Filosofía en español 
Filosofía en español


Carta pastoral del Excmo. e Ilmo. Obispo de Jaén sobre lo absurdo del materialismo

Et creavit Deus hominen ad imaginen suam.
Genes, c. I, v. 27.

I

Corre ya por el mundo con honores de sistema académico y con pretensión de laudable conquista, la filosofía irracional del siervo-albedrío, que atribuye a las propiedades ocultas o manifiesta de la materia, al instinto y a groseras evoluciones del globo el principio activo, espontáneo, libre, eficiente y espiritual de las acciones humanas. En una palabra niegase la [98] existencia del alma, y se concede a la mole del universo la facultad de pensar de querer y de gobernarse a si propia por medio de una discreta autonomía. Cosa en verdad que no se puede ser ridícula desde que tomando aire de magistral ha empezado a ser funesta.

Acuden a esta escuela los desertores de todos los campos, los díscolos con los tibios, el disidente con el incrédulo, el apóstata con el resentido, el descontento unido al presuntuoso. Cuantos o no han logrado ser jefes de bandería, o no alcanzaron honras ambicionadas, o se creyeron desairados, corren a tomar parte en la contienda de agresión contra la verdad. Vuelan a su lado mil auxiliares, mercenarios, hoy aclamadores del éxito, mañana al servicio de la reacción en cualquier sentido.

Todo el que vive lejos de la casa paterna desheredado de estimación y destituido de esperanza tiene cabida en la academia donde se aprende la ciencia del apodo con el Visto Bueno de la negación absoluta.

De aquí precisamente viene la guerra ilustrada contra las preocupaciones católicas.

No excluimos de la sesión a mil desdichados talentos ingeniosos para malear y corromper todo lo bueno a precio de la vanagloria, compañero inseparable de cuantos tienen la audacia de proclamar alto ideas extravagantes, nacidas hoy para morir mañana. El lance es conseguir por sorpresa un momento de ruidosa ovación, verdadera embriaguez de los simples y pequeñuelos. Dudase que sea más deplorable, si la imbecilidad de estos pobres imbéciles o la temeridad de estos miserables temerarios. Con el mismo juicio con que condena son ellos condenados. La negación depone contra la negación misma. Sujeto capaz de negar, lo es de concebir, resolver, y determinar. Niegas porque piensas; niegas porque juzgas; niegas por que decides; niegas porque quieres. Niegas el alma y produces hechos intelectuales, morales, deliberados, humanos, propios [99] del hombre que delibera. Eres hombre y obras como racional igualándote a la materia por abuso de tu misma razón. Afirmas estar dotado de aquello mismo que abdicas. Actus autem est in eo, cujus est actus. S. Thom, 1ª part. quaest. 56 art. 18.

Y no se crea que es inocente el programa. Él conduce y se ordena a formar una sociedad de criminales irresponsables, que enseñando el fatalismo, al grito de la insurrección, mantenga en medio de la sociedad y en el hogar doméstico viva y creciente la inquietud, vivo el sobresalto, vivísimo el menosprecio de toda ley, de toda potestad y de toda subordinación.

Nacen ahí, y de ese centro parten los rayos que ofuscan la vista de muchos y acaban con la vida moral de otros. De esas escuelas se viene surtiendo de maestros la desgraciada sociedad que cree vivir y progresar cuando agitada y convulsiva semeja sus movimientos al de un cadáver galvanizado.

Y en verdad no vienen de otra parte los ruidos, las asonadas, los motines y concusiones que estremecen. Viven y se nutren dentro de corazones insensatos y de cabezas altaneras esas ideas que, a la primera ocasión se muestran en forma de sediciones y de guerras asoladoras. ¿No lo veis? ¿no ha llegado a vuestra noticia, y no atruena vuestro oído el clamoreo de las invasiones, el grito de la crueldad, de la sangre y de la matanza? Hoy mismo, día 14 de junio de 1868 anuncian los periódicos el invento de un arma de fuego que hace 2.400 disparos cada hora. ¡Y bien! conocéis nada más pavoroso que una boca de fuego en manos de un hombre amotinado, rebelde, famoso con la fama del crimen, y glorioso con la gloria de celebridades funestas? ¿Qué no puede hacer ese hombre declarado irresponsable contra sus hermanos, contra el orden y contra el género humano? ¿A donde no alcanza el poder horroroso de mil hombres positivistas así pertrechados adonde no llega el poder de un ejército, y el de una belicosa nación frente a naciones o poderosas también, o no tan prevenidas: pero todas inoculadas de materialismo? [100]

