Filosofía en español 
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De Enseñanza

Una Psicología sin alma y una Ética sin Dios

El nombramiento del Sr. Verdes Montenegro para la cátedra de Psicología del Instituto de San Isidro ofrece, además del aspecto legal, otro para nosotros más interesante y trascendente: el moral.

El Sr. Verdes Montenegro es ateo, materialista, hace gala de no tener ideas religiosas; es un propagandista del socialismo, altamente peligroso. Pues medítese la perniciosa influencia que este catedrático ejercerá sobre inteligencias de quince años, sin preparación para rechazar los sofismas y los errores y las herejías que a diario han de escuchar, quieran o no, a menos de arriesgar la pérdida del curso.

Tratárase de una cátedra de matemáticas, de Francés, de Preceptiva literaria, y la dirección de un profesor disolvente, con ser peligrosa, no lo sería tanto como en este caso.

Es preciso tener en cuenta que la asignatura es «Psicología, Lógica, Ética y Rudimentos de Derecho»; y el Centro en que se ha de explicar, un Instituto. Lo que quiere decir que el catedrático, por su mayor edad, su autoridad y su sectarismo, matará, al florecer, los sentimientos religiosos de los niños, trastornará su vida espiritual, pondrá en sus almas los gérmenes de las doctrinas más extrañas y más contrarias a aquellas que sus padres cuidadosamente les transmitieran, y por si fuera poco, para lograr este fin, les impondrá por ende sus libros de texto, y ¡ay de aquel que vaya a examinarse y quiera ejercitar su derecho de hacerlo con arreglo a otro programa y a otros textos!

Los del Sr. Verdes Montenegro son una «Psicología científica» y un «Boceto de Ética científica». ¿En qué consiste el cientifismo de estos libros? Pues en que la Psicología es una psicología sin alma, y la Ética, una ética sin religión y sin Dios. Ambos libros son como el catecismo del perfecto socialista, pues responden al materialismo histórico y a la concepción sociológica de Carlos Marx.

En la Psicología niega el Sr. Verdes la sustancialidad del alma: se declara evolucionista, crudamente materialista y ateo; para él la Psicología es un capítulo de la Fisiología, y el alma una propiedad de las cosas.

Su Ética es un libro en el que no se estudia la ética como un sistema de derechos, de deberes y de virtudes que han de trascender a la formación, corrección y perfección de la conducta; es, en síntesis, un capítulo de la Sociología socialista, un catecismo de la moral socialista, basada en el principio de la propaganda, de la lucha de clases y del mejoramiento material de la sociedad, sin dar una trascendencia religiosa a los deberes morales y a la conducta moral, apartada la cual toda educación moral sería estéril.

Todo esto se hará estudiar a los escolares de San Isidro. Pero nosotros preguntamos: ¿van a consentirlo los padres católicos? No deberán consentirlo ni lo consentirán. El alma de los hijos es sagrado tesoro que los padres han de guardar con los mayores desvelos; y los padres católicos no pueden aceptar que se someta a sus hijos a un régimen de enseñanza de tiranía y violencia inaguantable.

El Gobierno del conde de Romanones dio en 1913 el decreto sobre enseñanza del catecismo en las escuelas nacionales, y entonces corrió como argumento el de «que no se podía imponer el estudio del catecismo a los hijos de padres no católicos». Y ahora decimos nosotros: ¿y a los de los padres católicos se les pueden imponer doctrinas heterodoxas? Nos dirán que no, y que ya las leyes lo tienen previsto; y es verdad. La Constitución declara que la religión del Estado es católica: pone a salvo en todo caso «el respeto debido a la moral cristiana». La ley de Instrucción Pública dice que los profesores de todas las enseñanzas han de «justificar buena conducta religiosa y moral», y advierte que podrán ser separados de sus cargos si, formado expediente, se declarase «que infunden en sus discípulos doctrinas perniciosas».

Pero todo esto es teoría; en la práctica ocurren cosas tristísimas; en la práctica, España es una excepción entre las demás naciones, y nuestra libertad de cátedra es un salvoconducto, una patente de inmunidad para blasfemar, ultrajar al dogma, atacar a la autoridad en todas sus manifestaciones, predicar la revolución y hasta ensalzar doctrinas repugnantemente inmorales.

A propósito de nuestro libertinaje docente, recordamos los siguientes párrafos de la conferencia pronunciada por el señor Altamira en la Universidad Nacional de la Habana, el 5 de Mayo de 1910. Nos parece que la cita no puede ser sospechosa. El Sr. Altamira decía así:

«En nuestro país tenemos la libertad de la cátedra en una situación que excede a la situación de libertad de otros países, que quizás en otras direcciones de la vida la tienen mayor que nosotros; pero que, en este punto, son inferiores a ella.
Yo preguntaba a un profesor alemán, con motivo de una cuestión grave que hubo allí poco antes de llegar yo, a propósito de las ideas del profesor, yo le preguntaba: "Si un profesor de una Universidad alemana, con toda la autonomía que ellos tienen, manifiesta ideas contrarias al Káiser o a la política fundamental dominante, ¿qué le pasaría?" Y me dijo: "Sería inmediatamente expulsado de la Universidad." Pues en nuestras Universidades tenemos profesores republicanos, ultrarradicales, que están hablando todos los días contra las instituciones del país, y están todos los días haciendo manifestación franca de las ideas suyas, y nadie se mete con ellos y continúan siendo profesores. Yo les preguntaba a los franceses "qué pasaría si un profesor de Derecho Internacional manifestara ideas iguales a las manifestadas por Herbert." Pues le pasaría lo que le pasó a Herbert: "sería expulsado." Pues nosotros tenemos profesores que han expresado esas ideas, y no han sido expulsados.»

Lo que el Sr. Altamira dice de las Universidades, podemos también aplicarlo a los Institutos. Aun cuando se enseñe la mayor atrocidad, aquí no pasa nada. Y esto n puede ser; no nos podemos cruzar de braz= os ante estos problemas. Si no hubiera una ley que obligase a respetar os derechos de los católicos, habría que hacerla; si ya la tenemos hecha, debemos exigir que se cumpla.

El Sr. Verdes Montenegro, que viene al Instituto de San Isidro impuesto por el izquierdismo radical y rabiosamente anticatólico, debe ser rechazado, y los padres de familia no pueden en modo alguno dejar de protestar contra la arbitrariedad y el capricho del Sr. Alba, que firmó ese nombramiento pasando por encima de todos los obstáculos que la ley y la justicia oponían al agraciado.