Filosofía en español 
Filosofía en español


El tercer año de una gran institución


Mañana se inauguran los Cursos de Verano, organizados por la Junta Central de Acción Católica en Santander. Es el tercer año de una obra. De una gran obra católica y española. Contra toda clase de dificultades, sin apoyo ninguno oficial, ha ido lentamente abriendo su camino, fijo el ánimo en un fin nobilísimo, sin otra mira y otro norte que la Iglesia y la Patria. Y he aquí que al tercer año de elaboración la obra tiene ya contornos y perspectivas, está despejado de nubes el horizonte y se muestra en lontananza la meta iluminada de luz.

Paulatinamente pacientemente ha ido poniendo sus sillares. No nació como un ateneo superficial, de relumbrones y de hojarasca. Quiso echar sus cimientos desde el primer día con solidez. Buscaba el terreno firme en que apoyar toda su arquitectura. La honda conciencia espiritual española de una tradición y de un destino histórico, la roca recia e inexpugnable de los principios, de la formación. Reparó en la gran crisis de nuestra hora, en la falta de hombres integralmente formados en católico y en español, y a ello se aplicó con todo impulso y entusiasmo. Y he aquí que precisamente en este tercer año de vida este contorno formativo se dibuja ya con acusado relieve. Basta hojear el programa de los cursos para percibir que se trata de un conjunto orgánico en son pieza capital y sistemas planetarios esas disciplinas que son, por esencia, las grandes formadoras del pensamiento humano. En su torno se mueven a la par en conferencias, en cursillos monográficos, en ampliaciones diversas enseñanzas que rezuman vitalidad auténticamente española. Un doble y único afán, una idea central y madre: renovar el espíritu nacional con aquella savia teológica que añoraban nuestros grandes hombres del siglo XIX, con aquellos principios fundamentales de las disciplinas filosóficas, con las ideas prácticas y de aplicación sobre los grandes problemas nacionales que acucian a nuestra vida económica y técnica. En este panorama en pequeño, los Cursos de Verano de Santander esbozan ya en primorosa síntesis el otro gran panorama de la Universidad católica española.

Y, en efecto, al calor de aquel intento, esta gran concepción empieza a surgir embrionariamente con la modestia de una gestación que sólo a su hora madura. Para el próximo curso académico el C. E. U. ofrecerá el prólogo de la gran obra que se edita. Siete cátedras empezarán ya a funcionar, clasificadas en dos ramas orgánicas, diseño futuro de dos grandes Facultades. De una parte, lo sólidamente formativo, la Filosofía, señora de las ciencias; de otra, la vida práctica enmarcada en la serie de disciplinas que integran el conjunto de las Ciencias económicas y políticas. Humilde cuna en lo exterior, grande y gigantesca en la intención, en la intensidad, en el propósito. ¿Cómo no sentir desde ahora el optimismo, que es flor de perseverancia?

Pero hay, además de estos contornos a que hemos aludido, un nuevo matiz en el carácter de los Cursos veraniegos de este año. Mañana precisamente dejará oír su voz en la sesión inaugural un extranjero ilustre, maestro de la Filosofía de la Cultura. El profesor Dempf, como después otros ilustres universitarios de diversos países de Europa, se asocian este año a este esfuerzo cultural de la intelectualidad católica española. Es un símbolo, tradicional también, de espíritu universitario en su más auténtica y genuina significación de universalidad. Vienen a nosotros enlazados con el vínculo que la catolicidad entraña a respirar lo que es esencia nuestra, lo que podemos mostrar con orgullo al mundo, una ciencia tradicional católica que es a la par nuestra originalidad en la esfera de la cultura, nuestro gran signo positivo de significación histórica. Por él podemos inspirar respeto, podemos ofrecer un hogar común de labor y de estudio, no superficial y externo, sino enclavado en lo más hondo del corazón de nuestra Patria.

He aquí en breve síntesis lo que los Cursos veraniegos de Santander nos revelan este año y lo que importa fijar en la conciencia española, como elemento de estímulo para continuar la gran ruta iniciada. La restauración espiritual de España exige este lento camino de formación de los hombres en los principios substanciales de nuestro patrimonio ideológico y sentimental. Hombres de dirección y de “élite”, en los que la ciencia vivificada por el patriotismo no sea elemento de destrucción de la sociedad, sino savia regeneradora de los valores intelectuales y morales del pueblo. Verdaderas aristocracias que devuelvan al espíritu público ese tono español de nuestros mejores tiempos, con una cultura que no distancie ni separe, sino que sea base de unidad y obra colectiva común por el mejoramiento de la Patria.