Y así progresando sin el freno del santo temor de Dios, sin mas guía que la mayor astucia y el poder más asombroso ¿se ha calculado el género de inventos que de un día a otro puede brotar del ingenio humano excitado por el interés de un premio, calentado por la pasión de celebridad, hirviente de fiebre por estragos y matanzas? ¡Ah! Se cree cosa inútil, y que debe relegarse al templo de fe, la piedad, el temor de Dios y las máximas del Evangelio, sin comprender que entonces todo queda a merced del mayor abuso posible, hijo de los más privilegiados talentos, y de la imaginación más brillante. ¿Cual es en tales casos la suerte de los débiles, de los pequeñuelos, de los pueblos, del hogar doméstico, de las naciones reducidas y de los países sencillos? O juzgando el potente avasallador que todo le es permitido, ¿no juzgará así el bandido desalmado, el vecino temerario, todo el que disponga de medios y de recursos para invadir la casa y apoderarse de lo que no es suyo?

II

En otros tiempos la vanidad vivía del pasatiempo, del ocio, de la afeminación, de la molicie, del recreo inhonesto y del lujo ruinoso. Al presente, a mas de todo esto, vive también de la celebridad en la invasión, del arrojo temerario contra derechos ajenos, del afán de sobresalir aun en el crimen, y de dominar por la insolencia y por la bárbara conquista: vive de la manía funesta de decir lo que no se siente, de plantear sistemas sin conciencia de lo que se hace, y aun contra arraigadas convicciones; vive además la vanidad desoladora de la consecuencia en el pecado, de la contumacia en el crimen, de la gala, del [101] alarde, de la ostentación descocada, y vive alegando méritos contraídos en obras de iniquidad, de impostura y de mentira.

Consiste la vanidad de la época presente en burlarse a tiempo, con chiste, y en ocasiones ruidosas, así de la buena fe, de la honradez y de la lealtad como del patriotismo, dejando caer la sonrisa que insulta, y la frase que escandaliza y a tal extremo llegan las cosas que suelen darse por supuesto lo mismo que desdora y se admite. Tiénese por magnanimidad lo que solo es desenvoltura, indiferencia, verdadero desprecio de cuanto ennoblece al hombre y realza las acciones humanas.

Y a presencia de tales abusos de la libertad ¿se negará todavía la libertad? ¿Se negará el libre albedrío? ¡se declara, a pesar de todo esto, la irresponsabilidad del hombre! ¡Dícese de el que es inculpable, porque no es libre! ¡Hónrasele por la ciencia moderna con asimilar sus acciones a la fuerza con que gravitan hacia su centro los cuerpos inertes! «¿Quién osa hablarnos de libertad?» ha dicho un positivista el 30 de Diciembre de 1867 en la facultad de Medicina de París.

Lo mismo que la piedra que cae obedece a la ley de la gravedad, el hombre obedece a las leyes propias, y la responsabilidad moral es nula Los infelices condenados a presidio no están en presidio por su culpa, pues no han hecho mas que someterse a las leyes de su naturaleza (1. Cita tomada de El Pensamiento Español, número 2.582, correspondiente al miércoles 10 de Junio de 1868.) Como se ve, ¡esto es simplemente bárbaro! Es antisocial, es la completa apología de la impunidad, y la más descarada filípica contra Dios, con los hombres, contra el Gobierno de las naciones y contra los tribunales de justicia. No queda idea de orden, noción de moralidad, sentimiento de dignidad ni de nobleza, siquiera de vislumbre de humanidad ni de cultura, luego que se da paso a tales máximas, y cuando semejantes delirios toman asiento [102] magistral en el santuario de las academias; que solo deben abrirse para instruir, para moralizar, para que la verdad se difunda con gloria de Dios, Señor de las ciencias, y con honra del entendimiento humano.

