosas posible.

Uno lleva como indicación el aire de La canción para beber, de la comedia de Moliere El médico a palos.

Varios Noëls muy profanos, pero por excepción llenos de delicadeza, se atribuyen a Abelardo, el famoso teólogo de la Sorbona que compuso, cuando sus amores con Eloísa, varias canciones que alcanzaron una gran boga. Unos cuantos Noëls del siglo XIII se deben también a Adam de la Halle, el primer dramaturgo francés.

Cuando los trovadores iban de castillo en castillo, cantaban los Noëls acompañándose del violín a tres cuerdas llamado rabel, mientras que las damas, recogiéndose sus larguísimas faldas por encima de sus zapatos de punta retorcida a la poulaine bailaban una volta o una pavana.

El famoso Clement Marot, poeta favorito de la corte de Francisco I, cuando se convirtió al protestantismo, compuso sobre motivos populares varios cánticos y Noëls de un tono muy austero, y el campo adverso contestó poniendo a estos mismos motivos palabras que no tenían nada de litúrgico.

El Renacimiento orientó la poesía popular hacia otras direcciones, y los Noëls abandonan su nota pintoresca para no ser más que violentísimas sátiras de las que nadie estaba libre: ni el mismo rey, ni los mismos ministros.

Con la música de los Noëls se cantaron bajo Luis XIII las Mazarinadas, por el estilo de la que empieza diciendo:

El cardenal, / ese animal…
(Le cardinal, / cet animal…)

Y en el siglo XVIII circulaban por París unos Noëls de corte en los que la licencia no guardaba ya ningún recato.

Pero éstos ya no son los cánticos de la Nochebuena, los que se cantan a la vuelta de la misa del gallo. Sin embargo, la tradición persiste; la guardan las navidades provincianas, las de Provenza sobre todo, y hoy, en los pueblos de Francia, como en los de España, se cantan todavía los villancicos la noche de Navidad.

Se cantan en las fiestas familiares con que se conmemora el Nacimiento de Jesús y se van trasmitiendo de generación en generación, como uno de los más grandes de la Nochebuena.

M. Nelken