¡Ah! El materialismo es una mentira infeliz. El materialismo es una insigne impostura. El materialismo es la insolencia de la barbarie. Yo veo, siento, conozco, amo, resuelvo, deseo, anhelo. Soy imagen de Dios incorruptible por mi alma espiritual, forma sustancial de mi ser.

III

¿Se dirá todavía que vamos por buen camino? No se contenta el indiferentismo con haber helado en el fondo de muchos corazones el calor de la dignidad y el fuego santo del pudor, sino que los quiere sumir en la apostasía, en el fatalismo, en la insensibilidad estúpida y en la criminalidad imbécil. ¿Qué ha de suceder? Entregados mil desdichados discípulos al capricho de tan desvanecidos maestros llevarán a la cabecera del enfermo la doctrina de un materialismo frío, desalmado, cruel, desolador. ¡Adiós, sociedad! ¡adiós, familia! Nada de honra, nada glorioso, ni esperanza, ni vida, ni inteligencia, ni amor.

¿No conmueva a esos doctores criminales la mirada de la esposa agonizante, que es madre de niñas por educar, de jóvenes que cursan medicina o filosofía materialista, cuando, a punto de espirar, llama a su esposo, a sus hijas y niños para recomendarles el santo temor y amor de Dios, la honradez, la aplicación, la honestidad, el pudor, el cumplimiento de los deberes cristianos y la práctica de las virtudes? [103] ¿Nada ven en todo esto? ¿no descubren por la manifestación de estos hechos espirituales, morales, tiernos, sublimes y consoladores en la misma desolación, que tales cosas deben su origen a un principio también espiritual, moral, afectuoso, elevado, causa eficiente de tanta dignidad, de tan majestuosa expresión?

Esa mirada, esos consejos y advertencias, ese amoroso careo y ese admirable concurso de una familia que recibe en ósculo de paz la despedida de la esposa, de la amiga, de la madre y nodriza, de la que llora con resignación y enseña a sus hijos con dignidad hasta el último suspiro y en lugar de madre, que ya desciende al sepulcro, ¿nada, absolutamente nada comunica esta escena al corazón del médico materialista? Pues si tal caso aconteciese, el ser racional, sujeto de la ciencia sería la más desoladora antítesis del género humano. La existencia del género humano envolvería en sí la contradicción más repugnante. Digámoslo santamente, noblemente indignados: esto es horrible, bárbaro, depresivo, insolente ¡las naciones que tales enseñanzas toleran deben ser borradas del mapa cristiano!

Esa misma mujer que agoniza, y agonizando levanta al cielo sus ojos casi apagados para bendecir a una familia consternada, sujeta con mano trémula y descarnada un crucifijo, pone sobre el costado del Salvador su boca abrasada por la fiebre, y con voz en entrecortada y acento casi extinguido, pide por uno de sus hijos extraviado, discípulo de doctores materialistas.

Insta por medio de señales de amor y como declaración de su más generoso testamento a fin de que el Juez supremo reciba en demanda de la conversión de su hijo tantas lágrimas y suspiros, tanta plegaria y bendición, tantos lloros y suspiros, último aliento de un corazón espirante. Ahora bien: ¿cómo aquella materia evolucionando, obrando con la fuerza de gravedad que cae la piedra, reduce y concentra tan varios [104] movimientos de expansión y de llanto, de contracción y de amargura, de plegaria y de confianza mirando al hijo desdichado con preferencia a todos los demás pedazos de su corazón? ¿Es tan discreta la materia en sus evoluciones? ¿Obra de este modo el materialismo? Y aquel hijo, aquel médico ¿no se conmueven? ¿No aprenden? ¿No les interesa aquella Mónica espirante?

IV

El materialista impertinente debe mostrarme como él, a pesar de sus temeridades, no evoluciona perpetua juventud, robustez completa, vida inefable de gozos sin fin, dichas eternas en felicidad deleitosa. Debe decirme cómo no evoluciona Iliadas, Odiseas, ni Eneidas, ni siquiera victorias contra Dios, objeto de su desprecio, ni contra la razón, objeto de sus insultos, ni contra la Iglesia, objeto de sus iras. ¿Y por que no me dice que es lo que ama, qué es lo que odia, y como se compone para amar y aborrecer sin libre albedrío? ¿Puede darse estupidez más lastimosa que la ilustración de tales doctores? Commutaverunt veritatem Dei in mendacium... Propterea tradidit illos Deus in passiones ignominiae Rom. cap. I. vv. 25 et 26. Modernos egipcios, adoran su Apis, el Apis, de la razón degradada y envilecida, el Apis de sus ensueños y delirios, el Apis de todas las idolatrías. Mutaverunt gloriam suam in similitudinem vituli comendantis feenum. Psal 105, v. 22. ¡Y no hay medio! Apartándose del camino, que es Cristo, y de la verdad, que es Cristo, se viene a dar en el escollo del paganismo, que extravía, ahoga y deprava. Et dimisi eos secundum desideria ordis eorum ibunt in adinventionibus suis. Psal. 80 v. 12. [105]

Con razón expone Genebrardo ambos textos de los Salmos diciendo: Relicto vero Deo, qui erat gloria et decus eorum, scilicet Aegyptiorum, servierunt idolis..., Secundum decideria, in pravitate secundum malignitatem. In adinventionibus, invanis opinionibns, et studiis.

Reduciendo pues a sistemas los delirios materialistas se produce el escándalo de entronizar la grosería ruidosa, la brutalidad degradante, la fatalidad más deplorable, y el oprobio mismo de la razón harto castigada en sus excesos por sus propios excesos. Hay temeridades costosas, temeridades que se pagan con lágrimas de sangre y con espectáculos de confusión.

El materialismo es ilógico. El materialismo es irracional. El materialismo es absurdo. La predicación del materialismo es un crimen de estado. La enseñanza académica del materialismo es la proclamación facultativa del envilecimiento de la razón, la del desacato a la historia, la del insulto a las letras y a las ciencias. El materialismo rebaja los ingenios, mata las celebridades, proscribe las virtudes, los hechos insignes y las acciones heroicas. Yo pruebo la existencia del alma contra el materialismo, pensando queriendo, hablando y formando estas letras, como pruebo el movimiento contra los que niegan el movimiento sin mas que moverme.

El materialista desventurado que enseña, escribe y reduce a sistema el materialismo; es justamente el yunque donde el materialismo se hace pedazos.

El fabricante de materialismo está obligado a mostrarme la autonomía en virtud de la cual se desenvolvió el cañón rayado, y como en vez de encaminarse la materia fundida inicia las trincheras donde está colocada no fue a dar en lo profundo de los mares.

El doctor materialista que combate la espiritualidad del alma, está en el deber de mostrarme como en virtud de fuerzas ciegas, necesarias, o inertes, evoluciona él la manera de [106] concurrir a determinada academia, en forma determinada, para impugnar verdades determinadas, determinando los objetos que combate y las personas que vitupera. Debe mostrar me cómo el labriego nunca evoluciona en sentido científico; debe explicarme cómo es, que él evoluciona en sentido científico, debe explicarme como es, que él evoluciona en sentido audaz y temerario afirmando que es hombre de ciencia y negando la razón, la voluntad, el libre albedrío, el alma y a Dios.

El profesor de materialismo deja de ser hombre honrado desde el punto en que usando de su razón, empleando sus conocimientos y aguzando su ingenio, se hace cargo de una verdad para negarla, o de una institución para combatir su existencia. Los actos intelectuales y morales en forma de abusos justiciables y punibles. El materialismo condena con juicio criminal y deplorable todas las actuaciones, todas las sentencias, todas las ejecutorias, todas las leyes y códigos del universo. El materialismo se declara juez soberano de todo juicio posible, con investidura irresponsable sobre toda potestad. En virtud de estos esfuerzos y de la sorprendente actividad del alma, ¿negará la existencia del alma?

V

Son de este género y siempre lo fueron las audacias insensatas de los atrevimientos ridículos. Y en verdad, ¿se conoce nada más lamentable que la puerilidad de las negaciones y la imbecilidad de la blasfemia? ¿Hay nada más ilógico que negar el misterio, los motivos que inducen a creer, la historia, [107] la tradición, las ciencias, las artes, el ingenio, la razón y la actividad del alma en virtud de suposiciones arbitrarias y de contradicciones absurdas? No comprendo la causa de un hecho; luego el hecho es creador. No comprendo a Dios; luego soy soberano. No comprendo el espíritu; luego soy materia.

De modo que de la pequeñez, de la limitación y de lo infinito deduce el materialista la Omnipotencia, la inmensidad e infinidad de las cosas criadas. Y no obstante esas incalificables autonomías se declara rotundamente que el todo es un ser todo, y todo es el todo, como si dijéramos, materia pensante y pensamiento material, no resultando otra cosa que acción permanente evolucionando eternidad modificable. ¡No hay que dudarlo! O la razón humana abdica por completo su dignidad y su honra, o debe querellarse con sentida querella de cuantos la embrutecen y rebajan hasta amasarla en cieno y en corrupción. Fuerte cosa es tener que probar que el hombre es hombre.

En apoyo de esta indicación tomamos de El Pensamiento Español número 2.593 las siguientes líneas:

«Pero acerca de los estragos que está haciendo en Francia el positivismo, tenemos irrecusables, auténticos testimonios, recogidos por el venerable señor Obispo de Orleans en un folleto que acaba de publicar con el título de Alarmas del Episcopado, justificadas por los hechos. Nos vamos a limitar a escoger y extractar.

Hoy se enseña osadamente en Francia que «el sentimiento es propiedad de la materia; que el pensamiento es propiedad de la materia;, que no existe voluntad libre; que la conciencia es también propiedad de la materia; que el crimen es el resultado lógico directo e inevitable de la pasión que nos anima; que fuerza que no estuviese unida a la materia sería una idea absolutamente vacía de sentido; que la afinidad de la materia es la omnipotencia creadora, y que, por consiguiente, [108] el hombre solo pueda venir de la trasformación de las especies animales, y que en efecto, procede del mono, y no es más que un mono perfeccionado.

Entre las ideas de Moleschott, hay una que por lo vil y repugnante descuella aun en medio de tanta vileza, de tanta abominación.

Se empeña en abolir el culto de los difuntos y en que los cementerios deben trasladarse con frecuencia, a fin de estercolar distintas tierras. En efecto, ¿por qué un campo santo ha de tener el privilegio de ser constantemente beneficiado por el abono humano? Propone, pues, que de los huesos del hombre se haga un abono para utilizar el sulfato de cal que contienen. Este es el medio, dice, de poner en circulación los pensamientos y de crear hombres. Las siguientes frases son textuales: «¿Cual no sería el precio de aquel polvo que los antiguos depositaban en urnas cinerarias en el fondo de las tumbas? Ese polvo contenía la materia que da a las plantas el poder de crear hombres

«Bastaría mudar de un sitio a otro los cementerios después de haber servido los cadáveres un año, y así, al cabo de seis o diez, se obtendría un campo de los más feraces, que crearía hombres al mismo tiempo que aumentaría la cantidad de cereales.» (La circulation de la vie, tomos I y II.) No olviden este recurso los economistas utilitarios: es digno de su escuela. Y no lo han olvidado: hace pocos días lo hemos visto recomendado en un periódico español.

«Hemos mencionado en los artículos precedentes la tesis contraria al libre albedrío, sostenida en la facultad de medicina de París el 30 de Diciembre próximo pasado. Desde que esto se proclama, dice el Obispo de Orleans, nuestras leyes penales, nuestros tribunales de justicia son abominables comedias. Los asesinos que los jueces condenan a presidio no son responsables de sus crímenes, y los magistrados resultan más culpables que los sentenciados.» [109]

«Pero la tesis va más adelante y llega a decir expresamente que los médicos no deben convertirse en cómplices de los tribunales.- ¡Ah, señores exclama el autor: enhorabuena que los magistrados y los jueces usen de este lenguaje! Pueden hacerlo: porque no están forzados a conocer la naturaleza humana; pero que los médicos sean cómplices suyos, solo puede verificarse quizás por irreflexión, o por pereza mental, que les haga partícipes de las ideas admitidas por todos.» Y con imperturbable lógica concluye declarando en estos términos la guerra a toda la sociedad: -«El mal, si me es lícito aplicar este término facultativo a la organización de nuestra sociedad; el mal es constitucional y los remedios deben ser radicales.» Considere el pío lector qué remedios propondrá como radicales un hombre para quien no existe responsabilidad moral; para quien los tribunales de justicia son abominable farsa y los magistrados más culpables que los condenados a presidio.»

El Sr. Villoslada añade esta juiciosa reflexión:

«Pues aun van más lejos las locuras, las infames aberraciones del positivismo. Creemos que no hay medio más eficaz de combatirlas que presentarlas en su espantosa desnudez: creemos que el positivismo únicamente es terrible cuando se le disfraza con el nombre de ciencia, de filosofía, &c.; pero que se convierte en piedra de escándalo y objeto de execración universal, cuando se le da a conocer, cuando le exhibe ante el tribunal de la conciencia pública tal cual es, sin máscaras ni velos.»

La cita es cruel, pavorosa; angustia el ánimo y ruboriza la frente. Así habla la ciencia del siglo XIX, dolida no obstante, de haber sido condenada bajo su más plausible dictado de civilización moderna. Solo que ni en las fosas de Sebastopol, ni en las huesas de Sudowa, ni en los campos de Mentana han brotado hombres de los cadáveres podridos.

No crea hombres la ebullición pestilente de los cementerios. [110] Lo que sucede al positivismo es que adora dioses fétidos que moran en los sepulcros, dioses que nacen en los huertos, dioses dignos del nihilismo, a que conduce la negación de Dios, del alma y del libre albedrío. Negación terminante, radical, airada, horrible. ¡Ay Dios mio! ¡Dios eterno! ¡Dios adorable! Juega con Vos el hombre, imagen vuestra, manchando vuestra imagen, blasfema vuestro santísimo nombre aquel a quien hicisteis a vuestra semejanza; arrastra su lengua por el cieno de todas las inmundicias, y de paso por los caminos de la audacia y del desacato no ve que vos sois y seréis siempre un ahora eterno, un siempre que no empezó y ha de vivir vida eterna. Anni tui me eunt, nec veniunt… Anni tui omnes simul sunt, quoniam stant… Anni tui dies unus; et dies unus non quotidie sed hodie… hodiernus tuus aternitas. August. Lib. XI Confs. Cap. XIII.

¡Ah! El materialismo es brutal, es cruel; el materialismo es simplemente un desdichado disipador de los dones de Dios.

Que a estas negaciones bestiales se llame positivismo, cosa es que embadurna los diccionarios, y despedaza las gramáticas.

¿Por ventura traen al mundo esta misión los miserables apóstoles de la idea? Ellos acabarán con todo, después de haber divinizado todas las necedades. Lo extraño es que en pleno siglo ilustrado obtengan pase académico, y honra de discusión tales inepcias. Castigo es de la soberbia humana tanta desdicha y tanta humillación. Todavía se nos ha decir que soñamos al pensar y al escribir, que soñamos con vida que no tenemos, que no es ser nuestro ser, que formamos proyectos para lo futuro sin existir de presente; en una palabra, se nos ha de decir que todo es mentira, y que no hay más verdad que las imposturas materialistas, ni otras realidades que los absurdos del positivismo.

Y llegaremos al desiderandum de la civilización moderna negando que negamos y afirmando que no existimos. [111] ¡Bien muy bien por el progreso científico! ¡guerra a muerte! ¿a quien? ¡odio! ¿a quien? ¡anatema! ¿a quién? ¿por qué? Si no hay alma, libre albedrío, Dios, juicio, premios ni castigos, ¿a qué ese delirar en forma de magisterio? Dejad, dejad de hacer amasijos sacrílegos entre la Divinidad y la materia, entre la razón y el positivismo, entre el libre albedrío y la fatalidad. ¡Mercaderes de sofismas! ¿a qué precio expendéis el metro de alma, la libra de entendimiento y la tercia de voluntad? Y si no sois mas que simples, pobres de espíritu, apocados y seducidos, ¿por qué os exponéis a pasar por hombres de mala fe, por hipócritas del error y envenenadores de la juventud? Volved, volved a vosotros mismos sobre vosotros mismos con la acción espontánea y poderosa de una conciencia refleja.

Ahuyentad valerosos en fantasma de ciencia que envilece vuestra dignidad de hombres y deprava buen sentido con daño de la razón y con escándalo de la honradez.

Lo que realmente sucede es que sobra en la ciencia moderna toda disciplina, toda subordinación, toda ley, obligación y regla. Sobra Dios; sobra el misterio: está de más el decoro, la justicia, la circunspección. ¡Sobra, tristísimo es decirlo, es hasta vergonzoso! Sobra el alma, y sobra con el alma toda inquietud piadosa, saludable, todo sentimiento que persuade molestando, y la conciencia que arguye con indecible tormento. Y no pudiendo el hombre desvanecido desprenderse de Dios, del alma, del libre albedrío, de la razón y de la conciencia, grita en forma de medroso chiquillo que tanto más tiembla cuanto más alto canta y vocea.

El materialista soñando que sueña, y creyendo que no cree, demuestra en sus iras, en sus propósitos, en sus cálculos y arrebatos que va herido en honda entraña con dardo punzante y desolador.

Niega la moral y se apasiona; finge reír murmurando desprecio, al paso que irritado, contraído, descompuesto y levantando las manos al cielo, desespera de todo, maldice y blasfema [112] con el despecho de la imbecilidad y de la impotencia. Afirma lo mismo que niega; niega lo mismo que afirma; niega lo que hace, lo que practica y lo mismo que él demuestra. Es el materialismo una contradicción permanente; el positivismo es la negación de toda realidad. El sistema positivista, imagen a la vez que expresión de la mentira subjetiva y del desacato objetivo, él dirá que no existe, ni ha venido al mundo sino para negar y maldecir ejerciendo misión de iniquidad y de amargura.

El materialista procede deshonrando la dignidad humana para entregarse impunemente a los desórdenes de un corazón depravado. Cuando haya dicho su último libet, habrá dado el primer asalto de hacha y de martillo contra todo lo augusto y digno de ser acatado. Los más airados criminales se forman en la escuela de la incredulidad y de la negación.

Dada la negación de Dios, del alma y de la vida inmortal, se da también la negación de orden, de paz y de justicia, todo inconcebible sin regla y responsabilidad.

VI

La idea de establecer el materialismo es el conato más vergonzoso de la razón humana esforzada en rebajarse para alentar el crimen con la garantía previa de la impunidad. El materialismo que, preciado de serlo, no deja la sociedad huyendo a las selvas, revela que es hipócrita de negaciones atrevidas para dirigir sin embarazo un dardo contra la fe de los pueblos y contra la seguridad de los Estados. La negación en tal caso es la agresión audaz y desaforada, es la conspiración permanente, es el consorcio íntimo de la impiedad y de [113] la anarquía para minar y combatir con éxito las bases de la Religión y de la república.

¡Que no se engañen los pueblos, ni se hagan víctimas de la seducción mil incautos impresionables! Las escuelas anti-cristianas siembran el viento de la duda y de la negación para cosechar tempestades de anarquía y de muerte. Quien niega a Dios y niega el alma, y niega la vida futura, rompe todos los lazos que unen la criatura a su criador, ahogando esperanzas que sostienen y confortan el miserable corazón humano en medio de los mismos desfallecimientos. ¿A donde vas, insensato materialista? ¿qué enseñas? ¿qué prometes? ¿en virtud de qué impulso levantas la bandera de rebelión? ¿qué idea preside a tus planes funestos, y a tus determinaciones audaces? ¿y cómo han nacido en tu corazón los propósitos que ejecutas? ¿con quiénes vives en consorcio de bárbara iniquidad? ¿Sucede todo esto, o alguna cosa de las enunciadas, y emito yo este juicio sin voluntad, sin discurrir, sin deliberación, sin dar tinta a la pluma, sin dibujar letras en el papel, sin que mi palabra pensada preceda a mi palabra escrita, sin determinar y resolver hacer lo que estoy haciendo, solo porque intento y quiero hacerlo? ¿Como, como explicas tu proceder, y mis juicios si niegas la razón y el juicio, negando el alma? ¡Ah! Deja de ser materialista para ser racional.

Además, en prueba de saludable impugnación, oye atento lo que delibero decirte, como saliendo de mí para trasladarme y trasladarte a tiempos y espacios que ni son los nuestros, ni puede abarcarlos la extensión material que nos limita. Recuerda un solo hecho histórico, por ejemplo la conquista de Méjico. Es de época anterior a la nuestra: tuvo lugar en apartadas regiones. ¿Como es que leyendo tu y yo escribiendo nos colocamos en tiempos que pasaron, y en lugares muy distantes de nosotros? ¿En virtud de que evolución necesaria, caprichosa, verdaderamente peregrina pensamos a la vez uno y otro sobre lo que he determinado escribir? ¿qué fuerza material, [114] y misteriosa a la vez nos ha llevado a tales tiempos y países? Y si no es así, ¿quién a quién conduce? Si admites acción humana, debes admitir alma, ser espiritual.

Con el mismo pensar y querer que te he llevado a recordar sucesos pasados en lugares remotos, determino conducirte a lo que en el porvenir juzgo ha de realizarse lejos de donde tú lees y yo escribo. Convócase una reunión en Roma, y para convocarla se ha tenido en cuenta el tiempo que no ha llegado, el lugar donde ha de verificarse, la calidad de las personas que han de concurrir con mil preparativos de pasado y de presente, con mil cálculos sobre lo que dados casos y circunstancias ha de tratarse y convenirse. ¡Pues bien! cómo, en virtud de qué evolución nosotros que, a tu decir, somos meros cuerpos, y como tales circunscriptos, nos encontramos en Méjico y en Roma, componiendo y analizando tantas cosas tantas circunstancias e incidentes, dueños de tocar en lo pasado y en lo futuro? ¿Qué te parece? ¿puedes explicar todo esto sin inteligencia, sin pensar y sin querer? ¿Lo atribuyes a la materia? Pues entonces juzgas. ¿Lo concedes a la razón? Entonces no eres materialista. Así cuando imputas como cuando niegas, declaras estar dotado de libre albedrío.

Concluyamos. El materialismo es absurdo. El materialismo predicado a nombre de la ciencia no puede engañar, aunque puede hacer estragos. Siendo negación absoluta, únicamente ha venido al mundo como sistema pernicioso y con la misión de alentar el crimen, helando en el corazón el remordimiento de la culpa, y en el entendimiento la idea de culpabilidad. Nada puede responder, ni preguntar: lo mismo le está vedado afirmar, que dudar. Le abruma la lógica, le abate el argumento, va gritando en favor del alma que le estorba, le punza y atormenta. ¡Miserable! Acosado de temores y herido de previsiones horribles, lleva la mano a su corazón queriendo arrancar de él un dardo impalpable que le desangra. Dejo de ser hipócrita, y declaro que su yo temerario no es átomo: no, [115] no es materia. El hombre es imagen de Dios.

Acerca de esta materia léase nuestra Instrucción pastoral sobre la tolerancia religiosa dada en Calahorra el día de la Circuncisión del Señor, año de 1862, y la pastoral que sobre la inmortalidad del alma dimos en Santo Domingo de la Calzada el día do la Purificación de Nuestra Señora, a los 2 de Febrero de 1863.

Os enviamos de lo íntimo de nuestro corazón la bendición episcopal en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.

De nuestro palacio, día de la Visitación de Nuestra Señora a los 2 de Julio de 1868. Antolín, Obispo de Jaén.- Por mandado de S. E. I. el Obispo mi señor.- Aúreo Carrasco, Chantre secretario.